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Vilches - Jaen

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España > Jaen > Vilches
22-04-10 20:41 #5148583
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26-04-10 15:10 #5177057 -> 5148583
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Anduvimos unos cuantos metros detrás del capataz hasta llegar a la puerta de la casa.
Francisco,empujó la puerta y entramos dentro.
Un gran portal servia de ditribución de la casa.En medio se alzaba una escalera de mármol con una baranda torneada de madera.
Francisco subió por ella,y depués de unos minutos bajó.
Esperen aquí,que ahora baja la señora.
Allí de pie,con la cabeza agachada permanecimos unos minutos.
Fue un tiempo de mucha tensión.
Yo,agarrada fuertemente a la mano de mi madre,mi mano sudorosa,no dejaba de tamblar.
-Tranquila Isabel...no pasa nada.
El ruidos de unos zapatos,nos hizo levantar la cabeza.
Allí delante de nosotros estaba la señora marquesa.
Ella,una señora alta y erguida,de pelo negro,tez blanca y ojos verdes,y elegantemente vestida,nos saludó.
-Buenas tardes
-Buenas tarde señora marquesa,respondimos mi madre y yo,al mismo tiempo que haciamos una reverencia.
¡Francisco,trae unas sillas!ordenó la señora marquesa.
Francisco,volvió poco después con dos sillas de enea.Me sorprendió mucho la actitud de la señora,pues en el portal donde nos encontrábamos habia varias sillas tapizadas.
Francisco salió del portal,y la señora marquesa,empezó a preguntarnos.
-Asi que ustedes quieren trabajar en la finca.
-Las dos no,señora,solo la niña-dijo mi madre.
¿la niña¿?¡pero si es muy pequeña!
No señora,aunque es menuda,ya tiene 16 años.
-pero ustedes saben que le vida en el cortijo es muy dura y se necesita gente fuerte,gente capaz de trabajar 14 0 15 horas diarias,ya haga frio o calor.
-No se preocupe señora,la niña es fuerte a pesar de su presencia frágil.
-Ella se cuida de la casa y de sus siete hermanos-Dijo mi madre, con voz temblorasa,y viendo que se nos escapaba la opotunidad de trabajar y alimentar una boca menos.
-No se,no se,no es lo que yo esperaba-Contestó la marquesa.
-Señora...por favor...mi marido está enfermo,tengo muchos hijos,no tengo con que alimentarlos¡¡quédese con la niña por favor!!Se lamentaba mi madre con lágrimas en los ojos.
-Está bien,la tendré unos dias de prueba,si no es lo que yo quiero,
la mandaré a su casa.
-¡¡gracias...gracias señora.Decia mi madre miestras se inclinaba y besa ba una y otra vez la mano de la señora.
-¿como te llamas,muchacha?
-Isabel señora,para servir a Dios y a usted.
-Bueno al menos es educada-Respondió la señora.
-Les presentaré al resto del servicio.
La señora,se fue hacia una vitrina,y de ella cogió una campanilla que habia en unas de las repisas.
La cogió y la movió con energia repetidamente varias veces.Al instante se presentaron en el portal cuatro personas:uno de ellos era Francisco,el capataz,los otros eran dos mujeres y un hombre.
-Esta es Dolores,la mujer de Francisco,estos son Lázaro y Petra,son matrimonio tambien,y Lázaro es hermano de Francisco.
-Petra-continuó la señora,es la cocinera,Dolores se encarga de la limpieza de la casa,ella te enseñará,Lázaro y Francisco,se encargan del cuidado del ganado y de los cultivos de la finca.
-Petra y Dolores,te enseñaran dónde dormirás.
Y así se depididió de nosotras,subiendo de nuevo por la escalera que habia bajado.
Francisco y lázaro salieron de la casa,y Petra y Dolores se dispusieron a enseñarme cual seria mi nuevo hogar.
Atravesamos dos patios y salimos po una puerta lateral de la finca.
Una cuadra habilitada como vivienda seria mi nuevo hogar.Una pequeña entrada,con una chimenea,un par de repisas,una cantarera,y tres divisiones separadas por cortinas de saco,seria mi nueva casa.
-Esta es tu habitación,Isabel-Me dijo Dolores.
Un colchón en el suelo,cubierto con sábanas hechas de sacos de azúcar,un candil,y una palangana,componian el mobiliario de mi habitación.
Francisco y Lázaro vinieron a buscarnos.
-¡Venga,quedaros a cenar!
-Mi madre no queria,pero yo le estiraba continuamente del refajo para que dijera que si.Al final aceptó.
Nos dirigimos a fuera de la finca,y allì en tres pequeños muros hechos de piedra y barro,y abierto por un lado,prendian fuego unos trozos de leña entre unas estrévedes,y sobre ella una sartén que dejaba una olor de masiado buena para mi.Cai desplomada al suelo.
¡Isabel...Isabel!¡hija mia!
A los pocos segundos desperté.Me tumbaron en el suelo esperando que me recuperara.
-¡hija mia! ¿que te ha pasado?-Me dijo mi madre.
Madre es que hace tanto tiempo que no hace usted jarapos y la simple olor me he sentido desfallecer.
-¡Venga a comer!-Dijo lázaro.
Aquella comida era una exquesitez para mi estómago.Cogí la cuchara que me ofrecian,y empezé a comer compulsivanente en el lado que me pertenecia de la sartén.Mi madre con un manotazo me detuvo.
-¡Isabel,que tenemos que comer todos!
Después de aquella merienda-cena,mi madre se dispuso a regresar al pueblo.
Ya en la puerta,me dió sus últimos consejos:
-¡Portate bien,Isabel,y obedece a la señora!
-Si,madre descuide.
-Ah,y recuerda de rezar cada noche antes de acostarte,y pide a Dios por
nosotros-Continuaba mi madre.
Y así vi a mi madre alejarse en lomos de Platero camino de Vilches.
Mis ojos llenos de lágrimas,borraron la silueta de mi madre que se perdia en el horizonte.Yo no llageba a entender,como Dios ,siendo tan bueno permitia separarme de mi familia.
Aquella noche,no pude dormir.Aunque el colchón era de lo último que habia en el mercado estaba relleno de farfolla.Echaba de menos a mis tres hermanos,que compartia con ellos mi sueño de adolescente acostados sobre unas mantas al lado del catre de mis padres.Los otros tres dormian con mis padres.
Con el canto del gallo y los primeros rayos de sol empezaba una nueva vida para mi.
Petra,una mujer muy buena,ya me tenia preparado el desayuno,en un cazo en el cual habia puesto leche con un poquito de café de chicoria,y que completaban mi desayuno unos pigatostes.Dolores a su vez me mostraba dos de los uniformes que debia de llevar en la casa.Uno era totalmente negro y el otro azulmarino con uno mandil blanco,complemetaban este último uniforme una cofia y unos guantes blancos.
-Mira isabel,este negro es para cuando me ayudes en las faenas de la casa,y esta otro para cuando tengas que servir la mesa a los señores marqueses.
Ya vestida adecuadamente para mi trabajo,Dolores Petra y yo entramos en la casa de los señores.Petra se adentró en la cocina para empezar sus quehaceres culinarios.Dolores y yo entramos en el salón para proceder a su limpieza.
¡Dios mio,jamás habia visto nada igual!Aquel salón era mas grande que las cueva de mi abuelos,la de mi prima y la mia juntas.Aquel mobiliario y aquel cortinaje solo lo habia visto en las palículas.
Hacia las nueve de la mañana,la señora marquesa bajó a desayunar.Estaba yo sirviéndole el café,y me preguntó:
-¿De donde eres muchacha?
-De Vilches,señora,de la parte alta de las cuevas-Respondí orgullosa.
-He oido hablar de ese barrio,pero ahora mismo no se situarlo.
-Señora,ese barrio está muy cercs de la iglesia que hay en la plaza del pueblo.
-Ah,si,la iglesia la conozco,voy a misa cada domingo,pero en el barrio no he estado nunca.
-Es un barrio muy bonito señora,sus gentes son sencillas,todo el mundo se conoce y se ayuda,allí nadie conoce la soledad,los niños juegan sin temor en la calle,y las señoras,al atardecer,en las tardes de primavera y verano cosen y bordan en la puertas de sus casas,mientras que los hombres cantan o juegan a las cartas,todo el mundo es feliz a pesar de las desgracias.
Bueno muchacha,he de decirte que mañana tienen prevista su llegado el señor marquez y el señorito Rafael a la finca,el señorito Rafael tiene previsto quedarse con nosotros hasta mediados de septiembre,procurad que esté todo en orden.
Hemos dejado la casa impecable,mientras limpiabamos a Petra se le oia cantar..."la noche de bodas caí en tu cama colcha de seda..."está feliz,ella crió al señorito Rafael,ella lo amamantó,ella tuvo una niña de la misma edad que el señorito,pero murió de miningitis poco tiempo despues de nacer.
Ya ataviados todos con nuestras mejores galas,y delante de la puerta del cortijo,esperamos la llegada del señorito Rafael.se detiene un cadillac delante de nosotros,se abre la puerta,...y allí estaba él.



