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El paisaje cultural del.........Monasterio de Sahagún

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El paisaje cultural del.........Monasterio de Sahagún
Desde mediados del siglo pasado, el mundo occidental ha ido transformando sustancialmente su idea de aquello que, como bien de provecho colectivo, resulta digno de memoria y conservación.

El decimonónico concepto de “monumento”, recluido en los aparentemente seguros dominios de lo “histórico” o lo “artístico”, ha superado defnitivamente estos criterios para adquirir un sentido mucho más plural, extensivo y –si cabe– ambiguo, por relativo y cambiante. Bajo la nueva categoría de“Patrimonio” o “Patrimonio Cultural” –entendida en su acepción antropológica– el universo de los bienes susceptibles de tal reconocimiento se ha ampliado a cualquier manifestación signifcativa –material o intangible– del hombre.

Tan drástica ampliación conceptual ha afectado necesariamente al papel del Patrimonio en la sociedad, y ha variado todos los criterios con ella relacionados –de elección, conservación, gestión y restauración–, hoy asentados en el terreno de lo especulativo, aunque, por desgracia, no siempre regidos por los mismos planteamientos teóricos que determinan su estatus.

Este panorama complejo afecta incluso a los bienes materiales, cuya consistencia tangible y objetiva no escapa a la interpretación o valoración –siempre prevalente– que sobre ellos aplica la subjetividad colectiva. Así, el Patrimonio queda definido, desde el consenso de la Carta de Cracovia (2000), como “el conjunto de las obras del hombre en las cuales una comunidad reconoce sus valores específicos y particulares y con los cuales se identifica”1, aseveración tan simple como trascendente que supedita la identificación y especificación de dicho Patrimonio a una “elección de valores”.

El Patrimonio, pues, no se contempla hoy desde la perspectiva única de atención a los valores del bien como objeto. Su comprensión pasa por entender sus vínculos con la sociedad que los identifica –en especial con la anfitriona, proponedora privilegiada de su autenticidad– y su influencia trasciende su propia materialidad –en el caso de tratarse de un bien tangible– para extenderse al entorno –físico y sociológico– de interacción, sin el cual no puede comprenderse de forma integral.

Esta consideración al entorno del monumento, ya sancionada en la temprana Conferencia de Atenas (1931) y progresivamente concretada y mejorada en la segunda mitad de la centuria, ha recibido en los últimos años un interés creciente y un reconocimiento específico, como conjunto o incluso a escala regional, cuando presenta valores culturales de especial importancia.

Aplicado a esta última escala y categoría, dicho conjunto constituye un paisaje cultural. Aunque el término surgió en la década de 1920 para definir aquellos paisajes naturales modelados por un grupo cultural, que Sauer entendía como resultado de un agente –Cultura– sobre un medio –área natural 2–, su popularización no llegaría hasta las últimas décadas del siglo XX, como consecuencia de la citada ampliación del moderno concepto de Patrimonio.

La Convención del Patrimonio Mundial de la UNESCO (1972) recogió vagamente esta relación hombre-naturaleza para, poste-riormente, concretarla y categorizarla en tres tipos, en función del modo de acercamiento del hombre al medio 3, expresando con ello una preocupación e interés que 348 Javier Pérez Gil y Juan José Sanchez Badiola se han ido reproduciendo también en otros documentos y estudios.

Entre ellos, el Convenio Europeo del Paisaje (Florencia, 2000), que entiende éste como “cualquierparte del territorio, tal como la percibe la población, cuyo carácter sea el resultado de la acción e interacción de factores naturales y/o humanos”4. La definición, bastante aproximada a la que diera la citada Carta de Cracovia ese mismo año para “paisaje cultural”5 –quizás por esa opinión de que todo el planeta ha sido ya antropizado–, establece la participación del hombre como condición imprescindible de su realidad, lo que le confiere un carácter intrínsecamente humano –cultural–, sometido a su acción o interpretación.

En ese sentido, Dezzi Bardeschi recuerda que la propia etimología de paisaje remite a una raíz – pagus – estrechamente relacionada con el ambiente construido, relación que ha generado un palimpsesto “dove la storia degli uomini ha impresso innumerevoli segni ”6. Para comprender un paisaje cultural, pues, es preciso interpretar todos los agentes,
procesos y factores que lo configuraron, identificar toda la secuencia estratificada de transformaciones, las cuales pueden ser leídas en la actualidad si se conoce el código en que fueron impresas.

En este trabajo nos proponemos decodificar las claves del paisaje cultural de Sahagún, territorio modelado o condicionado en buena medida por la acción de un poderoso monasterio benedictino. Éste no sólo fue el generador de la actual localidad, de su urbanismo y recorridos principales, así como el rector de las relaciones sociales de la misma, en virtud del señorío civil y religioso, sino que determinó la configuración –política, social, económica, ambiental…– de su coto jurisdiccional, e incluso influyó de manera destacada en la de un marco geográfico mucho más amplio, a través de sus relaciones de influencia o del ejercicio de sus derechos sobre otros núcleos.

Esta acción tuvo tiempo de sedimentarse y evolucionar a lo largo de los siglos, y algunos de sus efectos pueden apreciarse en la actualidad, camuflados como silenciosos vestigios que deben interpretarse y ponerse en valor como parte de un sistema integral. Para distinguirlos, iniciaremos nuestra exposición reconociendo el medio físico sobre el que se asentó el monasterio, aspecto fundamental por ser tanto el escenario de referencia de éste como un condicionante constante de su ulterior desarrollo.

De la abadía, entendida como agente adaptada y transformadora del medio, así como definidora de su valor cultural, analizaremos las claves principales de su interacción y operativa, aunque no tanto para profundizar en el conocimiento de la institución como para poder identificar e interpretar sus resultados o consecuencias sobre el espacio.

Con este objetivo, estableceremos una serie de casos o contextos de aplicación que, en primer lugar, revelen el significado de ese funcionamiento en el territorio, un territorio sobre el que se asentaron a su vez otros figurantes interrelacionados; en segundo lugar, nos interesa comprobar cual fue el significante de dichos casos y relaciones y, más aun, si a pesar de la desaparición del monasterio hace casi dos siglos, todavía hoy pueden leerse sus evidencias, y si cabe traducirlas como expresión vigente del paisaje cultural de la abadía facundina.

Tal es la aspiración de este trabajo: contribuir, en la medida de sus posibilidades, al entendimiento actual del monasterio de Sahagún no como un puñado de ruinas inconexas y abandonadas a la vera de la calzada, paupérrimo testimonio de una grandeza desvanecida, sino como un todo mucho más complejo, amplio y heterogéneo, que se adaptó y desenvolvió a una escala superior, dejando otro tipo de huellas que deben encontrarse y ser interpretadas para alcanzar un conocimiento más completo y cabal de lo que fue y supuso.
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1.- Carta de Cracovia 2000. Principios Para La Conservación y Restauración del Patrimonio Construido, 2000.

2.- CO Sauer, "La morfología of tierras-cape ",
Universidad off Cali Publicaciones Ornia en Geo- grafía,
Vol. 2.2 (1925), pp19-53, C. F:. P. Fowler,"Patrimonio Mundial CulturalPaisajes, 1992-2002: una w Revie y Prospect ",
Patrimonio Mundial de papeles, UNESCO, 2003, pp 16-32.

3.- Directrices Operativas f o la ejecución o ción f la Convención del Patrimonio Mundial
De 2008, Anexo 3.

4.- Convenio Europeo del Paisaje, Florencia,2000, art. 1.a.

5.- "LosPaisajes Como patrimonio cultural de hijoel Resultado y el refejo DE UNA Interacción prolongación-gada en di erentes Sociedades f Entre elhombre, lanaturaleza y el Medio Ambiente físico "(Op. cit ., Art.9). Para panorama de las Naciones Unidas las aproximaciones de la Historia medieval de los Paisajes Históricos, véase E.Martín Gutiérrez, "El paisaje rural de Como Objeto. Estudio de Siglos XIII al XVI. Tema de Investigacióny perspectivas. Valor patrimonial ",
Medievalismo , N º17 (2007), pp 121-150.

6.- "Il paesaggio è un Territorio interpretato, progettato e modificato dall'uomo nel corso dei secoli e va quindi considerato come il risultato, no finale ma en continua evoluciónzione, di transformazioni, di un progetto , più o meno consapevole, cui i matesono gli Riali elementi della natura "(M. Dezzi BAR-DESCHI,Passegiata storico-paesistica sui laghi e le isole fi egree. Progetto defnitivo,
2005, pp 13-14).

I UN PAISAJE BIFRONTE

Un caballo de dos Paisajes Partidos por el Cea, tan aparentemente contínua como di-ferentes en esencia-el Páramo y la Tierra de Campos-, se fundó el antiguo Domnos Sanctos. Su solar: un espacio de frontera y un excéntrico ambas unidades naturales, enmarcado por los ríos y atravesado por calzadas y caminos; fecunda parcela de fusion geográfica y cruces viarios que explica, en buena medida, el asentamiento y exitosa evolución del cenobio facundino.

El papel de bisagra desempeñó un hacer por la ribera del Cea, a pesar de las transfo-maciones de los siglos y de esa relativa homogeneidad paisajística de ambas márgenes, sigue siendo tan cierto hoy y comprobable cómo en su día.7 Una simple vista ó una imagen de los Satélite descubre ya sin llamativo cambio de tonos entre las tierras extendidas a uno y otro lado del cauce.

La Presencia de bosque y monte bajo en el interfluvio Cea-Esla frente a una práctica la ausencia al sureste de Sahagún, un pesar de servicios sin territorio más extenso, el trazado de innumerables arroyos en el primero en oposición a la vaga identificación de los principales ríos del segundo y, o las variaciones del manto vegetal de como consecuencia de la dispar calidad de los suelos, el hijo de las principales causas que puede justificar este cambio cromático.

De vuelta a la tierra, la distincion de ambos territorios está marcada por su distinta altitud, hidrológica y suelos. Los análisis geológicos de estos últimos –litológicos, geomorfológicos, hidrogeológicos, edaológicos– coinciden en dicha distinción 8, que parte de su distinto origen formativo terciario-el de las tierras orientales, cuaternario el de las paramesas-para condicionar aspectos tan decisivos como la restricción de cultivos o los suministros de agua.

Todos estos factores condicionaron el desarrollo histórico de los grupos humanos sobre el territorio, entre ellos, obviamente, también el Monasterio de Sahagún, que hubo de adaptarse al medio como un figurante más de este peculiar escenario.

Si nos remontamos una etimología de estos dos paisajes naturales, la voz indígena Paramus y la latina campus, como un indicativo más del largo capítulo histórico y social abierto por la conquista romana, van de una práctica sinonimia originaria hasta resultar, finalmente, casi opuestas, debido, probablemente, a la especialización de ambos términos por razones de tipo económico y social.

Hay detrás, sin duda, factores de tipo físico que condicionan un diferente desarrollo entre unas y otras zonas, de modo que lo “indígena”, el páramo, es la llanura salvaje y poco aculturada; y lo “latino”, el campus. La planicie dominada y humanizada. La eterna dicotomía ager/saltus.

En definitiva, tan presente en la Edad Media; dos formas diferentes de organización socioeconómica, la una más volcada hacia la ganadería y una agricultura poco desarrollada; la otra eminentemente agraria y cerealista.

La comarca que se extiende al oeste del Cea ha reservado para sí la vieja voz prerromana “Páramo”, que se refiere a una altiplanicie yerma y desabrigada, de paisaje áspero y poco humanizado, que casa bien con la conocida dedicatoria del legado de la Legio VII, Tullio Máximo, a Diana en pleno siglo II.9 La inscripción retrata de forma muy expresiva ese escenario natural y agreste presente in parami aequore, componiendo, en palabras de Schulten, “un cuadro muy vivo del país astur, con su sierra, páramos y bosques” 10, del que no están , ausentes el monte ni la abundante fauna salvaje.

Un Páramo que, no obstante, se integra de algún modo en las estructuras sociales y económicas del mundo romano, ya que el legado dice de sí mismo la inscripción: “aequora conclusit campi diuisque dicauit” 11.

Al este del Cea comienza la Tierra de Campos. El latín campus equivale a planicie, a campiña despejada de vegetación, pero ya en Catón adquiere el significado de llanura cultivada, que es el más frecuente en nuestra documentación alto medieval 12.

No obstante, la vieja acepción se mantiene, utilizándo la Chronica Caesar- augusta- na para señalar el lugar de la batalla entre godos y suevos, el que denomina campo Paramo, junto al río Órbigo 13.

Aquí, como en la dedicatoria a Diana, Páramo es nombre propio, mientras que aequore y campo aluden, como apelativos, a su carácter de llanura, lo que también sucede, probablemente, en la conocida descripción del río Duero que ofrece el geógrafo Julio Honorio en el siglo V, el cual, afirma, “...currit por campos Hispaniae inlustrans paramum..." 14.

No cabe duda de que los antiguos Campi Gothorum se distinguieron, como más tarde la Tierra de Campos, por su riqueza cerealícola y el desarrollo de sus estructuras agrarias, hasta el punto de que la Crónica Albeldense cita su trigo entre lascosas célebres de España 15.

De hecho, el Cea, y el Esla a partir de su confuencia con el Cea, marcaban la divisoria entre dos de las principales gentes de la España noroccidental romana, cada una de las cuales presentaba también unas estructuras sociales y económicas diferentes: al oeste, las tribus astures; hacia el sureste, los vacceos, cuya próspera actividad agraria es conocida desde la Antigüedad, y alabada por Diodoro por Século 16.

La Administración consideró romana, asímismo, la función delimitadora del Cea, Que separaba el conuentus Cluniensis delAsturum y, m ás tarde, las provincias Cartaginense y Gallaecia.

Es durante al Alta Edad Media cuando ambas comarcas, Páramo y Campos, comienzan a reflejarse con asiduidad en los documentos escritos, y también cuando constatamos, aunque de forma aislada, los primeros síntomas de confusión entre ambos términos.

En estos raros casos, la inclusión de alguna parcela del interfluvio Esla-Cea en el territorio de Campos se hace por añadidura a la relación de otras a él pertenecientes, y tampoco ha de olvidarse el sentido extensivo que adquirió este último, dada su relevancia desde el siglo X, diferenciándose a menudo tanto de León como de Castilla 17.

Los testimonios que conocemos, no obstante, tienden más bien a distinguir entre la zona propiamente campesina y las regiones del Páramo leonés. Estas divergencias entre Campos y el Páramo pueden apreciarse nítidamente en la evolución seguida por el poblamiento y la organización socioeconómica del espacio.

Aunque las pautas iniciales de asentamiento tienen algunas características similares, como la importancia de los castros y las villas familiares, los resultados del proceso en el Páramo estuvieron muy condicionados por la difícil adaptación a un medio tradicionalmente poco humanizado, que se caracterizaba por la mayor pobreza de los suelos y la abundante presencia del bosque y el matorral.

Esto obligó a una clara preeminencia de las explotaciones ganaderas, en sintonía con formas tradicionales de aprovechamiento del bosque y una agricultura poco intensiva desarrollada en las escuetas vegas del interior y los fondos de valle, o bien a costa del monte. En toda la llanura el poblamiento aldeano se va configurando a partir, sobre todo, de villas familiares y pequeñas poblaciones, pero desde época temprana destaca su distinta evolución al este y al oeste del Cea: pequeños y numerosos asentamientos a lo largo de los valles en el Páramo, vinculados a la ganadería; aldeas compactas y bien ordenadas en Campos, con una dedicación claramente orientada al cereal y una población relativamente abundante 18.

Este hecho, la indiferenciación entre la aldea y el campo y la multiplicidad de asentamientos, hace que en las comarcas paramesas resulte casi imposible determinar la ordenación interna de los núcleos por otros medios que no sean los registros documentales, contrariamente a lo que sucede en Campos, donde el primitivo recinto de la villa ha quedado fosilizado en el trazado urbano posterior, reconociéndose unidades de perímetro eléptico o circular y reducida superficie 19.

Las diferencias entre Páramo y Campos se verán acentuadas a partir de mediados del siglo XI merced a dos factores fundamentales: la tendencia al predominio de la producción agrícola y la política regia y señorial de reordenación del poblamiento, ambas muy relacionadas entre sí.

El triunfo del cereal va a conducir a una mayor preocupación por la organización de las explotaciones señoriales, la definición de pagos especializados, iniciada ya en la etapa anterior, y la concentración de la pobla ción.

Este proceso supondrá a la larga para el Páramo una clara tendencia centrífuga del poblamiento, que irá siendo más escaso en los valles centrales, con un elevado número de despoblados, contrariamente a zonas más fértiles, como los Oteros o las vegas y riberas periféricas, donde su densidad es sensiblemente superior.

En Campos, la política de reordenación del realengo desarrollada a partir de Alfonso VII permitió la consolidación de grandes villas, nutridas con la población llegada de un variado número de pequeñas aldehuelas y granjas poco rentables de sus alrededores

Se creó así un modelo urbanístico peculiar, caracterizado por la existencia de varias parroquias con sus respectivos barrios y colaciones, a veces de diferente señorío, un diseño urbano más complejo, concejo propio con ejercicio jurisdiccional.Sobre su alfoz cercas de piedra y barro y naciones unidas terrazgo ancho y bien distribuido.


A la muerte de Alfonso VII, los problemas defensivos causados por la artificiosa frontera entre León y Castilla no vinieron aquí sino a recordar la importancia de las villas-alfoces, aumentada a menudo con fortalezas de nuevo cuño o la remodelación de las antiguas, mejores murallas y presencia de tenentes.

Todo ello, unido a aspectos como la escasez de corrientes fuviales, dio como resultado un panorama sumamente uniforme, definido por una homogénea distribución del poblamiento, sin discontinuidades notables, basado en villas relativamente grandes y con términos comparativamente extensos, separadas entre sí por intervalos bastante regulares.

En el Páramo esta política tuvo un éxito mínimo, limitándose a intentos como el alfoz de Villalil, en tiempo de Alfonso VII, o la puebla de Cantabria –impulsada por las necesidades estratégicas de la época de Alfonso VIII–, ambos ligados, respectivamente, a la reorganización de Mansilla y Cea; mejor suerte corrieron, en las riberas, los escasos centros urbanos que rodean y se reparten el Páramo, a los que se sumaron Valencia y Benavente.

En cualquier caso, tanto en estas zonas de vega como en el interior, excepción hecha de casos concretísimos y de resultados poco boyantes –como los de Castrotierra, Almanza o Belvís–, el modelo de poblamiento va a quedar definitivamente fijado en torno a la aldea, por lo general de reducido vecindario, pobres condiciones materiales, una sola parroquia y una distancia escasa entre núcleos.

La discontinuidad respecto de lo que sucede al otro lado del Cea se hace evidente: al este, los recintos de tipo urbano están densamente representados en toda la zona campesina, donde constituyen el modelo fundamental del poblamiento, que se prolonga de forma algo más rala por los páramos castellanos y la Extremadura soriana.

Al oeste del río, la presencia de estos núcleos es casi nula, limitándose a las tradicionales villas itinerarias y cabeceras de los grandes alfoces.El mismo efecto puede apreciarse si se tienen en cuenta variables como la superficie y extensión de los recintos, el número de parroquias por villa o la relación entre este coeficiente y la superficie del núcleo 20.

La insuficiencia de datos demográficos dificulta el seguimiento de la evolución experimentada por las comarcas estudiadas durante el Medioevo. No obstante, parece demostrado el hecho de que la Tierra de Campos se consolida desde los siglos XII y XIII como una región sumamente productiva, fundamentalmente en cereal y viñedo, cuyos excedentes permiten una marcada señorialización de las villas 21.

En este sentido, son elocuentes las informaciones indirectas que aporta el Becerro de Presentaciones de la catedral de León acerca de la situación demográfica de la comarca, y lo mismo cabe decir de las fuentes palentinas.En los arciprestazgos campesinos, la mayor parte de las villas cuentan con más de una parroquia, siendo la media superior a dos, aunque abundan los ejemplos con cifras mayores 22.

Pese a confictos y coyunturas diversas, las últimas décadas del siglo XV y primeras del XVI parecen especialmente prósperas para la Tierra de Campos, que, gracias a la buena marcha de las cosechas, en eficaz conjunción con una potente ganadería ovina, vería estimulado su crecimiento demográfico y la actividad del sector secundario, especialmente la industria textil.

La estructura económica favorece durante esta etapa una fuerte concentración de la propiedad agraria, no ligada necesariamente al elemento señorial, empujando hacia una marcada división de clases,donde destaca una oligarquía rural que concentra buena parte de la propiedad, frente a importantes sectores que carecen de ella o la tienen en escasa proporción,haciendo necesario complementar la renta con el trabajo en explotaciones ajenas,con el resultado de un más que notable número de jornaleros 23.

El comercio y las finanzas florecen, con ferias de la importancia de Villalón y Medina de Rioseco, y todo ello permite el desarrollo de una burguesía mercantil que se codea con la aristocracia, controla los regimientos y el poder local, y se permite ciertos refinamientos que contribuyen, por otro lado, al aumento de la demanda de bienes suntuarios 24.

Pero es también un grupo que procura capitalizar sus beneficios invirtiendo en censo, deuda pública, compra de señoríos o en el que parece aún el destino más seguro: la tierra, constituyendo magníficos mayorazgos. Las villas ven surgir de sus senos profesionales liberales, titulados universitarios y artistas, algunos de primer órden, sin olvidar el abundante censo religioso, tanto regular como secular, éste vinculado a parroquias y capellanías engrandecidas con obras de arte, música de organista y ceremoniales.

Sin embargo, esta clase de crecimiento económico alcanza su techo en la segunda mitad del siglo XVI, y los síntomas de la crisis se hacen más evidentes a partir de 1580. El aumento de la presión fiscal, peores cosechas, o la venta de baldíos, própios y bienes concejiles por parte de la Corona, con el consiguiente perjuicio para el pequeño campesinado o para un común cada vez más endeudado, son algunos de los factores que contribuyeron a consolidarla.

De forma contraria a cuanto acabamos de ver en la Tierra de Campos, en la zona paramesa la realidad material y las estructuras económicas apenas permiten sobrepasar el marco de la economía de subsistencia, siendo escasa la producción de excedente salvo en áreas muy concretas y, por tanto, la capacidad de generar grupos sociales diferenciados y una demanda comercial destacada.

La economía aldeana depende mucho del común y de la complementariedad entre agricultura y ganadería, resultando pobres los recursos y el vecindario escaso. La mayor parte de las localidades cuentan con una sola iglesia, siendo también mínimo el personal religioso, limitado a lo imprescindible. La escasez de núcleos urbanos, el reducido fuste de éstos y su carácter periférico, con poca capacidad de atracción para la población rural circundante, infuye definitivamente en el mantenimiento del tipo de poblamiento aldeano tradicional 25.

