Tras las huellas de la Calzada Trajana El Camino Francés ha sido y es el más transitado por todos aquellos que se dirigen a la tumba del Apóstol. Pero existe, a la vez, alguna desviación que, sin alejarse mucho de la ruta principal, es seguida por algunos peregrinos. En este caso los que, a pocos kilómetros de salir de Sahagún, en Calzada del Coto, toman un camino a la derecha que, pasando por Valdelocajos y Calzadilla de los Hermanillos, se une al Camino Francés en Mansilla de las Mulas. Este tramo, conocido como “calzada de peregrinos”, es el que seguiremos hoy un grupo de la Asociación e Amigos del Camino de Santiago de León. Estamos a finales de noviembre. Mes invernal y de días cortos, con frecuencia fríos y lluviosos, y de caminos embarrados. Una mañana así es la que nos espera hoy cuando nos bajemos del autocar en Sahagún, comienzo de nuestro caminar. No llueve, pero el aire huele a humedad. Un cielo oscuro, lleno de nubes que se apretujan unas contra otras, nos contempla desde arriba. Entramos un momento en la vieja iglesia de ladrillo de la Trinidad. Ya sin uso desde hacía años como tal iglesia y muy deteriorada, fue restaurada y se le dio una nueva ampliación: albergue de peregrinos y auditorio de la villa. A la salida nos reagrupamos lentamente para ponernos en marcha. La imagen de hierro de un peregrino anciano, bien sujeto al suelo nos “mira” fijamente hasta que el último de nosotros desaparece al dar la vuelta a una esquina. Sahagún duerme todavía. Nuestros pasos resuenan en sus callecitas silenciosas y solitarias. Pasamos por debajo del gran arco, restos de la importante Abadía de San Benito y allí al lado el convento de benedictinas de Santa Cruz. Está abierta la puerta del museo y, muy deprisa, algunos entramos para saludar a la Virgen Peregrina que allí se guarda. Imagen de la Virgen con el Niño en brazos, vestida de peregrina. Nos despide tranquila, con expresión serena y un esbozo de sonrisa en su cara bonita. Luce a ratos un sol pálido cuando atravesamos el puente de piedra sobre el río Cea. ¡El Camino está ante nosotros! Un camino recto que cruza una gran llanura y que parece achicarse en la lejanía. Muy despacito crecen los árboles que plantaron no hace mucho en el camino paralelo pensado para evitar a los peregrinos el peligro de la carretera. Sin una hoja ya en esta época del año parecen todavía más pequeños y frágiles. Las nubes continúan en su intento de esconder el sol. Aunque no llueve, el cielo nos mira amenazante y asustador, pero... ¡qué hermoso! Grupos de encinas, con su follaje verdinegro, interrumpen de vez en cuando la monotonía del ocre. Apenas se escucha un ruido. Bueno… no del todo cierto. Al ratos se oyen disparos de escopeta y ladridos de perro, está abierta la veda de caza. No hemos andado mucho y nuestro caminar es aún ligero cuando un rincón acogedor a la vera del camino, medio escondido por un grupo de árboles, nos tienta a unos minutos de descanso y a un trago del agua que sale, limpia y fresca, y mana sin cesar de la Fuente del Peregrino. Seguimos caminando. El paisaje nos regala un par de momentos mágicos. El cielo, de un gris azulado espectacular, y los campos, que aún conservan restos de los tallos del trigo segado, iluminados suavemente por una luz dorada que no llego a ver por dónde se ha colado. Empiezan a caer unas gotas de lluvia justo cuando alcanzamos las primeras casas de adobe de Calzadilla de los Hermanillos. Aquí nos esperan gente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago del pueblo. Nos tienen preparado un cariñoso saludo, una sala con la estufa encendida, bancos para aliviar el cansancio, una charla agradable y vinos y entremeses en la mesa. Comemos aquí. Sobremesa y café en el bar del pueblo hasta que viene a buscarnos el autocar. El trecho que aún se distingue de la antigua calzada lo dejamos para la próxima salida. Por Isabel Micó |