Continuará.....
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26-04-10 21:38 #5180346 -> 5177057
Por:josefita 18

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Sigue,sigue....está muy interesante
Puntos:
26-04-10 21:44 #5180405 -> 5177057
Por:MULEROXX

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
felicitaciones me gusta mucho, espero que continúes, muchas gracias,.
Puntos:
29-04-10 11:10 #5199381 -> 5180405
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
No te has de rogar y sigue que esta super interesante
Puntos:
01-05-10 03:15 #5212269 -> 5177057
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
...alto,delgado,pelo negro y rizado,de tez morena,impecablemente vestido,unos ojos verdes,y rasgados,una nariz, perfectamente perfilada y unos labios gruesos y carnosos dibujaban su cara.
Se acercó donde estabamos nosotros y nos fue saludando,uno a uno.Cuando llegó hasta Dolores,le dió un beso en la mejilla,y lo mismo hizo con Petra,al mism tempo que le decia:
-Mama Petra,ya estoy aquí otra vez.Siempre la ha llamado mama Petra,ella lo habia criado.
Cuando llegó hasta mí,me dijo:
-No tengo el gusto de conocerla señorita.
-Soy Isabel,señorito,para servirle a Dios y a usted,al mismo tiempo que hacia una reverencia..
La señora marquesa que se encontraba uos metros de nosotros,le llamó.
-Rafael,esta es la chica de Vilches,la del barrio de las Cuevas.
-Mamá,¿como que has cogido una chica tan joven para trabajar en casa?
-Es la mayor de ocho hermanos,su madre insistió para que me la quedara poque dicen que están muy necesitados.
-Bueno hijo¿como te va por Madrid?-Decia la señora para cambiar de conversación.
-Bien mamá,con ganas de terminar la carrera para poder ejercer.
-Ten paciencia Rafael,en la vida hay tiempo para todo.
Los señores marqueses entraron en la casa por la puerta principal,mientras que nosotros haciamos lo mismo por la puerta de servicio.
LLevo casi dos meses trabajando en el cortijo,y hoy estoy mas contenta que nunca,la señora marquesa me ha subido el sueldo,me ha dicho que está muy contenta conmigo,y este mes cobraré cinco pesetas mas.
¡¡Madre mia,cuantas cosas podré hacer yo con ese dinero!!
Mi vida en el cortijo pasa muy deprisa,estoy todo el dia ocupada,y no tengo tiempo de pensar en nada,solo cuando llega la noche,y en la soledad de mi alma,encuentro a faltar a mis padres y a mis hermanos.
Un dia de estos pediré a la señora que me deje ir a Vilches.
El señorito Rafael,es muy amable con todos nosotros,y me llama por mi nombre,y cuando le voy a servir la comida en el plato,no quiere que lo haga y se sirve él solo.Es muy bueno.
Hoy los señores y el señorito tienen una conversación en la sobremesa:
-Rafael¿ya sabes donde ejercerás cuando a cabes tu carrera?
-Seguramente me quedaré en Madrid,allí hay buenos hospitales para poder ejercer mi carrera.
-Tu padre y yo estamos muy orgulloso de ti,hijo mio y no queremos que nos desfraudes,queremos que seas un médico de prestigio.
-Nos os desfraudaré mamá.
-Rafael-continuó la señora marquesa.
-La semana que viene daremos una fiesta,a la que asistiran los Marqueses de Jarbancí con su hija Eugenia,no te comprometas con nadie ese dia.
-De acuerdo mamá,hace tiempo que no veo a Eugenis.
Los señores ya se han retirado,y yo estoy recogiendo los trozos de pan que hay sobre la mesa y metiendolos en un talego,cuando oigo una voz detrás mio.
-¿Isabel que haces?
-Recogiendo la mesa señorito-Le dije con voz temblorosa.
-¿y para que te guardas el pan en esa especie de bolsa?
-¡¡Son para...los cerdos señorito...para los cerdos!!
Y sin decir palabra me fuí corriendo a la cocina.
¿Que te pasa Isabel?-Me dijo Petra
-El señorito Rafael,que casi me pilla con el pan de la mesa.
-Isabel,tenias que haberle dicho la verdad.
-No puedo,Petra ¿como le voy a decir al señorito que le estoy robando el pan de los cerdos para mi familia ?
-Se ha de ir con la verdad por delante,Isabel.
-Si la señora marquesa se entera que le estoy robando el pan me despedirá.
-Pideselo tú.
-Me da verguenza Petra,ya me ha subido el sueldo este mes.
-Bueno Isabel,pero ten cuidado.
-He pedido a la señora que me deje ir a Vilches para ver a mi familia,me ha dicho que cuando termine de limpiar la plata que me vaya.
Lázaro y Francisco ese dia van al pueblo,van a buscar gente para la siega.He aprovechado y me he ido con ellos en el carro.Me han dejado en el Camino Real en el cruce con el camino de los Mesones, la gente que van a buscar vive ahí,no me importa, subiré andando a mi casa.
He subido todo el Camino Real y la calle Las Peñas hasta llegar a la plaza.Al ver la iglesia de San Miguel,me he emocionado,tengo la sesación de que he estado muchos años sin ir al pueblo,y en realidad solo han sido un par de meses.
He cubierto mi cabeza con un pañuelo y he entrado en la iglesia.De rodillas ante el altar he implorado a Dios..."Dios tú que eres tan bueno,tan poderoso,tú que distes de comer con cinco panes y dos peces a cinco mil personas,te pido Señor que no te olvides de mi pueblo,no lo dejes morir de hambre y miseria...y no permitas Señor la separación de las familias,que permanezcan unidas aquí en su pueblo,para bien o para mal...amén."
Al terminar mi plegaria veo al sacerdote que se dirige al confesionario,y nos invita a confesarnos.Me dirijo hacia el cofesionario.
-Ave Maria Purisima-
-Sin pecado concevida.
-De que te acusas hija- Me preguntó el sacerdote.
-Padre me acuso de robar el pan de los cerdos a mi señora para dárselo a mi familia.
-Eso no puede ser hija mia,si estás trabajando en casa de esta señora debes compotarte como buena cristiana que eres,y tú estas imcumpliendo el séptimo mandamiento de Dios.
-Sí,padre lo sé,pero es que mi madre hace una migas muy buenas con este pan para todos mis hermanos.
-Bueno hija eso no lo hagas mas,esa señora ha hecho mucho por tí y tu familia;te ha dado trabajo,vivienda y le ha quitado una boca menos que alimentar a tu padres.
-Ya lo sé padre,no lo volveré hacer.
-Bueno hija,como penitencia reza cinco padres nuestros y tres aves Marias,y te quiero ver aquí todos los domingos en misa
-Vendré padre..vendré.
Y asi después de rezar mi penitencia me dirigi a mi casa.
Atravesé la Corredera hasta llegar a la calle Pastores,conforme iba bajando la calle ya olfateaba ese olor tan caracteristico del horno de
Fabiana,donde nuestras madres nos hacian esos hornazos tan buenos típicos de Semana Santa.
Un poco mas abajo se agrupaban mujeres y niños en torno a la fuente con sus repectivos cántaros esperando que le llegara su turno para llenarlos de agua.Hacia poco que el agua habia llegado a Vilches y para nosotros era una bendición de Dios.
Un poco mas abajo vi a mi madre con un cántaro que se dirigia a la fuente en busca de agua.
-¡¡Madre,madre!!
-¡¡Hija mia,Isabel!!
-¡¡Madre que alegria!!
Mi madre soltó el cántero que llevaba y me abrazó sin parar de basarme.
-¡Hija mia!,¿estás mas gordita?
-Allí en el cortijo hay mucha comida madre,mire le traigo este macuto lleno de pan duro para que usted pueda hacer las migas y además traigo un poco de chocolate que me han dado en el cortijo.
-Nunca podremos agradecerle a la señora marquesa lo que está haciendo por nosotros hija mia.
-¿ya te portas bien hija?
-Sí,madre no se procupe,ademas me han subido el sueldo cinco pesetas.
-¡¡Alabado sea Dios!!y le tenga guardada la gloria a esa señora-Dijo mi madre a la vez que hacia la señal de la cruz.
Con el cántaro lleno de agua nos dirigimos a nuestra casa.
¿madre y padre?
-Lo he dejado en casa no levanta cabeza hija,ayer puso las trampas para coger pajarillos para hacer un arroz,hoy ha ido a coger chumbos,estamos mal Isabel,ese maldito accidente que lo dejó cojo le limita mucho,yo trabajo en lo que sale,pero a penas podemos sobrevivir,pero el solo dice que se quiere morir,que no quiere vivir asi mas.
-No llores hija,que no te vea así tu padre,lo está pasando muy mal.
-Al llegar a la puerta de mi casa mi madre empieza llamar a gritos a mis hermanos¡¡¡Paquito,Amparo,Tere,Tomasi,Pablito....!!!!y así hasta completar los siete.Todos revolotean a mi alrededor esperando algo.
-¡¡Mirar lo que os traigo!!pan duro y para acompañarlo chocolate.
¿que es chocolate Isabel? ¿eso se come?-Preguntó uno de los pequeños.
-Pues claro que sí tonto,se pone encima de un trozo de pan duro y después se pone al sol,se deshace....y está de muerte.
_-Isabel,yo no puedo comer pan duro,mira,-me dijo Paquito,al mismo tiempo que me enseñaba sus encias desprovistas de algún diente.
-Bueno,a tí te lo mojaremos en agua para que esté mas blandito.
Lo poco que traje a casa desapareció en unos minutos,y después desaparecieron todos con la barriga medio llena,cuidando los grandes de los pequeños.
-¿Madre donde está padre?
-Está dentro,lo dejé guardando los chumbos en el cuartillo.
¡¡Padre,padre!!¡mire lo que le traigo!!
Me dirijo hacia el cuartillo donde se encontraba mi padre.
¡¡¡Madre,madre,...venga...venga¡¡¡

