Estébanez de la Calzada - Leon

Hola

Propongo que hagamos un relato donde aparezcan términos usado en el lenguaje coloquial del Pueblo, para eso tenemos un diccionario en esta web de términos usados en el Pueblo, incluso poner nombres de personas, sobre todo con mucho respeto y buen gusto.

Si en unos días nadie se anima a empezar, lo haré yo, escribir unas líneas y seguir otra persona con otras líneas, dando un sentido y una continuidad.

Venga, ¡luego!

la idea es buena, pero a ver quien es el que comienza...
jejejeje
y a ver si se apunta gente porque sino...

un saludo,,
esto sta un poco muerto no

Parece que nadie se anima, así que empezaré yo, para no perder el hilo, mejor no hacer comentarios a lo escrito, podemos comentarlo, pero en un mensaje nuevo, iniciaré un mensaje de comentarios y ahí pondremos lo que nos parezca, insisto, iniciado el relato, continuarle con una frase, un párrafo o lo que se os ocurra, con la única condición es que tenga sentido con lo escrito en el mensaje anterior, se puede saltar en el tiempo, lo que se quiera, pero uniendo con la anterior.
Empiezo en la época que no existían esas grandes máquinas que se llaman cosechadoras, hace 35 años aproximadamente.

El sol daba de plano sobre “Monte Aceite”, habíamos salido temprano, a la hora de ver el sol salir de detrás de “La Forca”. Fuimos a segar el centeno, engavillar y luego amorenar, todo, antes que el sol caliente las espigas y se degranaran sólo con tocarlas.
La segadora parece un molino portátil, las aspas van recogidas por el camino y se despliegan en cuanto llegamos a la tierra. El caballo venía fresco por el camino, pero después de las idas y venidas tirando de la segadora acusaba el esfuerzo. En los linderos y en las tornas, no llegaba la máquina y el abuelo segaba el centeno que quedaba de pie con la guadaña, con lo que segaba el abuelo formamos los cuelmos, los cuales, tras sacarles el grano se guardaban para la matanza.
Las gavillas ahora se atan con cuerdas, pero no hace mucho, cuando no había segadora, se utilizaba las propias espigas, se metían en agua, se cogía un manojo de ellas, ya humedecidas, se trenzaban ligeramente retorciendo unas sobre otras, como cuando retorcemos un trapo húmedo para escurrirle el agua, con estas espigas húmedas y trenzadas entre ellas, se ataban las gavillas. Si no se mojaran se chascarían y sería imposible trenzarlas, arrodear la gavilla y después anudar.
Las gavillas de antes y las de ahora que van atadas con cuerda, se quedan dispersar por la tierra, pero para cuando se venga a recogerlas con el carro y para protegerlas del viento, que nos se las ruede, pues ya está todo seco y pesan poco, para esto y por si viene la truena, se amontonas las gavillas, colocadas unas junto a otras, tumbadas, todas con las espigas al mismo lado y encima también hasta alcanzar el metro y medio de alto, hasta donde se llegue con las manos, así se forman las morenas.
Todo esto: segar, engavillar y amorenar, lo hacemos antes que el sol esté alto, en verano mejor así, aunque haya que madrugar, que el sol luego torra mucho.

Viniendo de segar,veniamos muy contentos ya que en casa esperaba la abuela con una buena tarterada de sopas que aunque calentaba el sol entran que da gusto,despues el pan con tocino y un pimiento y listos a regar las habas que se me pasa el agua.Luego dormiremos la siesta que a la tarde hay mucho tajo.

Después de una buena siesta, la tarde se presentaba bastante atareada, había días que teníamos que meter el centeno o la cebada en sacos y guardarlos en la panera para luego dar de comer al ganado durante el invierno.
Otros días había que guardar las alpacas, que hacíamos con la paja que quedaba despues de haber cosechao. Estas alpacas al principio se hacían a mano, se preparaban en manojos de paja y se ataban con cuerdas. Después ya con el tiempo surgieron las alpacadoras. Venía un vecino del pueblo de al lado y quedabas con él un día y te alpacaba la paja de las tierras que teníamos ya cosechadas, a cambio había que pagarle unas pesetas que él ya había acordado contigo antes.
Cuando el sol se ponía y los haceres del campo estaban ya hechos, ibamos a la Veiga a buscar las vacas, que llevaban todo el día pastando en el prao. Las metíamos en la cuadra le echabamos de comer en las peselberas y comenzabamos a ordeñarlas, esto había que hacerlo a mano tirando de la ubre de la vaca hasta que obteníamos la leche.

Hemos dado un salto en el tiempo, las alpacas se hacen después de pasar la cosechadora, esas grandes máquinas que van peinando las tierras de cereal y llenado la parva de grano, cuando tienen llena la parva, la descargan en un remolque, el cual se descargaba en sacos o a granel directamente a la panera, a calderadas o con un sinfín.

