TAREAS DE VERANO TAREAS DE VERANO Pasada la fiesta de San Pedro, maduras las mieses, comenzaban las tareas del verano; faenas que duraban aproximadamente hasta mediados de septiembre. Ya por el mes de mayo, se acercaban los trilleros segovianos de Cantalejo, con sus entoldados carros, repletos de taburetes, cribos, garias, horcas de madera y trillos, sobre todo, por si algún cliente labrador tenía que reponer. Pero lo que promorosamente realizaban era empedrar los trillos. Consistía su cometido en revisar, remojar el hutensilio y reponer las piedras perdidas de la temporada anterior para que estuvieran apunto para la tarea de la trilla. Ellos, los trilleros, se repartían por familias los distintos pueblos de la península, y como las cigüeñas, cada año volvían a los mismos pueblos para atender a los mismos clientes. Curioso era el repiqueteo de los martillos desde el portalón de turno al que convertían en un amén en taller itinerante. Eso si, estos maestros de la "gaceria", también llamados " briqueros", (de "brica", alternacia de "criba", y por parentesco gremial "cribelos"). Eran gentes de costumbres bien enraizadas. Por nada olvidaban, y estuvieran donde estuvieren, acercarse a su pueblo el día 15 de agosto, para honrar a su Virgen, la patrona de Cantalejo. Era un momento oportuno de aprovisionarse de nuevo material. Igualmente aparecían los afiladores gallegos; de Orense concretamente. Uno, llamado Rosendo, nunca faltaba a la cita para afilar las cuchillas de las maquinas segadoras; era una tarea que le llevaba una quincena de diás, y siempre se hospedaba en casa de la Sra. Luisa; un hombre amable y bonachón, casi uno más del pueblo, con el que compartí muchas conversaciones, ya que era un hombre de gran experiencia, amasada en su ir y venir por los pueblos. Aparte de la dicharachería típica y tópica de los gallegos: Una enciclopedia. Listas ya las cuchillas y engrasadas las máquinas segadiras, se comenzaba a segar por las cebadas, que eran las primeras en secarse. No olvido la siega de la hierva de los prados durante el mes de junio; pero por ser una faena de pocos, estimo suficiente este apunte. Con hoz a mano, restro y buenos brazos, había que ir atropando las gabillas que la segadora iba evacuando, colocádolas en montones las "morenas" para que posteriormente se pudiera acarrear mejor. De la misma manera se hacía con el trigo y resto de cerales. na vez segado se acarreaban las mieses para formar la trilla en la era. Labores duras éstas que normalmente se realizaban durante la noche, alivio del retestero. Si: a cual más cruel, sólo teníamos dos estaciones en la comarca; tres neses de verano infernal, y el resto, de invierno helado. Atracones y fatigas no faltaba, pues había que darse prisa para hacer dos a tres viajes que requería una trilla decente y antes de empezara trillar había que extender , atender el ganado, almorzar...etc. La trilla era labor, en la mayoría de los casos, de los mayores (jubilados que llamaríamos hoy, aunque entoces ese estado no se concedía), de las mujeres y de los pequeños de la familia: Folclóricas las mozas, empañoladas cual herencia moruna por conservar el cutis fresco para la cita del fin de semana; todo el día dándole vueltas, con vacas algunos, con caballerías otros, sin parar ni para comer, mientras que los braceros " los mozos" aprovechavan para descansar o prepararse para más de lo mismo tan pronto bajara el sol. Era una labor de turnos. Al caer la tarde, se recogía la trilla con el aparvadero en montones o "oarvas". Y ¡cómo la gozábamos los "ñajos" participando, retozando entre la paja, mezclándonos con lo que nos vio nacer y crecer. Otra cosa era soportar los rigores de la siesta encima de unas tablas no más amuebladas que un desquiciado taburete donde desparramarte, y un caho caldero, herramienta sabia para cuando las vacas, que también tienen sus necesidades, se paraban y pedían permiso. Ahí me tienes ocn el bote al rabo... si no me pillaban dormido. Y así día tras día hasta que se terminaba la trilla, o los aguaceros de septiembre daban al tarto con "morenas" y trillas. Solamente los domingos, obligados de ir a misa, se paraban las faenas. Si no el Sr.Cura (Don Francisco) por menos de un real, te pinía a raya. Recuerdo que muchos de los hombres se quedaban dormidos mientras el sermón, estaba justificado. Bueno; y hasta en el carro se pasmaban de vuelta a la era con la carga. Caso se dio en que algún malintencionado, o no, a la vista del caso, peligroso por cierto, desyuntaba las vacas del vecino dormido, atándoselas a las ruedas del carro. ¿Por qué sería? Quizá un toque de atención. En las primeras noches del mes de Agosto que como dice el refrán , "frío al rostro", se comenzaba a limpiar. La pero faena estiva, cuando todavía las únicas herramientas eran el dios de los vientos, el bieldo y el cribo; pero desde que Urbión se prodigó con las aventadoras y se introdujeron los motores y los sinfines o levadores la tarea se aligeró muy mucho. Que montones se preparaban en las eras, que luego había que envasar en los costales con la hemina y trasportar con los carros a la panera. Pesaban unos 80 kilos y al hombro había que subirles escaleras arrioba. La verdad que en aquellos años donde no había tanto materialismo se ayudaban unos a otros y entre todos a poco tocaban.. De cualquier modo, qué poca tecnología había. Todo era a golpe de brazo... y braceros no faltaban, es verdad. Rindo tributo aquellos mozos, y no tan mozos, que se ajustaban por San pedro para los tres meses deverano, y que acababan extenuados, Por el Cristo de Limpias, 14 dem septiembre, se tocaba al fin. Terminada la recogida del grano, ya con más descanso se empezaba a recoger la paja en el pajar a través del vocarón. Era norma calcarla para que cupiese más, labores que aunque muy ingratas estaban encomendadas a los críos. Cuánto polvo, y que pìcores. Pero había que hacerlo. Para terminar, había que recoger y barrer la era, pues todo servía hasta las granzas, que luego se comían los animales en el invierno. Para algunos labradores, que sembraban garbanzos, muelas o tochos, llegaba, con un pie en la vendima ( había mucho viñedo o barcillare, que decimos nosotros) el momento de arrancarlos a mano. Mala cosa como no se escogiesen en un día amoros, porque estas legumbres aún secas, se agarraban al terreno y además de pelarte las manos también tenían pinchos. De la vendimia ya hablaremos. No puedo olvidarme de aquellos vecinos más humildes que tenían que hacer la siega a hoz o guadaña desde la madrugada y hasta que se metía el sol. Tiempo atrás - que no conocí- cuadrillas de jornaleros, gallegos y zamoranos pricipalmente, cogían a contrata esta tarea, propia en los días que corren, de las cosechadoras. Otros apañaban cuatro espigas de los rastrojos para sacar adelante cuatro gallinas y el gocho, animales imprescindibles en la economía doméstica. En este relato quiero tener presentes a todos aquellos que se dejaron la vida en nuestro pueblo y agradecerles el esfuerxo, reconociendo que sin ellos, muchos de nosotros no seríamos nada. MIMO |