Continuará.....
Puntos:
01-05-10 12:34 #5213237 -> 5212269
Por:MULEROXX

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
gracias por seguir escribiendo, pero no tardes tanto GRACIAS.
Puntos:
01-05-10 13:28 #5213456 -> 5213237
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Qe interesante sigue, sigue.
Puntos:
01-05-10 20:44 #5215638 -> 5212269
Por:florypepito

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mery 1953 por favor sigue que me estas haciendo recordar Mi niñez.hasta que emigre con 16 años un abrazo y te espero en SAN GREGORIO.
Puntos:
03-05-10 20:33 #5227899 -> 5215638
Por:

Borrado por su Autor.
Puntos:
04-05-10 15:14 #5232749 -> 5227899
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
…y allí en el cuartillo donde se encontraba mi padre, una enorme rata, olfateaba sobre él buscando algo de comida. Mi padre, que yacía en el suelo con los ojos cerrados, no se percataba de su presencia.
Mi madre al oír mis gritos, acudió donde yo me encontraba.
¡¡Isabel!! ¿Qué pasa?
¡¡Una rata madre, una rata!! ¡¡Y padre no responde!!
La rata al oír mis gritos, salió a toda prisa en dirección a la calle en busca de nuevos manjares.
Mi madre, se agachó donde estaba mi padre, y lo sacudió con fuerza.
¡¡Paulino, Paulino!! ¡¡Dime algo, por Dios!!
Mi padre poco después abrió los ojos un poco aturdido.
-¿Qué…pasa…que me ha pasado?
-No se Paulino, te hemos encontrado aquí en el suelo sin sentido.
¿Qué te ha pasado?
-No se estaba colocando los chumbos en el lebrillo, y de pronto he sentido un calor, y ya no recuerdo nada mas.
Lo incorporamos del suelo y lo sentamos en la mecedora que teníamos en el portal de la casa.
-Paulino, tienes que cuidarte, no puedes estar tantas horas en el campo con este sol tan fuerte, estas demasiado débil.
-He ido ha coger chumbos porque ya no nos queda nada para comer Aniceta-Que es así como se llamaba mi madre.
-Paulino, no te preocupes, la niña ha traído pan duro y haremos migas, y también ha
Traído algo mas…choco…choco…-Decía mi madre que no se acordaba del nombre.
¡chocolate madre, chocolate!
Con mi padre ya recuperado, me voy en busca del macuto que traía-
¡¡Padre, padre, mire lo que le traigo!!
¡¡¡Una botella de aguardiente!!!-Decía mi padre mientras abría los ojos, dando la impresión que se le iban a salir de las órbitas.
¡Sí, padre, para que pueda usted echar un trago, y en Navidad pueda usted pueda tocar los aguinaldos.-Siempre había tenido ilusión por tener un instrumento musical.
-Mi padre no pudo con tanta emoción, y se echó a llorar.
-Paulino, no llores, ves como Dios no nos abandona, ya verás como llegará el día que podamos hacer tres comidas al día, la esperanza es lo último que se ha de perder.
Estando hablando con mi padre de nuestros proyectos para el futuro, cuando alguien me llama:
¡¡Prima , prima!!
Mi prima Juani, que se había enterado que estaba yo en el pueblo vino a saludarme.
-Prima, que bien que estás-Me dijo mientras me abrazaba.
-Tu también, y has crecido mucho. Me preguntó como me iba por el cortijo, le dije que muy contenta, que eran muchas horas de trabajo, pero que era la única forma de sacar a nuestro pueblo adelante. El obrero por naturaleza es muy fuerte, y con la fuerza que Dios nos ha dado, y la sabiduría de los señoritos, entre todos contribuimos al desarrollo de nuestro pueblo.
Estándole contando a mi prima mi experiencia en el cortijo, me interrumpió.
-¿Prima ya sabes que se leer?
¿No me digas prima, de verdad?
-Sí.
-Mira prima
Y enseñándome una cartilla que traía en la mano, la dejó sobre el poyo, y empezó a leer:
-Mmm…i ma…mmm…a me a…mmm…a.
Mientras que mi prima iba leyendo, una emoción recorría todo cuerpo, y una lágrima recorría mi mejilla.
¡¡¡Una niña de clase humilde, con apenas trece años, sabía leer a la perfección!!!
Para que luego digan, que el régimen político actual es malo para la gente obrera.
-Mi prima, como, yo, tampoco puede ir a la escuela, cuando no está en el campo trabajando tiene que cuidar a sus hermanos, es la mayor de seis hermanos.
A última hora, cuando termina su trabajo se va a casa de un señor que vive en las Cuevas, muy cerca de nosotros. Cristóbal, que es así como se llama el señor, es padre de Lázaro y Francisco. Años atrás había sido maestro, pero por sus ideas políticas dejó de ejercer su profesión. Ahora se dedica a dar clase a gente, que como mi prima no puede asistir . Y así la cueva donde vive Cristóbal, cuando el sol se esconde entre las montañas, la cueva se llena de gente. Gente que como mi prima tienen ganas de aprender y superarse en la vida y sin límites de edad. A veces viene gente que ni puede permitirse el lujo de comprarse una libreta y un lápiz, y él le proporciona el material, dándole papel de estraza y un tizón para escribir.
Me he despedido de mi familia pues ya es tarde y he quedado con Lázaro y Francisco en la iglesia de los mesones. No he tardado mucho en llegar pues el camino es todo cuesta abajo lo cual facilita mi marcha. Allí en la puerta de la iglesia me estaban esperando.
-Isabel, que llegamos tarde-Me dice Francisco.
Y así, subimos de nuevo en el carro en dirección al cortijo.
A la mitad del camino, me pregunta Francisco.
-Isabel ¿te has enterado lo que ha pasado este año en la fiesta de San Gregorio?
-No,¿Que ha pasado?
Pues según comentan por ahí, que el señor cura ha dicho que a l santo ya no se le llevaran mas roscos de pan.
¿Y por qué? Le pregunto yo
-Pues verás, se ve que este año a los padres les hacia ilusión que sus hijos pequeños fueran ellos los que le llevaran el rosco a San Gregorio, se ha formado una larga fila hasta llegar al santo, y como lo niños tenían hambre se han comido los roscos antes de ofrecérselos al santo, y los pocos que han llegado hasta él, cuando se ha acabado la procesión no había pan para todos los presentes, la gente tenía hambre se han abalanzado sobre el santo ocasionando daños muy graves, al santo, y algunas personas, ha habido hasta una fractura de mandíbula. El señor cura se ha enfadado mucho y ha dicho que le año que viene se le ofrecerán chumbos al santo.
¿Chumbos?- Dije yo.
-Sí, por el que mas o el que menos comen chumbos en su casa bastante a menudo, y de esta forma la gente no se abalanzará al santo, y si por casualidad, hay alguno que tiene malas tentaciones, no habrá ningún problema, porque los chumbos se podrán sin pelar.
¡¡Madre mía como está cambiando la iglesia!!-Contestó Lázaro.
Las primeras estrellas de la noche hacen su aparición en el cielo, el aire es fresco, por lo que he de cubrir mis brazos con una rebeca. Desde el punto donde nos encontramos ya se divisa el cortijo. De pronto el ruido de unos cascos y el relincho de un caballo nos hace parar el carro en seco……

