Ciñera - Leon

A jirones emergen los recuerdos del olvido, y acuden solícitos al reencuentro de la infancia adormecida. La memoria torturada por el tiempo va dejando retazos doloridos en su eterno vagar hacia la nada, pero obstinada en evocar los recuerdos, se desprende del abrazo del olvido.

Desde los secarrales calcinados por el sol, desde las ciudades de la desolación y la quimera, desde otros cielos que conducen a la nada, a borbotones surgen los juegos de la infancia y el recuerdo de la cara ennegrecida del minero. A jirones, entre los retazos enmarañados en el olvido.

Es suficiente una palabra, un nombre, una fecha, o una noche estragada de insomnio para regresar a las vivencias de la infancia, a los juegos infantiles revividos: los arándanos, las lilas, el arroyo, el sendero aprehendido de la mina. Como luciérnagas en la noche, los mineros alumbran el camino del regreso al hogar, orgullosos de su negro destino.

La ventisca ulula por las calles en el estrecho callejón del valle, y cubre con su manto las huellas del recuerdo ausente adormecido, pero basta una ligera brisa, el frío cierzo o el tímido sol de primavera para que quede al descubierto la huella del recuerdo enamorado de la infancia.

En el tren, camino a la desolación de la quimera, la soledad recupera a borbotones las imágenes del sendero de la mina, de la cara ennegrecida del minero, del arroyo, del Faedo, de los juegos, del pueblín que se agranda en la distancia. El tren avanza y hace añicos la esperanza de que sólo sea un sueño hacia la nada. La soledad invade la mente y lanza borbotones de sangre apelmazada, tras cada recuerdo, en una oleada de golpes de dolor inmarcesibles. El alma se rebela ante el destino de aquel viaje en busca de otros sueños, mientras los ojos dibujan un anhelado deseo de regreso.

Pasará el tiempo y los recuerdos quedarán abrazados al olvido, pero aquellos que conformaron nuestros sueños, aquellos que quedaron cercenados por el destino resistirán los embates del olvido, y confluirán en el mismo recuerdo enamorado de los que compartimos la dura jornada del minero de la cara ennegrecida.

Gracias litus por tu felicitación. Y gracias por dedicarnos estas palabras estas palabras que nos reunen, una vez más, a los que nos fuimos y a los que siquen en el pueblo.

Un abrazo.

Te mereces un gran aplauso. es muy bonita y mas siendo hija, hermana y mujer de mineros.

un saludo

No tengo palabras...me uno a las de "NOSOTRAS". Gracias, gracias, gracias

Sólo son una sucesión de palabras. La belleza está en los ojos que leen esas palabras.

Un abrazo

Sin comentarios litus.. gracias
un abrazo