05-03-06 22:16 | #197972 |
Por:No Registrado | |
las veladas Recordais como era lo que se llamaba ir a velar, en las noches de invierno. se entraba en la casa en la cual te dejaban velar, te sentabas y escuchabas las historias que contaba la gente mayor, normalmente eran historias de lobos que les salian a los caminantes o a los rebaños y que nosotros escuchabamos encantados. Bueno otro dia mas, adios. | |
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06-03-06 20:44 | #198452 -> 197972 |
Por:No Registrado | |
RE:las veladas Había muchas historias de lobos, no era extraño, pues entonces había varias veceras de cabras, alimento tentador, parece ser, del mamífero carnicero. A mi el cabrito también me gusta, cuanto más a la alimaña. El ir a velar era un momento muy señalado, generalmente utilizado para distraer el tiempo ante la espera de alguien, casi siempre de los mineros, que trabajaban en el relevo de la noche, o mientras ellos estaban en la cantina, los abuelos, los niños y las mujeres -estaba muy mal visto que éstas fueran a la cantina-, se juntaban en casa del "tío tal" o la "tía tal". Recuerdo aquellos momentos al salir de casa envueltos en el mantón o el tapabocas, con linterna de petaca, o candil de carburo, oscuro como la noche oscura, con las galochas repiqueteando calle arriba, triqui, retriqui, triqui, retriqui, al chocar contra los geijos y de vez en cuando plof, ¡al charco de barro!,que era abundante y en ocasiones amontanado a los lados como cuando se hace "vuelga" cuando ha nevado.Los oidos bien atentos y de cuando en cuando se oía acercarse algún que otro repiqueteo de madreñas. Es curioso, pero por el sonido del repiqueteo se llegaba a adivinar quien era el que andaba entre la noche. Y se llegaba al destino. "¡Oh, del riñío del pecao!. ¿On estás fregando?". Sí hija, sí. You, como aquella de Trimore que estaba en el prau, y "Jo de aquí, Jo de allá, y vienes a casa y venga putiar". Así me pasa a mi. La velada ya había comenzado. A ésta le seguía otra y luego otra historia. Sin tregua. Risas y carcajadas, todo a la luz siseante del candil. Y, cómo era aquella de los Barrios...Y, otra vez iba el tío....Y, mira, ésto que voy a contar me pasó a mi, ¿eh?... Entonces, tu como aquella... Cuando de lobos se trataba, el hormigueo del cuero cabelludo era constante. Y allí estaban las carrancas de "Navarro", aquel imponente mastín de mirada triste, mansurrón y valiente, guardián perfecto, y cesaba el hormigueo. ¡¡Interminables y entrañables historias!! | |
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