Basta, para darse cuenta de ello, un somero repaso a las cifras que aportan los distintos censos y padrones: mientras que en laTierra de Campos se alcanza una media superior a los 200 vecinos por unidad de poblamiento, la del Páramo ronda los 55 --26.

Tan distinta realidad es palpable, de forma sumamente gráfica, tanto en las fuentes fiscales del siglo XV, como en el mapa de distribución de núcleos trazado por Molinié-Bertrand para el XVI -- 27. Igualmente, en la densidad demográfica, estimada en unos 24 habitantes/km2 para la Tierra de Campos, hacia 1530, varios puntos por encima de la media española, cifrada en 18,2, y de la paramesa, que rondaría los 13 -- 28.

Sólo unos pocos núcleos se mantienen ajenos a estas condiciones: cabeceras jurisdiccionales o asentamientos en las estrechas vegas fluviales, donde aparecen mejores condiciones e incluso se crean nuevos villazgos. Son estas zonas, precisamente, las que ahora se identifican ocasionalmente como campesinas: Valencia “de Campos”, Campazas, Benavente, incluso La Bañeza 29.

Tan clara disparidad entre el potencial demográfico de los núcleos en una u otra zona condujo al mantenimiento de estructuras administrativas regias o señoriales un tanto diferentes, ya que, mientras predominaban en Campos las villas de propia jurisdicción, en el Páramo eran más frecuentes las demarcaciones de carácter amplio, integradas por una villa-capital de características similares a las campesinas, y un número variable de aldeas minúsculas dependientes de ella, situación más cercana en esto a la de las comarcas montañesas que a las campesinas.

El suroeste de Campos mantenía también algunas divisiones extensas, herencia de la etapa medieval, aunque contaban a menudo con aldeas comparativamente grandes. Con el afianzamiento de los ayuntamientos liberales, a lo largo de un irregular proceso que abre la Constitución de 1812, nuevamente se manifiestan las divergencias entre Páramo y Campos. En éste, de forma claramente mayoritaria, cada núcleo consigue obtener ayuntamiento propio, sumándose a las viejas villas muchas de sus aldeas.

En el Páramo, por el contrario, sólo encontramos nueve unidades de este tipo, agrupándose el resto de las localidades en municipios de extensión y número de núcleos bastante variables, con una media de 3'5 lugares por ayuntamiento.

Aquí, no obstante, el concejo o junta vecinal, asentado en el derecho constitudinario, seguirá rigiendo la vida y propiedades del común de cada aldea, hasta la actualidad. Aunque la dispar evolución de ambos territorios podría ejemplificarse hasta nuestros días y ampliarse a otros aspectos significativos 30, detendremos la exposición en este punto para sincronizarla con la vida del monasterio facundino.

No obstante, cuanto llevamos visto hasta aquí resulta imprescindible para entender el territorio en su conjunto e interpretar las claves del paisaje cultural del monasterio. En este sentido, ambas zonas mantienen una identidad diferenciada y valiosa –con independencia de la influencia particular de la abadía facundina en su área de proximidad–, especialmente la de Tierra de Campos.

Esta comarca posee unos valores naturales y paisajísticos culturalmente determinados e históricamente diferenciados, lo que, asociado al excepcionalmente rico Patrimonio que atesora, la convierte en un paisaje cultural de primer orden, único y excepcional. Por más que su cotidianeidad, la ignorancia o la despoblación ensombrezcan su importancia, ésta debiera reconocerse en su justa dimensión, posiblemente como Patrimonio de la Humanidad.

II. IN LOCO CALZATA

Cuando el abad Alonso consuma la Fundación del monasterio dedicado a los santos Facundo y Primitivo, a caballo de los siglos IX y X, el entorno de Sahagún era ya un espacio intensamente humanizado, y desde muy antiguo. Se trataba, a un de cuentas, de una comarca fértil y bien comunicada, particularmente Estratense o Calceaten- se como insisten en calificarla las las fuentes medievales. Su sistema viario, aunque sencillo, resulta basico para entender el territorio, pues, además de orientar el poblamiento y encauzar los fujos de comunicación de larga distancia, fijó de manera perenne las coordenadas de referencia del paisaje y sus principales recorridos internos.

La vía romana que iba de Legio VII a Italia, recogida en el Itinerario de Antonino,fue sin duda la de mayor trascendencia para el monasterio de Sahagún, hasta el punto de haberse fundado a la vera de la misma. Partía de León y continuaba por Lance y Camala, pasando luego a Lacobriga , en el área de Carrión.

Su identificación con el Camino Francés llevó a localizar en Sahagún la mansio viaria de Camala , tesis que han mantenido hasta la fecha algunos autores 31.

Otros plantean diversas posibilidades en relación con alguno de los yacimientos romanos de la época en la comarca: “los Castros” (Villamol,(1) “el Lagunal” (Sahagún), (2)y otro más hallado entre Grajal y Escobar.32.

Este último, sin embargo, se ha propuesto también como ubicación de la
mansio llamada Gela en el Anónimo de Rávena, aunque cabe pensar que sea otra forma de referirse a Camala, y no una localidad diferente 33.

Algo más al sur, discurría otra importante calzada que une a Astorga y Tarragona, entrando en el Páramo oriental por Interamnio , acaso en los alrededores de Ardón, y Palantia, para seguir hacia el este por Viminacio, en las cercanías de Calzadilla de la Cueza 34.

Existieron, además, otras vías secundarias trazadas en paralelo a los ríos Cea y Araduey. La llamada posteriormente “Carrera Ceana” discurría sobre la margen izquierda del primero, y a su vera pudo hallarse la mansio astur de Gigia, citada por Ptolomeo, si admitimos su identificación con la medieval Cegia, hoy Cea, que propuso en su día Ambrosio Rui Bamba, y luego ha mantenido Diego Santos 35
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1.-(1)Los Castros.- Se encuentra al sur de Villamol. Pertenece a la Edad de Hierro. Quedan restos de cerámica, molinos, etc.

Castro proviene del latín castrum, que signfica "fortificación militar".

Los castros de Villamol

El yacimiento es conocido por los trabajos de Lázaro de Castro
que en 1977 publicó una breve reseña en la revista Sautuola,
en donde se pone de relieve que se trata de un gran poblado “celtibérico”tal y como se denominaba por entonces esta fase de la segunda Edad del Hierro, aunque poco precisa sobre el mismo.

Con posterioridad se realizó en los años 80 del siglo pasado un viaje exploratorio con motivo de la realización de la Carta Arqueológica, descubriéndose buenos lotes de cerámica a torno, en el entorno próximo al yacimiento.

De este gran poblado también contamos con algún objeto depositado en el Antiguo Museo Diocesano de León hoy integrado en el Museo de la Catedral de León, como es el caso una reja de hierro similar a otra encontrada en el conocido depósito deobjetos de hierro de la Cueva Feliciana en Geras de Gordón, que se conoce gracias a J. Avelino Gutiérrez González.

Recientemente D. Mariano Cascallana ha entregado al Museo
de León, con la misma procedencia, un lote de industria lítica
en sílex, fragmentos de hachas pulidas, cerámicas torneadas, objetos
de hierro, láminas de bronce y los restos de una “cajita excisa”,
etc. Todo ello como aval sobre la importancia del este sitio
arqueológico. Al margen de estos datos no se tienen más detalles
del mismo.

Por lo que conocemos, al sur de la localidad de Villamol, a
poco más de un kilómetro y en la margen derecha del río Cea,
se documenta un gran poblado de más de veinte hectáreas que se
ubica en una horquilla entre el valle del Cea y un arroyo cercano.

Su denominación como Los Castros o Las Perdularias nos informa
de su pertenencia a un despoblado antiguo. En sus características
físicas se destaca una superficie de terraza bien delimitada por un
escarpe, resalte o bancal de unos tres o cuatro metros de altura
que mira al valle principal, al que sigue una cuesta suave hacia el
sureste y el sur.

Precisamente en esta última zona es donde puede verse una posible entrada. Hacia el norte y al oeste, el espacio es llano y aparentemente muestra continuidad con los terrenos circundantes, aunque, gracias a la fotografía aérea, podemos observar restos de un posible foso, precedido, seguramente, de una muralla como es habitual en este tipo de oppida.

En el entorno cercano se observan restos de lagunas y manchas oscuras, que pertenecen a cenizales o escombreras correspondientes a los detritus del hábitat.

Uno de estos extensos cenizales se sitúa al sur del poblado
en un espacio de suave cuesta en donde es frecuente el hallazgo
de cerámicas torneadas y fragmentos de cerámica hecha a mano,
restos óseos, etc., correspondientes a la segunda Edad del Hierro.
Entre los materiales depositados en el Museo de León se conocen
abundantes cerámicas de tecnología vaccea.

Algunos rasgos de ciertos vasos como los tipos que muestran series de espatulados o facetados basales y algún otro que contiene restos de engobes jaspeados en tonos rojizos y marrones se asocian a momentos
tempranos localizados en los yacimientos del centro y oriente de
la Meseta, tal vez ocasionados por influencia o aculturación íbera
o carpetana, y que se sitúan cronológicamente, por lo tanto, en
los inicios del Siglo V a.C., tal y como se ha estudiado en yacimientos
como los de, Medina del Campo y Pintia.

Los Castros de Villamol deben contener restos también de
la denominada fase “plenoceltibérica” como así lo demuestran la
existencia de abundantes cerámicas que responden mejor a fechas
del siglo III-II a.C., a tenor de la tipología que se debe a Sacristán,
basada principalmente en los hallazgos del oppidum de Roa, y a los
bien estudiados lotes de Pintia, El Soto de Medinilla, etc.

Efectivamente se trata de cerámicas torneadas con bordes abiertos, los
conocidos perfiles tradicionalmente reconocidos como en forma
de “cabeza de pato” y las paredes de tendencia ovoide decorados
con pinturas preferentemente de series de líneas onduladas paralelas,
semicírculos concéntricos, etc.

Atendiendo también a la cronología relativa que proporcionan
sus cerámicas el núcleo no parece estar ocupado por mucho
tiempo ya que no se localizan aquí especies torneadas de tecnología
vaccea tardías, como las caracterizadas en la época postsertoriana
por lo que tal vez no pervivió durante el siglo I a C.
cuestión que futuras excavaciones e investigaciones aclararán suficientemente.

La existencia también de “cajitas excisas”, y de otros tipos,
piezas de cerámica con arcillas muy decantadas y bien cocidas, los
restos de alguna punta de hierro, los restos de planchas de bronce
batido, seguramente para la fabricación de recipientes, de los que
tenemos constancia entre los fondos del Museo de León, etc. ponen
de manifiesto la importancia incontestable de la ocupación
del poblado vacceo.


Desde luego, existió un recorrido directo entre Sahagún y Cea, la llamada en 1181 “carreiram de la Lomba, que uadit de Sancto Facundo ad Ceiam ” 36.

Pero la “carrera Ceana” se cita en la otra margen, y por ella se delimita Quintanella de Páramo, junto a Villacintor y Calzadilla, en 1083; en el mismo documento en que Barriales-Torre, que parece estuvo entre Saelices y Cea, linda con la “carrera de Çeia” 37. En 1255, se deslinan propiedades en Valmatado “de carrera Ceana arriba” y “desde carrera ceana asuso”; el citado valle salía de la zona de Villahibiera y Herreros, por lo que acaso se trate de un ramal que comunicase Cea con el valle del Esla 38.

Las comunicaciones entre ambas orillas del Cea se efectuaron a través del Puente Canto o del puente de Cea, que capitalizaron el control del tránsito de media y larga distancia a partir de itinerarios unidimensionales. Aparte de ellos, los pasos sobre el cauce, al menos en el siglo XVIII, se reducían al puente de Villamol, que, al ser de madera, impidió una travesía continua y fiable, a causa de las periódicas riadas, hasta la construcción a mediados del siglo XX de uno nuevo, recientemente renovado.

La otra vía secundaria de importancia transcurría sobre la margen derecha del Araduey, coincidiendo con la “Carrera zamorana” medieval 39. Ésta quizás saliese deGrajal, pues en 1060, la donación de Villela, al lado de dicha villa, la deslinda por el camino que va a Escobar, a oriente; la carrera zamorana, por el oeste; Val de Breto, a mediodía; y Valdontrigo, al norte 40.

Más al sur, y ya en la actual provincia de Valladolid, a las inmediaciones de la localidad de Santervás de Campos, que la domina desde un alto. Como veremos más adelante, allí se fundó, en el siglo XII, un importante priorato de Sahagún, que permitió reforzar la influencia del abadengo sobre esta vía. Además, a la calzada llegaban los breves ramales que comunicaban con la Lampreana y Villa Ceith, donde la abadía facundina tenía grandes intereses.

El trazado básico de estas infraestructuras se ha mantenido en uso hasta nuestros días y, en su contexto, Sahagún supo desde antiguo adquirir una posición destacada gracias a sus ventajas estratégicas. Entre ellas, su localización en el interfuvio que separa Cea y Valderaduey, concretamente en una latitud donde aquél adquiere su menor anchura, lo que le permitía mantenerse próximo a ambos ríos y controlar directamente sobre sus pasos.

Éstos en un principio, los puentes legados por la calzada romana–, fueron sucesivamente sustituidos y reparados, desapareciendo algunos y construyéndose otros, en función de su deterioro y, especialmente, de la importancia de su servicio. Sobre el Cea, ya en 1113 se documenta la presencia del Pontem Petrineum 41–actual “Puente Canto”–, y sobre el Valderaduey se hallaba otro igualmente antiguo –hoy con algún vestigio bajo su reconstrucción–, aguas arriba del de Grajal.

La importancia estratégica de ambos era evidente, tanto para viajeros, tropas y comerciantes como, especialmente desde tiempos de Alonso VI, para los muchos peregrinos que iban o volvían de Santiago. Aymeric Picaud señala en su itinerario cómo Sahagún, “pródigo en todo tipo de bienes”, a una jornada de Carrión y otra de Mansilla, recibía también la visita de los romeros, pues su monasterio custodiaba las reliquias de los Santos Facundo y Primitivo, las únicas que el francés recomendaba visitar en España, además de las de Santo Domingo de la Calzada, San Isidoro de León y el propio Apóstol 42.

Sahagún, pues, se convirtió desde bien temprano, como heredero de las infraestructuras romanas, en escala obligada para itinerarios de distinta índole. Como tal, aprovechó las posibilidades que ofrecían caminos y transeúntes, controlando los vados fluviales y los accesos a la villa, y cobrando los impuestos pertinentes, al menos mientras le fue permitido, algo que redundaba precisamente en el mantenimiento y buen estado de dichos vados y accesos.

Éstos - puentes y puertas- funcionaron, si aplicamos la terminología de Azkárate y García Gómez, como interruptores de un “control por obturación” 43, al decidir sobre el tránsito; y, en el Camino Francés, contaron con el auxilio de varios “dispositivos de enrutación” –los hospitales–, que condicionaban la elección de rutas de largo recorrido, como la jacobea.
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Sobre Quintaniella del Páramo:

Quintanilla del Páramo, que se hallaba entre Villamuñío, El Burgo Ranero, Calzadilla y Villacintor, dio la fundadora como Carta- Puebla.
Los habitantes de Quintanilla del Páramo emigraron para poblar Mansilla.
Según el estudio Agustiniano- Volumen 8 Página 128
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Hoy Quintanilla del Páramo, despoblado próximo a Laguna de la Quintanilla, en el término municipal de Santa María del Monte de Cea, en la provincia de León, partido Judicial de Sahagún.- 1173, Agosto, 15

Fuero breve otorgado por Teresa, Abadesa de Gradefes, concediendo el de Sahagún, cuyo contenido reproduce según una refundación también recogida por el de Silos.

Eds: Calvo, El Monasterio de Gradefes, núm. 17, pp. 317-318
J. González. AHDE 14, núm. 3, pp. 564-565.
J. Rodriguez, F. de León II. Núm. 37, pp. 118-123 (vers., lat., y trad., cast.)
Est.: Barrero, AHDE 42, pp. 385-597.

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Quintanilla del Páramo Textos provinciales Este histórico lugar, ahora despoblado, puede localizarse sin vacilación, pues la tradición comarcal resulta segura en este punto, en torno a lo que hoy se denomina Laguna de la Quintanilla ...

En el año 1199 el abad y el prior de Sandoval, el freire Monín, frater Michael et frater Dominicus de Santus Nevalis…. Confirman unas compras de bienes a un grupo de herederos de Quintanilla del Páramo, por la abadesa y convento Col… Gradefes, 1,309-314.

Justiniano Rodríguez Fernández - 1981 –

La tradición en Sahagún de este tipo de centros asistenciales se remonta al siglo X y es inherente a la Regla benedictina. De los varios y variados con que contó 44, destaca el que acabaría conociéndose como “de Afuera”, a la salida del Puente Canto, en dirección a Calzada. Quizás fundado por Alfonso VI, debe de ser el mismo que tomó bajo su protección directa la reina doña Beatriz, en 1231, cuando “a Domno Abbate et conventu sancti Facundi de novo construitur in Saltu circa publicam stratam peregrinorum ”45.

Lejos de tratarse de un mero albergue, sus instalaciones le conferían cierta autonomía, pues contaba con huerta e incluso molino, movido por una de las presas monásticas. Nuevamente reformado en el siglo XV, a finales del siguiente, tal y como informan Guardiola y Yepes, estaba regentado por dos monjes sacerdotes, un donado y un mozo 46.

Sin embargo, a mediados del XVIII su función estaba bastante descuidada, dedicado el edificio prácticamente a panera y yerma la huerta, situación que se mantendría hasta su desamortización 47.

Los primeros documentos gráficos que conservamos, datados hacia esas fechas, representan el hospital pasado el Puente Canto, éste con sus cinco ojos y precedido de otros varios de madera –frecuentemente maltrechos–, que se suceden hasta el pétreo de Cea 48.

En la actualidad, aún persisten algunos restos de la casa y del cercado de la huerta, que ha conservado el mismo topónimo. Quizás ante su fachada se ubicase el crucero tardogótico cuyo remate acabó coronando la entrada del cementerio municipal, afortunadamente hoy restaurado y expuesto en la iglesia de San Tirso 49.

Respecto al hospital del Valderaduey, perteneció a la cofradía de Nuestra Señora del Puente y se ubicaba junto a su santuario, conservado en la actualidad en las inmediaciones del antiguo puente. Escalona data la fundación de esta hermandad en 1188, fecha en la que se redactaron sus estatutos 50.

Según éstos, todos sus cofrades debían ser clérigos, así como obedientes al abad de Sahagún, que confirmaba la elección de su presidente. Además, para garantizar la perpetuidad de su dominio sobre la misma, se prohibía la fundación de convento alguno o parroquia en sus instalaciones, ni administrar los sacramentos o enterrarse en ella, salvo a los peregrinos y sirvientes del hospital. De esta forma, la abadía pudo controlar, o implantar su presencia, también en este paso hacia la villa de Sahagún desde Carrión, como lo hacía, en su salida hacia León, con el Hospital de Afuera.

Con el embrión de este esquema viario como referencia, el poblamiento comarcal tiene su origen en una importante presencia castreña, alineada a lo largo del Cea y el alto Valderaduey, a caballo de la divisoria entre páramo y campiña, en lo que va a ser una constante histórica. Así, tenemos castros en Prioro, Morgovejo, Cea, Villamol, El Burgo Ranero, Grajal, Melgar de Arriba, Melgar de Abajo, Mayorga, Valderas, Fuentes de Ropel 51, además del topónimo “Valdecastro”(1) en la zona de Villamuñío.

Pese a los cambios experimentados en la región tras la ocupación romana, algunos de estos castros siguieron ocupados durante las primeras etapas, aunque, en general, tiende a admitirse su despoblación a lo largo del siglo II, concentrándose sus habitantes en las zonas llanas, más propicias para la agricultura. El florecimiento de las villas romanas en las inmediaciones de Sahagún está atestiguado por una amplia relación de hallazgos, lo que parece confirmar la intensa ocupación del territorio, aun sin haberse desarrollado una exploración arqueológica amplia en la comarca 52.

A ellos quizá debiéramos sumar algunos topónimos de posible prosapia romana: Aracayos (
Sin embargo, no todos estos centros tuvieron que ser villas. Frente a la mayor calidad y superficie de éstas, se encuentran en la zona paramesa otros yacimientos en los que aparecen cerámicas bastas o comunes, tejas, útiles..., pero sin huella de estructuras constructivas o siendo éstas elementales, lo que parece indicar su condición de pequeñas explotaciones inestables o no permanentes, quizá relacionadas con grupos de campesinos autónomos, posiblemente integrados en el fundus principal, en dependencia de las villas o asociados a ellas, definiéndose así una cierta jerarquía en el poblamiento 53.

(1)- VALDECASTRO.- Este topónimo queda en la carretera de El Burgo Ranero a Villamuñío, a unos 500 metros a la izquierda una vez dicha carretera atraviesa el Canal de los Payuelos, cerca de él discurre el arroyo de Valdecastro.

Las villas de la Antigüedad Tardía, por otro lado, no sólo fueron latifundios esclavistas o parcelarios, concepto hoy día muy cuestionado, sino también centros y mercados de áreas de control y unidades fiscales y religiosas, bajo dirección de los possesores, en una jerarquía que incluía fundi vici, loci y otros asentamientos, especialmente los castra o castella , que constituirían aglomeraciones intermedias entre las ciudades y las villas, provistas de unas funciones administrativas superiores a éstas e inferiores a la ciudades 54.

Tal condición debieron de tener plazas como Cea, Saldaña o Coyanza.
Los orígenes del culto a los titulares de Sahagún, Facundo y Primitivo, se re-lacionan muy de cerca con la realidad que venimos describiendo. Su martirio pudo tener lugar, dependiendo de las opiniones más arraigadas, entre mediados del siglo II y el segundo cuarto del siglo III, desarrollándose en un mismo escenario: las riberas del Cea, cerca de la calzada y en plenos confines de Galicia.

Allí se habían congregado las gentes de aquella comarca, por orden del iudex o praeses Atticus, para ofrecer sacrificio a una divinidad pagana. Fue entonces cuando un sofista denunció ante Atticus que, non longe ab eo loco, habitaban dos varones cristianos que habían manifestado su desprecio por aquella idolatría, llamados Facundo y Primitivo. Este hecho nos demuestra la oriundez ceana de ambos mártires, confirmada por la declaración que ellos mismos hacen ante el enfurecido praeses cuando les interroga acerca de su origen: “hujus sumus Patriae habitatores”.