Pero volvamos a las morenas, esos montones de gavillas repartidos en las tierras de cereal y con destino a la era, allí, en la era, se hacía un montón más grandes, ese montón se llama de otra manera: “meda”, para llegar a formar la meda, se acarreaban las gavillas en los carros de caballería o de bueyes, viaje va y viaje viene, forca va y forca viene, para cargar y descargar los carros bien pertrechado con cancillas para cargar lo más posible. Hasta tener todo el pan en la era, aún sin trillar, sin moler y sin hornear, ya se llamaba pan, me chocaba oírselo decir al abuelo.
Cuando estaba todo el pan en la era llegaba el día de la trilla, con un tractor traían una máquina más grande que las cosechadoras actuales y la colocaban cerca de la meda, con una larga correa, se unía una gran polea de la trilladora a una polea que llevaba el tractor que era el que le daba el movimiento de giro, era peligroso andar cerca de la correa, pues te podía atartallar.
La trilladora tenía un gran tubo por donde echaba la paja trillada y se formaba un buen montón, finalizada la trilla se cargaba la paja con las bildas en carros, que se les había puesto una red para evitar esparcir la paja por el camino, y se descargaba echando la paja por el buquirón del pajar. La trilladora también tenía una especie de cajones con unas trampillas donde se colocaban los sacos y donde caía el grano, una vez lleno se quitaba con el carretillo de sacos y se ponía otro vacío, se sujetaban con una palanca peculiar que mantenía atartallada la boca del saco.
También había trilladoras manuales, más pequeñas, claro, tenían una gran manivela que se movía entre dos o tres personas, no se podía parar mientras hubiera espigas o garbanzos o alubias o habas.
Seguro que hay montones de anécdotas e historias curiosas de esos veranos en la era o en el pajar pisando la paja.

Ya se acaba el verano,la trilla esta recogida y la paja la estan acabando de meter en los buquirones.Por las noches aun salimos pa la calle al fresco todos a la puerta en el madero,los chabales pequeños estan jugando al escondite y dice su abuela que sabe dios donde se guardaran,pero ellos si que saben.Los mayores ya fueron pa los chopos de la carretera y dicen los del madero que vaya revolcones que hay alli,ydice la otra ¡y lo bien que lo estaran pasando¡ya vamos pa la cama que mañana se madruga unos a ordeñar y otras ha hacerle las sopas a los que ordeñan.

Menudos atropos preparan los rapaces por el pueblo, después de cenar salen para La Chana para contar chistes o para jugar al incón, al ondón, la peonza, el aro o a los petacones, si se han hecho con alguna baraja vieja y han fabricado los petacones con las cartas, se lo pasan muy entretenido, a ver si alguien explica cómo se juega a los petacones. Cuando se junta una buena cuadrilla se ponen a jugar al "al tu carcelero", por la noche juegan en La Chana porque es de noche y casi ni se ve, alguno ha terminado dentro del pilón de la fuente porque no lo ha visto al ir corriendo, como es verano sólo se llevará una regañina de su madre. Por el día juegan a ese juego en los glumares, llenos de negrillos y maleza donde ocultarse, ya tiene marcadas cada cueva en esquinas opuestas, para dar el "alto a la cueva" y medir los pasos para liberar a los compañeros. Una especie de "policías y ladrones" con variaciones del juego exclusivas de Estébanez. Muchas formas de divertirse sanamente.

En la era todavía están los garbanzos extendidos para que terminen de secarse. Unas cuantas madrugadas hasta la tierra de Calzada para arrancarlos mientras el sol no calienta, pues están ya secos y si se arrancan calentados por el sol los garbanzos se sueltan de la planta, más de una vez ha tocado atroparlos del suelo, cuando eso pasa hay que dejarlo para el día siguiente, pues se hace más daño que adelanto.

Los bueyes ya están enganchados al trillo, se les ha puesto un bozal, de lo contrario nos comerían los garbanzos. La pareja de bueyes, bien amarrados al yugo, empiezan a dar vueltas sobre los garbanzos y se oye como chascan las plantas secas. Mientras dan vueltas llevando arrastras el trillo, detrás con la bilda, van dando vueltas a las plantas hasta que han caído todas las vainas o se han abierto y degranado, entonces se retiran los tallos y se amontonan separados del redondel donde va quedando tallos finos, hojas, vainas y garbanzos. Tras unas cuantas vueltas más se amontona todo en el centro y se barre con la escobas de valeas, estas escobas se habían dejado en remojo en el lavadero para darles más flexibilidad y no se rompieran al barrer.
El montón se tapaba y se esperaba a un día de viento, ni mucho ni poco, para aventar y separar los garbanzos de lo demás, ayudados con las bildos y la ceranda. Los garbanzos se meten en sacos y la paja se lleva a casa para el ganao.

