La Riera - León

POESIA DE UN RIEREÑO, MISIONERO EN BRASIL DESDE HACE 14 AÑOS. LO DA TODO POR LOS NIÑOS DE SUS FAVELAS....PERO LAS MONTAÑAS DE SU PUEBLO BABIANO,LO ATRAEN Y VUELVE CADA TRES AÑOS. gracias:poeta, amigo, vecino y tocayo. TE MERECES UN GRAN ABRAZO.

Escrita por : José Nistal Martín

Hola José Manuel: ¿Como fuisteis de viaje?, espero que bien aunque cansados.
Hablando de la Riera tenia algo escrito. Mi español no es muy bueno, lo puedes corregir. Si te parece, cuando tengas un tiempo lo pones en algún lugar.
Un abrazo amigo. Pepe.

Montañas de la Riera
Montañas, inmensos muros de sol e agua, de tierra y piedra, de recuerdos y gritos, de sueños y amaneceres.
Montañas libres e indomables, corriente de manos unidas que abrazan los valles y espían el mañana.
Montañas, princesas sentadas, elegantes y lindas, exhibiendo cada día sus cien vestidos - colchas de retales y nudos preciosos - de tonalidades diferentes: Blancos y verdes,azules y grises, oro y plata, rojo y negro.
¡Cuantas luchas, generaciones y pueblos verían tus cansados ojos! !Cuantos registros en tu memoria milenaria.
¡Montañas de Burón, Las Coloradas,el Picón, la Crespa y el gran Montigüeiro! ¡Montañas blancas de la Pradera, arrancadas del fondo del mar o del corazón de la tierra, que cuentan los años como días y los siglos como años!
Las viejas montañas, de canas brancas, contemplan como crecen a sus pies las mas nuevas, cubiertas de césped y extienden su mirada a los valles fértiles, sus hijos adoptivos.
Montañas, madres generosas que traen fortuna y alegría al pastor y al rebaño, al cordero y al águila, al rebeco y al jabalí huyendo del lobo.
Ellas, madres y abuelas, cuidan para que las fuentes se hagan ríos y cada flor reciba su gota de agua. Amamantan en su regazo las pequeñas casas blancas y hacen brotar de sus arrugas fuentes abundantes para el ganado.
Montañas de la Riera, su majestad domina los espacios infinitos y obliga a andar descalzo al astro reí, para descubrir a cada segundo el mapa de su camino, avanzando o retrocediendo de su sombra.
Seductoras y mágicas, guardan entre sus secretos: el cristal de sus diamantes, el color del hierro, el amarillo del oro, el calor del carbón y la dulzura del agua.
Al atardecer, si prestas atención, podrás ver, entre las más viejas, ríos de piedra rasgando su manto; no se bien si son cicatrices de antiguas heridas, surcos del tiempo o lágrimas de " morriña" de un pasado perdido.
A veces las montañas adolescentes aparecen con sus huesos quebrados, fracturas expuestas y ellas madres, ahora impotentes, susurrando imploran al sol y al viento, para que las cubran con sus ataduras verdes.
Otros días, tristes y cansadas por la larga espera, derraman su llanto en el hombro de la niebla amiga.
Si, infeliz mente, acontece que el fuego asesino derrita su piel resequida, la explosión de sus bollas de agua, la alta humareda y su sufrido silencio exigirán inmediata venganza.
Mas, se a traición, la blanca flecha de la oscura nube hiere sus ojos, la montaña toda se estremece como una niña asustada y su temblor, hecho trueno, alcanza los profundos desfiladeros.
Montañas de la Riera, gigantes que duermen de pie y despiertan cada día al sol - aún soñoliento-, al viento que anida en las árboles, la nueva canción en las aves, la música de las fuentes, e, mimadas, solo duermen tranquilas después que la luna les cuenta su última historia y mil estrellas azules piden su bendición con un beso de buenas noches.
Montañas de la Riera... montañas, montañas.
Vivieron, también aquí, personas que fueron como montañas, llenas de grandeza, dignidad, generosidad, tótems que orientaron la marcha de nuestra historia. A ellas e as montañas nuestro sincero agradecimiento. ¡Sois eternos!