Tras ser ejecutados, sus cuerpos fueron arrojados a las aguas del Cea, que los arrastraron hasta el preciso lugar donde, tiempo más tarde, habría de ubicarse el monasterio a ellos dedicado 55. Más allá del carácter hiperbólico de este tipo de narraciones, y de su convencionalismo, que pudiera retrasar su redacción varios siglos 56, se tiende a admitir que Facundo y Primitivo tuvieron culto en España desde época remota, al igual que los santos Claudio, Lupercio y Victorico en la ciudad de León, bien que sin relación alguna entre sí 57.

Para Escalona, sería poco después de haberles dado sepultura a los santos –hacia el primer cuarto del siglo IV–, cuando se erigiría sobre ella una capilla que pronto comenzó a recibir el nombre de Domnos Sanctos 58.

Esta capilla y su “iglesia pequeñuela”, en opinión del Anónimo de Sahagún y del mismo Escalona, sería previa al monasterio como tal, fundado en los tiempos de Alfonso III (866-910) 59.

Pudo muy bien tratarse de una estructura funeraria tipo martyrium o cella memoriae, que con el paso del tiempo adquiriría una importancia mayor como centro de peregrinación 60. Un documento, fechado en 945, asegura que Alfonso III dio a los monjes fundadores de Sahagún una villa con sueglesia parrocitana, tras haberla comprado a propiis Dominis 61.

Aunque Mínguez ha denunciado con sólidos argumentos que se trata de una escritura totalmente rehecha, la noticia puede contener alguna verdad. No es, además, el único caso en la comarca: en 909 y 910 se cita la presura de la villa de los Santos Justo y Pastor, abandonada poco antes,que sería, sin duda, una villa con su iglesia dedicada a ellos 62.

Algo coherente con el fenómeno, tan extendido como fundamental para la expansión del cristianismo en los siglos IV al VII, de las iglesias propias situadas en grandes villas 63.

III. UN PAISAJE DE TONOS

Desde muy pronto, la abadía facundina se contó entre esos que García de Cortazar denomina “monasterios nacionales”, cuya pujanza y proyección trascienden el marco local o regional, distanciándose de los restantes cenobios para disfrutar de una especial protección por parte de los reyes y desempeñar un importante papel en su política repobladora 64.

Precisamente por ello, la actividad de Sahagún no se limitó, ni siquiera durante sus primeros años, al entorno comarcal; bien al contrario, fue extendiéndose, en círculos concéntricos, hacia otras comarcas de condiciones diversas, en función de los usos que habrían de darse a los bienes adquiridos en ellas y la mayor o menor intensidad que demandaba su explotación. Pero también se proyectó decididamente hacia enclaves más o menos distantes del monasterio, formando rutas o pasillos definidos por necesidades económicas, tanto ganaderas como mercantiles.

Tampoco ha de olvidarse que la abadía del Cea, tanto en sus dos siglos iniciales como después de su conversión en el potente “Cluny hispano”, constituyó un instrumento fundamental para la política pobladora regia y la organización del reino leonés y su imperio hispánico. En un principio, la fundación del monasterio fue uno de los pilares de la repoblación comarcana, junto con la plaza de Cea, por parte de Alfonso III.

Gracias a su patrocinio, se instauró allí una primera comunidad monástica –aunque no sea seguro si ya conforme a la regla de San Benito 65–, y esta primera colaboración frente la monarquía y Sahagún muestra tanto el calado de la acción monástica sobre su entorno como el interés regio en potenciar el cenobio como centro poblador y organizador de la economía comarcal, habida cuenta de las ventajas que, en esta estrategia, presentaban las instituciones eclesiásticas sobre la nobleza. La falsedad de la cesión a Sahagún del monasterio de Sahelices, en 904, y de la donación del coto por parte de Alfonso III, fechada en el año 905, dificulta la reconstrucción de los primeros años de vida del cenobio 66.

Si bien ambos documentos emplean el anacrónico término “coto”, e incluso se fabricó una supuesta confirmación del mismo por Alfonso V, fechada en 1018- 67, la inserción del monasterio en la jurisdicción de Cea aparece de forma clara en diversos documentos de la época, que coinciden en situarlo in suburbana idem castellum simili modo Ceia uocato 68.

Sí debió de existir, no obstante, un término o propiedad relativamente ámplio en manos de los monjes, convertido ya en referente imprescindible para la ordenación del paisaje comarcal. Villa Nannin es situada en 916, in veiga de Domnos Sanctos 69, y la propia villa de los Santos Justo y Pastor, mencionada en 909 y 910, se ubica in término de Domnos Sanctos 70.

La concentración de propiedades, debida tanto a las donaciones regias, ecle-siásticas y privadas, como a compras u otros medios de adquisición, es destacable ya en el siglo X. Proveyó al monasterio de un patrimonio importante y de una serie de ingresos nada desdeñables, poniendo las bases de su dominio y de la consecuente transformación del paisaje a él vinculado. En este sentido, tuvo una especial relevancia de cara a la consolidación de la hegemonía religiosa facundina y su ulterior control del territorio la adquisición de monasterios rurales fundados y dotados porlas familias más notables de las comunidades aldeanas, tanto en el Páramo como en Tierra de Campos.

Aunque buena parte de los recibidos en esta centuria no tardaron en desaparecer, la conversión de algunos en iglesias parroquiales permitió a los monjes mantener algunas rentas y una cierta autoridad en enclaves tan diversos. Otro de los aspectos significativos de la economía monástica facundina fue eldesarrollo de una ganadería ovina trashumante que enlazaría las numerosas propiedades de la abadía en la Cordillera Cantábrica con las tierras bajas, a través de una cañada que discurriría por un rosario de posesiones intermedias a lo largo de las riberas del Porma y el Esla, pasando luego al Cea y descendiendo, finalmente, hasta la abadía 71.

La amplia política monástica de adquisiciones abarcó, pues, desde puertos cantábricos a extensas propiedades en el Páramo, donde eran abundantes los pastos y las aguas, procedentes de arroyos, fuentes y lagunas, y heredades diversas en las comarcas campesinas, que aportaban rastrojeras y salinas, muy especialmente en Lampreana, comarca en la que Sahagún se irá haciendo con un buen número de pausatas a lo largo de esta etapa 72.

Por todo ello, y también por la importancia de los recursos forestales, el mantenimiento y control de los montes fue defendido tenazmente por el monasterio frente a las comunidades rurales, que procuraban la expansión de sus roturaciones a costa de ellos73. De este modo, fue modelándose un paisaje ordenado, en buena medida, en función de los intereses estratégicos de la abadía.

No obstante, si bien su acción transformadora alcanzó ámbitos lejanos, respon-diendo a una visión amplia, “nacional”, de la organización política y económica, que, desde luego, el contorno de la abadía el área más directa e intensamente afectada por ella, acentuando su evolución desde los marcos de poblamiento extensos y difusos hacia las aldeas. Las primeras noticias que poseemos acerca del monasterio de Sahagún coinciden en situarlo“...in loco Calzata...” 74, una zona de especial interés, a la vera de la carrera y en pleno límite entre los territorios político-militares vecinos, en la que también se halla la Villa de Zacarías 75, acaso germen de la posterior aldea de Calzada,que mantuvo el nombre genérico del antiguo locum 76.

Otros espacios similares se citan en las fuentes: Valle de Ratario, Valle de Lorenzo, Valle de Fontes, Val Fartello, Valle de Iuvara…; por los que se multiplicarán rapidamente una pléyade de villas e iglesias similiares, cuya relación con el monasterio evidencia, seguramente, la onomástica ara-bizada de sus posesores y grupos familiares, fosilizada hasta hoy en la toponimia mayor y menor: Villamofol, Villa de Motarraf, Mafudes, Villa Thaboi, Banecidas… Otros nombres, en cambio, indican una procedencia foránea, quizás debida a la iniciativa regia: Cordobeses, Talavera , Bercianos, Galleguillos, Castellanos,Vascones, Asturianos…

La abadía facundina tendría también un papel fundamental en las transformaciones sociales, culturales y políticas que se irán produciendo a partir de Fernando I y, sobre todo, de su hijo Alfonso VI. Sahagún ofrecía la ventajosa situación de hallarse al pie de la floreciente ruta jacobea que, en los siglos XI y XII, merced al creciente peso de la figura sacropolíca del Apóstol, experimentó un auge extraordinario, favorecido por la mejora de infraestructuras y servicios –calzadas, puentes, albergues– y unas más fluidas relaciones entre los diversos reinos españoles y europeos.

Todo ello hizo que, con Alfonso VI, el monasterio se convirtiese en eje de las reformas eclesiásticas y políticas, encarnando la colaboración entre la Corona y una institución monástica, Cluny, cuyo resultado fue la consolidación de un poderosísimo cenobio desde el que se promoverá la implantación en España tanto de la reforma cluniaciense como del nuevo rito romano.

Tales cambios impulsaron la renovación arquitectónica que se estaba ya desarrollando en un buen número de iglesias españolas, y también aspectos como la restauración de las rentas y distritos diocesanos y metropolitanos, el papel de las parroquias o las estructuras administrativas eclesiásticas, originando no pocos ni breves confictos, pero definiendo una nueva realidad llamada a perdurar por largos siglos.

Asimismo, surgió de todo ello un burgo próspero y en expansión, el de Sahagún, fuertemente señorializado, pero en el que están presentes de algún modo todos los elementos que caracterizan el proceso poblador plenomedieval: la planificación regia, la expansión urbana, las reformas cluniaciense y gregoriana, el auge de las rutas jacobeas, el comercio y la inmigración de francos, judíos y moros, que dan a la villa nueva una complejidad social sin precedentes.

La puebla de Sahagún, de hecho, podría interpretarse como un modelo experimental, tanto en sus aspectos jurídicos como prácticos, de cuyo éxito depende su aplicación a otros lugares 77. Un primer paso en esta transformación del áea de influencia facundina fue la constitución del coto monástico, al que Alfonso VI concede, en 1068, completa inmunidad, acotándolo con precisión 78.

En 1078 lo exime de fonsadera, prohibiendo que nadie ose exigir allí hombres para el ejército 79, y dos años después ratifica sus exenciones 80. De esta forma, si hasta entonces el término monástico se incluía en el suburbio de Cea, lo que encontramos en la documentación todavía en 1076 -81, en adelante constituirá un ámbito ajeno a ella, cuya autonomía, no obstante, habrá de afirmarse frente a los señoríos y monasterios vecinos, y, andando el tiempo, a la jurisdicción episcopal legionense, dentro de la que se encuadraba el coto.

Sin embargo, el territorio facundino no se limitaba a este espacio, sino que se extendía a villas externas al mismo, pero dependientes de la abadía, y no es extraño que algunas aparezcan como territorios: en 1066, se cita el “territorio de San Andrés”, al que pertenecía la villa de Escobar 82; y en 1130 el territorio de Santervás, en el que se halla
Uilla Abduze 83.

La organización interna del señorío facundino funcionó de forma similar al realengo, y la tendencia será también a imitar la política repobladora de la Corona, concediendo buenos fueros para estimular así la afluencia de pobladores a sus señoríos 84. Menudean las menciones a merinos vinculados a una villa o dependencia concreta, como Villa Mezrol, o Mahudes, donde el fuero señalaba que serían elegidos por el concejo y el prior, al modo de Sahagún 85.

Por otra parte, la absorción de monasterios puso en manos de Sahagún abadías como San Pedro de las Dueñas, dando origen a una peculiar jerarquía: la villa era señorío de las abadesas de San Pedro, pero éstas se hallaban bajo autoridad del abad facundino, como se advierte en los dos fueros que conceden las monjas a sus vasallos, en 1124 y 1162-86.

En otros casos, se trata de decanías que funcionan a modo de tenencias, cedidas por el abad a priores o presbíteros, que permanecen como subordinados suyos 87. Pero las posesiones monásticas también pueden ser cedidas a laicos, como hace el abad con Vela Ovéquiz, al que entrega
Villa Antoniano 88. En 1110, Gonzalo Núñez tenía todas las villas de Sahagún sub dicione sua, edificando un palacio entre Villa Mezerol y Villapeceñil, núcleo de la hereditate de Sopratello, que el abad dona a la cocina monástica para su sostenimiento 89.

Tras definir y privilegiar el coto monástico, la ambiciosa política reorganizadora de Alfonso VI dará un paso decisivo con el proyecto de la puebla facundina, centrada en dos aspectos que, aunque a priori complementarios, a la larga se demostrarían claramente contradictorios. Por una parte, afirmar el señorío del abad sobre la puebla, tal y como se manifiesta expresa y firmemente en el capítulo segundo y en el último 90.

De ello se derivan las diferentes normas que aluden a los censos a pagar al abad por el suelo, el monopolio abacial del fornaje y el control jurisdiccional, con nula participación concejil, y su preferencia en la venta del vino propio. Por la otra, se explicita el interés regio y monacal de dar a la nueva villa un claro sesgo mercantil, con medidas encaminadas a proteger la artesanía y el comercio, “quoniam quidem oportet de vestris artibus et mercaturis vivere ...”. La intención de crear un centro mercantil puede comprobarse en otra decisión regia no muy posterior, el traslado a Sahagún del mercado semanal de Grajal, en 1093 -91.

La trascendencia de esta decisión, que desplazaba el eje económico comarcal al entorno del monasterio y la calzada, puede seguirse en los siglos sucesivos, incluso hasta nuestros días. Los sucesores de don Alfonso mantuvieron esta política de apoyo decidido a Sahagún, y todo ello propició que se convirtiera en un próspero burgo itinerario, que el Codex Calixtinus describe como “omnibus felicitatibus affluens” 92.

Frente a este apogeo, parece deducirse de las fuentes el relativo vacío anterior–“ca fasta aquel tienpo nenguna havitaçión de moradores avía, sacando la morada delos monjes e de su familia serviente a los usos e neçesidades d’ellos”–, sin otros edificios laicos más que “algunas raras casas e pocas moradas de algunos nobles varones e matronas, los quales en el tienpo de los ayunos, así de la quaresma como del aviento del Señor, venían aquí para oir los ofiçios divinales...” 93.

La nueva villa se formó, pues, a partir del monasterio, que siguió siendo el epicentro del paisaje cultural facundino. Como microcosmos de la comunidad benedictina, organizaba la vida de sus monjes en orden al tipo básico adelantado en el temprano modelo de San Galo, con un claustro como espacio rector de iglesia y dependencias domésticas, aunque sujeto a las inevitables irregularidades derivadas de la ausencia de un proyecto único, conformado al albur de las necesidades surgidas a lo largo de su dilatada existencia.

Por desgracia, los traumáticos sucesos acaecidos en la primera mitad del siglo XIX –con el fatal desenlace de la desamortización del cenobio– poco nos han dejado de aquel formidable conjunto.

Ni siquiera su iglesia que preservada, cuando bien podía haber mantenido su función bajo una nueva titularidad, quizás por encontrarse, al momento de la expropiación, en pleno proceso reconstructivo a manos del arquitecto Miguel Echano.

Sus restos yacen desde entonces bajo el abandonado cuartel de la Guardia Civil y aledaños, esperando ser rescatados de la desidia.

Desde las catas de Alejandro Ferrant, en la década de 1930, hasta el dÍa de hoy no se ha realizado ninguna labor de prospección ni recuperación significativa –salvo la liberación realizada con motivo de la restauración de la capilla de San Benito y brazo septentrional del crucero–, lo que dificulta la interpretación del templo y su espacialidad comoreferencia del plano monástico, y aun de otras escalas mayores.

A la espera de un programa arqueológico sistemático, que siempre resultaría insuficiente a causa de la urbanización de las lotificaciones que cercenaron el monasterio, el conocimiento que tenemos de su arquitectura pasa por las aportaciones e hipótesis de los historiadores. En una de las más recientes, se ofrecía una visión de conjunto a partir de las descripciones de Escalona 94.

Por aquel entonces, bien avanzado el siglo XVIII, las principales dependencias se disponían en torno al claustro viejo, que seguía conservando la jerarquía funcional y representativa establecida por el tradicional recorrido hacia la iglesia. Otros tres patios de diferentes tamaños y alturas, abiertos también al norte de esta última, organizaban el resto del conjunto, que se presentaba como un recinto expandido con cierto desorden entre el río y la villa sobre una superficie casi cuadrada de unos 85 metros de lado 95.

El recorrido principal de ingreso comunicaba el Puente Canto –histórico y obligado paso sobre el Cea– con el centro urbano, y permitía el acceso del pueblo a la iglesia o su continuación hacia la portería, abierta en el frente oriental del primer patio, en el sector noreste del monasterio. Además del estudio de la arquitectura monástica, el del urbanismo de la villa reportaría importantes claves para el entendimiento del conjunto. En tanto que fundación ex novo, la villa de Sahagún se sometió a una cierta planificación por parte de los monjes cluniacenses, y en esa línea apunta el Fuero de 1085 cuando habla de la entrega de parcelas a pobladores o la prohibición de variar ésta adelantando paredes o realizando vallados 96.

Esas casas eran levantadas por los propios vecinos y constituían su única posesión transmisible. De ahí su interés en mejorarlas –a veces a costa de los olmos y fresnos abaciales 97 – y las nuevas clausulas incluidas en los fueros de Alfonso VII (1152) acerca de la lotificación o reunión de parcelas 98.

A pesar del paso de los siglos, y de la escasa y reciente documentación cartográfica de Sahagún, dicho parcelario puede vislumbrarse todavía en la actualidad en virtud de la ley de persistencia del plano 99, delimitado por la red viaria, la peculiar topografía de las antiguas colaciones y la temprana construcción de la cerca, además de los accidentes topográficos.

Otros documentos, como el Fuero de Alfonso X, constatan el interés por mantener el parcelario y la voluntad de regular y ordenar el urbanismo, incluso introduciendo normas de decoro y policía 100.

Su estudio ahora, no obstante, escapa a los objetivos de esta ponencia, cuyo ámbito es distinto y superior a la escala urbana.

Esa primitiva villa acogió gentes de todas procedencias –denominadas ya
burgenses en 1096 - 101 –, como refiere un muy citado pasaje del
Anónimo, y se deduce del arancel del portazgo facundino, donde se relacionan las mercancías llevadas al mercado de la villa por campesinos, somozanos y mercaderes de regiones vecinas y lejanas 102.

Los francos llegaron a formar un nutrido contingente, al que el fuero de 1152 reconoce su derecho a un juez propio, equivalente al de los “castellanos” 103, aunque la presencia de oficiales francos se documenta ya en 1133 - 104.

También los moros de Sahagún debieron ser numerosos, y los judíos, a tenor de las menciones a la concesión regia en favor del abad, dándole el señorío sobre ellos en 1152.-105, y cuya peculiaridad jurisdiccional define el texto foral otorgado por Alfonso X 106.

La presencia de elementos tan heterogéneos en la población de Sahagún contribuyó a acelerar los cambios políticos y sociales que caracterizaron este período, en especial el creciente descontento de sus burgueses ante las limitaciones impuestas por el régimen foral.

Las reivindicaciones de éstos, que en ocasiones supieron granjearse la simpatía de campesinos y bajo clero, se centraron en la supresión de determinados monopolios señoriales y el control de la tierra, que tenían expresamente prohibido, salvo que el abad se la concediera en préstamo.

No obstante, como quiera que dirigiesen su hostilidad tanto “a los nobles de la tierra, como a los medianos, como a los menores e rústicos moradores de la tierra”, al final todos ellos acabaron coaligándose, explícita o tácitamente, contra los burgueses, asediándoles y obligándoles a someterse 107.

Consiguieron, no obstante su derrota, dar un primer paso hacia la consecución de un régimen más cercano al concejil y la desaparición de las cargas señoriales, como se ve por el fuero de 1152.-108.

Tales precedentes tendrían, además, una fecunda continuidad a lo largo de las décadas siguientes, sumándose a los conflictos burgueses otros con diversos sectores de la propia villa –los judíos–, de la jurisdicción del abadengo –las prioras de San Pedro de las Dueñas–, o de señoríos monásticos y concejos de pueblas reales vecinas.

Pero fue, sin duda, el concejo facundino, deseoso de adscribirse al realengo, el que mayores problemas causó a la abad a, obligando a Alfonso X a otorgar, en1255, los “Nuevos Fueros” para poner fin a la subversión burguesa.

Mas, aunque éstos reforzaban notablemente la autoridad señorial del monasterio, los burgueses no cejaron en sus reivindicaciones, finalmente recompensadas con la incorporación de la villa a la jurisdicción regia, dejando tan sólo la espiritual en manos del abad.

El cambio se produjo en torno a 1500, poco después del ingreso de Sahagún en la Congregación de Valladolid, y anunciaba al monasterio un nuevo escenario impuesto desde las mismas instancias –la monarquía– que habían facultado sus privilegios y poder en los siglos anteriores.

Con todo, el monasterio conservó hasta el siglo XIX el señorío del coto y otros lugares de su jurisdicción, y en la villa, además de las religiosas, otras prerrogativas, como el nombramiento de juez –que dirimía las apelaciones a las sentencias del corregidor– y fieles, o el cobro de la humazga y las doblas de escribanías 109.

Su plena autoridad sobre el plano espiritual –en tanto que nullius dioecesis, con sus propias Constituciones reglamentarias 110 –, y el control de buena parte de las propiedades, recursos y cultivos de la villa, permitieron que se mantuviese su impronta sobre el paisaje local.

IV. EL MONTE

En tanto que dominio directo del monasterio, y su perímetro más inmediato, el coto se entendió y ordenó como un ámbito vital, de protección y sustento, sobre el que había que garantizar el más férreo control. En este sentido, las parcelas de monte y baldío tuvieron un importante valor para la abadía como suministradoras de madera y reserva de pasto, motivando su acotamiento en determinadas zonas del entorno monástico, concretamente en la margen paramesa, cuyas cualidades edáficas e hídricas la hacían más conveniente para tales dedicaciones 111.

Esta característica, que es una de las más sustanciales diferencias entre el paisaje del Páramo y el de la Tierra de Campos, se ha mantenido constante y evidente desde los tiempos más remotos de los que tenemos noticia hasta nuestros días, favorecida, entre otras razones, por la peculiaridad de las estructuras económicas y políticas de las aldeas paramesas.

No obstante, como quiera que la progresiva colonización del territorio debió de impulsar la deforestación de antiguas zonas boscosas y de monte bajo, los benedictinos se convencieron pronto de la necesidad de establecer ciertas reservas de arbolado y pastos en las inmediaciones de su monasterio.

El Fuero de 1085 recoge la prohibición de tomar leña del monte, así como los severos castigos por talar ya fuese un árbol o una rama:
“si in manu alicuius uel in domo inuenerint ramun de saltu, del quinque solidos; si ad radicem succiderit, capiant eum et aciat abbas quod uult de eo ”112.

