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Laguna de Negrillos - Leon

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España > Leon > Laguna de Negrillos
13-03-13 11:52 #11144100
Por:j vicente futuro fut

Laguna de Negrillos y San Sebastian de Garabandal.--2/10ª.-
La Virgen del Carmen de San Sebastian de Garabandal, 2º Capitulo.-

Testimonio de una madre que perdió a su Hijo en un accidente de coche.-
Ignoro lo que habrán experimentado otras madres al perder así a un hijo como Miguel. Su muerte mataba de cuajo el motivo esencial de mi vida y, al perderlo, me sentí sumida en la oscuridad más espantosa.
Me decían que, con el tiempo, me conformaría; que, aunque no llegara a olvidarlo, su recuerdo iría diluyéndose, hasta quedar en una evocación amable; que, poco a poco, me iría acostumbrando a no verlo, a no oírlo, y aceptaría mi situación sin desgarro.

Pero el tiempo pasaba y yo continuaba en la desesperación. Aunque procuraba disimular mi tristeza, especialmente para no herir a mis cuatro hijos restantes, cuanto más tiempo transcurría, más se me acentuaba el vacío, la desorientación y el dolor.

Algunos, para ayudarme, echaban mano de argumentos religiosos. Me hablaban de la resignación cristiana; me recordaban su fe, la ejemplaridad de su muerte y me decían que debía dar gracias a Dios, por habérselo llevado en condiciones tan buenas para su alma. Pero la resignación no llegaba y todos aquellos argumentos se me antojaban huecos e inconsistentes.

Llegó un momento en que las dudas contra la fe se me volvieron obsesivas y todo cuanto hasta entonces había admitido sin excesivo esfuerzo, empezó a tambalearse, dejándome cada vez más abatida. Me convertí en un remedo de persona, sin más horizonte que el pasado, sin más esperanza que la de morir; pero con la impresión de que en la muerte se acaba todo, que la esperanza es una gran mentira y la fe una puerilidad lanzada para mantenernos a raya.

Sin embargo, todas mis dudas no cuajaban por completo. A veces, sin saber por qué, la esperanza volvía: "Y si Miguel me viera. Si fuera verdad eso de la Comunión de los Santos". Por aquel entonces, ni siquiera podía rezar. Tropezaba siempre contra el muro de la duda. Recuerdo que en cierta ocasión mi madre propuso rezar el rosario en común; yo me negué, por considerarlo "una vulgaridad".

En definitiva, yo necesitaba una prueba. Algo que me hiciera palpar que más allá de la muerte, la vida continuaba. Pero la prueba no llegaba, ni yo hacía por conseguirla. Por ejemplo, mi devoción a la Virgen era prácticamente nula. Hasta que un día, próximo a la fiesta de la Purísima, instintivamente me enfrenté a una imagen de la Dolorosa, suplicándole que, si Miguel vivía, ella me diese una prueba.

A partir de aquel día, ya no tuve más obsesión que la de volver a Dios. Y cinco meses más tarde, concretamente el 4 de mayo de 1959, después de una confesión general, me acerqué a Dios definitivamente, con la intención de no separarme de Él ni un segundo en todo lo que me restara de vida.

Desde aquel instante, todo empezó a cambiar para mí. Aunque mi nostalgia de Miguel seguía siendo enorme, y la soledad continuaba atormentándome, el sosiego interior era muy grande. El rezo del rosario dejó de parecerme "una vulgaridad" y mi devoción a la Virgen aumentaba de día en día.

De ahí que, cuando oí hablar de las niñas de Garabandal, pensara en visitar aquel remoto pueblo, no sólo por curiosidad, sino con la intención de rendir homenaje a la Virgen. Aprovechando la ausencia de mi familia, que había ido a Suiza, salí de Barcelona el Jueves Santo de 1962, acompañada de José, el mecánico, y su mujer, Mercedes.
Llegamos a Cosío el Viernes Santo, a la hora exacta de mediodía, y allí conocí al párroco de Garabandal, don Valentín Marichalar. Mientras esperábamos el vehículo que debía subirnos al pueblo, tuve ocasión de charlar con él. Pese a sus comprensibles reservas, acabó confesándome que, en el fondo, estaba convencido de que los hechos que allí ocurrían eran sobrenaturales, y que las niñas eran muy a propósito, por su inocencia, para recibir las visitas de la Virgen.

Eran ya las dos de la tarde cuando compareció el coche que debía trasladarnos a Garabandal. Su conductor, Fidel, nos comunicó que allí arriba el P. Corta, sacerdote jesuita que vino a ayudar a don Valentín durante la Semana Santa, se disponía a dar la comunión y que todo el pueblo estaba congregado en la iglesia.

Mercedes y su hijo
Aquella misma tarde entregué a Jacinta unos objetos para que los diera a besar a la Virgen y, tanto a ella como a las otras tres, les hice la misma súplica: "Cuando veáis a la Virgen, preguntadle por mi hijo." Creo que fue Jacinta la que indagó:
-- ¿Y qué le pasa a su hijo?.
-- ¡Está muerto!, le contesté.

En casa de Mari Loli se habían congregado todos, en espera de la aparición. Yo le di un papel, escrito por las dos caras; y, al entregárselo, le dije: "No espero respuesta. Lo único que me interesa es saber dónde está mi hijo", no di su nombre.

Yo ignoraba aún cómo se producían las visiones. Aunque me lo habían explicado, me resultaba difícil imaginar su realidad. Ahora, después de haber estado en Garabandal varias veces y de haber visto tantos éxtasis, sigo creyendo que no puede haber explicación posible para describir no sólo la "caída" de las videntes, su expresión y movimientos, sino el clima de respeto que se produce siempre en cuanto "llega la aparición".

