El arte del malentendido Desde comunicar erróneamente algo hasta interpretar libremente lo dicho o escrito. Nadie permanece a salvo de sufrir un malentendido Los malentendidos desembocan siempre en situaciones desagradables donde todos pierden. El malentendido es un curioso fenómeno que tiene su origen en las disfunciones propias del acto de comunicarse. Etimológicamente, “malentendido” proviene de la fusión del adjetivo “mal” y el verbo “entender” (entender mal). Esta definición atribuye la responsabilidad del malentendido al receptor del mensaje. Pero esto no es siempre así, pues en muchas ocasiones es el emisor quien lo propicia todo. Pero, ¿dónde empieza el malentendido? A priori, se supone que una persona que comunica algo a otra quiere que el mensaje le llegue con toda claridad. Un malentendido se produce cuando se ha introducido un factor de distorsión en el acto de comunicación que provoca que el mensaje se tergiverse, confunda o altere lo suficiente para provocar que el receptor entienda “B” cuando el emisor le decía “A”. En general, el término “malentendido” va exento de un sujeto. Decimos: “Ha habido un malentendido”. De este modo asumimos que nadie quería que el malentendido se produjese, sino que se ha producido por causas ajenas a todos. La frase “ha habido un malentendido” es una especie de indulto para los que han provocado una situación incómoda y libera a todos de la responsabilidad de lo sucedido. El factor de distorsión ha sido ajeno a nuestras voluntades. Sin embargo, igual que Freud utilizó los pequeños lapsus del inconsciente para demostrar que el origen de ciertas lagunas involuntarias estaba en conflictos psicológicos del individuo, haciendo una analogía, podríamos afirmar que ningún malentendido es del todo involuntario.
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