Continuará……
Puntos:
04-05-10 18:39 #5234214 -> 5232749
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
¿Cumbos en el mes de mayo? Pasmado Pasmado ,que tiempos aquellos se cojia de todo en el campo.
Puntos:
04-05-10 18:40 #5234226 -> 5234214
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
perdon chumbos
Puntos:
04-05-10 20:46 #5235204 -> 5234214
Por:pumuki01

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Es precioso,por poco y acabo de reir ja,ja,ja ,parece que te estaba viendo mirando a Francisco,cuando te a dicho: que el año que viene en vez de roscos, habia que llevar chunbos al Santo..
Eres un encanto..

¡¡BESAZOOOO!!
Puntos:
04-05-10 21:39 #5235825 -> 5234214
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Malauva,lo de los chumbos era para reirnos un poco,de todas formas he escrito muy deprisa y no me he dado cuenta que en mayo no hay chumbos.Aunque sinceramente no me acuerdo.Muchas gracias po tu corrección.Un saludo
Puntos:
04-05-10 22:25 #5236320 -> 5234214
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
No te moscees mujer es broma, me gusta mucho tu relato porfavor sigue.
Puntos:
04-05-10 23:04 #5236717 -> 5234214
Por:PALOMA 123

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Pedazo de patada que le acabas de dar al diccionario"No te moscees" y de postre"porfavor" hay que tener un poquito de cuidado a la hora de postear. pero por ello no desvanezcas,con el tiempo todo se soluciona.

NO TE MOSQUEES.
POR FAVOR.

UN SALUDO.
Puntos:
04-05-10 23:06 #5236741 -> 5234214
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
no me mosqueo malauva,pero he cometido un grave error y ahora no se como podré seguir el relato,a mi tambien me gusta,pero ne se si voy a continuar.Un saludo
Puntos:
05-05-10 03:56 #5238078 -> 5232749
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
...me despierto sobresaltada.
¡¡Que pasa!!
-No pasa nada Isabel te habias quedado dormida,y al coger un bache te has despertado.
-Que sueño mas raro he tenido,soñaba que vosotros me decíais que en San Gregorio ya no se iban a llevar roscos al santo,pues los padres tenian ilusión de que los niños llevaran los roscos y se los comian antes de llegar,y que el próximo año le iban a llevar chumbos,y además sin pelar para que la gente no pudiera robarlos.
Lázaro y Francisco al oir lo de los chumbos se pusieron a reir a cacajadas sin poder parar.
-¡¡Pero mujer,chumbos en el mes de mayo!!
-Isabel,estás muy obsesionada con lo de tu padre.Tu padre va a buscar chumbos en primer lugar porque lo necesitais para comer,y en segundo lugar pues por que el disfruta llendo al campo.No te tienes que preocupar,el chumbo es un alimento muy rico y muy completo.Lo que no se puede es comer muchos...eso ya lo sabes tu.Ya verás como todo se arreglará,y el año que viene para San Gregorio vendremos a ofercerle al santo el rosco de pan y te aseguro que habrá pan para todos.
-No se que pensar este sueño que he tenido es muy raro,me recuerda al sueño que tuvo José,él le anunció al Faraon que iban a venir épocas de mucha abundancia,y otras de excasez.Esperemos que mi sueño no se cumpla,sobretodo, la época de excasez,pues para no tener roscos San Gregorio y ofercerle chumbos tendrá que ser una época muy mala.Ya se divisa el cortijo..ya estoy en mi nueva casa.Al llegar al cortijo Petra y Dolores salen a recibirnos...bajar... bajar,mirar lo que tenemos.

Continuará
Puntos:
05-05-10 04:05 #5238081 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Lo he arreglado como he podido,como estaba relatando en el mes de agosto, me he quedado en ese mes sin detenerme que San Gregorio se celebraba en mayo,y lo he confundido con la Fiesta Mayor y como había hablado anteriormente de los chumbos,no me he desconectado del todo...son demasiados años sin ir por el pueblo.Os pido disculpas a todos.Un beso.
Puntos:
05-05-10 09:24 #5238395 -> 5238078
Por:luna 68

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
¿Disculpas porqué Mery?, si lo has arreglado estupendamente con esa imaginación que tienes. Continúa cuando puedas, yo no te meto prisa. Un beso guapa.
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05-05-10 15:19 #5240338 -> 5238078
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Qerida Mery 1953.
he de decirte que quizás sea el mejor relato que yo he visto en el foro, no te desanimes y sigue.
Animo que vas muy bien.

Un saludo:Malauva.

PD:los chumbos estan buenos en todas las hepocas.
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05-05-10 20:43 #5242933 -> 5238078
Por:Guiomar_

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mery, que lo estás haciendo fenomenal, que más da que lo chumbos se coman en verano o en primavera... lo importante es el relato, aunque sea inventado, o no, tú sigue cuando quieras y cómo quieras, que lo estás haciendo muy bien. Me tienes intrigada, chiquilla, y eso es lo importante.

