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Puente Castro - Leon

Poblacion:
España > Leon > Puente Castro (León)
10-07-08 12:24 #1002556
Por:No Registrado
Las voces apagadas
Espero y deseo que esto relaje un poco los animos y el mal rollo del barrio.

Las voces apagadas escrito por Manuel Vicente González (El Musga)


LA PIEDRA DE EUGENIO

El hombre que me mira con descaro se apoya en dos muletas. La corpulencia que exhibe no encubre su avanzada edad, pero me ayuda a identificarlo al instante: es Justo, el burrero que salvó de morir ahogado a Anselmín junto al campo de fútbol. En aquel lugar, mi madre, de rodillas al borde de la corriente, restregaba la ropa mientras él y yo, un poco más arriba, jugábamos a atraparnos alrededor de un chopo. Resbaló Anselmín y cayó al fondo del pozo, y mi madre empezó a gritar pidiendo auxilio. El agua transparente me permitía observar su cuerpo debatiéndose en el fondo, sus manos arañándose la cara con desesperación, y a la solicitud de socorro respondió Justo desde la otra orilla del río, donde se encontraba cargando piedras en los serones de los burros, y de cuatro brazadas llegó hasta donde nos encontrábamos, se sumergió con decisión y rescató a mi vecino de una muerte segura. Tenía fama en el pueblo la desmesura de sus actos, la fuerza y el vigor que derrochaba sin esfuerzo aparente. Ahora me mira con un gesto de cansancio que tal vez tenga algo que ver con las muletas de las que se sirve para andar.
-Buenas, usted es Justo, ¿verdad?
-Sí, ¿y tú? –dice señalándome con una de las muletas.
-Soy un antiguo vecino, y estoy recorriendo el pueblo por ver si queda algo de lo que yo dejé.
Esto ya no es un pueblo –contesta a media voz, con un tono de desesperanza-: es un barrio más de la capital.
-Ya veo, ya... ¿Qué le sucedió a usted? –pregunto señalándole las piernas.
Desgaste de caderas, dicen que a causa de las burradas que hice durante mi juventud. Tenías que haberme conocido...-murmura mientras echa para atrás los hombros en un intento de engrandecer su encorvada estampa-. ¿Y dónde dices que vivías?
En la Nevera, junto a la cárcava. Soy hijo de Manuel, el ferroviario. Y le conozco a usted de sobra, pero hace muchos años que me fui de aquí. Tenía yo entonces diecisiete.
Me mira fijamente mientras va negando con la cabeza, luego hace un gesto de fastidio, acopla sus manos a las empuñaduras de las muletas y empieza a desplazarse con pasitos cortos en dirección al puente. Yo me demoro detrás de él y me recreo señalando mentalmente los lugares desaparecidos para siempre: el bar Asturiano, los futbolines de Lorenzo, el bar Caudal... Pasa junto a mí una mujer rubia, hermosa y altiva, cuya mirada me ha dejado una ráfaga de recuerdos apenas definidos: el bar de Eugenio engullido, según observo, por una agencia bancaria, y con él la piedra de granito que había a la entrada, más brillante a medida que pasaban los años y las posaderas de los jóvenes del pueblo la pulían en los atardeceres ociosos. Los pequeños no calibrábamos entonces el valor de la indolencia, el gusto por la holganza y la modorra que practicaban quienes ocupaban aquel lugar privilegiado. Desde allí contemplábamos el paso de los camiones que hacían la ruta de Valladolid o Madrid. Juan el Pispajo, que ya había conducido alguna vez el camión de su tío Gelito y conocía de sobra las características de cada uno de los vehículos que cruzaban el puente, los seguía con la vista, y cuando la cuesta del Portillo se empinaba y los motores comenzaban a renquear, aguzaba el oído un momento y sentenciaba:
-Es un Pegaso. Mirad cómo hace el doble embrague.
Allí sentados, al calor de la piedra lustrosa, observábamos con indolencia el paso cansino de las vacas hacia el río, o el más sinuoso de las jóvenes del barrio desplazándose arriba y abajo por la calle principal. Yo me escondía, avergonzado, cuando alguno de los mayores piropeaba con descaro a alguna de ellas, aun cuando observaba de reojo las piernas majestuosas de Luci, la manera insolente con que se dirigía, la bolsa prendida en el hombro, hacia el río, un gesto en el que todos veían una incitación a acompañarla a darse un baño.
Buena parte de la historia del arrabal ha quedado sepultada en los cimientos de la entidad bancaria que exhibe con descaro sus relucientes cristaleras frente al arranque del puente, está escrita en la superficie pulida utilizada tal vez como relleno del subsuelo del edificio. Puede que dentro de cien años, si las ansias de progreso no han colmado su ambición, las maquinas escavadoras vuelvan a hurgar en este lado del río para construir nuevos edificios o autovías, y alguien trate de buscar explicaciones al hallazgo de la piedra de Eugenio, acaso la confundan con vestigios romanos o judíos, y no sepan calibrar el auténtico valor testimonial que esconde la superficie del granito desgastado.
Pedrín me saluda como si me conociera. Lleva acoplados a ambas orejas unos auriculares exagerados, y en un lenguaje casi indescifrable se lamenta de que Evaristo le haya pegado un sopapo. Como ha debido de ver en mi rostro un gesto de ternura, me abraza y me besa, e inclina su cara deformada sobre mi hombro para que yo pueda comprobar, a través del rastro amargo de su sudor, las iniquidades que cometimos al amparo de su marginal existencia. Pero es, seguramente, el que con mayor dignidad ha envejecido, el que conserva la mirada más limpia, más esperanzada.
El puente que ahora cruzo marca la frontera que me separa de la realidad, y salgo a ella lentamente, como de un sueño profundo y placentero. De pronto me acucia el hambre, estoy cansado, y sólo añoro el calor de la habitación del hotel. Dejo en manos de la noche el cuidado de las voces apagadas y de las huellas perdidas. Las mismas estrellas de entonces fulgen sin misterio, rutinarias, en esta oscuridad de brea, en esta extraña quietud que no incita, como antaño, a la fantasía.
A mis pies, bajo el segundo arco, un río anónimo discurre en silencio. Regreso al fin más pobre y vacío, pues nada me pertenece sino lo perdido y olvidado; y de todo me libero, ahora que anochece también en mi alma, salvo de la luz y el calor que deja en mi memoria el rescoldo de la infancia.