Aunque la disconformidad de los burgueses no se hizo esperar–en ocasiones transgrediendo la citada prohibición 113–, tan extremada vigilancia de los recursos forestales permitió la delimitación y conservación de una serie de pagos de diferentes especies arbóreas que han llegado parcialmente hasta nuestros días como un legado genuino del paisaje cultural del monasterio, paisaje por él modelado y transmitido.

Para conseguirlo, además de la necesaria participación de los propietarios que sucedieron al monasterio tras su desamortización, ese interés y su marco normativo hubieron de acompañarse de un cuerpo de vigilancia, mantenimiento y explotación. En Sahagún los guardas del monte –citados ya por el primer cronista anónimo a principios del siglo XI– cumplieron esa función, así como alguna granja.

Más allá de su precisión topográfica, el plano pericial del litigio entre el monasterio y las localidades de Sahagún y Calzada del Coto por el monte de Valdelocajos, trazado en 1785, es una magnífica fuente para hacernos idea de los recursos forestales del paisaje facundino unas décadas antes de su desamortización, y ocho siglos después de constituirse la villa 114.

Al analizarlo, lo primero que llama la atención es la enorme superficie del "monte grande de San Benito" y su práctica desaparición en la actualidad. Estaba delimitado en sus lados mayores por los principales valles y arroyos - el del Coso al sur y el de Valdecalzada, al mediodía de Calzada al norte -, y, en los menores, por los cambios de cota.

Estos últimos - comprendida entre los 810 y los 830 metros- se correspondían con la presencia de otros arroyos- el de Tambrín, a Poniente- y diferentes suelos, aluviales y más productivos conforme bajan a la ribera del Cea.

De ese perímetro, que viene a cruzar diagonalmente la N-120, se conservan como vestigios los montes de Mahudes –al sur– y de Entremontes, a continuación del valle de Tambrín, que era su límite noroccidental antes de dar paso a las extensiones de Valdelocajos.

El resto, unas 700 Hectáreas de encinar, salpicado de robles, y de monte bajo, ha sucumbido a las parcelaciones y roturaciones realizadas desde el siglo XIX. La presencia del Monte Grande de San Benito en toda esta área suponía, además, la existencia de un entorno bien distinto del actual para las comunicaciones.

Bien fuese el Camino Francés que, desde Sahagún, circunvalaba Calzada del Coto para dirigirse a Bercianos del Real Camino, bien las vías que desde Calzada se dirigían a Calzadilla de los Hermanillos o a Gordaliza del Pino, el paso a través del monte era obligado.

Su espesura constituyó el fondo tópico del monasterio para los viajeros que llegaban desde oriente, y el telón que anunciaba su cercanía, para los que venían desde León.

Con este panorama, pues, tampoco es de extrañar que otros peligros acechasen al caminante, desde los malhechores a los lobos, como aquellos que el italiano Laffi encontró devorando el cadáver de un peregrino, no lejos de allí, entre Bercianos y el Burgo Ranero 115.

Hoy estas travesías –autovía, carreteras, ferrocarril, caminos agrícolas y de peregrinación– tienen un acompañamiento bien distinto, salvo en los tramos que han conservado los testigos antes citados. Dentro del conjunto arbolado que recoge el citado mapa de 1785, y complementando esta información con otro de 1786 que ilustra la ribera del Cea entre Sahagún y Trianos 116.

En estas fechas se pueden diferenciar una serie de áreas. En primer lugar, ocupando buena parte del término de Calzada y asfixiando las posibilidades agrícolas de sus vecinos, 117 se encontraba el aludido Monte Grande del monasterio, probable encinar, que se extendía en dirección sur hacia el valle del despoblado de Mahudes.

En el primero se representa una “casa del monte”, en las inmediaciones de Calzada y no lejos del camino; en el segundo, una pequeña construcción denominada como el antiguo poblado,” Mavdes”, escondida en el interior del monte y con una única senda de acceso.

Contaba con una superficie de pasto realmente considerable, de 1200 cuartos según los datos de su subasta en el siglo XIX, frente a los 822 que sumaban todos los del Común de Sahagún 118.

Su arbolado era de encina y servía principalmente como pastizal de la ganadería ovina durante el invierno.

Al noroeste del Monte Grande, hacia Calzadilla, el Valle de Tambrín daba paso a las espesuras de Entremontes y Valdelocajos, las cuales sobrevivieron a la desamortización y han llegado a nuestros días.

Al sureste, más allá de una zona adehesada y densamente entrecruzada de sendas y caminos, se encontraba el pago de Valdelaguna, al que luego nos referiremos.

Y, ya en la vega de Sahagún, una formidable alameda con su casa de guarda. Esta última plantación constituye un elemento característico de la ribera del Cea, y ha estado presente en el tramo facundino desde hace siglos –mitificada incluso por el ciclo carolingio francés- hasta hoy.

Algo más al norte de esta alameda, a la altura del segundo molino de la presa occidental del monasterio, se hallaba otro importante soto, del que solamente nos ha quedado el correspondiente topónimo.

Los expedientes de Desamortización describen todas estas propiedades, tal y como llegaron a las primeras décadas del siglo XIX. Registran así una alameda en el término de Sahagún; “poblada de árboles silvestres, como álamos, negrillos y chopos, cuya cabida será de 160 a 170 fanegas….. a la entrada de dicha alameda hay una casa con habitación alta y baja, para habitación del Guarda de ella 119.

También, en el mismo término, cinco casas de molino en la Presa que pasa por debajo del monasterio, la huerta contigua –de seis fanegas- y la del Hospital, el monte encinar denominado “Grande” – de una legua de largo por cuarto de ancho, con caseta para vivienda del guarda- y el encinar de Valdelocajos, de media legua de largo por algo menos de cuatro de ancho. A esto habría que sumar los terrenos de la dehesa de Mahudes y de la granja de Valdelaguna.

Mención especial merece este último pago, por tratarse de una granja del monasterio, esto es, una casa dependiente dedicada a la explotación y administración de recursos, agropecuarios, generalmente a cargo de algún lego o clérigo sercular.

Aunque el término estuvo poblado desde antiguo, e incluso se ha localizado yacimientos de época tardorromana, su asociación a la órbita facundina no está datada 120.

Fray Benito Guardiola expuso la posibilidad de que se tratase de una residencia de los señores de la referida villa de los Santos Justo y Pastor. También atribuyó la granja –no sabemos si su fundación o la construcción de un nuevo edificio- al abad Pedro de Medina (1434-48.-121.

Para estas fechas las dependencias domésticas y de servicio debían ser similares a las que llegaron al siglo XIX: casa con habitación alta y baja y su obligado oratorio, almacenes y construcciones auxiliares 122.

El plano de 1785 tan sólo conserva una esquina del dibujo de Valdelaguna, aunque suficiente, más allá del carácter convencional y simplificado de este tipo de imágenes arquitectónicas, para apreciar la presencia de un cuerpo principal con patio o corral, una espadaña en un extremo y un molino.

Este último recibía agua de un ramal de la presa derecha u occidental del monasterio de Sahagún, que, tras sutir el molino del hospital de Afuera, surcaba la alameda hasta Valdelaguna.

Por aquellos años del siglo XVIII la granja recibía el tratamiento de priorato y su gestión estaba en manos de un monje que tenía entre sus obligaciones suministrar al monasterio carne de vacuno y ovino, mantener la casa, viña, regueras y labranzas, así como sembrar el monte de Mahudes de bellota y cuidar sus carrascales y encinas 123.

La situación, además de resultar extraña por las restricciones que tenían entonces los mojes para saltarse la clausura del propio monasterio, acarreó no pocos conflictos cuando ese monje presuntamente abandonó la contribución y comenzó a comerciar con los caminantes 124.

La casa se rehízo a principios del siglo XIX, aunque pocas décadas después, a raíz de la Desamortización, acabó en poder del marqués de Montevirgen, quien adquirió además la dehesa de Mahudes y otras fincas del monasterio 125.

No obstante, a pesar de concluir ahí su relación con la abadía leonesa, su compra por un único propietario –de manos tan muertas como las de los monjes- permitió mantener su integridad y función dentro del paisaje cultural facundino, a diferencia del Monte Grande, que acabó parcelándose para su roturación.

V.- MÁS ALLÁ DEL COTO

Gracias a la mediación de Alfonso VI, la peculiar reforma cluniacense del monasterio de Sahagún hizo de éste un claro paralelo de la abadía borgoñona, pero independiente de ella y de toda otra jurisdicción civil y episcopal, tal y como establece Gregorio VII, quedando bajo la directa dependencia de Roma 126.

Sobre estas bases, Sahagún se convirtió en cabeza de una estructura monástica jerarquizada, que administró con total autoridad durante la Edad Media y, con algunas variaciones, a partir de su ingreso en la Congregación de Valladolid.

Enumerar ahora cada una de las entidades dependientes del monasterio hasta su desamortización resultaría, además de muy extenso, sesgado –por no haberse mantenido constante esa relación– y de relativo valor para nuestra exposición, centrada, más que en la historia de la institución, en la interpretación de sus consecuencias en el territorio.

Yepes realizó el esfuerzo de formar ese catálogo, aunque advirtiendo que lo presentaba a modo de muestra y confiando en que algún otro concluiría la lista 127.

Ése fue el archivero Romualdo Escalona, que en su libro octavo identificó ciento treinta y dos monasterios dependientes, en algún momento, del de Sahagún, sin contar los que la documentación describía como iglesias, pero que, en su opinión, alguna vez pudieron haber sido también cenobios 128.

De esta formidable nómina, valiosa en tanto que revela la escala y directrices de la expansión del monasterio, escogeremos aquí unos pocos ejemplos que puedan ser representativos de lo que supusieron las dependencias de Sahagún como instrumentos del control abacial sobre el territorio, y cuyas señales en el mismo son todavía perceptibles.

V.1. El coto de las Monjas

Un primer escalafón en la jerarquía de dependencia del abadengo estaba ocupado por las filiaciones, monasterios con una comunidad nutrida y estable cuyo superior solía recibir el tratamiento de abad y debía ser confirmado por el de Sahagún.

De éstos, el de benedictinas de San Pedro de las Dueñas, unos pocos kilómetros al sur de Sahagún y en la misma ribera del Cea, es, sin duda, el más antiguo, cercano e importante, además de uno de los pocos que ha llegado abierto a nuestros días.

Aunque sus orígenes pudieran ser más antiguos 129, su fundación se atribuyó al abad Diego I (1088-1109), de quien afirmaba su epitafio que [i]Monasterium Sancti Petri de Domnabus construxit, et moniales ibidem instituit ”
130.

De ser así, no se trataría del mismo monasterio de San Pedro que, en 1080, Alfonso VI y el abad Roberto donaron a la monja Urraca y sus religiosas, aunque es muy probable que, como éste, se rigiese por la norma cluniacense, en coherencia con el proceso que, paralelamente, se estaba llevando a cabo en la Casa madre: “ita uero sicut abetur Domnos Sanctos in consuetudinem Sancti Petri, ita abeatur Sancti Petri in consuetudinem Marcilinieco ” 131.

El patrón cluniacense se reproducía en tierras leonesas con una fidelidad que sólo sus propios monjes podían garantizar. El papel que se reservó a San Pedro de las Dueñas, a imitación del de Marcigny, fue el de marcar la referencia de las filiales femeninas, por su cercanía a la Casa madre y por acoger a damas de alta alcurnia o dueñas 132.

Con tal reclamo, el monasterio pronto adquirió prestigio y dádivas, aunque parte de éstas pasaron directamente a engrosar el patrimonio de Sahagún 133.

No obstante, al igual que su matriz masculina, San Pedro estableció su particular coto, con unos límites otorgados por Fernando II y conformados por sucesivos monarcas: “Cautamus inquam ipsum monasterium per tales terminos, uidelicet, per medianos,per Sanctum Iustum et per val de laguna et per villam lafu et per viam de cauto Sancti Facundi et per octarium de inter Sanctum Petrum et Gralial ” 134.

La extensión de esta área en torno a la ribera del Cea permitió al monasterio disponer de sus propios molinos en las presas que nacían a la altura de Valdelaguna, y que ha llevado a identificarlo con el topónimo de “San Pedro de los Molinos” 135.

En el siglo XIV se documentan el de Cuadrones y el de la Torre, los cuales, dos siglos después, se veían afectados por el intento de construcción de un pisón, aguas arriba, por un vecino de Sahagún 136.

Por su parte, los vecinos se beneficiaron de los privilegios concedidos por los monarcas y sus señores, como la dispensa de entregar yantar al abad u otro señor, o la exención de fonsado y fonsadera –en tiempos de Alfonso VII–, que mejoraba incluso las ventajas del coto facundino 137.

Recibieron asimismo en 1162 otras con-cesiones y fueros del abad don Gutierre de Sahagún. Se trataba en aquella ocasión de diversas contraprestaciones y garantías que mejoraban la vida de los moradores, aunque también reforzaban la autoridad de sus señores, la cual no siempre acataron de buen grado.

En representación de ese poder, acompañando al abad, se encontraba, además de la abadesa y la priora, don Diego, “prior Sancti Petri” 138.

Esta figura del prior representaba la autoridad del abad de Sahagún sobre la comunidad de monjas, pues era el abad quien regulaba la designación de la abadesa y los oficios de priora y sacristana, así como otros aspectos de su vida y hacienda. Como tal, aparece de forma constante en la documentación, incluso nombrando en 1254 cillero de San Pedro al “frayre” Bartolomé de Frechilla, quizás como prerrogativa de su oficio 139.

Las religiosas, aunque pretendieron en varias ocasiones liberarse de esa dependencia, no lo lograron 140, y cuando, en 1494, Sahagún se incorporó a la Congregación de Valladolid, San Pedro lo hizo con él.

A partir de entonces, los capítulos generales intentaron regular el régimen del monasterio y su tutela, aunque, de nuevo, Sahagún supo imponerse al general vallisoletano, siendo reconocido, entre otras cuestiones, como el único habilitado para ratificar la elección de abadesa 141.

Desde este momento, y hasta la desaparición del monasterio de Sahagún, la filial femenina contó con la tutela de dos monjes: el vicario –encargado de la administración interna y de los bienes– y el cura, confesor de las monjas y encargado de la parroquia local.

En el contexto del paisaje facundino, el monasterio de San Pedro de las Dueñas representa un papel peculiar, dada su importancia –especialmente como filial femenina de referencia– y asentamiento: muy cercano a la Casa madre –controlando el mediodía del coto, tramo bajo del rio y su acceso paralelo– y en el seno de una pequeña localidad a la que atendió también como parroquia.

Su íntima relación con el de Sahagún puede comprobarse a través de la filiación artística de su iglesia con otras de la órbita facundina, principalmente construidas en ladrillo, como las de San Tirso de Sahagún, Santos Gervasio y Protasio de Santervás o San Félix de Sahelices del Rio 142.

Esta última, también en la ribera del Cea, quizás formase parte del antiguo monasterio de San Félix, dependiente de Sahagún y regido por monjes hasta mediados del siglo XVI 143.

La de San Pedro, por su parte, compartimentó su espacio separando la nave y capilla septentrionales para dedicarlas al servicio religioso de los vecinos, solución que muestra a las claras esa secular tutela de las benedictinas y su convivencia con la feligresía.

V.2. Los prioratos: Santervás y Villarramiel

Además de filiales, Sahagún contó con otras casas dependientes, los prioratos, integradas por un número más reducido de monjes y un prior a la cabeza. Su dependencia directa de la abadía, y los importantes intereses que representaban para ésta, tendieron a convertirles en vigilantes administradores de un entorno que intentaron controlar.

Los resultados de su influencia, no obstante, fueron dispares, lo que evidencia la contingencia de su estrategia según el tipo de contexto. Uno de los prioratos facundinos más significativos, por su cercanía a la abadía y su repercusión en el territorio, fue el de Santervás de Campos.

Aunque la iglesia de los Santos Gervasio y Protasio aparece citada como monasterio con anterioridad, fue en 1130 cuando la infanta doña Sancha la donó a Sahagún. Lo hizo movida por la fama y fervor popular que había adquirido, tras la llegada a la misma de un soldado llamado Martino, y con la doble condición para la abadía de tomarla a la muerte de la propia infanta y nombrar en adelante un superior para su gobierno 144.

Hasta entonces, parece que fue ese tal Martino quien regentó la iglesia, pues el citado año figura como prior “don Martin” y, casi 28 después, confirma tras el abad facundino un “Dompno Martino recluso in Sancto Geruasio " 145.

La situación del priorato en esos primeros años pudiera haber escapado al control de los benedictinos de Sahagún, o al menos su constitución no está tan clara como la de otros: San Bartolomé de Medina del Campo, por ejemplo, es donado en 1192 “ut ab hac die in antea, abbas Sancti Facundi talem et tantam potestatem habeat super iam dictam ecclesiam Sancti Bartholomei, qualem et quantam habet in ipso monasterio Sancti Facundi et in suis prioratibus”; entre las condiciones se establece que “sint ibi VI ex monachi,cum suo priore; prior, autem, instituatur et destituatur ab abbate Sancti Facundi pro uoluntate sua ” 146.

En Santervás, desde el último tercio de siglo se documentan ya otros priores y, a finales, uno de ellos actúa “cum consilio et uoluntate abbatis et conuentus Sancti Facundi” 147.

Fernández Martín, no obstante, apunta la posibilidad de que, a principios de la centuria siguiente, no hubiese comunidad ni vida religiosa, dado que Jimena Ossóriz –dueña entonces del priorato– manda el establecimiento en él de cuatro monjes facundinos, uno de ellos con el cargo de prior 148.

A este respecto, aunque la abadía mantuvo la jurisdicción ordinaria sobre la iglesia y la villa, Escalona informa de su entrega temporal como encomienda en el siglo XIII, así como de su sustracción, también transitoria, en el XIV 149.

Como señor del lugar, el abad prohibió, en 1334 –según el mismo cronista, con el beneplácito de los vecinos, aunque no se haya conservado la escritura–, que ningún habitante de Santervás casase con persona hidalga ni exenta o vendiese bienes raíces a quien lo fuere
150; aunque la norma parece olvidarse desde el siglo XVI, cuando comienzan a aparecer pleitos de hidalguía entre los vecinos.

Pero además el control abacial sobre los vecinos estaba asegurado por la propiedad que ostentaba de buena parte del terrazgo. El de Santervás era uno de los prioratos que más ingresos reportaban al monasterio, que en 1567, según García Martín, poseía unas 564 has., muy fragmentadas y arrendadas a corto plazo 151.

Este patrimonio se vio incluso incrementado en los siglos siguientes, de modo que en el XVIII había alcanzado ya las 700 has., que suponían el 25% de la superficie del actual municipio y convertían a los benedictinos en los mayores hacendados del mismo.

Sus cultivos combinaban entonces cereal y vid, a los que se sumaba una variada ganadería con presencia de vacuno, que pastaba en praderas y rastrojeras, poco frecuentes en Campos, debido a las peculiaridades de su territorio y la roturación, casi total, de su superficie.

Durante la Edad Moderna, la Congregación de Valladolid no consiguió erradicar los prioratos, ya que los monasterios entendían que sólo la presencia de monjes podía garantizar la conservación de su patrimonio, aunque se estrecharon las normas a las que debían someterse. Así, las constituciones de 1575, además de obligar al seguimiento de la estricta vida monástica, mandaban que “estén cerradas e cercadas las casas e tengan señalado término de la clausura asta donde pueden salir los monjes, e a la puerta principal aya campanilla e portero” 152.

En Santervás, es probable que las primeras dependencias del priorato se ubicasen al mediodía de la iglesia, con alguna comunicación directa con ella a través de una puerta abierta en el transepto.

No obstante, el recinto quedó finalmente limitado a la manzana occidental del cerro de la iglesia –conocido todavía hoy como “el Priorato”–, donde apenas quedan restos de paredones de tapial y antiguos espacios de lagares.

Asimismo, creemos que también formaría parte de este conjunto, a manera de casa del priorato, la casona situada en la cuesta trasera, y que domina con su imponente fachada tanto las dependencias priorales como la iglesia.

Se trata de un magnífico edificio de ladrillo de los siglos XVII-XVIII con cruces de fábrica en el apilastrado de la portada, motivo que se repite en rejería y puertas antiguas. Las variaciones operadas en su distribución el último siglo y medio nos impiden conocer con exactitud la original, aunque sus características –sumadas a las dependencias del “Priorato”– se mantienen coherentes con sus hipotéticas funciones.

En tiempos de Escalona estaba habitada por dos monjes, uno que atendía el culto parroquial y otro–prior– encargado de la administración de diezmos y rentas, así como del numeroso patrimonio inmobiliario que refiere el Catastro de Ensenada, entre el que se cuentan un molino, casas, paneras, lagares y bodegas 153.

Tras la Desamortización, la casa sería vendida, pero las dependencias inmediatas a la iglesia no sobrevivieron. Madoz afirma que el priorato quedó reducido a cenizas la noche del 19 al 20 de noviembre de 1844, fecha que, por su cercanía a las de sus subastas, permite pensar en otras causas además de un accidente 154.

Con todo, es la iglesia la propiedad más destacada y valiosa de este priorato. Su ubicación parece coincidir con la de la primitiva, aquella que el abad Bernardo recibió de doña Sancha y que dominaba la carrera zamorana y el Valderaduey: “erat parrochia quedam in honore sanctorum martirum Geruasii et Protasii dedicata, se-cus umen Aratoy, prope uiam publicam quam uocitant Zemoranam, habens Uillam Citi subiacentem sibi ” 155.

Sería a partir de esa donación, posiblemente en la segunda mitad del siglo XII, cuando se levantó la parte más antigua de la imponente fábrica que sigue dominando hoy el caserío. Su construcción, como la de tantos otros templos dependientes de Sahagún, está firmada por la característica albañilería facundina, que se despliega aquí a partir de un soberbio ábside pétreo coronado por unos remates escultóricos inspirados –como hiciese notar Valdés– en los de la abadía leonesa 156.

En el lado meridional del transepto se aprecia la existencia de una antigua puerta. Quizás comunicase en origen con las dependencias priorales, trasladadas posteriormente a la citada casa prioral, a poniente de la iglesia.

Muy diferente fue la fortuna del priorato facundino en Villarramiel. En Esta villa, como advierte uno de sus Historiadores, no se siguieron "los caminos trillados de otros pueblos de la región. No es un pueblo que vegeta a la sombra de una gran familia señorial ". Tampoco de una abadía.

Ciertamente, los dos rasgos fundamentales que determinan su historia son la behetría y su carácter burgués, más volcado hacia el comercio y la industria que hacia el campo 157, y que ciertamente vienen a demostrar los Privilegios concedidos a su industria por los Reyes Católicos, así como la pujanza de su burguesía, que incluso se hace con rentas y juros perpetuos sobre las alcabalas de la villa, procedentes de los dineros prestados por sus miembros a los mismos Reyes Católicos 158.