Un besazo
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10-05-10 11:30 #5270090 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
…y allí al entrar en el portal de nuestra vivienda, Dolores y Petra nos hicieron
pasar a unos de los cuartos. Encima del colchón se encontraban cuatro uniformes de servicio, dos de hombre y dos de mujer.
-Mira Isabel -Dijo Petra.
-Son los uniformes que luciremos en la fiesta que darán los señores marqueses la semana que viene, tenemos que probárnoslos por si tenemos que hacer algún arreglo.
La señora marquesa nos había reunido unos días antes para decirnos cual sería nuestro trabajo en ese día; Francisco sería el encargado de ir nombrando a los invitados a su llegada, Lázaro se encargaría del aparcamiento de los coches de los invitados, Petra como siempre en la cocina y Dolores y yo junto con las tres hermanas de Lázaro y Francisco: Gregoria, Magdalena y Petra seriamos las encargadas de servir la cena a los señores.
…Y llegó el día de la fiesta, me estoy poniendo el uniforme y digo a Dolores:
-¿Me podría pintar un poquito los labios?
-Hija nosotras no tenemos carmín, ¡¡pero tengo una idea!!
Se va hacia la cocina y vuelve con algo envuelto en un papel.
-Mira Isabel, he cogido un poco de pimentón y con él podremos darle un poco de color a tus labios y a tus mejillas.
Ya vestidos adecuadamente para tal evento, nos dirigimos a la casa del cortijo para ocupar cada uno su sitio.
Allí, de pie en el salón esperamos la llegada de los señores.
En primer lugar hicieron su aparición los señores marqueses con el señorito Rafael. Como siempre, impecablemente vestido, y con una sonrisa en sus labios que dejaban ver unos dientes blancos y perfectamente alineados.
Los señores marqueses al pasar por nuestro lado nos saludaron diciendo:”buenas noches” y después se alejaron a ocupar su sitio para recibir a los invitados. El señorito Rafael se acercó hasta nosotros saludándonos, uno, a uno. Cuando llegó hasta mí me dijo:-
-Buenas noches Isabel, estás muy guapa. Mi rostro se ruborizó y solo pude corresponderle con una tímida sonrisa. Se alejó de nosotros hacia donde estaban los señores.
Francisco, empezó a nombrar a los invitados que ya iban llegando al salón:
-Sres. Duques de Linares-Baeza.
-Excmo. Señor Alcalde de la Carolina y señora.
-Sres. Duques del Porrosillo.
-Excmo. Señor Alcalde de Vilches y señora.
-Excmo. Señor Coronel de la guardia civil.
-Sres. Fernández Lara e hija.
-Sres. De Guarrizas.
-Sres. Marqueses de Jarbancí con la señorita Eugenia.
Y allí la vi por primera vez. Vestía un vestido verde esmeralda que contrastaba con sus ojos negros y su piel blanca, su pelo negro como el azabache y bien cuidado se recogía en la nuca dejando suelto algún mechón del cabello.
Pasó por delante de nosotros y no se percató de nuestra presencia. Se dirigió hacia donde se encontraban los señores marqueses y el señorito Rafael, se inclinó, haciendo la reverencia y el señorito Rafael le correspondió con un beso en la mejilla.
Y así cada uno de los invitados fue ocupando su sitio en la mesa.
Fue un ir y venir de la cocina al salón, mis piernas ya no me daban mas de si, mis manos se delibitaban por momentos que apenas podía sostener la bandeja que llevaba en mis manos.
Estoy sirviendo en la mesa principal donde están sentados los señores Marqueses de Jarbancí junto con los señores Marqueses del Piélago, y el señorito Rafael junto a la señorita Eugenia. Me dispongo a servir a la señorita Eugenia, mi bandeja cae, con tan mala suerte, en el vestido de la señorita. Ella malhumorada, se levanta gritando:
-¡¡Torpe!! ¡¡Mira lo que has hecho!! ¡¡ Debes tener mas cuidado, me has estropeado el vestido!!
-No te preocupes Eugenia, has traído otro vestido, ves y te cambias-Contestaron los señores Marqueses de Jarbancí.
Yo llorando, me dirijo a la cocina donde se encuentra Petra y le explico todo lo que ha pasado sin parar de llorar.
-No llores mi niña, no pasa nada.
-Petra tu crees que me despedirán.
¡¡Como te van a despedir, ni que hubieses matado a alguien!!
¡¡Venga sécate esas lágrimas y vuelve al salón!!
Cuando me disponía a salir, el señorito Rafael hace su presencia en la cocina.
-Isabel, no te preocupes, no es nada mas que un vestido.
-Señorito, yo no quería ha sido sin querer, estoy muy cansada.
-Ya lo se Isabel.
-No me pasará nada ¿verdad señorito?.
-No te preocupes, hablaré con mi madre y la señorita Eugenia
-¡¡Gracias señorito, muchas gracias!!Acto seguido vuelvo a mi trabajo.
Una vez terminada la cena, se pasaron a otro salón preparado para el baile.
Fueron los señores marqueses del Piélago los que dieron el comienzo al baile, seguidos de los marqueses de Jarbencí, acto seguido lo hicieron loa señoritos Eugenia y Rafael. Hacían una buena pareja; jóvenes, ricos y bien parecidos. Se les veía muy animados y contentos de verse después de algunos años.
Ya de madrugada, nos retiramos a dormir.Tubimos que hacer las mil y una para poder dormir todos en nuestra pequeña morada pues las hermanas de Francisco y Lázaro se quedaban a dormir con nosotros. Aquel día teníamos permiso para levantarnos un poco mas tarde, por lo que ese día nos levantaríamos a las siete de la mañana en lugar de las seis. Las hermanas de Francisco y Lázaro regresaron a Vilches caminando, quedaba mucho por terminar todavía y no pudieron acompañarlas.
A la nueve de la mañana, como siempre, estoy sirviendo el desayuno a los señores acompañados por el señorito Rafael.
-Rafael-Dice la señora marquesa.
-Anoche se te vio muy animado con la señorita Eugenia.
-Es muy simpática mamá.
-Ya pronto acabarás tu carrera, y ya va siendo hora que pienses en escoger esposa para formar una familia, Eugenia seria una buena esposa.
-Mamá, no quiero esposa de momento, a mi lo que verdaderamente me importa es mi carrera.
-Pero Rafael…-Continuó la señora.
-Eugenia es una chica que lo tiene todo: belleza, inteligencia, simpática. Su familia es una de las más ricas de Andalucía, imagínate si unimos nuestras familias y nuestras tierras, nuestro poder no tendrá límites.
-Mamá no quiero hablar de esto, Eugenia es una buena amiga de la infancia y nada mas.
Aquí en el cortijo van pasando los días, Francisco y Lázaro cuando van al pueblo me traen noticias de mis padres .Hoy me ha entregado una carta de ellos que ha escrito mi prima con ayuda de Cristóbal, yo como no se leer, lo hace Lázaro:

“Querida hija, por la presente esperamos que te encuentre bien, nosotros aquí estamos como siempre, tu padre hay días que se quiere comer el mundo, pero hay otros que no se puede levantar del catre. El dinero que mandaste con Lázaro y Francisco no lo hemos gastado en comida y en unos medicamentos para tu padre y Paquito que tiene sarampión.
Cuídate hija. Acuérdate de rezar cada noche por nosotros para que Dios nos proteja, espero que los señores te dejen venir para las fiestas de la Virgen.
Hija te tengo que dar una mala noticia, pero no quiero que llores, recuerda que tienes que ser fuerte, se ha muerto”…


Continuará
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14-05-10 13:01 #5310921 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
…”Platero. No llores, cariño. Teníamos muchas dificultades para mantenerlo, , la alfalfa que le dábamos no era suficiente para su completa alimentación y al final ha muerto desnutrido. Cariño, no sabes como lo siento, hemos hecho lo posible, pero al final Dios se lo ha llevado. Tu prima lo ha sentido mucho, fue ella quien le puso el nombre.”

Muchos besos para ti, y dale recuerdos a Francisco, a Lázaro y a sus mujeres.

Con la muerte de Platero hemos enterrado una gran parte de la literatura española¡¡Dios lo tenga en su gloria!!

Hoy tengo un poco de tiempo libre y me he ido a dar una vuelta por los alrededores del Piélago. Los ruidos de los cascos de un caballo detienen mi marcha .No muy lejos de mi se encuentran el señorito Rafael y la señorita Eugenia.

