La Pola de Gordón - Leon

Curas en fusión

06/05/2010 pedro trapiello

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Ostitú!, dijo Sócrates Valdueza (y si suelta un ostitú, es que recordó algo o se cayó del burro). Y se preguntó: ¿por qué las diócesis no están también por la fusión, como las cajas de ahorro? ¿No es un anacronismo, por ejemplo, que una sola provincia como León, tenga dos diócesis? Si juntaran el montón de lugares que tienen los dos obispados y los restos de oficiantes y parroquias en los que ambos andan, ¿no les iría mejor?, ¿no racionalizarían gastos y aparato administrativo?, ¿no mejoraría su imagen de fraternidad cristiana?, porque más que hermanos, dice Sócrates, parecen primos, sobre todo los tesoreros, o sea, los ecónomos y vicarios.

Ese debe ser el problema, los vicarios, las curias, los sitiales con canongía o beneficiatura. Una fusión reduciría cargos. Mala noticia. Nadie quiere renunciar a sus dominios de almas, púlpitos y cepillos. Lo vemos con las cajas. No hay fumata blanca hasta que el apaño acomode a los viejos dinosaurios sin que pierdan pelo en la nómina y en las primas (o sobrinas, si también las tuvieran colocadas en la entidad). Y cuando dan el si, miran a la puerta para salir corriendo, así mire a otro lado el Banco de España, que es el sargento de semana en todo este lío de acabar con el minifundio provinciano de las cajas de ahorro (y montes de Piedad o de Venus, a elegir).

Pero no ve Sócrates la fusión entre diócesis, no. No estarán jamás por la labor. Sus fronteras tienen muchos años y mucha zanja bendita al pie. Desde el siglo III, Astorga y León tuvieron obispo propio y no se han movido un pelo las lindes, como si el mapa fuera un dogma y los mojones sacristanes. Las fronteras políticas y regionales no han dejado de cambiarse, pero las de la Iglesia no parece haber Dios que las borre. En eso esté quizá la razón de su pervivencia en el tiempo, en plantarse y no cambiar, defender el territorio y pastorear cada cual su grey, cada cual con su cepillo, sus caridades, sus rentas y sus marqueses protectores.

Sócrates no pone en duda la clarividencia del de Nazaret, pero Jesús jamás hubiera imaginado que la Iglesia de los pobres que él fundó acabaría tan fragmentada en iglesias, confesiones, órdenes, cuarteles diocesanos y tan llena de secretarios y libros de cuentas.