En cuanto a la behetría, aun dejando un lado los múltiples efectos de su manipulación ideológica en épocas diversas, no cabe duda de que constituyó un factor esencial en el desarrollo de la sociedad villarramielense. La villa parece haber surgido en torno al monasterio de San Tirso, formando un pequeño recinto todavía reconocible en sus contornos, demarcados por la cerca, hoy desaparecida. Fuera de este espacio se fundaron los nuevos monasterios de Santa María, a finales del Siglo XI, y San Salvador, en las postrimerías del siguiente, dando origen a nuevos barrios y arrabales 159.

Aunque en 1210 solamente se cita el merino real, junto al Concilium Sancti Salvatoris 160, ya mediado el siglo, y al igual que otras localidades de la región, Villarramiel aparece repartida entre los diversos señores que habían ido haciéndose con bienes y derechos en ella a lo largo de dos centurias anteriores, cada cual con su correspondiente merino: los monasterios de Sahagún, Benevívere y San zoilo de Carrión; el mayordomo de Fernando III, algunos Sandoval y Sarmiento ... Sin embargo, pronto se extingue este reparto, como muestra el célebre Becerro de las Behetrías , donde Villarramiel carece ya de naturales y está encomendada al poderoso Juan Alfonso de Alburquerque, pasando rras él a la Corona 161.

La pertenencia al realengo y el mantenimiento de la behetría, que garantizaba a partir de la interpretación del privilegio dado por Juan II en 1454 es tal sentido, la igualdad jurídica y fiscal de sus vecinos, definieron, sin duda, un marco legal que permitió el desarrollo concejil. A ello contribuyeron también el patronato vecinal sobre la parroquia mayor, la provisión de los cargos jurisdiccionales, y las dos escribanías concedidas a la villa de Campos por los Reyes Católicos, en 1504/ 162.

Con ello, un abundante patrimonio comunal -1.338 obradas de tierra-, insólito en estas latitudes, que se atribuía a una antiquísima donación de cierta doña María Álvarez, a cambio de mantener una memoria perpetua por su alma, y que acaso respondiese a una iniciativa similar a la del conde Martín Flainiz, cuando dona un solar al concejo de
Terradillos, en 1102, para que levante en el una iglesia que sea de su patronato 163.

Sin duda, la identidad local se vio reforzada durante los largos y costosos pleitos sostenidos contra la Corona, cuando Felipe II se apoderó de estos bienes para venderlos en pública subasta, aunque finalmente fueron recuperados, reinando ya Felipe III. También, frente a la cesión que el Rey Prudente hizo de la villa, en 1592, a favor de don Duarte de Braganza, flamante marqués de Frechilla y señor de Villarramiel.

Señorío que, no obstante, la tenacidad concejil limitó de continuo, equiparando su autoridad a la propia y haciendo reconocer sus privilegios y cargos, patronatos y escribanías, pues, como lamentaban los representantes señoriales, era su gente “rica y de muchos tratos (...) una República (...) de quien no se puede esperar correspondencia en orden a perder una mínima parte de su antigua jurisdicción”. Enla segunda mitad del XVIII, la villa figura usualmente como realenga
164.

Todos estos aspectos explican que el acervo patrimonial villarramielense haya dependido fundamentalmente de la buena marcha de su propia economía, debiéndole poco a elementos ajenos a ella.

No encontraremos aquí, por tanto, castillos ni palacios señoriales, casonas blasonadas, colegiatas ni monasterios; en vez de ello, Villarramiel fue acumulando lo que a lo largo del tiempo creaba la acción de sus vecinos más destacados: canónigos, obispos, industriales, comerciantes, políticos…:instalaciones hospitalarias, bien gremiales-concejiles (San Bartolomé), bien debidas a acomodados promotores (San Blas); almacenes y curtidurías, ermitas, fuentes, plazas, escuelas, casinos, residencias burguesas y comercios…Sin embargo, el elemento más elocuente en este sentido es, quizás, la iglesia de San Miguel, principal de la villa.

Edificada sobre otra anterior, acaso de finales del XIV, la nueva parroquia se terminó en torno a 1610, dirigida por Diego de Praves, y por lo que sabemos de ella, fue obra de grandes y magníficas dimensiones, muy adecuada al espíritu de la villa y “a tono con su población e importancia” 165.

Venía, de algún modo, a condirmar la supremacía local frente a los dos prioratos presentes de antiguo en la villa: San Salvador, dependiente de Benevívere, y Santa María, de Sahagún. Con ambos y sus feligresías, las relaciones habían sido tradicionalmente difíciles. San Salvador fue donado a Benevívere por Pedro Gutiérrez y María Boso hacia 1183, constituyendo un priorato de canónigos regulares dotado con diversos bienes en las inmediaciones de Villarramiel y el despoblado de
Lagunilla.

Las diferencias entre el priorato y el concejo de la villa y su clero parroquial llegaron a agriarse de tal modo que, en 1478, los canónigos deciden abandonarlo, siendo anexionado a San Miguel, y terminando por arruinarse hacia 1796.-166.

En cuanto a Santa María, estamos ante otra de las tantas iglesias-monasterios altomedievales fundadas por familias relevantes de la localidad correspondiente; en este caso, la del presbítero Ariulfo, que consagra la suya en 1093, donándola luego a Sahagún.

El pequeño cenobio villarramielense fue acrecentando su patrimonio con adquisiciones diversas, hasta convertirse en un modesto priorato cuya expansión se vio limitada de continuo por la presión concejil.

Debido a ella, el priorato acabó reduciéndose en el siglo XIV a una mera parroquia, patronato del abad facundino, aunque los conflictos continuaron hasta lograrse el acuerdo en 1341, por el que el obispo de Palencia obtenía el derecho de nombramiento del párroco y el abad el de presentación, además de la tercera parte de los diezmos.

No acabaron ahí, sin embargo, las disputas, que obligaron a un intricado pleito, en 1556, resuelto mediante un acuerdo entre las partes. Éste consistió, fundamentalmente, en la fusión entre Santa María y San Miguel, constituyendo una sola parroquia, y en que el cura de la primera fuese también hijo patrimonial de Villarramiel y participase, con los demás clérigos de villa, de los diezmos, bien que respetando su presentación por parte del abad de Sahagún al obispo de Palencia, para que recibiera de él la colación167.

Tan largo proceso explica, al menos en parte, la magnificencia de la parroquia de San Miguel frente a la sencillez de la obra
mudéjar de Santa María, de claras reminiscencias facundinas, que terminaría cerrándose al culto un par de siglos más tarde y quedando a punto de ruina, hasta que los nuevos aires decimonónicos procuren su
restauración.

Por lo que hace a San Miguel, su extraño aspecto actual, con el magnífico pórtico de sillería desproporcionado en relación a la rebajada nave y la solitaria torre, es dolorosa herencia de la terrible catástrofe que, en 1776, padeció la comunidad, cuando el catedralicio campanario primitivo se derrumbó sobre el monumental templo, como si de un castigo a la soberbia prosperidad de su burguesía se tratase, poniendo trágico fin a la vida de más de un centenar de personas, y provocando el temor a las torres por toda Castilla, como refiere Ponz 168.

VI. Los Ángeles COMPETENCIA DE OTRAS ORDENES

Si bien la presencia del monasterio benedictino resulta imprescindible para entender el desarrollo histórico de Sahagún y su paisaje cultural, éste no fue el mero resultado de la aplicación de la estrategia de sus monjes sobre el territorio físico. Existieron otros figurantes que condicionaron el proceso, tanto en las inmediaciones del coto como en su interior, haciéndolo aún más complejo.

Esta complejidad, derivada, en buena medida, de las relaciones e influencias entre diversas órdenes religiosas, entre clero secular y regular, entre prerrogativas regias y señoriales, entre el señorío abacial y las emergentes burguesía y nobleza locales.

Todo ello dio como fruto uno de los elementos cualitativamente más relevantes y representativos del patrimonio y la identidad del entorno facundino; la iglesia de la Peregrina.

VI. 1 . La aparición de los medicantes

La más temprana noticia conocida acerca del asentamiento franciscano en la villa de Cea está fechada en julio de 1257, y, por medio de ella, el Papa Alejandro IV confirma al guardián y frailes menores de Sahagún el lugar que, a instancias de Alfonso X, les había donado el abad de San Benito de Sahagún 169. Aunque es posible que la donatio se extraviase, lo cierto es que no hay constancia de que se recogiera en documento alguno, y es significativa la noticia de que, ese mismo año, Alejandro IV encarga a los obispos de Zamora y León amparar a los franciscanos en la posesión del citado lugar, existiese o no escritura que avalara su derecho ante el abad 170.

No parece que el asentamiento de los frailes tuviera mucho que ver con la iniciativa del abad, nada predispuesto al mismo, y sí con la insistencia regia y pontificia y, a no dudar, con el apoyo de las gentes de Sahagún, que debieron de simpatizar rápidamente con la naciente orden, tan vinculada desde sus inicios con el mundo urbano.

Así, tenemos noticia de generosas donaciones de los facundinos en favor de ellos desde 1257, y la constitución de una cofradía local de San Francisco en 1260.-171, todo lo cual fue visto como una seria amenaza por el abad, al que el propio Alejandro IV hubo de ordenarle devolver a los frailes las posesiones donadas ad luminaria et fabricam ecclesie sue pie a christifdelibus, y no molestar a los que visitaban su templo o solicitaban ser enterrados en él.

Estas tácticas llevaron a la general excomunión de los franciscanos por el abad, que el Papa ordena anular al mes siguiente, y nuevas amonestaciones contra aquél por haber molestado y excomulgado a los bienhechores del convento 172.

Ante la evidente hostilidad de la abadía, la intervención papal, en 1259, será decisiva para el asentamiento de los descalzos en Sahagún, confirmándoles la posesión de su solar, autorizando al prelado burgalés para persuadir al abad de Sahagún, pudiéndole incluso excomulgar; y enviándole al de León una piedra bendecida por él mismo para que inaugurase la construcción de la iglesia conventual; hecho, sin duda, insólito, como remarca el P. Calderón en el siglo XVII, citando a Gil González Dávila173.

La ceremonia de la colocación de esta primera piedra no tendría lugar, empero, hasta el 30 de mayo de 1260, al mes de que la actitud del abad diera un giro completo y donase formalmente y por escrito a los frailes el solar de su iglesia 174.

Aunque se ha interpretado este cambio de actitud del abad como fruto de su entrevista con el Papa en Anagni, lo cierto es que, poco después, el Papa debía ordenar nuevas amonestaciones contra el abad por impedir a los cofrades de San Francisco la asistencia a la iglesia de los frailes, o declarar nulas las censuras lanzadas por dicho abad contra el guardián y los frailes menores 175.

El proceso que acabamos de referir guarda paralelismos con los vividos por otros centros benedictinos coetáneos. En el cluniacense de Charlieu, que, como Sahagún, vio crecer una pujante villa a su sombra –documentada ya a finales del siglo X, con Fuero de 1207 y revueltas burguesas en 1240-1250–, el intento de fundación de un convento franciscano tampoco estuvo exento de complicaciones.

Allí, aunque los cordeliers contaban con un permiso papal desde 1254-1259, la enconada negativa de los benedictinos retrasó su instalación hasta 1280, y en la recóndita parroquia de Saint-Nizier-sous-Charlieu, alejada del meollo urbano que tanto interesaba a los mendicantes.

En Sahagún el pulso se dirimió algunos años antes, aunque la oposición de los señores de la villa también determinó la ubicación del convento extramuros, sobre un alto que, no obstante, lo convertiría en singular referente del paisaje suburbano facundino.

El solar que recibieron los frailes se sitúa en un promontorio notablemente elevado en relación a la villa, hecho que nos parece digno de reseñar por diversas razones. Por un lado, hay que contar con la relevancia del emplazamiento, que quedaba en situación prominente respecto de la propia abadía.

Mas, por otro, junto a estas ventajas, ha de contarse también su desconexión y apartamiento de la población y las vías de comunicación, entre ellas, el Camino de Santiago, que, desde el puente sobre el Valderaduey, se adentraba en la villa para discurrir por la actual calle de Antonio Nicolás –antigua de la Rúa o “calle que discurrit de ecclesia beati Iacobi ad Pontem Petrineum ” 176
– para buscar el Puente Canto, dejando a su derecha el monasterio benedictino 177.

A este respecto, conviene señalar que el urbanismo de la villa de Sahagún estuvo determinado desde un principio por la topografía.

Los promontorios de su solar se aprovecharon para organizar las distintas collaciones, creando corrales o corrillos a partir de las parroquias, y sus límites estuvieron condicionados por el río Cea y las cárcavas que constriñen su perímetro al norte y al sur.

Con tales referencias, la villa se cercó en fechas muy tempranas, a partir de 1110, cuando –según el anónimo– los burgueses solicitaron al abad don Diego que “pluguiese exguarneçer e fortaleçer su villa con cavas e çerca e puertas bien firmes, con torres e sobrepuertas de madera” 178.

Con esas características se debieron fabricar, de modo que a finales de ese año “era ya la dicha villa de Sant Fagum mucho guarnida de torres e mui firme de torres e puertas” 179.Cercas y puertas serían rehechas y renovadas en los siglos siguientes.

El Fuero de 1255 ya recogía algunas cláusulas sobre su mantenimiento
180, aunque su deterioro obligó a intervenciones posteriores, como en tiempos de Pedro I, que concedió un aumento de las alcabalas para este fin 181, y Juan I, cuando se establecieron unas ordenanzas para la construcción de nuevas torres 182.

Pudo ser en esas fechas cuando se levantó la puerta oriental que todavía alcanzó a ver Quadrado, con sendos arcos ojivales, doblados, y unas torres desmoronadas que la flanqueaban 183.

Diversos autores han ofrecido sus hipótesis sobre la zonificación del urbanismo facundino y la disposición de sus puertas y portillos, abiertos en los vértices y lados mayores del triángulo que dibuja la villa 184.

Aunque la denominación de estos accesos varió con el paso del tiempo, a través de ellos, y de su conexión con las vías de comunicación, pueden inferirse los principales recorridos de la villa.

En el caso de San Francisco, éste debía verificarse a partir de una puerta meridional, que ha dejado su memoria en la calle Arco de San Francisco y –a pesar de sus errores de representación– también en el plano de 1786.-185.

Su ubicación y comunicaciones, pues, sumadas a la aspereza del paraje y su exposición a las inclemencias del tiempo, sobre todo durante los rigurosos inviernos de la región, no eran las idóneas, a pesar de sus privilegiadas vistas.

Es más, ni siquiera se ajustaba a la normativa que Alfonso X definía en sus Partidas, especificando “en qué logares deuen fazer las eglesias”, de modo que se “deuen catar que la non fagan en logar alto, nin fuerte, porque se podiesse perder la villa por ella, o que fiziessen bastida della para guerrear la villa o el alcaçar” 186.

Del conjunto conventual sólo nos ha llegado su iglesia, que sobrevivió a la desamortización gracias a su función como santuario de la imagen de la Virgen Peregrina –tallada por la escultora Luisa Roldán a mediados del siglo XVII–, advocación por la que ha terminado conociéndose.

El templo, de una sola nave, responde a las características funcionales franciscanas y fue construido en varias fases siguiendo la tradición de la albañilería mudéjar, aunque con el excepcional mérito de haberse resuelto en un conjunto armónico y coherente en su unidad de estilo 187.

Por el lado del Evangelio, y a lo largo de cuatro siglos, fueron abriéndose algunas capillas laterales, como la ocupada por el comisario Juan de Castro y Sandoval, fallecido en 1642, que seguramente venía a relevar un servicio funerario anterior, quizás de los Gómez de Sandoval; la ubicada entre la capilla mayor y el brazo meridional del crucero, obra magnífica del siglo XV; o la propia capilla mayor, donde recibieron sepultura la mujer e hija de Rodrigo de Cisneros en el XIV, siendo luego patronato de los Vozmediano 188.

Esta cuestión de las dotaciones funerarias fue tan valiosa para los frailes como molesta para sus vecinos benitos, que veían escapar ante sus ojos unas oportunidades de ingresos e influencia que hasta entonces, en Sahagún, habían acaparado en su totalidad.

San Francisco se convirtió, por la modernidad de su Orden y el papel de contrapunto que, en la comarca, representaban ante los históricos señores de la villa, en una atractiva alternativa de patronazgo religioso para las clases más acomodadas de la zona, y eso les granjeó la inmediata antipatía de los benedictinos, antipatía arrastrada, no obstante, desde su turbulento asentamiento en el coto.

Estas inquinas generaron frecuentes denuncias motivadas por la fuga de mandas y limosnas de las parroquias de la villa hacia el convento
189, así como la alianza de éste con el dominico de Santa María la Real de Trianos, que, en 1689, se puso del lado de los menores ante el severo castigo que el abad de Sahagún les había impuesto por incumplir ciertas mandas testamentarias 190.

En este sentido, resulta elocuente la pintura que decora el ábside de la iglesia conventual, que representa el célebre abrazo entre San Francisco y Santo Domingo, quizás realizada tras la concordia alcanzada sobre un polémico sermón de los predicadores 191.

El fin de San Francisco comenzó a presagiarse con la Guerra de la Independencia, al ser ocupado por las tropas napoleónicas en 1809 y hacer buena la referida advertencia de las Partidas sobre el peligro que las iglesias construidas en alto tenían, porque se pudiese hacer “bastida della para guerrear la villa o el alcaçar”. La guerra dañó gravemente el convento y, aunque en 1814-1815 se decidió su restauración, financiada en buena medida a través de una activa campaña de recaudación por la comarca, la inminente desamortización de Mendizábal acabó con la exclaustración de los frailes y la venta de sus dependencias. De ésta sólo se salvó la iglesia, gracias a las gestiones del Ayuntamiento 192, fundándose, en 1861, una hermandad encargada de su mantenimiento, ya con carácter de santuario dedicado a la Peregrina. Tras largas décadas con las mínimas intervenciones de conservación, hoy se ultima la restauración que permitirá al edificio albergar nuevos usos.

VI.2. Trianos y el control del agua

Aguas arriba del Cea, a unos seis kilómetros de Sahagún y en su misma margen, se encuentran los restos del antiguo monasterio de Santa María de Trianos. Sus orígenes son inciertos. Olavide fechó su fundación en el último tercio del siglo XII, como resultado del patronazgo de Tello Pérez de Meneses, “tenens turres Ceiae ”, y su esposa Gontrodo García193, pero su existencia pudiera ser anterior.

Más allá de las hipótesis sobre su etimología –con raíz en el antropónimo Atrianus , en opinión de Carrera de la Red– y de ciertas características de su asentamiento –que no permiten descartar la presencia de una villa tardorromana–, su cartulario se inicia en 1111 y el topónimo se documenta ya en 1126, e incluso en la controvertida dotación del coto de Sahagún194.

Al menos desde finales del siglo XII, es posible que merced a la citada dotación o refundación, acogiera una comunidad de canónigos regulares de San Agustín, que se mantuvo hasta el siglo XVI, cuando pasó a manos de la Orden de Predicadores. En esa primera fase, coincidente con la de mayor apogeo del vecino monasterio de Sahagún, jugó un papel importante en tanto que centro monástico independiente más cercano del facundino.

Independencia de que gozaba no sólo respecto de la abadía benedictina, sino también de la jurisdicción diocesana, según privilegio otorgado en 1194 por Celestino III, a petición del rey y Tello Pérez, y confirmado por sucesivos pontífices 195.

Por supuesto, su presencia nunca hizo peligrar la hegemonía del monasterio de Sahagún, aunque sí supuso la molesta injerencia de un elemento extraño en su ámbito de control más inmediato, actuando, más que como competidor, a manera de “Estado tapón”, que obstruía su libre expansión en ese espacio.

En efecto, las donaciones y compras de Trianos tuvieron una especial predilección por la ribera del Cea, tanto en su propio territorio (Villamol de Cea) como en latitudes más meridionales (Melgar de Arriba).

Si a esto sumamos sus posesiones a la vera del mismo Camino de Santiago, como el hospital de San Nicolás del Real Camino –recibido en la temprana fecha de 1195.-196– o en el Páramo oriental (iglesia de San Salvador de Gordaliza del Pino), podemos concluir que este modesto monasterio multiplicó sus bases en torno al coto facundino.

No se trataba, ni mucho menos, de un sitio al gigante benedictino, pues estas adquisiciones tenían para Trianos más un sentido de subsistencia que de competencia; pero, como cabía esperar, los roces y conflictos entre ambos se hicieron inevitables.

Los recelos de Sahagún se constatan documentalmente desde finales del siglo XII, coincidiendo con las dotaciones recibidas por Trianos en esos años. Parece que sus monjes no debían sentirse cómodos con el protagonismo que estaban cobrando sus vecinos: ni con la expansión de su patrimonio en la comarca –especialmente si las propiedades se inscribían en su coto–, ni con su consolidación como receptores de donaciones seglares, monopolizadas hasta entonces por ellos.

Con el fin de tener esta tendencia, en 1188 Sahagún limitó el número de viñas que los agustinos podían poseer en su territorio a un máximo de dos, instando igualmente a los futuros benefactores de Trianos a optar por la venta en lugar de la donación 197.

En 1195, monjes y canónigos vuelven a suscribir una concordia en similares términos, con la novedad de impedir que los segundos sacasen ningún difunto de la villa o coto 198.

Esta aparente reconciliación parece esconder ciertas tensiones, perceptibles quizás en la donación que Tello Pérez –benefactor de Trianos– hizo ese mismo año a los de Sahagún en Villanueva de San Mancio, posible compensación revestida de obra pía 199.

Es más, en 1202 Sahagún consiguió de Alfonso VIII la cesión de todos sus derechos sobre Trianos: “et omnia iura que ad me pertinent in Trianensi ecclesia et in omnibus hereditatibus et pertinenciis suis dono et concedo ecclesie Sancti Facundi,iure hereditario, in perpetuum habenda et posssidenda ” 200.

La maniobra, que podría haber variado radicalmente el devenir del monasterio trianense, fue, no obstante, abortada meses después.

Royer de Cardinal advierte la ausencia del obispo de León en la nómina de los prelados que confirmaron la donación 201 y, habida cuenta de sus prejuicios hacia la abadía de Sahagún, parece probable que los agustinos contasen con su ayuda a la hora de reclamar a Inocencio III la restauración de su estatus.

Éste no tardó en advertir al monarca el agravio recibido por los canónigos, recomendándole respetar en lo sucesivo la seguridad y libertad de su comunidad frente a las pretensiones facundinas 202.