-Buenas tardes Isabel-Me dijo el señorito Rafael.
-Buenas tardes señorito.
-Isabel vamos a Vilches ¿quieres que te traigamos algo?
-No señorito, muchas gracias, no necesito nada, solo le pido una cosa.
-Cuando llegue a Vilches entre a la iglesia y pida por mi familia y por nuestro pueblo.
-Lo haré Isabel, no te quepa la menor duda.
-Isabel….Dijo el señorito.
En ese momento la voz de la señorita Eugenia le detuvo.
-¡¡Rafael que se nos está haciendo tarde, tenemos que irnos¡¡
-Adiós Isabel.
-Adiós señoritos, vayan con Dios.
-Que envidia me dan los señoritos, como me gustaría saber montar a caballo.
-Se esta haciendo tarde y tengo que volver al cortijo. Cuando llego a él le comento a Lázaro y a Francisco mi deseo de aprender a montar a caballo.
-¡¡Pero Isabel, es muy difícil montar a caballo tienes que tener un buen equilibrio¡¡
-¡¡Pero Francisco, si yo he montado en burro!!.
-No es lo mismo Isabel, el burro es un animal muy dócil y el caballo tienes que saber domarlo, pues cualquier cosa que pase si no lo sabes dominar y aguantar el equilibrio, caerías al suelo enseguida.
¡¡Tengo una idea!!-Dijo Lázaro.
-¡¡Por qué no pruebas a montar un cerdo!!
-¿Un cerdo?-Dijo Francisco.
-Sí, mira, pon atención:
-Le atas una cuerda al cuello, la sujetas por el otro extremo con tu mano, y una vez subida cuando empiece a correr intentas mantenerte en equilibrio.
-Y así lo hice.
-Cuando estaba subida encima del cerdo, le di un poco con el talón, el cerdo empezó a correr y unos metros mas allá ¡¡Zas!! De cabeza a una charca de barrizal que había.
-Francisco y Lázaro se reían a carcajadas viéndome toda llena de barro.
-Y así lo intenté, una, y otra vez hasta que conseguí mantenerme unos minutos encima del pobre cerdo.
-Mi ilusión era tan grande que no paraba de gritar…¡¡Lo conseguí…lo conseguí!!
-Al oír mis gritos, Petra y Dolores acudieron donde nos encontrábamos que se asustaron viéndome toda llena de barro. Les explicamos lo que había pasado, y no paraban de reír.
-¡¡Un día de estos me vais a matar a la niña!!-Dijo Petra.
-Tenía mucha ilusión por lo que había conseguido, estas pequeñas cosas son las que verdaderamente te llenan la vida.
-Después de rezar mis oraciones me voy a dormir…”no tenemos pan para ofrecerle a San Gregorio…la gente tiene hambre…por favor…por favor señor cura …déme un chumbo para mis hijos…por favor…mis hijos tienen hambre…señor cura”
Me despierto sobresaltada…otra vez la terrible pesadilla, es la tercera vez que tengo el mismo sueño.
-Estando desayunando le explico a todos que he vuelto a tener el mismo sueño. Se empiezan a preocupar por mí, son ya tres veces las que ha tenido ese sueño.
-Isabel, no estarás obsesionada por lo de tu padre-Me dijo Dolores.
-No es obsesión Dolores, ese sueño es parecido al que tuvo José, solo que yo solo sueño la parte que no tendremos nada que comer. Según decís el año próximo habrá un buen año de cosechas y que no sabéis como serán los otros, pues yo creo que después vendrán años de mucha miseria y que tendremos que guardar para esos años sino morirá mucha gente y muchos animales por falta de alimento.
-Tendremos que hablar con los señores, nosotros ya sabemos de antemano que muchos de los sueños que tienes se cumplen.
Francisco y Lázaro entran en el cortijo, poco después salen para decirme que la señora me espera para explicarle lo del sueño. Ya delante de ella, me dice:
-Así según me han explicado ese sueño que tú tienes para ti tiene un significado.
-Si señora lo he tenido tres veces, y otra veces me ha pasado lo mismo con otro sueño que he tenido y se ha cumplido.
-¿Qué sueño ha sido ese muchacha?
-Soñé, señora, que el ayuntamiento nos ponía un water para hacer nuestras necesidades a cada uno de nosotros en nuestra cueva, y se ha cumplido, el señor alcalde ha acordonado varias higueras individualmente y ha puesto el nombre del cabeza de familia para que cada uno tengamos nuestra higuera propia y no tengamos que ir a la higuera del vecino, el señor alcalde dice que eso es insalubridad.
-¿Bueno muchacha, tú crees que tu sueño se cumplirá?
-Estoy segura señora, he oído la voz de José que me decía…”Isabel…Isabel…guarda para cuando no tengas nada”
-Esta bien muchacha, retírate, ya hablaré con el señor y el señorito Rafael.
-Ya falta poco para la Virgen. Entre Dolores y Petra me han hecho un vestido para la fiestas, a mi madre le ha sobrado tela del vestido suyo y han confeccionado el mío, yo les he ayudado a coserlo.
-Por fin a llegado el gran día, hoy es día quince y me preparo para las fiestas. Los señores, con la ayuda del señorito Rafael, ha conseguido que nos den fiesta a todos, solo podremos librar ese día. El cortijo, como es normal, no se puede dejar abandonado. Nos hemos levantado muy temprano para dejar nuestro trabajo listo. Hemos dejado preparada todas las ropa para las fiestas de los señores, también dejamos preparado el desayuno.
Lázaro Y Francisco y sus respectivas mujeres ya me esperan en el carro, yo con mi macuto colgado en mi brazo salgo corriendo.
-Esperarme…esperarme que ya voy.
-Y así nos pusimos de camino a nuestro querido pueblo.
-Los señores marqueses harían lo mismo pero mas tarde, ellos, son los invitados de honor del señor alcalde y forman parte del cortejo de personalidades de las fiestas.
Es muy temprano está amaneciendo, me gusta madrugar, ver salir el sol entre los olivares de Vilches no tiene precio. El que no ha visto salir el sol entre los olivares de mi pueblo, no ha visto ”na.”
-Me han dejado en la calle Pastores y he bajado andando hasta mi cueva.
A mi padre lo he visto muy desmejorado, está muy pálido y con muchas ojeras.
Mis hermanos al oírme, se han levantado y se han agrupado a mí alrededor.
-¡¡Que nos traes Isabel,.. que nos traes!!
-¡¡Mirar lo que os he traído¡¡
Saco de mi macuto un bote de leche condensada. Me voy hacia la lacena, y allí tiene mi padre una navaja que la utiliza cuando va a por espárragos, con ella y con ayuda de una piedra hago unas pequeñas aberturas, a cada lado del bote.
-¡¡Chupar por aquí!!
Se lo han ido pasando uno a uno y en un momento se la han acabado toda. Son tantos que apenas han podido saborearla.
A mis padres les he traído un carburo para que dejen el candil única fuente de luz en mi cueva. Con esta medio tan moderno mi padre mejorará había demasiado humo con el candil. El carburo me lo ha traído el señorito Rafael de Madrid. Es muy bueno el señorito.
Mi madre me ha enseñado los trajes de las fiestas de mis hermanos, ha ido arreglando los trajes de los grandes para los mas pequeños lo mismo ha pasado con los zapatos. A los que ya no tenían traje o vestido, con la tela que le ha regalado una maestra han estrenado traje y vestido nuevo.
A mi padre el señor alcalde le ha regalado un traje de los suyos. Como su trabajo es de estar mucho sentado, ha puesto unos quilitos, y mi padre se ha beneficiado. El señor alcalde conoce mucho a mi padre, pues en la época de espárragos, mi padre, va a su casa y le compra siempre varias mostelas de espárragos.
Mi madre también tendrá su vestido con la tela que le regaló una señorita del pueblo que también ha habido tela para hacerme el mío.
Nos estamos empezando a arreglar. Primero hemos lavado a los pequeños y le hemos dicho que no se muevan, después nos hemos lavado los demás. Nuestro utilinsillos de baño son: el jabón, que mi madre hace con algunas vecinas, y un estropajo, los dientes no los hemos lavado con bicarbonato apretando fuertemente con un trapo en el dedo índice sobre los dientes. El lebrillo que utilizamos para bañarnos, al final se salía un poco el agua, el pobre está ya muy viejo lleva varias lañas puestas por el quincallero de las cuevas.
Los niños con sus trajes de pantalón, corto sus calcetines y sus zapatos de charol regalo de las buenos señoritos que hay en Vilches, su pelo limpio y brillante fruto de la brillantina utilizada para estas ocasiones, ¡¡estaban guapísimos!!
Las niñas que llevaban vestidos, en azul, rosa y verde clarito, con sus respectivos lazos en las trenzas haciendo juego con el vestido.
Algunos de ellos se quejaban que le hacían daño los pies, a otros se les salía el pie del zapato. Mi madre, como mujer inteligente, dio una solución a estos problemas; a los que les iba el zapato pequeño les dijo que encogieran los pies un poquito, a los que le iban grandes les puso algodón en las puntas. Y de esta forma se solucionó el problema.
Mi padre vestido con su traje azul marino camisa blanca y corbata a juego con el traje, estaba también guapísimo.
Mi madre con su vestido gris ajustado, sus zapatos negros de aguja con su correspondiente algodón en las puntas hacia resaltar su figura esbelta a pesar de los partos, completaba su indumentaria un velo negro comprado en el estanco de la calle que va de la plaza Mayor a la Corredera.
Yo, vestida con un vestido gris como el de mi madre, ajustado a mi cintura pero con mucho vuelo dejaban ver tímidamente mis tobillos, completaban mi vestimenta, unos zapatos bajos de charol negro, una rebeca color rosa (mi vestido era escotado) y un velo negro como el de mi madre.