Venía la truena por Monteaceite y que empezara a llover era inminente, la paja trillada seguía en la era y era imposible recogerla toda, había que echar una “manta” por encima para evitar que se mojara y se pudriera. Esa manta no es una manta cualquiera, no es una lona, tampoco un plástico grande, no se ha comprado en ninguna parte, está hecha en casa, y es de varios colores: rojo, amarillo, blanco, verde, azul, los colores de los sacos de plástico donde venía el abono granulado y que una vez vacíos, en vez de tirarlos, fueron cosidos unos a otros para formar una manta, (el reciclado no es un invento de ahora, antes ya se hacía, quizás más y mejor que ahora), llevamos la manta a la era y la echamos por encima del montón de paja, atropamos unos morrillos grandes para ponerlos encima de la manta y que eviten que el aire la levante. Fue justo ponerla y empezar a caer las primeras gotas, volvemos a casa y nos quedamos en el patio, bajo cubierta, viendo como cae el agua y se cuela por el arbañal. En el piso de arriba, en el borde del corredor de la casa, hay unos mundillones que tapan el piso de madera, que les protegen del sol y de la lluvia, los mundillones están hechos de escobar y tomillo, plantas que se recogen en el monte y que se usan cuando están secas para prender la cocina.

La tapia de la huerta se ha derrumbado, la lluvia ha lavado el tapial y se ha desgastado hasta que se han caído varios trozos de golpe, la tierra se ha quedado en el suelo, aprovechando que los rapaces no saben qué hacer, les he dicho que hoy vamos a reconstruir la tapia de la huerta. Tenemos todos los materiales, barro y paja, el barro será el mismo que se ha caído de la tapia y la paja la cogemos del pajar, mejor paja trillada. Llevamos una azada para mezclar la paja y el barro y unas paletas para dar el barro en la tapia. Mientras amontonamos el barro, lo mojamos y lo mezclamos con paja, les explico que esta mezcla también se usaba para hacer adobes, se ponía en un cajón hecho con tablas que hacía de molde, se desmoldaba y se dejaba secar al sol, ya seco se usaba como los ladrillos de ahora para hacer paredes. También les explico cómo se hacían las paredes de tapial, con tablones se encofraba igual que se hace ahora para echar cemento, en vez de cemento se echaba tierra arcillosa húmeda y se echaba en el hueco donde se quedará formada la paren, se pisaba y se echaban morrillos, cuando se secaba se desencofraba ese trozo y se encofraba otra parte, en este tipo de paredes, que aún hay en el pueblo, se aprecia cada parte por la grietas que quedan entre ellas.
Mientras daba la explicación los rapaces se habían enfucerado con el barro que amontonaban en la tapia con las manos, conseguimos que alcanzara la altura original; para que aguantara más tiempo, pusimos tejas en lo alto, los chicos se mostraban satisfechos de la obra.

¡Oye....!. ¿A que jugais? A ver quién dice mas chorradas.

Era todavia muy temprano pero los abuelos ya estaban en pie,la abuela calentando el agua pa hacer las sopas,el abuelo picando la remolacha pa cocerle a los gochos,ya les queda poco que comer porque se acerca la matanza,aunque no saben si mataremos pronto porque caen unas heladas tan gordas que alomejor se hielan los chorizos.
Ya se levantaron todos y en la cocina todavia hace frio no ha traido todavia el brasero el abuelo por que la lumbre no se ha pasado pero esta apunto de venir, las sopas ya estan mojadas y todos alrededor de la mesa sin palabras acabando de desayunar enganchan las vacas al carro echan la tiva encima y como los chabales no tienen escuela vamos todos a la remolacha.

Cada domingo, después que el cura había terminado la misa, tocaba catequesis, los rapaces nos sentamos en los bancos de la sacristía, que estaban colocados contra la pared, teníamos que traer aprendido el catecismo, el cura, mientras se quitaba la casulla de la misa y ordenaba las cosas, iba preguntando uno a uno sobre las páginas del catecismo y teníamos que repetir de carrerilla lo que venía escrito, la mayoría no teníamos ni idea, porque no lo habíamos aprendido, era hasta divertido la reprimenda que le daba el cura a los demás, cuando alguien soltaba un disparate, más de uno se soltaba, además de la bronca, también volaba algún cachete o soplamocos, en ese momento todos tenían una sonrisa en la boca, todos menos uno, adivinar quien.
Lo único que importaba era acabar pronto y después irnos a la presa a bañarnos o a jugar al escolingón de alguna cuerda atada a un árbol alto o a engarriar en los golmares a nidos. Algunas tardes de domingo había partido de fútbol contra Santibañez o contra Villarejo u otro pueblo cercano, las eras eran un buen campo para jugar, cuando no había siega, claro.
Siempre, el final del domingo se terminaba dando un paseo hasta la carretera, aún hoy se sigue haciendo.