La influencia de Trianos fue especialmente notable sobre el río Cea y el sistema de regadíos local, contribuyendo decisivamente a la formación de un sistema hidráulico aún visible en la actualidad. A finales del siglo XII, con el impulso de su dotación por Tello Pérez, Trianos se hizo con la propiedad de diversos molinos en el Cea, principalmente en su propio territorio y en el de Melgar de Arriba 203.

Podemos presumir que algunos de ellos ya existían, pero otros fueron construidos por el monasterio, como aquellos del ejido de Melgar que el rey les concedió en 1190.-204.

O, en el mismo término, los que al año siguiente se disponían a levantar entre los de Peñalba y Penilla, proyecto al que contribuyeron rey y concejo; el primero, autorizando la ocupación de la vía pública para hacer calces y acueductos 205; el segundo, permitiendo la fabricación de los calces y paredes necesarios, “et si por uentura atrauersardes carrera que fagades… ponte sobre l’agua por o passen los omnes” 206.

La intensa actividad desarrollada en estos años por los canónigos les avala como expertos constructores y consolidó una infraestructura hidráulica que terminaría siendo fuente recurrente de disputa, especialmente, a juzgar por la documentación, en su propio solar y a partir del siglo XIV.-207.

Desde entonces y hasta el mismo siglo XIX, el aprovechamiento de las presas que se bifurcaban a partir del río fueron objeto de tensión con las poblaciones más cercanas, como el concejo de Cea –opuesto a la toma de agua desde su territorio– o la aldea de Villamol, poco resignada a supeditarse a los privilegios monacales 208.

Precisamente, gracias a los planos periciales realizados en su transcurso de estos litigios, tenemos una visión bastante fidedigna del sistema de aguada existente desde el siglo XVIII en la zona norte de Sahagún.

De los que nos han llegado destacan dos. El primero, anteriormente citado, está fechado en 1786 y es una magnífica visión panorámica de las acequias que surtían los molinos de Sahagún, entre su alameda y Trianos 209.

El segundo, de 1795, representa la continuidad septentrional del río, desde Trianos hasta Cea 210.

Como conjunto nos descubren una red realmente densa de canalizaciones –aun considerando la simplificación de los tramos sin interés para estas pruebas– trazada con dos fines principales –molienda y riego– que generaron, respectivamente, bifurcaciones paralelas y apéndices perpendiculares.

Trianos comenzaba a aprovechar las aguas del Cea a la altura del término de “Las Hijeras”, entre Cea y Villamol. Allí nacía la presa que, paralela al curso del río, bajaba por las inmediaciones del convento para mover sus dos molinos –uno de ellos todavía en pie– y terminar desembocando, a la altura de Villapeceñil, en la presa de Sahagún.

Se trataba, pues, del cauce que bordeaba y bordea el perímetro occidental del monasterio de Sahagún, el mismo cuyas aguas alimentaban los molinos izados sobre ellas y las dependencias de su monasterio. Sin embargo, la de Trianos era tan sólo un afluente de la de Sahagún, que nacía directamente del río un kilómetro arriba.

No podía ser de otro modo; el compartir un único cauce hubiera supuesto la dependencia de Sahagún con respecto a Trianos, algo impensable, además de poco probable, si consideramos más antigua la infraestructura facundina 211.

En efecto, esta presa de Sahagún –la oriental– es sin duda la más antigua de su entorno, anterior a la villa y creada por los monjes benedictinos para cubrir sus necesidades manteniendo el río a una prudente distancia.

Conservada en la actualidad, según el plano de 1786, salía de un primer puerto construido en el término de Villamol, donde estaban las compuertas que regulaban su caudal. Tras recibir las aguas sobrantes de la presa de Trianos, a la altura de Villapeceñil, existía una segunda compuerta que la aliviaba en momentos de crecidas, seguida por numerosas acequias de riego, todas abiertas a occidente por ser ésta la pendiente de la cuenca y extenderse los caminos en la otra margen.

Llegaba así al molino del Boquerón, primero de los cinco con que contaba por entonces este ramal a la altura del monasterio, uno de ellos pisón en el siglo XVI.- 212. Después descendía para reencontrarse nuevamente con el Cea, en el Puente Canto.

En este último tramo, el que discurría bordeando la villa de Sahagún, tuvo una especial importancia la puerta de Cea, por la que, en los primeros años de su construcción, el monasterio “façia discurso a la era, a los güertos, a los plados, a las vinnas del monesterio, e todas las cosas que eran neçesarias a nuestros usos por ella entravan e salían” 213.

La regulación del cultivo e irrigación de los huertos adyacentes se documenta desde 1125, año en el que el abad Bernardo y la reina Urraca confirman su donación a los burgueses, estableciendo las normas para sus traspasos y el correspondiente pago de foros y diezmos al monasterio 214.

Se preveía el cultivo de cereal, legumbres, lino, cáñamo, viñas, frutales y hortalizas, así como la presencia de columbarios, únicas construcciones que se permitían, además del cierre de las parcelas. Los hortelanos quedaban autorizados para regarlos por medio de las acequias entonces existentes, aunque sin quebrarlas, y con mesura, a fin de no menoscabar el servicio de los molinos monásticos.

Más de un siglo después, el Fuero de 1255 especificaba el mantenimiento de las presas por parte de la abadía, y de sus regueras por los usufructuarios: “et tome el abad et el convento céspedes en el soto para sos molinos et por a sus presas, et el conceio para sus regueras, et estoque lo fagan a buena fe, et al más sin danno que pudieren” 215.

Lo cual no significa, empero, que el monasterio perdiese el control de las huertas de la vega. Todavía en el siglo XVIII la mayor parte de éstas, así como de las tierras de regadío y primera calidad, estaba en sus manos, si bien prefería arrendarlas, en vez de explotarlas a jornal, compensando la posible mengua de beneficio mediante un control social más directo y efectivo sobre los hortelanos 216.

También paralela al río, aunque en su margen derecha, discurría una segunda presa, si cabe, más espectacular que la primera.

Lamentablemente, hoy su trazado tan sólo puede rastrearse en algunos tramos coincidentes con el cauce de aquellos arroyos naturales que los benedictinos aprovecharon como acequia. Nacía de un puerto situado entre Villamol y Codornillos y surtía sendos molinos ubicados en términos de esta última aldea –con restos aún visibles– y del soto de Sahagún, bifurcándose antes de volver al río en el mismo puerto, a fin de regular el caudal preciso.

En este primer tramo había varias acequias de riego, si bien la calidad de sus suelos, en la margen paramesa, las hacía inadecuadas para el cultivo de hortaliza. Una de ellas, la denominada “de Alejandro”, se encontraba en estas fechas tan deforme por su descuidada apertura y la acción de las crecidas, que causaba un gran perjuicio al monasterio, al reducir el caudal más de lo que convenía a sus intereses.

La presa continuaba su recorrido hasta el Hospital de Afuera, que, como señalamos anteriormente, disponía de molino propio. Cuenta el segundo Anónimo que, en tiempos de Fernando III, sometida una nueva revuelta burguesa, el rey dio su sentencia “deçiendo e afirmando ningún lugar ser apto e conbeniente sin abundancia de aguas, mayormente hospital, adonde los peregrinos quasi de todas las partes del mundo continuamente son hospedados e resçevidos; e mandó el rei por su difinitiva sentençia que perpetuo e para sienpre el hospital nunca carezca de abundançia de aguas” 217.

Esta noticia, pues, podría evidenciar la traída de aguas al hospital, si no la existencia anterior de la presa. Desde aquí, superado ya el Puente Canto, ésta viraba hacia el río, aunque no para encontrarse con él, sino para proseguir su recorrido hacia el sur una legua más, atravesando la alameda, bifurcarse luego y continuar hacia el paraje de Valdelaguna, donde el monasterio poseía otro molino. Se trataba, pues, de un espectacular recorrido pensado para suministrar agua y fuerza motriz a las dependencias monásticas auxiliares situadas extramuros.

Dado que las noticias gráficas con las que hemos descrito el recorrido de ambas presas son de finales del siglo XVIII, sobra decir que dicha descripción es la imagen fija de una infraestructura particularmente cambiante a causa de los intereses del hombre y de las incontrolables inclemencias del agua.

No obstante, se trata de un sistema complejo y valioso que, especialmente en la zona occidental de Sahagún, adquiere particular interés por su antigüedad, por servir de abastecimiento al monasterio y la propia villa 218, y por irrigar las célebres huertas facundinas, que son el elemento más característico de su paisaje suburbano. Por esta razón, está plenamente justificada la conservación de todo este entorno en atención a sus valores culturales específicos –no solamente naturales–, incluyendo también la recuperación de los restos de estructuras molineras y tapias del antiguo perímetro monástico, éstas como parte integrante y delimitadora del monasterio construido 219.

El alcance económico de toda la Restauración sería razonable y permitiría la integración de esta zona de ribera como espacio de recreo de la ciudad.

Volviendo a Trianos, esta primera fase de su historia, protagonizada por canónigos regulares de San Agustín y extendida hasta la conclusión de la Edad Media, dio paso a la segunda a principios del siglo XVI. Con una comunidad menguada y al borde de la extinción, en 1518 se decidió su traspaso a la Orden de Predicadores 220.

Desde entonces, en consonancia con el carácter y capacidades dominicanas, sus frailes se especializaron en la docencia, alcanzando sus estudios un prestigio notable y célebre gracias a la virtud de sus discípulos.

El interés por la expansión de sus propiedades y cultivos pasó a un segundo plano, pero el balance de ingresos se compensó con la incorporación de nuevos patronos, como los marqueses de Denia y su descendiente el duque de Lerma, que dotó generosamente el convento en las primeras décadas del siglo XVII 221.

Al igual que en Sahagún, los derechos sobre las presas, que los frailes entendían como propias, provocaron continuas disputas con los concejos vecinos, hasta el punto de haber trascendido su recuerdo el paso de la Desamortización.

VII. LAS VILLAS COMPETIDORAS: GRAJAL


La antigua villa grajalense, cabecera naturales del extremo noroeste de la Tierra de Campos, un pesar de escapar al dominio de la abadía, hubo de sobrellevar fechas tempranas las consecuencias de su expansión, estableciendo con ella una relación de competencia que generalmente se decanto del lado de los monjes. Junto al señorío de Cea, representa la muestra más cercana y sólida del poder señorial laico en el contexto del paisaje cultural facundino.

Esta competencia, que hoy calificamos de desleal si nos atenemos a los privilegios recibidos por el monasterio de mano de los reyes, tuvo un primer y significativo desencuentro a los pocos años de constituirse la villa de Sahagún, con motivo de la concesión del mercado semanal otorgada por Alfonso VI en 1093.

Aunque el documento no alude a Grajal, pues se limita a establecer la periodicidad del mercado facundino y el pago de sus caloñas y derechos a la abadía en las mismas condiciones que el monarca percibía en el de León 222, todo indica que, en realidad, se trato de un traspaso del mercado que hasta entonces se venía celebrando en la villa del Valderaduey.

Así lo afirma el primer cronista anónimo de Sahagún, al referir de Alfonso VI que "el mercado que primeramente se façía en Grajal, que es villa real, traspasó a la villa de Sant Fagun. E esto porque aprobechase a la refecçión e a la ayuda de los monjes "223.

Años después, en 1136, el Emperador entrega al monasterio el mercado de Villalil 224, y en 1140, el que en tiempos de su abuelo Alfonso VI se celebraba en Bustillo, pasa al monasterio de San Salvador de Villacete, dependiente de Sahagún,"Sicut dedit Auus meus rex Adefonsus monachis Sancti Facundi illo mercato de Graliare "225.

El paisaje cultural del.......Monasterio de Sahagún


Es posible que esta cesión tuviese algún vínculo con la que efectuara Sancho I en 957, entregándole a la abadía cegense un tercio del portazgo de Sile, acaso una mera cacografía 226. ( monasterio de Silos? )

Pero, en cualquier caso, este tipo de decisiones políticas vinieron a alterar el orden económico existente hasta entonces en la comarca, consolidando la villa monacal como su nuevo centro mercantil. Un centro que seguirá beneficiándose de incentivos y privilegios, como el de acuñar moneda, otorgado por doña Urraca en 1116 y ratificado por Alfonso VII en 1119.- 227, o la feria anual de tres semanas concedida por éste en 1155, posteriormente confirmada por Alfonso VIII en 1197.- 228.

Todo ello, tal y como relata el mismo cronista, no sin cierta parcialidad, permitió el rápido progreso de los burgueses, de modo que “benían e traían de todas partes mercadurías, así de oro como de plata, y aún de muchas bestiduras de diversas façiones, en manera que los dichos burgueses e moradores eran mucho ricos e de muchos deleites abastados” 229.

Y si este auge era cierto, no lo eran menos los beneficios para la abadía, favorecida a nivel interno por otras ventajas contenidas en el Fuero de la villa o derivadas indirectamente de él, como su discrecional monopolio de venta de vino o la compra exclusiva de paños, pescado y madera para sus hornos si así lo precisaban 230. Incluso la provisión de arcilla para fabricar tejas dependía de Las Barreras abaciales 231.

Los vecinos de Grajal, por su parte, además de perder su mercado, se vieron obligados a tributar por los aranceles del facundino, situación que les llevó a reaccionar en el segundo cuarto del siglo XII con el continuo sabotaje de la presa de Villasalit en el Cea, con el consiguiente perjuicio para los molinos que el monasterio poseía sobre ella 232.

Se instauraba así una relación de mutua desconfianza entre ambos vecinos, motivada por la imposición política de una capitalidad nueva y artificial. No será hasta finales de la Edad Media cuando Grajal dé serias muestras de fortaleza y diferenciación en su contexto regional, que evolucionará hacia el extraordinario auge de los siglos XVI-XVII. En 1413 se instituía el señorío de Grajal en Fernando Gutiérrez de Vega, V Señor de la Casa de Vega.

Con él, gracias a la compra de diversos lugares y al mayorazgo que estableció en su hijo Lope, los Vegas se hicieron con bienes y derechos en torno al Valderaduey y fijaron su dominios sobre la villa, aunque éste –como explica Martínez Encinas– no fuese pleno, sino jurisdiccional 233.

Ésta era una diferencia sustantiva con respecto al monasterio de Sahagún, que, además de ostentar la jurisdicción civil y religiosa, poseía la mayor parte de su terrazgo. Quizás eso explique en parte que sus señores, aunque siguiesen ampliando su Estado con la compra de alguna localidad cercana, como Melgar de Abajo, no centrasen su política en el ámbito de su señorío, sino en el regio y cortesano, único capaz de satisfacer sus expectativas de ascenso. Consecuencia de esa estrategia fue el soberbio conjunto monumental renacentista que distingue la villa de otras de su entorno.

Protagonistas principales de tan radical transformación del escenario urbano y arquitectónico fueron Hernando de Vega y su esposa, Blanca Enríquez de Acuña. El primero, V Señor de Grajal, alcanzó gran relevancia en la corte como consejero de Carlos I, por cuyos derechos luchó durante el levantamiento de las Comunidades.

Su intensa y exitosa carrera le permitió acumular numerosos títulos y cargos –entre ellos el de Comendador Mayor de Castilla, que escogió para su epitafio–, así como modelar una personalidad culta e imbuida de los valores de la caballería cortesana.

En efecto, a través de sus continuos viajes y del contacto directo con la Corte tuvo la oportunidad de asimilar el renovado papel de la nobleza y las bondades de la cultura humanística y renacentista, ideales todos ellos que aplicó de manera extraordinaria, por su ambición y anticipación, en su villa solariega.

En unos pocos años, Vega promovió un proyecto edilicio integral y de escala urbana que comprendía la construcción de un nuevo castillo, un palacio y la iglesia parroquial, conjunto que necesariamente debe atribuirse a su gran seguridad ideológica y financiera.

Como testimonio de su tiempo, la arquitectura del palacio presenta una combinación de resabios tardomedievales y novedades renacentistas, si bien, por no perder el hilo de nuestro discurso, destacaremos el valor representativo de estos últimos: se trata de un palacio, vivienda del poder en el entramado urbano y poseedora de un simbolismo que trasciende su propia función por tratarse del solar conocido del linaje, expresión, pues, de la valoración y respeto de sus titulares hacia este último.

Su fábrica nos descubre a cada paso la evidencia de ese significado, tanto en el proyecto original –básicamente concluido a la muerte de Vega, en 1525– como en las fases que le sucedieron, como la construcción de la magnífica loggia meridional, la plaza mayor a ella abierta o la tribuna sobre el presbiterio de la iglesia parroquial de San Miguel.234

Esta última era la única iglesia del rey en la villa a mediados del siglo XV, pues las otras cuatro que computa el Becerro de Presentaciones dependían de diferentes instancias eclesiásticas, entre ellas, el monasterio de Sahagún, que controlaba la de San Pelayo235.

Por entonces, ya debía ser la más importante, pero su hegemonía se consolidó tras la construcción del nuevo templo, terminado unos pocos años antes que el palacio merced al patrocinio de los mismos Señores. Tanto éstos como sus descendientes se afanaron en mejorarla así en lo material como en lo espiritual –a través de donaciones económicas o de reliquias–, a fin de magnificarla como referencia religiosa de la villa, una referencia valiosa en sí e independiente de la vecina abadía de Sahagún.236

El castillo, construido también en esos años, es un magnífico ejemplo de fortificación artillera donde, al igual que en el palacio, conviven formas y conceptos modernos con otros medievales. Sustituyó a la antigua fortaleza en un momento en el que su valor estratégico se había perdido casi por completo, si obviamos el contexto banderizo previo a las Comunidades.237

No obstante, al margen de las causas que promovieron su construcción, su presencia pasó a representar la firmeza y renovación de la autoridad en la villa. El desarrollo de este espectacular programa arquitectónico nada debe al monasterio de Sahagún, marcando el contrapunto nobiliario de su paisaje cultural, un contrapunto que permite entender algunas de las peculiaridades de la propia villa facundina y sus diferentes consecuentes.

Ésta nació como propiedad del monasterio, sometida en lo civil y espiritual a su abad y monjes en tanto que señores únicos y perpetuos de la misma.

El Fuero de 1085 se fundamentaba en este principio constitutivo, que el primer cronista anónimo glosaba aludiendo al mandato regio de que “ninguno de los condes e nobles toviesen casa o havitación en la villa de Sant Fagum” 238, salvo licencia del abad y sometimiento a éste.

Añadía, además, que, con el fin de consolidar esta disposición, la reina Constanza había decidido testar al monasterio el palacio, iglesia y baños que poseía en Sahagún, pues “non plega a Dios que alguno de mi generaçión e parentela sea heredero de la tierra o villa, la qual los santos mártires con la propia sangre regaron o con su sagrada muerte conpraron” 239 .

El fuero de 1152 y, especialmente, el de 1255, además de reiterar la titularidad única del señorío, prohibía la venta de suelo a quien no se hubiese sometido previamente al abad y el que los vecinos pudieran acogerse a otro señor que no fuera él.

Además, establecía la igualdad de todos sus vasallos en tanto que tales, aun si se tratase de hidalgos, clérigos o dignidades religiosas; la venta a vasallos del abad de las casas adquiridas en Sahagún por otras órdenes, y que “daquí adelant non aian poder ordenes nin rico omme de aver casa en S. Fagund” 240.

La universalidad del señorío abacial imposibilitaba, pues, la emergencia de una nobleza pujante en la villa y su coto. Esto suponía la correspondiente carencia de casas principales y la mengua de potenciales promotores artísticos laicos, que quedaban reducidos básicamente a la burguesía.

Sin embargo, a diferencia de lo sucedido en otros contextos similares, como Cluny, en Sahagún ésta no nos ha legado restos arquitectónicos medievales reseñables, y su participación más significativa –burguesa o nobiliaria– queda adscrita al patrocinio en centros eclesiásticos.

Ni siquiera en la Edad Moderna el eventual progreso económico de estas clases, o del propio concejo, fructificó en un elenco destacado de obras de cierta envergadura, y su conjunto, en cualquier caso, queda lejos del alcanzado en fechas coetáneas por la villa de Grajal.

En Sahagún, la fábrica monástica acaparó casi todas las obras de relevancia, aunque su práctica desaparición nos ha privado de una visión integral de ese panorama.

Por otra parte, si férrea y vigilante era la autoridad civil del monasterio sobre su villa y territorio, no lo era menos en el ámbito religioso. Salvo algún caso excepcional, como el de los franciscanos en el siglo XIII, su dominio sobre éste era absoluto.

Todas las parroquias estaban bajo su dependencia y, como sentenciaba un privilegio papal de 1116, ninguna podía erigirse contra su voluntad
241. Este control sobre las fábricas parroquiales se mantuvo en lo sucesivo, concretándose en las constituciones sinodales de Quintanilla (1664) a través de normas como la que limitaba el presupuesto del párroco y mayordomo para obras de libre disposición a un máximo de 3000 maravedís, debiendo consultar al abad para otras de mayor cuantía 242.

Sobre estas bases, los resultados materiales fueron los que cabía esperar. Las parroquias de Sahagún, que comenzaron a germinar tan pronto como se iban poblando los barrios de la nueva villa, siguieron las pautas que el monasterio les marcaba para su emplazamiento.

Su construcción y reformas estuvieron siempre controladas por la abadía, y esto permite establecer una relación directa con de-terminados modelos arquitectónicos que pudieron emanar o inspirarse en la fábrica abacial, como pudiera ser el caso de las peculiares torres de algunas iglesias medievales de su órbita.

De la que emergía sobre el crucero de la abacial, decía Yepes que era “tan notable, que aun para imaginada es demasiado grande… de las más altas que hay en el reino” 243, quizás el modelo que falta a la originalidad de las hoy existentes.

El monasterio era la imagen del poder en la villa, y su iglesia la suprema referencia espiritual de sus vecinos, una referencia cuya grandeza ni se podía ni convenía emular.

Las fábricas de esas parroquias nunca surgieron de presupuestos constructivos ambiciosos, sino, más bien, de soluciones económicas a problemas inmediatos, como sucede con su arquitectura de ladrillo.

Esta última, especialmente la medieval, forma hoy un conjunto magnífico y homogéneo que valoramos por su armonía y expresividad, pero en su día fue una alternativa obligada a la sillería, ajena a preferencias estéticas o a la dependencia de canteras en el entorno inmediato, tal y como evidencian las iglesias parroquiales campesinas o el propio templo abacial facundino 244.

Frente a la parroquial grajalense –“catedral tosca y pesada”, al decir de Encinas– o las muchas otras que siembran el territorio de Campos, en Sahagún, una obra de ese tipo y envergadura no podía pasar de elucubración utópica o sacrílega.

VIII. CONCLUSIONES. CLAVES PARA UNA INTERPRETACIÓN ACTUAL

El monasterio de Sahagún fue una institución que desarrolló su actividad du-rante más de nueve siglos, adaptándose a los condicionantes de su entorno e influyendo intensamente sobre el mismo, en especial sobre su dominio jurisdiccional, que incluía la villa de Sahagún, fundada bajo los auspicios de la abadía y del rey-emperador Alfonso VI.