Ya, todos arreglados nos dirigimos a la plaza para ver la procesión. La gente va formando filas, a uno, y a otro lado de la calle Linares. Unos llevaban velas, otros un papel de estraza enrollado haciendo la función de una vela, otros candiles y mi padre todo orgulloso llevaba su carburo. Mi madre y yo llevábamos una vela y mis hermanos llevaban parte de una vela que mi madre previamente había partido en varios trozos para que llegara para todos.
Ya está la virgen en la plaza y se oyen los vivas a la Virgen del Castillo:
¡¡¡Viva las Virgen del Castillo!!! ¡¡¡Viva nuestra Patrona!!!
¡¡¡Viva!!!-Contestábamos todos.
Así de la mano de dos de mis hermanos pasó por delante de nosotros toda la comitiva de las fiestas. Delante de la Virgen iba toda la comitiva religiosa, detrás, la comitiva de todas las autoridades del ayuntamiento: el señor alcalde, los señores Marqueses del Piélago, los Marqueses de Jarbancí con sus respectivos hijos, Rafael y Eugenia. Formaban parte de esta comitiva, el médico, algún maestro y el practicante. También formaban parte de la comitiva las máximas autoridades de seguridad del pueblo de la Guardia civil y la de los municipales.
Al pasar por delante de nosotros el señorito Rafael, nos saludó con la cabeza, a la vez que sonreía, los señores marqueses no me vieron iban hablando con el señor alcalde.
La procesión ya está dando la vuelta por la calle Alta, mi padre se agacha y se pone de rodillas y con lágrimas en los ojos pide a la Virgen que le ayude, que no le abandone, y así, de rodillas, y con ayuda de un trapo puesto en sus rodillas hizo el recorrido que faltaba hasta la iglesia. La música y la plegaria de mi padre hacen que mi madre y yo nos abracemos llorando.
La Virgen ya está en la iglesia. Mucha gente no hemos podido entrar y hemos tenido que seguir la misa desde la calle. Después de la misa las autoridades tanto religiosas como civiles se han dirigido al ayuntamiento, en ese lugar celebraran la cena y el baile especial para ellos.
Nosotros nos quedamos en la plaza, también habrá baile para todo el pueblo y cena.
De primer plato hay gazpacho hecho con agua, aceite, vinagre y pepino. Es un plato, muy adecuado pues hace mucho calor y es muy energético y nos irá bien para después el baile, de segundo a escoger; entre alcaparras, chumbos y altramuces. No había postre el presupuesto no llegaba para todo.
Después de la cena da comienzo el baile, mis hermanos bailaban unos con otros, mi padre no podía bailar por su invalidez, así que mi madre y yo nos pusimos a bailar mientras, mi padre, nos miraba a todos orgulloso. Allí en la plaza nos encontramos a Francisco y Lázaro con sus mujeres. También encontré a mi prima que estaba bailando con otro primo mío que se llama Alfonso. Mis hermanos, unos habían perdido los zapatos, otros se los habían quitado porque les hacían daño, así que iban todos descalzos, que es como estaban ellos acostumbrados a andar por nuestro barrio.
Mi madre dejó de bailar para hacerle compañía a mi padre, yo estaba muy cansada. Estoy sentada en unas de las sillas que habían puesto en la plaza cuando suena la música y tocan el pasodoble de España Cañí. Mis piernas no paraban de moverse, cuando una voz me dice:
-Me concedes este baile Isabel.
-¡¡Señorito Rafael!! ¿Qué hace usted aquí?



Continuará…







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Puntos:
14-05-10 15:41 #5311867 -> 5238078
Por:luna 68

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Como te lo curras, cuantas veces he oído a mi abuela y a mi madre algunas de las cosas que relatas, me encantaba oirlas entonces y me encanta leerlas ahora.

