Curillas - Leon

Hoy quizás no se entienda lo que voy a decir, pues, todo el campo esta en “fuelga”, es decir, baldío y antes no era asi. El monte se adentra por todo todas las tierras sin que nadie lo impida. Hay encinas ya bien grandes en todo el campo donde antes era imposible encontrar una sombra. Esto se ha debido a la desaparición por completo de la agricultura. Ésta era la culpable de que el campo del pueblo estuviera dividido en dos partes llamadas “hojas”. Una parte era la que quedaba a la derecha de Fonzeca siguiendo por el “camino de entremedianos” de modo que a la derecha quedaba “Lueyo” y a la izquierda “la Juncalina”. Eso por un lado. Por el otro tomaríamos el camino por detrás de la escuela, dejando “muelas” a la derecha, continuando por Monfrontinos y siguiendo “el camino de Astorga”, por la “Jujilla” y por la pradera de “trasdemonte” hasta llegar al campo de Matanza. De modo que, siguiendo esta ruta, teníamos una “hoja” a la derecha y la otra a la izquierda. Pues bien, cuando la “hoja” de la derecha estaba sembrada, la otra se estaba preparando para sembrarla el próximo año. Por cierto. Por marzo y parte de abril se araba y por mayo y parte de junio de “bimaba”. Este menester se realizaba con el “oliver”, mas o menos, en línea recta; al arar se le daba a la tierra la vuelta hacia un lado y el “vimar” hacia el otro. Esto lo hacían todos por inercia sin saber explicarte científicamente para que lo hacían; con la “tiva” se araba entrelazado con el fin de voltear bien la tierra para que se oxigenase y cogiera nutrientes esenciales para el desarrollo del cultivo que luego se sembrara…
Decir en este punto que merecen un especial y gran reconocimiento todas las mujeres de Curillas, pues, ellas eran las que siempre araban, bimaban y sembraban todas las tierras al mismo tiempo que cuidaban de todos los hijos que no eran pocos. !! Toma que no eran pocos ¡¡. Todas las familias que yo conocí estando allí eran de más de cuatro hijos y se cuenta casi con los dedos de una mano los matrimonios que solamente tenían dos o tres hijos.
Claro que no podemos olvidar a los hombres que se iban a trabajar muchos a la Valduerna, otros al Val de San Lorenzo, otros a Valdespino y otros Astorga. Todos ellos iba a trabajar en el “Coche de San Fernando”, es decir, una rato a pie y otro andando
Es curioso saber que en Curillas no se araba nada con la vertedera, sin embargo, el pueblo si que tenia una que era del todo el pueblo. Curillas tenia seis cosas que eran públicas: unas escaleras largas para subir al campanario de la Iglesia: una “romana”: una vertedera: una bañera: las “adas” de los difuntos y un arca con libros dentro. En esta arca estaban unos libros con documentación relativa al pueblo y al monte del pueblo que, dicho sea de paso, es totalmente privado…
Con las flores blancas del guindal del Ti Tomas en el Soto, las del ciruelo de Emilia en el Juncal, las lilas del huerto de la Ti Odulia y los “mavarriales” y lirios del corral de la Ti Asunción, llegaba la primavera a Curillas. Lo Olmos (allí llamados negrillos) echaban la hoja verde, los chopos y las chopas desprendían su flor, y el buen tiempo hacia florecer los nabos con sus flores amarillas, el brezo (allí se le conocía como “urces”, las jaras y los robles del bosque echaban también la hoja y sobre-salían sobre el verde de las encinas. En los cembos y recembos crecían las amapolas rojas. En las huertas de las praderas se llenaban de “lecheras”. Los campos llenos de magarza también echaban flor, las malvas y las “ruecas” de raposa echaban flor con forma de campana.
Todas estas flores eran silvestres servían muy bien para alimentar las abejas de tres colmenares que había en el monte de Curillas. Uno al lado de teso de Cutión que era del Ti Matías (el capador). Otro en el “camino del conforco” que era de Ti Lucia Álvarez y a continuación había otro que era “el colmenar de la maragata” que se llamaba Aurelia. Todos estos colmenares desapareciendo cuando hicieron la carretera que va de Astorga a la Puebla de Sanabria. Para ello se necesitaban piedras y los habitantes de Curillas con los carros y los “burreros” con los burros hicieron una limpieza extraordinaria y todos lo montones de piedras que había por los quiñones del monte desaparecieron del mismo modo que desaparecieron las paredes de los colmenares cuando ya tampoco había abejas.
Con la primavera llegaba el principio del trabajo duro del campo. Había que sembrar los garbanzos, las patatas, los repollos y las berzas.
El centeno, de caña más larga que la del trigo, sembrado en cuestas, cuestos y cabezos, se mecía con el aire y daba la sensación de parecerse a las olas del mar. El trigo en los trigales aún era demasiado pequeño, pero poco tiempo después, el trigo y la cebada, hacían el mismo efecto que el centeno. Para los que les gusta el campo, la primavera es la estación más bonita y más espectacular de todas las estaciones del año.
Actualmente se está llevando acabo el debate del cambio climático. Pues bien, Curillas por aquel entonces todas las estaciones del año estaban claramente diferenciadas. No como en Madrid, por ejemplo, que se pasa del invierno al verano, o del verano al invierno sin otoño ni primavera. Por cierto. Lo del cambio climático siempre ha existido y siempre existira, pues, la Tierra es un planeta que esta vivo sometido a todo tipo de suertes y por lo tanto va a seguir cambiando “per secula seculorum”.