Fdo.: Jose.
Puntos:
10-07-08 14:39 #1002928 -> 1002556
Por:No Registrado
RE: Las voces apagadas
unmmmm.... Lo he leido dos veces..... que bonito Guiñar un ojo

De verdad gracias.....
Puntos:
10-07-08 18:42 #1003426 -> 1002556
Por:No Registrado
RE: Las voces apagadas
precioso
Puntos:
10-07-08 20:19 #1003688 -> 1003426
Por:No Registrado
RE: Las voces apagadas
DA GUSTO LEER COSAS ASI. GRACIAS A ESTE FORERO.

QUE COPIEN DE EL:

LOS NIÑATOS DE LA COMISION.

LOS NIÑATOS QUE SE CREEN ADULTOS DE ALJAMA.

LOS HUEVONES DEL FUTBOL.

LOS PAYASOS DE LA ORQUETA LOS PATONES

Y LOS ENERGUMENOS QUE CIZAÑAN EN ESTE FORO.


QUEDA DICHO NADA MAS! UN SALUDO...
Puntos:
10-07-08 22:10 #1003918 -> 1003688
Por:No Registrado
RE: Las voces apagadas
esto hace mucho tiempo que esta colgado en la web de aljama, precioso
Puntos:
11-07-08 14:21 #1005188 -> 1003918
Por:No Registrado
RE: Las voces apagadas
y cizañaremos mas....
Puntos:
11-07-08 14:54 #1005256 -> 1005188
Por:No Registrado
RE: Las voces apagadas
no me estraña con la de beneno que mamaste de pequeño o lo escupes o te mueres
Puntos:

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