Curillas - Leon

A la gran fiesta habían venido gente de todos los pueblos de alrededor, pero también había venido gente de Madrid y de algunos sitios más. Gente que yo jamás había visto y que no sabía ni que existían. Así, pues, fue como supe que existían, por ejemplo, Laureano el hijo de la Ti Odulia que vivía en Santa Maria del Páramo que era “guarnicionero”, de Pepe Centeno y su esposa Esperanza que vinieron de invitados a casa de Paquita el cual tenía una sierra (serreria) en la Bañeza. De Mariano hijo del Ti Mariano que vivía en Madrid a si como a Vicente y Emilio Josa que vinieron a casa de Emilia la del juncal. Del mismo modo que supe de la existencia de Rufino y su hermano Isidro que eran pescaderos, a si como a lo hijos del Ti Nicolás y la Ti Isabel cual eran Miguel y su hermano Valeriano que -creo- eran militares… Otros que vinieron ni supe como se llamaban ni quienes eran, lo que si queda claro es que vino mucha gente de fuera que yo nunca había visto…
Dije en otra ocasión que las familias de Curillas, casi todas eran familias numerosas y que se contaban con los dedos de una mano las que no lo eran, de la misma manera decir que la única familia que no tenia hijos eran el Ti David y la Ti Antonia. Pues bien, un porcentaje muy alto de las familias tenían, de una manera o de otra, familia en la Argentina. Las generaciones mas jóvenes ya iniciaban una inmigración más domestica o de interior, la cual fue poco a poco arrastrando a todos los jóvenes hasta dejar a Curillas en el estado actual
De tal manera sucedió que, terminada la fiesta, poco a poco el pueblo se fue quedando como estaba y cada uno volvió a sus quehaceres. Y lo dicho… vuelve el pobre a su pobreza, el rico a su riqueza y el Señor cura a sus misas…
Quien siga los relatos habrá observado, y a si lo he dicho yo, que cronológicamente puede ser que no coincidan con la realidad real del momento, pues, puede suceder que incluya en una año lo que paso el año anterior o el año siguiente. Esto tiene una explicación. Intento narrar lo acontecido en una época del año aunque haya sucedido en años distintos. Sigo, pues, teniendo como referencia la estación del año y no el año de lo acontecido. De modo que lo que he dicho de la rotura del pendón (por ejemplo) se que no va a concordar con el acontecimiento que voy ahora a contar, si bien si que coincide con otros acontecimientos que he narrado.
He contado el primer bautizo que yo recordaba y había acertado aunque dudaba quien era el bautizado. Pues bien, era el bautizo de Tere la de Soledad y Julián. Recordé la boda que se había celebrado delante de la casa del Ti Claudio y de la Ti Rosa y aquí, equivoque el nombre del que entonces era el novio que se llamaba Delfín y yo puse “Rufino” y la novia que se llamaba Teresa (su hija, Isabel, amablemente, me ha corregido el error). Dicho esto paso a decir que en estos días en Curillas se produce un acontecimiento único que nadie recordaba otro igual. Me refiero al nacimiento de los mielgos de Soledad y de Julián que luego bautizarían con el nombre de Emilio y Victorino. De este acontecimiento yo me entero cuando veníamos de arar mi madre y yo del Charconico y, casi enfrente de la casa del Ti David, nos cruzamos con Dionisia la de Baudilio que iba arar al cabezo y, cosa de mujeres, se paran hablar y dicen, en un momento de su conversación:
-Hay que ver -dijo Dionisia- tan joven y ya con tres.
A lo que mi madre contesto:
-Cuitadica mujer…
Evidentemente hablaron mucho mas, solo cuento eso porque eso fue lo que me llamo a mí la atención, pero ignoraba a que se referían. Decir, a favor de aquella “calidad de vida” que cuando alguien se encontraba otro el tiempo se paraba y no había prisa para nada y mucho menos si se trataba de hablar de algo tan poco corriente como el nacimiento de los “mellizos” o “mielgos” como allí se le decía. La verdad es que no se la diferencia que existe entre una cosa y la otra, pero vamos, es igual.
Tengo que hacer aquí un inciso que viene aclarar una gran equivocación que vivía yo en mi mas completa ignorancia, cual es el creer que la madre de Tere y de los mielgos yo pensaba que era Hortensia y, no se como tendría yo la vista para ver en Soledad la abuela de de todos ellos. Creo que eso se debía a la costumbre de la gente del pueblo que consistía en que si uno de los progenitores ya había fallecido los descendientes guardaban luto por el resto de sus días, sobre todo las mujeres. El luto se mostraba al exterior con ropas negras y un pañuelo negro en la cabeza. Esto en cuanto a las mujeres. Los hombres, sobre todo los domingos, iban con un lazo negro puesto en el brazo por encima de la chaqueta. Pues bien, el pañuelo negro en la cabeza hacia mucho más mayor a la que lo llevaba, de ahí que yo pensara que Soledad era la abuela y Hortensia la madre de los recién nacidos. Esto realmente no lo tuve claro hasta años después cuando asistía a las clases de Vicente…
Había en el pueblo varios rebaños de ovejas. A uno de ellos le llamaban “el concejil” que se reunía todos días enfrente de la Ermita cuando Paquita tocaba la corneta. Era un rebaño de unas 120 ovejas que pertenecían a los vecinos del pueblo que tenias unos ocho ovejas, otro 10 y así las juntaban e iban un día uno con ellas y otro día iba otro. Las ovejas estaban marcadas con tinta y así cada uno conocía a las suyas, no obstante cuando el “ganao” llegaba al pueblo las ovejas ya sabían el camino y cada una tomaba el camino de su cuadra… Había varios rebaños; uno del Ti Gabriel, otro del Ti Matías, otro del Ti Celedonio y el de mis padres que, aunque era un rebaño pequeño, exigía ir todos los días con ellas al campo. A mi hermana Aurelia y a mi nos tocaba, casi siempre, ir con las ovejas. Recuerdo el día que en “pidimulo” una cabra parió y trajo dos cabritos preciosos. Estos animalitos nada mas nacer ya estaban de pie y corrían como cabras y no habia manera de cogerlos para jugar con ellos y acariciarlos. Teníamos un perro negro con el rabo corto. Era un “labrador” que cuidaba de las ovejas y de nosotros con total dedicación. Se llamaba “león”. Después de este perro tuvimos una perra que nos regalo el Ti Claudio. Esta perra era muy lista, pero que muy lista, solo le faltaba hablar y cuidaba que las ovejas no “brincaran” para las huertas o entraran donde no les estaba permitido como si alguien a ella le hubiera enseñado la diferencia del bien y del mal. Se llamaba “chispa” y de esta perra tuvimos descendencia hasta no hace muchos años; la última perra que tuvimos se llamaba “Sevilla” y cuando mis padres la regalaron volvía de vez en cuando por casa y, como la echaban de casa a palos, poco tiempo después murió. Se puede afirmar que esta perra murió de pena sin que a nadie le diera pena su muerte. Este es el agradecimiento que el hombre hace a la increíble fidelidad de los animales…
Por la época que estamos viendo en el campo había bastante comida y las ovejas se entretenían en llenar la panza (allí le decían “la indolga) sin que dieran mucha guerra, cosa que los pastores y pastorcillos agradecían y aprovechaban para descansar…
Antes del verano cuando aún las paraderas estaban verdes y muchos árboles aún en flor y una vez terminado de arar y vimar , se reúnan todas las vacas, los caballos y los burros y se llevaban a pastar a aquellas praderas que no estaban “aquiñonadas” como eran la pradera de Muelas, el Paleiro, Fonzeca, Pidimulo, Lueyo, la Ensalera, las Pranzolicas, el Palirino y el Charcon. A esta reunión de animales se le llamaba “la Vecera” la cual cuidaban tres o cuatro pastores dependiendo del número de animales que iban; los pastores elegidos se asignaban dependiendo de a donde fuera en un sorteo improvisado que se hacia en el acto una vez reunida “la vecera”.
En tanto esto sucedía los hombres y las mujeres iban a los prados a segar la hierba que, una vez seca por la acción del sol, la llevábamos con el carro para el pajar de donde la tomaríamos para echársela en el pesebre a las vacas, a los caballos y a las ovejas cuando estas, por las circunstancias que fuera, comían en casa. Eran tiempos en que había que hacer como las hormigas y realizar acopio de alimentos para los largos inviernos…