A simple vista, nada de lo que van realizando las niñas parece tener sentido: sus movimientos, sus oscilaciones, sus carreras desenfrenadas, sus coloquios a media voz, su insistencia en dar a besar el crucifijo, en una palabra, todo, al principio, causa estupor, por lo incongruente y por su apariencia de cosa sin mucho fundamento.

Sin embargo, acaba uno sospechando que nada de cuanto allí ocurre deja de tener su significado. Lo malo es que, para comprenderlo, hay que "vivir" en el pueblo, por lo menos, tres días. Tan pronto se familiariza uno con las pretendidas incongruencias, todo se aclara; la explicación inmediata o retardada, llega siempre.

Por lo que respecta a mi caso, debo confesar que, aunque deseaba mucho, esperaba poco. Había enfocado mi viaje dispuesta a afrontar incomodidades y obstáculos.

Esperando, según dije, en la casa de Loli, no tardamos mucho en oír el golpetazo característico de la "caída" en éxtasis; venía del piso alto. Se hizo un silencio general y al poco rato vimos bajar por las escaleras a Mari Loli, cogida de la mano de otra niña, mirando hacia arriba, con expresión arrobada. No creo que ni la mejor actriz pudiera imitar esa expresión.

Mari Loli se acercó a la mesa donde tenia los objetos que había de presentar a la Virgen y empezó a darlos a besar. Vi cómo tomaba mi papel, lo alzaba, lo volvía del otro lado y lo depositaba nuevamente en la mesa. Luego, agarrando la cruz, salió a la calle. El paso de la niña era ligero, armonioso, regular. Parecía como si anduviera por un pavimento bien liso y bien llano; no existía para ella lo que todos teníamos bajo los pies: cascotes, charcos, piedras, barrizales.

Como pude, yo me agarré del brazo de la niña que Loli sostenía; pero cuando, después de detenerse a la puerta de la iglesia, la vidente emprendió la subida hacia el monte, tuve que desprenderme. No podía seguirlas: tenía la impresión de que mi corazón, disparado, iba a detenerse de un momento a otro. ¡Tal era la cuesta que enfilaba a los Pinos!. Me quedé agotada en la falda del monte, esperando a que bajaran.

Me puse a pensar. La noche, hasta entonces, no había resultado excesivamente agradable para mí. Cuantas veces la niña daba a besar el crucifijo, lo hurtaba visiblemente a mis labios. La sospecha de que, si aquello era verdad, la Virgen rehuía a propósito mi beso, me dolía profundamente.

Cuando, al fin, llegó el descenso, vi a Mari Loli bajando de espaldas, sorteando obstáculos y socavones como si tuviera ojos en la nuca. Al entrar en el pueblo, se unió a Jacinta; sonrieron al encontrarse, y después daban a besar el crucifijo, y caminaban cogidas del brazo.

Jacinta "despertó" a la puerta de la iglesia, pero Loli regresó a su casa todavía en trance. Fue entonces cuando busqué a Jacinta y le pregunté por Miguel. Me dijo que la Virgen no había contestado a su pregunta. Desilusionada, me fui donde Loli, que me dijo lo mismo.

-¿Ha leído al menos mi papel?.

-Sí, lo ha leído.

El P. Corta estaba allí y, al comprender mi decepción, preguntó a la niña si volvería la Virgen.

-- Sí, de dos a dos treinta.

Entonces el Padre le recomendó que volviera a hablarle del asunto de mi hijo. A la hora anunciada, Mari Loli cayó de nuevo en éxtasis; salió de casa y se unió en seguida a Jacinta, que también andaba en trance por la calle. Dieron a besar el crucifijo a todos los que estaban allí; pero nuevamente me pasaron por alto, como si rehuyeran mis labios.

Y lo peor fue lo que dijeron al "despertar"; tanto Jacinta como Loli me dieron esta respuesta:
La Virgen ya me ha contestado; pero no puedo decírselo a usted.

Esto sobrepasaba todo lo anterior. ¡O yo no merecía que la Virgen me atendiera, o Miguel, pese a todo lo que yo suponía, se hallaba en un lugar que era mejor ignorar!. Tuve aún valor para preguntar a Mari Loli, si la respuesta de la Virgen era mala o buena. No puedo... no puedo..., y la expresión de su cara era verdaderamente impenetrable.

De nuevo intentó el P. Corta ayudarme. Preguntó a la niña: ¿Podrás decírselo mañana?. Tal vez, se limitó a contestar Loli, encogiéndose de hombros. Cuando me acosté, tenía la impresión de haberme convertido en un bloque de hielo. La sospecha de que ni Dios ni la Virgen estaban conformes conmigo, me dejaba tan abatida como la suposición de que Miguel pudiese estar experimentando algún castigo. Aunque me parecía ilógico dudar de la salvación de Miguel.

Antes de dormir, fui repasando uno a uno todos los fenómenos que yo había presenciado durante las horas del día y luego por la noche, y deseaba con toda mi alma encontrar cualquier "fallo" que me demostrara su falsedad, algo que me hiciese ver que todo aquello de Garabandal era pura superchería. Pero cuantas más vueltas daba a los hechos, más auténtico me parecía todo. ¡Yo tenía que ser la que de verdad fallaba!. Por eso, sin duda, no se me daba a besar el crucifijo.

Fin de la Primera parte del testimonio personal, de una madre que perdió a su hijo Miguel en un accidente de automóvil.- 2/10.-
Laguna de Negrillos, 13 de Marzo del año 2.013.-
Recopilador: José-Vicente.-
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