Dicen que ayer fue... Dicen que fue ayer siete de setiembre. Santa Regina. Estuve allí. Cuando el otoño ya no necesita de las rosas sublimes del verano. Cuando el abrazo del tren, en el apeadero, llega con retraso y humareda. Cuando la hoz de oro, que tanto segó, descansa en un portal malciego. LANTANILLA otoñal. Tiempo ya triste de fiestas. Quicios fatigados y mármol frío. Pájaros fugitivos por cielos de seda vuelan. ¡Dolor de tantos! ¡Y el más viejo de la casa ocupando el trashoguero! Lantnilla, pirueta de bufón: ¿Dónde un pueblo vigilado por cinchaburros y guardesas? ¿Dónde la luz cansada de las viñas, que del cielo viene? ¿Dónde el Camuñas que atemorizaba a locos y a niños desde la bañía? ¿Dónde el caracol sonoro de boca loca? ¿Dónde el tabal del señor Eugenio con arenques y sardinas? Setiembre. Es viejo este lobo de gahones ojos y oscuras ropas. Setiembre de cielo azogado. Ya la aljaba de agosto se fue con el pasacalles el día siguiente de la boda. ¿Dónde el baile de los garbanzos, de los señoritos, de la rueda? ¿Dónde el baile de las muelas? ¿Y los caramelos de bruja? En Calzadilla, en la cueza; allí tendrás que recogerlos, dijo el abuelo: ¡Que debes una serna, que la debes. Y no es la primera! Un saludo, atravesados. |