La comprensión integral de su legado cultural ha de pasar por el reconocimiento, en toda su extensión, de la compleja labor que el abadengo desarrolló a lo largo de los siglos, desde su organización interna hasta la ordenación del territorio o el control político-religioso de sus gentes.

En este sentido, los vestigios de su antigua existencia trascienden las exiguas ruinas de la fábrica monástica y los bienes dispersos que han sobrevivido hasta nuestros días, e incluso aquellos que los necesarios trabajos arqueológicos puedan depararnos en un futuro.

Este estudio ha pretendido descubrir la trascendencia cultural del monasterio a una escala comarcal y resaltar la vigencia de su legado sobre su contexto operativo, que superó con creces los dominios domésticos de los monjes benedictinos y aun la vida y morfología de la propia villa.

A partir de estas claves, consideramos justificada y necesaria –y así lo proponemos– la planificación de un proyecto de conservación y gestión cultural que atienda, además de a las ruinas del imponente conjunto monástico, al paisaje circundante como expresión y testimonio de lo que fue y supuso el monasterio de los Santos Facundo y Primitivo
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Notas.-

Innumerables las aldehuelas, despobladas, que había en esta zona. Que se conozcan hasta ahora >Mavdes> entre Sahagún, Calzada, Bercianos y Gordaliza……y me pregunto yo, porqué la pondrían del Pino? Habiendo tanto Roble y Encina por esa zona en aquellos tiempos.

Tenemos otra aldehuela despoblada nombrada en el tratado de Fresno- Lavandera Ceinos.com……..Tallaueyra (Talavera) entre y Bercianos del Real Camino.

Villarrubia pegada a Valdelocajos en Calzada del Coto

Villam egas (Villegas) despoblado 2.500 metros al Este de Calzadilla de los Hermanillos). Este dato es nuevo para mí. El topónimo valle de Villegas no concuerda con el punto cardinal del que nos habla E. Este. Quedaría más abajo. Podría ser a la altura de Cuesta de la Dehesa.

El despoblado de Villarreviel en el valle de Nuestra Señora.

No nos podemos olvidar de la Ermita de La Magdalena que se iba por el camino que había por la Cuesta de la Canal……donde está la antena de telefonía móvil.

Despoblado de Quintanilla del Páramo, que se hallaba entre Villamuñio, El Burgo Ranero, Calzadilla y Villacintor.

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7.- J. CALLADO COBO, J. Pérez Gil y JJSánchez Badiola,
El mito de Tierra de Campos. Ensayo En torno al disimetrismo del río Cea, Diputacion de León 2003.

8.- Atlas del Medio Natural de la provincia de León , ITGE - Diputación de León, 1995; G. Rami-rez Estévez y JM REGUERA DE CASTRO, Atlas del Territorio de Castilla y León , Junta de Castilla y León, 1995. JA SEBASTIÁN AMARILLA, Agricultura y rentas monásticas en tierras de León. De Santa María de Sandoval (1167-1835),Madrid, 1992, p. 12.

9.- M. RABANAL: "En Parami aequore"Archivos Leoneses, 45-46 (1969), pp 25-31.

10.- A. Schulten, Los cántabros astures y y Su guerra con Roma, Madrid 1962.

11.- JA Gutiérrez, "El Páramo leonés.Entre la Antigüa EDAD y la Alta EDAD Media ", Studia Historica. Medieval Historia, vol. 14 (1996), pp 47 -96, p. 63.

12.- M. ª del P. Álvarez Maurín, Diplomática asturleonesa. Terminología toponímica,
León 1994, pp 155-156.

13.- Ibidem, p. 112-113, n. 123.

14.- Cf. Ibídem, P. 113, n. 123.

15.- J. GIL, JL Moralejo, JI Ruiz de laPEñA, Crónicas asturianas, Oviedo, 1985, p. 226.

16.- T. Mañanes, "La implantación romanaen el Territorio leonés ":Lancia 1. Cántabros y astures, León, 1983, pp 139-186, pp 149-150.
JJGarcía González, "Fronteras y fortificaciones en Territorio burgalés en la Transición de la Antigüa EDAD. La edad a los medios de comunicación ", Cuadernos Burgaleses de Historia Medieval, 2, (1995), pp 7-70, p. 24-25, n. 16

17.- J. CALLADO COBO, J. Pérez Gil y JJSánchez Badiola, Op. Cit.

18.- JM ª Mínguez Fernández, El dominio del monasterio de Sahagún en elSiglo X, Sala-manca, 1980, p. 112. JJ Sánchez Badiola, La confguración De Un Sistema de poblamiento y Organización del Espacio: El Territorio de León (siglos IX-XI), León, 2002.

19.- F. Benito Martín, La  ormación de la ciu- dad medieval, Valladolid, 2000, pp 68-69 y 93-94.

20.- Ibídem, Pp 75, 105, 139, 197, 237, 239.

21.- A. VACA LORENZO, "La Estructura so-cioeconómica de la Tierra de Campos unamediadosdel Siglo XIV ", Publicaciones De La I. Tello Téllez de Meneses, 39 (1977), pp 229-398; y 42 (1979), pp203-287.

22.- JA Fernández Flórez, "El Becerrode Presentaciones, Códice 13 del Archivo de la Ca-Tedral de León. Un parroquial leonés de los SiglosXIII-XIV ",León y Su Historia, volumen V. Miscelánea Histórica de Temasleoneses,León, 1984, pp 265 -565, pp 369-370 y 503-504. J. Sánchez HERRE-RO,Las Diócesis del Reino de León Siglos XIV y XV, León, 1978, p. 435.

23.- HR OLIVA FERRER, "Estructura de la Propiedad, modo de Explotación y organizaciones ación delTrabajo en Tierra de Campos a nes de La Edad Media: Consideraciones à partir del Modelo de Becerrilde Campos “, IX Congreso de Historia Agraria, Bil-bao, 1999, pp 25-52, p. 29-30. B. YUN CASALI-LLA,Sobre La Transición al Capitalismo en Castilla.Economía y sociedad en Ti erra de Campos(1.500 - un mil ochocientos treinta), Salamanca, 1987, p. 128.

24.- B. YUN CASALILLA, Op. cit., pp 246-247.

25.- JA SEBASTIÁN AMARILLA, Op. cit.,p.279.

26.- M. Fernández Álvarez, A. Díaz me-DINA, Los Austrias Mayores y la culminación del Imperio (1516-159Chulillo, "Historia de Espa  a", vol.8, Madrid, 1987, páginas 34 y 36. L. y P. FernándezMARTíN, Historia de Villarramiel, Palencia, 1984,pp 141, 180 y 189. T. González, Censo de Po- blación de las Provincias y Partidos de la Corona de Castilla en el Siglo XVI, Madrid, 1829, páginas 22 y 25.

27.- CM Reglero DE LA FUENTE, "El po-blamiento del Noreste de la Cuenca del Duero enel Siglo XV ": Hispania, LV / 2, doc. 190 (1995), pp425-493, y "El  enómeno urbano medieval en lasActuales Provincias de Valladolid y Palencia ", El  e- nómeno urbano medieval Entre el Cantábrico y el Duero. Revisión y Propuestas historiográfca de es- tudio, Santander, 2002, pp 210-240; A. Molinié-BERTRAND, La población du Royaume de Castilla d'après le recensement de 1591. Étudecartographi-cola, Caen, 1980.

28.- B. YUN CASALILLA, Op. cit., p. 56.

29.- J. RUBIO LAPAZ, "El" Diario del Viaje aSantiago "de Bernardo de Aldrete: estudio y erudi-cion ", Compostellanum, Vol. 38, 3-4(Julio-diciem-bre de 1993), pp 363-393.

30.- Nos hemos ya ocupado de la cuestión en J. CALLADO COBO, J. Pérez Gil y JJ Sánchez Badiola,Op .cit .

31.- R. BECERRO DE BENGOA, De Palencia a La Coruña,
Palencia, 1883, pp. 40-47. J. RO-DRíGUEz, “Las vías militares romanas en la actual provincia de León”, Legio VII Gemina, León, 1970, pp. 401-439. M. A. RABANAL ALONSO (coord.), La Historia de León. I, Prehistoria. Edad Antigua,León,1999, p. 223. La zona de Sahagún se ha sugerido, a simismo, como emplazamiento de Nardinium, capital de los saelini, atendiendo a las coordenadas que le asigna Ptolomeo otros se inclinaron por Noreña o Saldaña (M. PASTOR MUÑOZ, Los astures durante el Imperio Romano (contribución a su historia social y económica), Oviedo, 1977, pp. 59-60; M.CORTÉS Y LÓPEZ, Diccionario geográfico-histórico de la España antigua Tarraconense, Bética y Lusitana, Madrid, 1836, pp. 216-217).

32.- T. MAÑANES y J.M. SOLANA SAINZ, Ciudades y vías romanas en la cuenca del Duero (Castilla-León), Valladolid, 1985, pp. 16-17, consideran probable la ubicación de Camala en torno a Grajal de Campos.

33.- VV. AA., Historia de León, I, León, 1997, pp. 232-233.

34.- Siguiendo el Anónimo de Rávena, hay quesealar otra posible calzada que se dirigiría a Ocelo- dorum, cerca de zamora, a través de Viminacio, Gela , Antia (quizáPalantia ), Comeniaca (Coyanza), Brigi- con (zona de Villabrázaro) y Preterion (Bretó).

35.- M. CORTÉS Y LÓPEz, Op. cit., p. 17. F.DIEGO SANTOS, “Problemas de onomástica en las fuentes antiguas”, Lletres asturianes, 12 (1984), pp.24–36. Este autor sugiere la lectura Cigia.

36.- G. y J. CASTáN LANASPA, Documentos del monasterio de Santa María de Trianos (siglos XII-XIII), Salamanca, 1992, (=DT), doc. 13; J. DELA FUENTE CRESPO, Colección documental del monasterio de Trianos (1111-1520), León, 2000,(=CDT), doc. 13.

37.- T. BURÓN CASTRO, Colección diplomática del monasterio de Gradefes, I (1054-1299),León, 1998, I, doc. 8.

38.- DT, doc. 116.

39.- M. A. RABANAL, Vías romanas de la Pro- vincia de León, León, 1988, pp. 30-32 y 51. M.PASTOR MUñOz, Op. cit., pp. 285-286.

40.- M. HERRERO DE LA FUENTE, Colección diplomática del Monasterio de Sahagún (857- 1230). Tomo II (1000-1073), León, 1988; y Tomo III (1074-1109), León, 1988 (=CDS), doc. 612.

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42.- Guía del peregrino medieval (Codex Callix- tinus) , ed. de M. BRAVO LOZANO, Sahagún, 1989,pp. 23 y 66-67.

43.- A. AzkáRATE GARAI-OLAUN y I. GARCíAGÓMEz, “Las casas-torre bajomedievales. Análisis sistémico de un proceso de reestructuración espa-cial/territorial”, Arqueología de la Arquitectura, nº 3(2004), pp. 7-37.

44.- J. PÉREz GIL, “Incidencia de las peregri-naciones en el urbanismo del monasterio y villa deSahagún”, Ciudades y villas camineras jacobeas.III jornadas de estudio y debate urbanos (L. LÓPEzTRIGAL, dir.), Universidad de León, pp. 145-152; M.PRADA VILLALOBOS, “La asistencia hospitalaria a lo largo del Camino de Santiago: la villa de Sahagúny sus territorios dependientes”,
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45.- CDS, doc. 1668. HS, escr. CCXXXVI.

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47.- AHPLeón, Ensenada, caja 8606, lib. IIecles.; AHN, Códices, libro 1357, Libro de actas del Consejo de este Real Monasterio de S. Benito de Sahagún, ol. 331rv.

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50.- R. ESCALONA, Historia del Real Monasterio de Sahagún, sacada de la que dexó escrita el Padre Maestro Fr. Joseph Pérez, Madrid, 1782, (=HS), pp. 128-129.

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56.- J. M. CUENCA COLOMA, Op. cit., p. 4.

57.- C. GARCíA RODRíGUEz, El culto a los santos en la España romana y visigoda, Madrid,1966. J. VIVES, Inscripciones cristianas de la Espa- ña romana y visigoda, Madrid, 1941, nº 309, p. 104.A. VIñAYO GONzáLEz, “Las tumbas del bside dela iglesia de Marialba y el martirologio leonés”, Legio VII Gemina, León, 1970, pp. 549-568.

58.- HS, lib. I, cap. II, p. 12.

59.- A. UBIETO ARTETA, Crónicas anónimas de Sahagún, zaragoza, 1987, Primera Crónica, cap.I (=Iª CAS, IIª CAS para la Segunda Crónica).

60.- Iª CAS, cap. II. J. PÉREz GIL, “Incidenciade las peregrinaciones…”.

61.- J. M.ª MíNGUEz FERNáNDEz, Colección diplomática del Monasterio de Sahagún (siglos IX y X), León, 1976, (=CDS), nº 98.

62.- CDS, nº 9-10.

63.- F. REGUERAS y J. DEL OLMO, “Villa ro-mana/baslica cristiana: propuestas de lectura ynuevas hipótesis a la lu de la arqueologa aérea”, Brigecio, 7 (1997), pp. 47-63. J. GONzáLEz ECHE-GARAY,Cantabria en la transición al Medievo. Los siglos oscuros: IV-IX, Santander, 1998, p. 60. Regu- la Communis, 1, ed. de J. CAMPOS RUIz E I. ROCAMELIá, Santos padres españoles, II. San Leandro,San Isidoro, San Fructuoso, Madrid, 1971, pp. 137-162

64.- J. A. GARCíA DE CORTázAR, “Del Cantábrico al Duero”,
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65.- J. PÉREz GIL y J. J. SÁNCHEz BADIOLA,“La regulación de la vida monástica y secular en el abadengo de Sahagún: de las
consuetudines cluniacenses a las Constituciones Sinodales de fray Gregorio de Quintanilla”, El sueño de Gunzo. Sahagún y Cluny: Historia y Restauración (E. GONZÁLEZ FRAILE y J. PÉREz GIL, coord.), Junta de Castilla yLeón, 2010, pp. 9-96.

66.- CDS, nº 7-8.

67.- CDS, nº 404.

68.- CDS, nº 97, 308, 330, 384, 407, 452,480, 502, 519, 543, 544, 633, 682, 710 y 746.

69.- CDS, nº 14.

70.- CDS, nº 9-10.

71.- J. M.ª MíNGUEz FERNáNDEz, Op. cit., pp. 180-185.

72.- C. CABERO, “Las salinas de Lampreanaen la Edad Media”,
Astórica, 8 (1989), pp. 11-81.

73.- CDS, nº 21, 82 y 295

74.- CDS, nº 29, 32.

75.- CDS, nº 6.

76.- V. VIGNAU, Cartulario del Monasterio de Eslonza, Madrid, 1885, nº XXVII.

77.-J. PÉREZ GIL y J. J. SÁNCHEZ BADIOLA,
Monarquía y monacato en la Edad Media peninsular: Alonso VI y Sahagún, Universidad de León, 2002, p.87 y n. 322. A. M.ª BARRERO GARCÍA, “Los veros de Sahagún”,AHDE,XLII (1972), pp. 385-597, p.495.

78.-CDS, nº 680.

79.-CDS, nº 764.

80.-CDS, nº 781 y 782.

81.-CDS, nº 746.

82.-
CDS,nº 657.

83.- “...in Uilla Abduce...in territorio Sancti Geruasii
...”(CDS, nº 1242).

84.-R. PASTOR DE TOGNERI,
Resistencias y luchas campesinas en la época del crecimiento y consolidación de la ormación eudal en Castilla y León siglos X-XII,
Madrid, 1980 pp. 230-235.

85.-J. RODRíGUEz FERNáNDEz,
Los fueros del reino de León , León, 1981, t. II, nº 56, § 15

86.-J. RODRíGUEz FERNáNDEz, Los ueros ,II, nº 11, 27.

87.-CDS, nº 569, 644, 1004, 1052, 1165.

88.-CDS, nº 514.

89.-CDS, nº 1180.

90.-J. RODRíGUEz FERNáNDEz, Los ueros ,II, nº 6. CDS, nº 830.

91.-CDS, nº 911.

92.-Liber Sancti Iacobi. Codex Calixtinus, Ed.de wALTER M. wHITEHILL, Santiago de Composte-la, 1944, p. 352.

93.-
Iª CAS, p. 19.

94.- J. PÉREz GIL y J. RIVERA BLANCO, “Sahagún y Cluny: vidas paralelas”,XX Seminario de Historia del Monacato: “Los grandes monasterios benedictinos hispanos de época románica (1050- 1200)” (J. A. GARCíA DE CORTázAR Y R. TEJACASUSO, coord..), Aguilar de Campoo, 2007, pp.89-119.

95.- En el expediente de tasación y venta del monasterio, redactado en 1843, son seis los patios que se citan, destacándose el de la Portería, “de sillería, tanto por su entendida construcción, que aún en el día conserva perfectamente sus contornos y alineaciones en todos sus miembros y molduraje, como por su gusto moderno, el cual se halla decorado con pilastras y arcos de los órdenes...” (AHPL, Expedientesde Desamortización, caja 11640, leg. 995).

96.- CDS, doc. 823.

97.- Iª CAS, p. 57.

98.- V. A. áLVAREz PALENzUELA et alii,
Co- lección diplomática del monasterio de Sahagún. VII (1300-1500),
León, 1997 (=CDS), doc. 1314.

99.- B. ARIZAGA BOLUMBURU, “La recuperación del paisaje urbano medieval: propuesta me-todológica”, La ciudad medieval (J.A. BONACHIA, coord.), Universidad de Valladolid, 1996, pp. 13-34.

100.- “…et los poiales et los portales et las mesas que embargan las calles, que sean desfechos, por que las calles sean meiores et la villa más desembargada; et los ommes de S. Fagund puedan facer casas iuntadas con el muro, hi aquellos quelas fcieren sean tenudos de refacer el muro et delo mantener en aquel logar o las ficieren… Et los exidos et las carreras, que se enderecen et se entreguen también de parte del monasterio, cuemo de parte del conceio… La carnecería pongala el abad en la pellejería, et las otras dos estén cuemo están agora, et las aguas tomenlas el conceio o las solien tomar…” (J. RODRíGUEz FERNáNDEz, Los fueros ,II, doc. 80).

101.- CDS, nº 974, 1193, 1219, 1335.

102.- CDS, nº 1902.

103.- J. RODRíGUEz FERNáNDEz, Los fueros ,II, nº 19.

104.- CDS, nº 1265.

105.- CDS, nº 1312, 1330, 1371.

106.- C. ESTEPA DíEZ, Estructura social de la ciudad de León siglos XI-XIII, León, 1977, p. 172.

107.- Iª CAS, pp. 77 y 101.

108.-
H.S. MARTíNEZ, La rebelión de los burgos, Madrid, 1992, pp. 335-336. C. ÁLVAREZ (coord.), La Historia de León, II. Edad Media, León,1999, p. 183.

109.- HS, p. 199; J. PUYOL, El abadengo de Sahagún, Madrid, 1915, pp. 211-214; P. GARCíA MARTíN, El monasterio de San Benito el Real de Sahagún en la época moderna, Junta de Castilla y León, 1985, pp. 54-55.

110.- J. PÉREZ GIL y J. J. SÁNCHEZ BADIOLA, “La reglamentación…”.

111.- J. M.ª MÍNGUEZ FERNÁNDEZ,Op. cit.,pp. 171-192.

112.- CDS, doc. 823.

113.-
“(el abad) beía aun, lo qual, non sin gran angustia de su coraçón ber no podía, los mui largos olmos ser cortados, e los grandes Fresnos ser arrancados, e todo el monte ser derraigado. E sin su consejo, en medio del monte, ser aparejados barbechos para senbrar,
entre las quales cosas, la vinna de el monesterio que se llamava “grande”, vimos ser desrraigada” (Iª CAS, pp. 66-67).

114.- ARCHV, Planos y Dibujos, óleo 82. El litigio dirimió la propiedad y derechos sobre el monte de Valdelocajos, que reclamaban el monasterio, Sahagún y Calzada. Finalmente se reconoció que Villarrubia pertenecía al abadengo, y Valdelocajos jurisdicción comunal y exclusiva de su ayuntamiento (J. M. CUENCA COLOMA, Op. cit ., pp. 322-326).

115.- C. CASADO LOBATO, y A. CARREIRA VÉREZ, viajeros por León, XII – XIX, León, 1985, p.5.

116.- AHN, Consejos, leg. 985.

117.- L.M. BAJO DE CASTRO, El monasterio y la villa de Sahagún, en el Antiguo Régimen, León, 1984, pp 100 – 104, ha estudiado los cultivos del coto facundino en el siglo XVIII, demostrando la paupérrima superficie de cereal cultivada en Calzada, principalmente centeno, dadas las condiciones de los suelos parameses.

118.- L.M. BAJO DE CASTRO, Op., cit. pp. 94 – 95.

119.- J.M. CUENCA COLOMA, op., cit., pp. 386-387.
Dicha alameda, en el aviso de su subasta figuraba con unos 20.000 “arbustos de álamo blanco, negrillo y algún chopo, la mayor parte novalios; dentro y en los confines de ella hay alamedas de varios particulares , pasando por ella la presa que da aguas al molino de Valdelaguna” (AHPLeón, Expedientes de Desamortización, caja 11640, Boletín Oficial de la venta de bienes nacionales, 28 de marzo de 1844, p. 479).

120.- J.B. GUARDIOLA, Op., cit., p.69

121.- Ibidem, pp. 400-401.

122.-
Entre las dependencias auxiliares figuraban corrales, pajares, lagar y bodega, además de un molino harinero de dos piedras (J. M. CUENCA COLOMA, Op., cit., p. 387).

123.- AHN, Códices, libro 1375,Libro de actas del Consejo de este Real Monasterio de S. Benito de Sahagún, fol. 25r.

124.- L.M. BAJO DE CASTRO, Op., cit., pp. 212-213.

125.- AHN, Códices libro 1357, fol. 439r. J.A. MARTÍN FUERTES. Los Quiñones marqueses de Montevirgen: linaje y archivo, León, 2000, doc. 637.

126.-“ sicut illud (Cluny) in Gallia ita istud in Ispania libertatis prerogatiua clarescat et quod opitulante Deo consimile erit in religione par etiam sit ”(CDS, doc. 809); J. PÉREz GIL y J. J. SÁNCHEZ BADIOLA, Monarquía y monacato…, pp. 98-113.

127.- COSB, I, pp. 281-291.

