Otra filosofía para las DOT La Crónica EDITORIAL / Otra filosofía para las DOT Las Directrices de Ordenación del Territorio (DOT) de la Montaña Cantábrica no pueden convertirse, de ninguna forma, en un campo de batalla político, como ya está pasando. No pueden convertirse porque la zona afectada tiene tantos problemas –envejecimiento, falta de alternativas económicas, malas comunicaciones...– que lo único que debería estar sobre la mesa es el desarrollo de un territorio con grandes posibilidades también. Antes que plantear una marca común para dos zonas que no tienen mucho que ver –sólo hay que preguntarse qué relación guardan Pola de Gordón y Aguilar de Campoo, o Guardo y La Vecilla o por qué no se han incluido Babia y Laciana, si son también Cordillera Cantábrica– habría que plantearse para qué unas DOT. Una comunidad tan grande como Castilla y León, cuya extensión es mayor que un país como Portugal, necesita una articulación territorial ya. Las DOT deben y tienen que servir para agrupar y compartir servicios públicos en zonas donde es posible hacerlo. El problema es, por un lado, el rechazo de la Administración autonómica a hablar de comarcas y, por otro, la ausencia de un verdadero debate social sobre la necesidad de que una comunidad como Castilla y León adecúe sus recursos limitados en un territorio tan amplio. Lo normal, lo natural, sería hablar de unas DOT para zonas que compartan una identidad, como Tierra de Campos, por poner un ejemplo. O como la cuenca del Bernesga, o la zona de Cistierna y Riaño, o el sur de León. La reunión en la Diputación acabó ayer sin acuerdo. La solución, aunque algunos la promuevan, no son unas DOT sólo para la Montaña de León. La pregunta es la misma. ¿Qué tiene que ver Pola con Riaño?
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