Los primeros cristianos originarios no conocian ninguna ceremonia Los primeros cristianos originarios no conocían ninguna ceremonia Hasta el momento de Su muerte en la cruz, Jesús de Nazaret había hecho algunos preparativos para anunciar Su enseñanza a muchos hombres de todo el mundo. Por ejemplo, El envió a hombres y mujeres para anunciar el mensaje del Reino de Dios que estaba próximo. Enseñó e instruyó a algunos apóstoles, quienes tras Su muerte fundaron comunidades cristianas. En estas comunidades, más adelante comunidades primarias, hablaba el espíritu profético y conducía a los primeros cristianos. Así Cristo conducía a Sus comunidades a través de la palabra profética. Durante la Ultima Cena, cuando Jesús, como a menudo cuando se reunían, partía el pan –lo cual también nos ha sido transmitido sólo en parte–, dijo: Haced esto en conmemoración Mía (Lucas 22, 19), lo que significa que los hombres que Le siguen deben compartir el pan. ¿Qué significa: compartir el pan?. En una comunidad de vida interna, en la que todos son iguales, en la que todos son libres, pues nadie se ata a través de la envidia, del querer ser y tener y cosas parecidas, sino que hacen con gusto lo que Dios ha mandado, surgen la hermandad –el uno es hermano, hermana y amigo del otro– y la unidad, la unión en base a la meta común. El que tiene, da; todos actúan y se aportan al bien de la totalidad según sus cualidades; así se crea el equilibrio justo que no prefiere a nadie. Esta es la vida impersonal, la vida en el Espíritu de Dios, la vida de la comunidad cristiano-originaria. La Iglesia hizo una ceremonia del acontecimiento de partir el pan durante la vida de Jesús. Un sacrificio de pecado al fin y al cabo para atar a los creyentes a la Iglesia y a sus sacramentos, que son “necesarios para la salvación“. Esta atadura impide al mismo tiempo que el hombre vaya a Dios en su interior y pueda alcanzar –a raíz de su reconocimiento, arrepentimiento y purificación activa– la liberación de sus pecados con la ayuda de la fuerza redentora del espíritu del Cristo de Dios. Unicamente la vida activa legítima nos trae el beneficio interno, nos llena el corazón, nos refortalece, nos hace libres, alegres, sanos y dinámicos. Esto es lo que da un sentido a nuestra vida, el contenido –pero nunca lo harán gestos, ritos, ceremonias; con ello tampoco cambia nada, no importa cuán a menudo las repitamos. Los primeros cristianos, un poco después los cristianos originarios, que se sentían espiritualmente en casa en las primeras comunidades primarias en Jerusalén bajo la dirección de algunos apóstoles, y que como ya hemos dicho eran guiados por el espíritu profético, no conocían ni ceremonias ni ritos, por tanto ningún culto. No mataban animales para sacrificárselos a un Dios; tampoco mataban para comer animales, sí, tampoco comían carne. Ellos se esforzaban en vivir según los Mandamientos de Dios y el Sermón de la Montaña de Jesús, para purificar la iglesia interna, el templo, el alma y el cuerpo, para que el espíritu del Cristo de Dios pudiera actuar en el alma y en el cuerpo. Sus reuniones cristiano-originarias consistían en partir el pan y rezar. Ellos compartían el pan entre sí. De la publicación gratuita: “¡Los animales claman! ¡El profeta denuncia!” Apartado 8458 - 28080 Madrid) Vida Universal www.vida-universal.org
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