128.- HS, pp. 241-280.

129.- J. J. SÁNCHEZ BADIOLA, El territorio de León en la Edad Media, León, 2004, II, p. 237.

130.- HS, p. 94; J. Mª. FERNÁNDEZ CATÓN, Catálogo del Archivo del Monasterio de San Pedro de las Dueñas, León, 1977, (=CSPD), doc. 135, da noticia de un interesante inventario del monasterio, redactado en el siglo XVII por Fray Miguel de Solsona, que desgraciadamente se encuentra mutilado. M.CARRIEDO TEJEDO, “Los orígenes del monasterio benedictino de San Pedro de las Dueñas (1087-1093)”, Tierras de León , nº 105-106 (199Chulillo, pp. 9-51.

131.- CDS, doc. 777.

132.- Escalona colegía que el monasterio había absorbido varios, entre ellos el beaterio de San Juan, que existía en las inmediaciones del monasterio de Sahagún. Este último, de monjas o beatas, se documenta en el siglo X (CDS, doc. 359), y “de ahí pudo venir el llamarse Domnabus, porque las de S. Juan eran las más Señoras muy principales” (HS,pp. 52-53 y 269). Quizás fuera ese beaterio una de las escasas construcciones que el primer cronista anónimo identificaba en el entorno del monasterio de Sahagún antes de la constitución de la villa: “…ca fasta aquel tienpo nenguna havitaçión de moradores avía, sacando la morada de los monjes e de su familia serviente a los usos e necesidades d’ellos; eran otrosi algunas raras e pocas moradas de algunos nobles varones e matronas, los quales en el tienpo de los ayunos, así de la quaresma como del aviento del Señor, venían aquí para oír los ofiçios divinales, de los quales gran turvaçión e enojo se seguía a los monjes” (I CAS, p. 19).

133.- CDS, doc. 950, 1091, 1092, 1191. Algún matrimonio, como el de Fronilde Ovéquiz y Ordoño Sarracíniz, aprovecharon esa duplicidad para ingresar, respectivamente, en los monasterios de San Pedro y Sahagún, aunque la primera no durase mucho “in uelato habitu” (CDS, doc. 1192).

134.- CSPD, doc. 33.

135.- M. CARRIEDO TEJEDO, Op. Cit.

136.- CSPD, doc. 72, 104, 107, 114. El Catastro de Ensenada recoge tres molinos del monasterio, en el Cea, en las inmediaciones de la villa (AGS, Catastro de Ensenada, RG, libro 634, fol. 82r-v.

137.- CSPD, doc. 13; HS, p. 250.

138.- CDS, doc. 1341.

139.- CSPD, doc. 30.

140.- HS, pp. 250-252; CSPD, doc. 135.

141.- E. ZARAGOZA PASCUAL, Los generales de la Congregación de San Benito , t. II, Silos, 1976,pp. 129-130.

142.- Sobre las relaciones de su escultura: San Isidoro: M. GÓMEZ MORENO, El arte románico español. Esquema de un libro, Madrid, 1934, p. 159; M. VALDÉS FERNÁNDEZ, “La escultura románica del Monasterio de San Pedro de las Dueñas”, XV Centenario de la muerte de San Benito, Oviedo,1982, pp. 377-388.

143.- J. J. SáNCHEz BADIOLA, La confguración… , p. 103; E. ZARAGOZA PASCUAL, Op. cit, t. II, p. 506.

144.- CDS, doc. 1218, 1230; L. FERNáNDEZ MARTíN, “Colección diplomática del monasterio de Santervás de Campos”, AL, 64 (197Chulillo, pp. 183-214,(=CDSC), doc. 3.

145.- CDS, doc. 1242, 1331; CDSC, doc. 6-9.

146.- CDS, doc. 1467.

147.- CDS, doc. 1526.

148.- L. FERNáNDEz MARTíN, Op . cit.

149.- HS, pp. 277-278.

150.- HS, Ibidem.

151.- P. GARCÍA MARTÍN, Op .cit., pp. 155-156.

152.- E. ZARAGOZA PASCUAL,Op. cit., t. III,Silos, 1980, pp. 104-105.

153.- AGS, Catastro de Ensenada, RG, lib. 361,vol. 570r-v.

154.- P. MADOZ, Diccionario geográfico-esta- dístico-histórico , Madrid, 1845-1850, edición deValladolid, 1984, voz “Santervás de Campos”.

155.- CDS, doc. 1225 y 1239.

156.- M. VALDÉS FERNÁNDEZ, Arquitectura mudéjar en León y Castilla , León, 1984, pp. 131-135.

157.- E. Ybanez BUENO, "Savia pellejera", Publicaciones de la Institución Tello T Ellez de Meneses , 71 (2000), pp. 5-33.

158.- L. Fernández Martín, "Aspectos fiscales de Villarramiel y Otros Lugares de la 'Merindad de Campos '", Publicaciones de la Institución Tello Téllez de Meneses , 14 (1955), pp. 161-180, p. 164.

159.- F. DE BENITO, La formación de la ciudad medieval: urbana roja en la Castilla y León , Vallado-tapa, 2000, p. 176.

160.- L. y P. Fernández Martín, Historia de Villarramiel , Palencia, 1984, p. 77.

161.- G. Martínez Díez, Libro Becerro de las Behetrías , León, 1981, I, 287 L. y P. Fernández MARTíN, Op. cit., Pp. 116-118.

162.- L. Fernández Martín,Op. cit., . p223 ..

163.- CCL, nº 1285 y 1313. LEIU, n º 71 y 110.

164.- España dividida en provincias e intendencias …, Madrid, 1789, I, p. 425. E. LARRUGA, Memorias políticas y económicas sobre los frutos,comercio, fábricas, y minas de España . Tomo XXX: Provincia de Palencia , Madrid, 1794, pp. 377-380.A. VEGAS, Diccionario geográfico universal , Madrid,1795, VI, p. 254. S. DE MIÑANO, T. López, Diccionario geográfico-estadístico de España y Portugal, Madrid, 1828, vol. IX, p. 461.

165.- L. y P. FERNÁNDEZ MARTíN, Historia de Villarramiel , pp. 71-82.

166.- L. y P. FERNÁNDEZ MARTÍN, Historia de Villarramiel , p. 93.

167.- L. y P. FERNÁNDEZ MARTÍN, Historia de Villarramiel, pp. 93 y 97-66.

168.- A. PONZ,Viage de España, 2ª ed., Madrid, 1782, p. XV. Vid.
Relación verdadera del más trágico suceso acaecido el día 2 de Febrero de este presente año de 1777 en una villa de Campos, llamada Villarramiel …, Valladolid, [1777]. En agosto de ese año, el obispo de Palencia destina la tercera parte de los diezmos de la villa a la reconstrucción de la iglesia, consultando también al abad de Sahagún, que tiene parte en ellos, y que aprueba la decisión (Libro de actas del Consejo de este Real Monasterio de S. Benito de Sahagún, AHN, Códices, libro 1357).

169.- Archivo Diocesano de Astorga (=ADA),Pergaminos , 15/1.

170.- ADA,Pergaminos , 15/2. A. QUINTANAPRIETO, “San Francisco de Sahagún. Primeros pasos de este convento Franciscano”, AL nº 71 (1982), pp. 109-157, doc. 5.

171.- ADA, Pergaminos , 15/6-17.

172.- ADA, Pergaminos , 15/6-8.

173.- ADA, Pergaminos , 15/9-12. Archivo de los Padres Franciscanos de Valladolid, ms. C. XVI: F.CALDERÓN,
Crónica de la Santa Provincia de la Purísima Concepción de Nuestra Señora de la Regular Observancia de N. S. P. S. Francisco , 1679, p. 248.

174.- ADA, Pergaminos , 15/13-14.

175.- Aunque se ha interpretado este cambio de actitud del abad como fruto de su entrevista con el Papa en Anagni (A. QUINTANA PRIETO, Op. cit., p. 125), poco después, el Papa debía ordenar nuevas amonestaciones contra el abad por impedir a los cofrades de San Francisco la asistencia a la iglesia de los frailes, o declarar nulas las censuras lanzadas por dicho abad contra el guardián y los frailes meno-res (ADA, Pergaminos , 15/17-1Chulillo.

176.- CDS, doc. 1190.

177.- L. VÁZQUEZ DE PARGA, J.Mª. LACARRA y J. URÍA RÍU,
Las peregrinaciones a Santiago de Compostela , tomo II, Madrid, 1949, edición facsímil de 1992, pp. 228-229; J. PÉREZ GIL, “Incidencia de las peregrinaciones…”.

178.- Iª CAS, pp. 34-35.

179.- Iª CAS, pp. 43 y 48.

180.- J. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Los fueros, II, doc. 80.

181.- HS, p. 174; CDS, doc. 2395.

182.- CDS, doc. 2528. También en 1463-1464parece que se efectuaron otras reparaciones (J. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Las juderías de la provincia de León, León, 1976, pp. 22Chulillo.

183.- J.M.ª QUADRADO, Recuerdos y bellezas de España. Asturias y León , Madrid, 1855, edición facsimil de Valladolid, 1989, pp. 158-159.

184.- W. FERNÁNDEZ LUNA, Op. cit.; J. RO-DRÍGUEZ FERNANDEZ,
Las juderías, pp. 228-229; J. M. CUENCA COLOMA, Op. cit., pp. 57-58 y 89.

185.- AHN, Consejos, leg. 985.

186.- Las Siete Partidas del sabio rey don Alfonso el nono, nuevamente glosadas por el Licenciado Gregorio López del Consejo Real de Indias de su Magestad, Salamanca, 1555 (Ed. Facsimil del BOE, Madrid, 1985), t. I, Partida I, lex VIII.

187.- J. PÉREZ GIL, J. J. SÁNCHEZ BADIOLA y J. R. SOLA, “El convento de San Francisco de Sahagún y su iglesia de La Peregrina”,Archivo Ibero-Americano , LXII/243 (2002), pp. 643-712.

188.- J. PÉREZ GIL, J. J. SÁNCHEZ BADIOLA y J. R. SOLA, Op. cit .

189.- CDS, doc. 3448, 3841, 4273.

190.- W. FERNÁNDEZ LUNA, Op. cit ., pp. 273-275.

191.- Ms. Santa Marina, ff. 98v-99r, Cf. T. BURÓN CASTRO, “Colegio franciscano de misiones populares de Sahagún según un manuscrito del año 1805”,Archivo Ibero-americano , LXI (2001),nº 238-239, pp. 165-250. Tras la reciente rehabilitación del edificio, dicha pintura ha desaparecido.

192.- J. M. CUENCA COLOMA, Op. cit.,p. 273.

193.- I. OLAVIDE, “Nuestra Señora de Trianos”, Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos , VI (1899), pp.350-358; M. M. DE LOS HOYOS, Registro documental hispano dominicano , t, II, Valladolid, 1962, pp. 211-247. También el Becerro conventual, redactado en 1683 por fray Francisco Martínez tomando como referencia otro anterior de 1525, considera a este matrimonio fundador del monasterio (AHN, Clero, Libros , libro 5358, cap. I).

194.- Mª. F. CARRERA DE LA RED,Toponimia de los Valles del Cea, Valderaduey y Sequillo , León, 1988,pp. 56 y 463. DT, pp. 11-12; CDT, doc. 3; J. PÉREZ GIL, “El monasterio de Santa María la Real de Trianos (Villamol de Cea, León)”, Rutas del Románico Internacional , t. XVIII (2000), pp. 175-178.
Por su parte, J. LÓPEZ, Qvarta parte de la Historia General de Sancto Domingo, y de su Orden de predicadores , lib. I-II, Valladolid,1615, pp. 104-109, afirma que el monasterio se fundó originariamente cerca de Sahagún, “y pocos años después le pasaron más arriba del mismo río Cea en la misma vega, desviado algo de las corrientes del río”.

195.- DT, doc. 50; CDT, doc. 56.[/b]

196.- G. CASTÁN LANASPA, “San Nicolás del Real Camino, un hospital de leprosos castellano-leonés en la Edad Media (ss. XII-XV)”, Tello Téllez de Meneses , Palencia, 1984, pp. 105-224; J. DE LA FUENTE CRESPO, “Documentos del hospital de San Nicolás del Camino (Palencia)”,I Congreso de Historia de Palencia , t.III, Palencia, 1987, pp. 155-181.

197.- CDS, doc. 1441; CDT, doc. 35. El Fuero de Sahagún (1085) ya establecía para sus vecinos: “nullus uendet solum nisi tantum illi comparatori quem abbas pro suo homine prius receperit” (CDS,doc. 823).

En el dado por Alfonso X en 1255 disponía que “daquí adelantre ninguno non haya poder de dar sus heredades a ninguna orden nin a hospital nin a alberguería nin a rico homme, mas de su mueble que de por su alma lo que quisiere” (J.RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ, Los fueros , II, doc. 80).

198.- CDS, doc. 1500.

199.- CDS, doc. 1502. La donación incluía, además de las iglesias nueva y vieja de Villanueva de San Mancio, otras propiedades, que permitirían mantener una comunidad de doce monjes.

Éstos celebrarían otras tantas misas por don Tello en los aniversarios de su muerte. En los años siguientes don Tello y sus hijos apoyaron con otras donaciones los inicios de esta joven filial facundina (CDS, 1517).

200.- CDT, doc. 76.

201.- S. ROYER DE CARDINAL, “El monasterio leonés de Santa María de Trianos y su articulación con otras instancias eclesiásticas (s. XII-XV)”, Hispania Sacra, t. LIX (2007), pp. 7-33.

202.- CDT, doc. 77.

203.- DT, doc. 27-29, 34, 36, 40, 48, 49, 51,60; CDT, doc. 30-32, 41, 42, 46, 54, 55, 57, 66, 67.

204.- “…concedo etiam uobis molendina que fecistis in exido de Melgar” (CDT, doc. 41; DT, doc.34).

205.- “...quorum molendinorum alueum siueaqueductum uel calcem faciatis in uia publica. Egoenim quantum uso de uia acceperitis, in longitudineet amplitudine, restituo de serna mea ad usumuie, in serna mea que est in margine uie” (DT, doc.36, CDT, doc. 42). En 1194 y 1195, tras unas permutas de molinos con el monasterio, el rey estableció unas normas de funcionamiento y mantenimiento para la presa y maquinaria (CDT, doc. 55, 57; DT,doc. 49, 51).

206.- CDT, doc. 46; DT, doc. 40.

207.- También con el monasterio de Sahagún, desde fechas muy tempranas, como la disputa zanjada en 1188 por el molino y presa que Trianos había construido sobre una heredad de Sahagún, “in serna que iacet inter fuuium et inter uiam queuadit ad Riuum Cauatum” (CDS, doc. 1440; CDT,doc. 34).

208.- J. PÉREZ GIL, “Aguas y pleitos en la Ribera del Cea (conflictividad social en el León del siglo XIX)”, Argutorio, nº 4 (2000), pp. 8-10.

209.- AHN, Consejos, leg. 985.

210.- ARCHV, Planos y Dibujos, 94.

211.- Con todo, ese primer puerto de Villamol generó recurrentes conflictos. En 1484 la condesa de Castro y Denia, en representación de su marido el señor de Cea, se puso de parte de los monjes de Sahagún, frente a los concejos de Villamol y Cea, sentenciando la perpetuidad y disfrute del puerto de la presa de Sahagún, “junto a la boca del río viejo”(AHN, Códices, l. 225, Índice de las escrituras principales y títulos de propiedad, derechos, haziendas, y regalías del monasterio de Sahagún, folio 244r). Dado que el conflicto se reprodujo, hemos de pensar en sucesivas reaperturas o modificaciones del puerto.

212.- Ibidem, folio 101v. En el siglo XVIII el Catastro de Ensenada censa 7 molinos en Sahagún, todos propiedad del monasterio. De ellos, 5 se encontraban en la presa izquierda –los del Quemadillo, Puente, Portal, Facundilla y Bocarón– y 2, los del Soto y Hospital, en la derecha (AGS, Catastro de Ensenada, RG, libro 353, ff. 511-512).

213.- Iª CAS, pp. 74-75.

214.- CDS, doc. 1219.

215.- J. RODRíGUEZ FERNÁNDEZ, Los fueros, II, doc. 80.

216.- L.M. BAJO DE CASTRO, Op. cit., León,1984, pp. 76-94.

217.- II CAS, p. 146.

218.- En 1788 el monasterio realizó una canalización de aguas hacia sus patios, aprovechando la obra para donar un caño a la villa, primero ubicado en el paredón de la plazuela de la portería y luego trasladado, por mayor utilidad pública, a la esquina del herrén (AHN, Códices, l. 225, Índice de las escrituras principales y títulos de propiedad, derechos, haziendas, y regalías del monasterio de Sahagún, folio 102r).

219.- En 1784 un Consejo de visita propuso hacer cerca en la parte occidental de la huerta monástica, y asegurar la meridional, a fin de asegurar la clausura (AHN, Códices, libro 1357, Libro de actas del Consejo de este Real Monasterio de S. Benito de Sahagún, folio 248v).

220.- M. M. DE LOS HOYOS, Op. cit., pp. 211-247; J. PÉREZ GIL, “Noticias biográficas sobre Fray García Bayón de Carbajal ( 1534), obispo de Laodicea y prior del convento de Santa María la Real de Trianos (León)”, Archivo Dominicano, t. XXI (2000),pp. 311-316.

221.- Lerma mandó hacer un monumento funerario en la iglesia, con trazas de Juan Gómez de Mora (R. DOMÍNGUEZ CASAS, “Traza de Juan Gómez de Mora para un monumento funerario del monasterio de Santo Domingo de Trianos (León)”, BSEAA, t. LXV (1999), pp. 283-297). Además de los Sandoval, los primeros patronos eran recordados con un mausoleo de alabastro en el capítulo (I. OLAVIDE, Op. Cit.)

222.- CDS, doc. 911.

223.- Iª CAS, p. 23.

224.- CDS, doc. 1256.

225.- CDS, doc. 1269.

226.- CDS, doc. 155. JJ Sánchez BADIOLA, La configuración ..., P. 278, n 2.670.

227.- CDS, doc. 1195 y 1201.

228.- J. PÉREZ GIL y JJ Sánchez BADIOLA, Monarquía y monacato ...., Pp 119-120; CDS, doc.1320 y 1497. En 1195, a instancias del monasterio, la Corona le concedió la celebración anual de una feria general de quince días.

229.- Iª CAS, p. 24.

230.- “Cum monachi suum uinum uendere uolerint, alius in uilla non uendat. Pannos, pisces reçentes et ligna ad furnos necessaria nullus emat, quandiu monachi emere uoluerint” (CDS, nº 823). Aunque el Fuero también recogía el monopolio del pan para el monasterio, en virtud de la prohibición de construcción de hornos a los burgueses, pocos años después, a causa de los problemas de abastecimiento, el abad convalidó su uso por la imposición de un impuesto que lo gravaba (CDS, doc. 974)

231.- El 19 julio de 1487 se arrienda el tejar del abad que está junto a la Puerta del Mercado, para trabajar en él desde esta fecha hasta San Miguel próximo, por una renta de 1000 tejas (CDS, 3560).

232.- CDS, doc. 1266, 1313.

233.- V. MARTÍNEZ ENCINAS, Señorío de Grajal de Campos 1500-1700, Zamora, 2001, pp.15-74; A. FRANCO SILVA,
Grajal de Campos. Un señorío leonés en la baja Edad Media, Universidad de Cadiz, 2001, pp. 45-62.

234.- Mª. D. CAMPOS SÁNCHEZ-BORDONA, Arquitectura y Mecenazgo de la Casa de Grajal de Campos , Universidad de León, 1995.

235.- J. A. FERNÁNDEZ FLÓREZ, “El Becerro de Presentaciones, Códice 13 del Archivo de la Catedral de León. Un parroquial leonés de los siglos XIII-XIV”, León y su historia , t. V, León, 1984, pp. 265-565; V. MARTÍNEZ ENCINAS, Op. cit ., pp. 168-169;HS, p. 275.

236.- Muerto Hernando de Vega, su mujer Blanca Enríquez fundó el hospital de pobres de Nuestra Señora de la Antigua. Importante fue la dotación de reliquias hecha por su hijo el diplomático Juan de Vega a la iglesia de San Miguel en 1548, así como la instauración del convento de franciscanos descalzos a finales de siglo, en tiempos de Juan de Vega, a la postre I Conde de Grajal.

237.- Aunque se ha documentado la construcción del castillo en época de Hernando de Vega, L. DE MORA-FIGUEROA, “Anotaciones catasstrales sobre la fortaleza de Grajal de Campos en tierras de León”, en A. FRANCO SILVA, Op. cit ., pp. 5-32, ha sugerido la posibilidad de que el proyecto definitivo hubiese sido ordenado décadas más tarde por su hijo Juan de Vega. Por su parte, V. MARTÍNEZ EN-CINAS, Op. cit ., pp. 34-35, ofrece varias hipótesis sobre las motivaciones del padre.

238.- Iª CAS, p. 23.

239.- CDS, doc. 914.

240.- CDS, doc. 1314; J. RODRÍGUEZ FERNÁNDEZ,
Los fueros , II, doc. 80.

241.- “sane, in ipsa uilla, preter tuam aut suc-cessorum tuorum uoluntatem, ecclesiam quamlibet haberi prohibemus” (CDS, doc. 1193).

242.- J. PÉREZ GIL y J. J. SÁNCHEZ BADIOLA, “La regulación…”, tít. 16.

243.- COSB, t. I, p. 267.

244.- J. CALLADO COBO, J. PÉREZ GIL y J.J. SÁNCHEZ BADIOLA, Op . cit ., pp. 116-124.



Por....Don Javier Pérez Gil. Universidad de Valladolid
Don Juan José Sánchez Badiola. Doctor en Historia
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LÉXICO:

Tenente.- Era el responsable de la tenencia feudal correspondiente a una villa o región, designado por el rey o señor durante la Edad media en los reinos cristianos de la península Ibérica.

La tenencia no daba derecho de propiedad y era temporaria.

El tenente administraba justicia, recaudaba los impuestos reales y militares.

Los ingresos resultantes usualmente se repartían en partes iguales entre el tenente y el rey.[/i]

Obra pía:
1. f. Establecimiento piadoso para el culto de Dios o el ejercicio de la caridad con el prójimo.

2. f. coloq. Cosa en que se halla utilidad.

Léxico:

Columbario:
1. En los cementerios, conjunto de nichos.
2. En los cementerios de los antiguos romanos, conjunto de nichos donde colocaban las urnas cinerarias.

Cacografía:
Escritura defectuosa, ya sea por el carácter de letra, ya por el mal empleo de letras y signos gráficos.

Enviado por: gerufe | Ultima modificacion:08-11-2015 16:39
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