En la Faisca de Bibre, distrito de cuchicada, habitaba un matrimonio de mucha fe cristiana; el se llamaba Joaquín, y su esposa Jonafasa, y se fueron pal Brasil donde hicieron mucha plata.
Era una noche serena, cuando el gallo no cantaba y por la verja del jardín tres criminales entraban. Al can que estaba en la puerta y que el pobre tantao ladraba, le metieron una patada y lo echaron pa la estercolera; y al pobre de Don Joaquín al ver que tanto chillaba....
Otro dia continuo.

El verano se pasaba entretenido cuidando la vacas, se sacaban a los praos y había que estar con ellas todo el tiempo, vigilando que no se fueran al prao del vecino o a alguna tierra de remolacha, si así era había que arrequedarlas para que volvieran a donde debían estar. Tampoco era mucho trabajo y no había que estar continuamente arrequedando las vacas, así que nos entreteníamos haciendo cachas, cociendo te, fumando o alguna pillería que tendrá que quedar sin contar.
Para hacer las cachas, hacíamos una hoguera, cortábamos ramas de negrillo bien rectas y las poníamos sobre el fuego a calentar, vigilando que no ardieran, luego la arrodeábamos sobre un tronco más bien delgado y atábamos la rama para que mantuviera la curvatura, al día siguiente la desatábamos y ya no volvía a su ser, sino que quedaba la forma de una cacha, entonces cortábamos a medida y le quitábamos la corteza, además de dejar los nudos bien ralos, ya terminada fardábamos de cacha, hasta que se rompía.
Para el te, lo buscábamos en las cunetas donde corriera el agua y en los arroyos cercanos, lo llamábamos te-menta, y tenía la forma de unas flores redondas atravesadas por un tallo, con un olor muy agradable. Hacíamos un fuego y en una lata de conservas vacía, rara vez usamos cazuela, la llenábamos de agua y poníamos el te, lo dejamos hervir y luego enfriar, unas veces con azúcar que llevamos de casa y otras solo, disfrutamos del te como los ingleses.
Eran tiempos de adolescencia, el tabaco, aunque valía bastante menos que ahora, estaba fuera de nuestro alcance, y por falta de ideas que no fuera, puestos a experimentar, probamos con hojas de remolacha seca, la cuestión era echar humo, pero lo que más prestaba eran las raíces de negrillo, en los tueros arrancados había raíces de varios tamaños, buscábamos las que tenían un diámetro similar a los cigarrillos, los cortamos de una largura también similar y le prendíamos fuego sin dejar que hiciera llama, si tiraba había cigarrillo hasta que el picor de la lengua lo hacía inaguantable, entonces lo apagaba y lo guardaba para otro rato.
Así pasábamos los días de verano que tocaba ir con las vacas. Antes de poner pastores eléctricos.

Hemos acabado de comer, tenemos que volver a la viña a seguir vendimiando, hay que recoger la uva cuanto antes, no se sabe cuando empezará a llover y luego no se puede entrar porque te atollas todo, además, las pozas de las cepas se llenan de agua y se echan a perder los racimos. La vendimia la hacemos en fin de semana, viene la familia de la ciudad y cuantos más manos mejor, en esta tarea que es lo que más se necesita. Estábamos charlando tranquilamente en la sobremesa y de repente se levanta mi tío diciendo con voz bien alta a todos: “¡vamos, luego!” y de repente todo el mundo se levanta y se prepara para salir, yo me quedo sentando totalmente despistado y sin saber reaccionar. Mi primo me dice: venga, prepárate que nos vamos, no has oído a mi padre. Yo le dije que sí le había oído, pero como dijo que vamos luego pensé que se refería a más tarde. Mi primo me explicó que cuando alguien en Estébanez dice “luego” quiere decir “inmediatamente”. Desde aquel día me cuidé mucho de utilizar la palabra “luego” con cierta precaución no vaya a ser que la dijera y todo el mundo saliera escopetado y de hacerlo yo si alguien la decía.
Así que en Estébanez no digas que una cosa la haces “luego” porque lo tendrás que hacer inmediatamente.

Hola a todos los Estebaneros, me dirijo a vds para pedirles si pueden
escribir algo de la historia de Estébanez de la calzada, he estado
dos veces en León y Astorga y no he podido llegarme hasta ahí, mi
apellido es Estébanez, y resido en Barcelona, todos mis antepasados
eran de valladolid.
gracias anticipadas... J.L.Estébanez.