Jose, te voy a corregir una cosa Espero que no te moleste que te corrija,dices que Laureano el de la ti Obdulia vivia en Santa Maria del Paramo,y no era asi trabajaba y vivia en Veguellina de Orbigo
un saludo y a seguir escribiendo

Hola, antes de nada agradecerte la corrección que haces de mi RELATO_18. Estas del todo en lo cierto, pero, siempre hay un pero (me repito mucho) Laureano era hijo de la Ti Obdulia y del Ti Avelino. De pequeño se crió con sus abuelos en Penillas que se llamaban Carlos y Amalia (vivían en la que después fue casa de Josefa y Antonio) y cuando su padre (Avelino) murió a Laureano lo llevaron unos tíos suyos que vivían en Santa Maria del Páramo, que se llamaban Manuel y Manuela. Manuel era guarnicionero y fue él quien le enseño el oficio. Cuando Laureano se caso con una chica de Hospital de Orbigo se fueron a vivir a Vegellina de Orbigo donde Laureano se estableció y donde él vivió hasta su muerte. Su esposa (que no recuerdo su nombre) actualmente allí sigue viviendo. De todas las maneras, cuando yo conocí a Laureano aún este estaba soltero y aún él seguía viviendo en Santa Maria del Páramo, por eso dije que vivía en este pueblo aunque sabia perfectamente donde vivíó cuando se casó. Decirte que en casa de mis padres aún se conservan dos “mullidas” más las cubiertas de la vacas, más dos cabezales con antojeras de los caballos que él nos hizo. En las cubiertas de las vacas y en las antojeras de los caballos (con chinchetas de guarnicionero) se pueden leer claramente tres letras que son la L .T. I. que son las iniciales de su nombre LAUREANO TABUYO IGLESIAS.
Recibe un cordial saludo de José González.

gracias por haberme informado.es que yo soy algo mas joven que tu y siempre lo vi viviendo en veguellina
un saludo