Lo que me comentaste el otro día lo comentaré a ver si pudiera ser, estaría bien y encantada de hacerlo. Besitos amiga.
Puntos:
25-05-10 09:42 #5395299 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
No recibí respuesta. Y sin darme cuenta me vi por primera vez en sus brazos .Con un brazo, rodeó mi estrecha cintura y con la otra mano me cogió fuertemente la mía. Mi melena rizada y rubia bailaba al compás del pasodoble. Conforme íbamos bailando, la gente, iba dejando un espacio y que al final formaron un círculo quedando los dos solos bailando. Los dos éramos buenos bailarines. El había aprendido a bailar con profesores particulares y en fiestas privadas, yo, en cambio , mi profesor había sido mi padre, había sido un gran bailarín antes del accidente. Una vez acabado el pasodoble, la gente, que había formado el círculo a nuestro alrededor nuestro nos aplaudieron varios minutos.
Mis padres y mis hermanos se acercaron hasta nosotros para felicitarnos. Mis hermanos me besaban, una, y otra vez. Entonces fue cuando Paquito me preguntó:
-¿Isabel, este es tu novio?
Me sonrojé sin saber que contestar, y por unos segundos quedé callada, al final pude responder:
-No, no es mi novio, yo no tengo novio.
-¡Que pena que no sea tu novio¡ ¡¡Con lo guapo que es!!-Contestó Tomasi.
-El también rompió su silencio diciendo:
-¡No me vas a presentar a tu familia, Isabel!
Y así fue como conoció a toda mi familia. Le presenté a mis padres, a mis hermanos e incluso a mi prima que se encontraba por allí.
Hice que degustara nuestro menú especial “Fiesta Mayor”. Probó nuestro gazpacho y de segundo pidió chumbos ya pelados.
Junto a mi, se mezcló con la gente del pueblo, como si fuera uno más, como si toda la vida hubiese estado viviendo en el pueblo y compartiendo nuestras costumbres.
En la fiesta nos encontramos a Cristóbal y su mujer, Juana. Se interesó por las clases que impartía Cristóbal en su casa y las dificultades que muchos de sus alumnos tenían para conseguir material escolar. Prometió que le daría ayuda para esos alumnos que tenían dificultades económicas y que tenían que escribir con un tizón y un trozo de papel de estraza.
Ya cansados de bailar nos dirigimos hacía la calle las Peñas, y allí, en la calle que va hacía el matadero, nos sentamos en unos de sus escalones compartiendo un chumbo.
Hablamos de nuestro futuro, de nuestras ilusiones de nuestros proyectos como dos personas jóvenes que éramos con ansias de comerse el mundo.
El tenía ganas de terminar su carrera de medicina y formase en los grades hospitales de Madrid y una vez adquiridos esos conocimientos se quería quedar en Vilches, quería ayudar a su pueblo. Yo le comenté las ganas que tenía de aprender a leer y a escribir, él se ofreció ayudarme. Le pregunté como es que había decidido ir a la plaza al baile popular. Me dijo que tuvo que acompañar a la señorita Eugenia al cortijo por encontrarse indispuesta, y a la vuelta, vio tanta alegría en la plaza que sus pies le llevaron hasta allí en lugar del ayuntamiento.
A medida que iba hablando con él me di cuenta el ser humano tan maravilloso que ocultaba el señorito Rafael, como dice mi madre “el hábito no hace al monje” y que razón tenía, justo a mi lado tenía un hombre bueno y sencillo a pesar de su linaje. Un hombre que a pesar de su condición acomodada en la vida, solo quería una cosa; ayudar a su pueblo.
Ya era tarde y la gente que había en la plaza empezaba a retirarse.
Al pasar por delante del ayuntamiento vimos a los señores Marqueses del Piélago que se despedían del señor alcalde. Se acercaron hasta nosotros y la señora marquesa dijo al señorito Rafael:
-Rafael, nos marchamos a casa.
-Mamá ir vosotros, yo ya iré más tarde.
-¡¡ Se puede saber donde vas y con esa muchacha!!
-¡Voy acompañarla, mamá!
-¡¡Rafael, te ordeno que marches con nosotros al cortijo!!
-¡ Mamá, ya soy mayorcito para tomar mis propias decisiones!
Y así fue como los señores Marqueses del Piélago pusieron rumbo al cortijo sin el señorito Rafael.
Al llegar a la plaza nos encontramos a mis padres sentados en las sillas con dos de mis hermanos pequeños dormidos en brazos, unos jugaban en la plaza a las cuatro esquinas otros daban volteretas debajo del tablao. Mi madre se puso en pie para llamarlos:
-¡¡¡Pablito, Teresa, Amparo, Tomasi, Paquito!!!. Y así, uno, a uno, fueron apareciendo.
Mi padre hizo el gesto de levantarse de la silla con mi hermano en brazos y el señorito Rafael se acercó a él.
-Don Paulino, déjeme el niño, ya lo cogeré yo.
-No se preocupe señorito, aun tengo fuerzas.
-¡¡Cógeme a mi….cógeme a mi!!Decía Paquito, extendiendo sus brazos para que lo cogiera. Se lo subió a caballito e insistió en acompañarnos y marchamos todos dirección hacía las cuevas. La poca luz y la calle empedrada dificultaba nuestra marcha por la Corredera. Mi padre tuvo que encender el carburo para facilitar nuestra marcha.
-Muy acertado el regalo, señorito Rafael- Dijo mi padre
-Me alegro mucho que le haya gustado, Don Paulino.
Durante el trayecto a la calle Pastores, la gente, saludaban a mis padres:
-Adiós, Paulino, adiós, Aniceta.
Mis padres eran muy conocidos en el pueblo, era una de las sagas más largas de Vilches.
-Ya en la calle Pastores le dije al señorito Rafael:
-Señorito Rafael, déjeme el niño, y usted vuelva ya para el cortijo que es muy tarde.
-No te preocupes Isabel, ya os acompañaré hasta vuestra casa.
-No se moleste señorito ya continuamos nosotros.
-Y así con un pequeño forjeceo, le cogí a Paquito que se había quedado dormido.
Insistí tanto que se marchara que no tuvo más remedio que ceder.
-Como tu quieras, Isabel.
Se despidió de mi padre, dándole la mano.
-Buenas noches Don Paulino.
Lo mismo hizo con mi madre.
-Buenas noches, Daña Aniceta, al mismo tiempo que le hacía la reverencia besando su mano, seca y agrietada, por la exposición repetida a los cambios bruscos climáticos.
Y así lo vi alejarse por la Corredera camino de la plaza.
Me hubiese gustado que aquella noche no hubiera acabado nunca, pero las cosas buenas en la vida pasan rápido, y los sueños, sueños son. Aquella noche había conocido un hombre maravilloso, con una única y gran ilusión, ayudar a su pueblo.
Al llegar a nuestra casa las cucarachas que compartían la cueva con nosotros salieron disparadas con la luz del carburo a sus respectivos agujeros. Y así después de mucho tiempo volví a compartir en el suelo, con mi querida manta, la compañía de mis hermanos.
A la mañana siguiente, los primeros rayos de sol, iluminaban el portal de mi casa por la única vía de entrada que era la puerta, mi madre, apagó el carburo que ya era innecesario.
Salí a la puerta, y allí, sentada en el muro que separa la cueva del barranco, vi como los primeros rayos del sol iluminaban al Guadalen y el sol salía tímidamente entre sus aguas dándole una belleza sin igual.
El olor a café de chicoria y los picatostes que preparaba mi madre, me hizo quedarme unos minutos más con los ojos cerrados. Este olor tan característico que todo Vilcheño nunca puede olvidar en cualquier parte de la geografía de España o en cualquier parte del mundo donde se encuentre.
-¡¡Isabel…Isabel!!-Me llamaba mi madre.
¡¡Ya voy madre!!
Y allí, sobre el poyo, mi madre, me estaba preparando uno picatostes envueltos en papel de estraza para que yo me los llevara.
-¡¡Toma, le das al señorito Rafael para que los pruebe!!
-¡¡Y tú come que el campo degasta mucho!!-Continuaba mi madre.
-¡¡Madre no se preocupe, el campo da mucha hambre!!
-Con mi macuto preparado me voy calle Pastores arriba.. Al pasar por la fuente me encuentro un vecino que llenaba los cántaros de agua, y que después ponía en las aguaderas de un borriquillo.
-¡¡Buenos días ,Isabel!!
-¡¡Buenos días, señor Luís!!
-Muy madrugadora, Isabel.
-Usted también.
-Sí, hija, es que si vienes más tarde hay mucha gente cogiendo agua y con el calor que hace el borriquillo no aguanta tanto tiempo derecho.
Me despide de él, y sigo mi camino hacía la plaza. Allí me estaban esperando, Lázaro y Francisco, con sus respectivas mujeres.
-Buenos días, Isabel.
-Buenos días a todos.
¡¡Venga, sube al carro!!
Subí al carro, y antes de girar por la calle las Peñas di una última mirada a la plaza Mayor de mi pueblo. Allí estaba todo: la iglesia de San Miguel, el kiosco, el Buen gusto, la botica, el tablao que habían puesto para las fiestas, donde mis hermanos y yo, debajo de él habíamos dado tantas volteretas, la cruz que se encontraba en la fachada principal de la iglesia y que recordaba a los vilcheños muertos en la guerra civil española.
No sabía cuando volvería otra vez a Vilches, pero mis ojos se llenaron de lágrimas, pensando, que el tiempo que estuviese fuera sería eterno.
La voz de Lázaro me sacó de mis pensamientos.
-Isabel,¿Qué hacía el señorito Rafael anoche en la fiesta?
Le conté todo lo que había pasado.
-¿Y a que hora se fue?
-Se fue tarde, nos quiso acompañar hasta la puerta de mi casa, pero yo no lo dejé.
-¿Y por qué?- Me dijo Francisco.
-La cueva está muy deteriorada y necesita unas reformas, y ahora económicamente no podemos, el único jornal fijo que entra ahora en casa es el mío solo.
-No tienes por qué avergonzarte, Isabel, las cuevas aunque las habitemos gente humilde tienen unas de las mejores vistas de Vilches, junto con las del castillo y el cerrillo.
-¡¡Tienes razón, son unas vistas maravillosas!!
Y así apoyando mi cabeza sobre el hombro de Petra me quedé dormida.
No se cuanto tiempo había pasado cuando una voz me despertó.
-¡¡¡Quietos todo el mundo!!! ¡¡¡Esto es un atraco!!!
¡¡¡Bajen del carro!!! ¡¡¡De prisa!!!
Y allí, enfrente de nosotros, y apuntándonos con unos tirachinas, se encontraban tres hombres que cubrían su cara con un pañuelo.
¿ Pero ustedes, quienes son?-Dijo Francisco.
-¡¡Es que no lo ve!! ¡¡Somos bandoleros!!
¡¡Bandoleros!!-Dijo Lázaro.
¡¡Sí, somos descendientes de Curro Jiménez!!
-Este es Algarrobin, descendiente del Algarrobo, este es el Empollón, descendiente del Estudiante, y yo soy Paquirrin, descendiente de Curro Jiménez.
¡¡¡Venga desenganchar los caballos que nos los llevamos para los pobres!!!
¿Caballos? ¡¡Pero sin son burros!!-Dijo Lázaro
Uno de los bandoleros, se acercó al jefe y le dijo :
-Jefe, ya se lo decía yo, que eran burros, pero usted no me hizo caso.
-Tienes razón Algarrobin, tendré que ir a Linares a mirarme la vista, creo que tengo cataratas.
-Jefe, si ya se lo digo yo, que ya estamos muy mayores para ser bandoleros, que tenemos que dejar paso a la gente joven, con más inquietudes, con ganas de robar y con nuevos avances tecnológicos para este tipo de trabajo, que nosotros lo que tenemos que hacer es ir al Ayuntamiento de Vilches y que nos den la comida en la sindical, y que los pobres ya no son tan pobres como antes, fíjese en esta gente, haciendo su camino en carro, esto antes la gente pobre lo hacía caminando…como cambian los tiempos.
-El jefe se acercó hasta nosotros y nos dijo:
¡¡Sigan su camino!!
Y así, con el susto en el cuerpo continuamos nuestro camino hacía el cortijo.
Mientras mis ojos contemplaban la silueta del cortijo, un pensamiento tenía en mi mente: ¿Cómo me recibiría el señorito Rafael?¿Cual sería el trato conmigo, después de lo de anoche?

Continuará…
Puntos:
25-05-10 12:17 #5396166 -> 5238078
Por:josefita 18

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mery 1953,que relato tan interesante
Y el toque de humor de los bandoleros GENIAL
Suigue,cuando puedas
Un saludo
Puntos:
25-05-10 12:26 #5396217 -> 5238078
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Meri lo de los bandoleros parece que no pega ni con cola
Lo de el algarrobillo y las cataratas pues así como que no
Pero por lo demás muy bien , muy interesante
Puntos:
25-05-10 12:30 #5396237 -> 5238078
Por:malauva

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Perdón, perdón que me corrige paloma
Quise decir” Mery”
Puntos:
25-05-10 13:15 #5404604 -> 5238078
Por:MULEROXX

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
se nota que el señorito Rafa te gusta ¡¡¡¡veremos como termina esto!!!!
Puntos:
02-06-10 18:00 #5460177 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Era pronto cuando llegamos al cortijo. Al llegar cada uno se dirigió a sus respectivas trabajos. A las nueve en punto, como cada mañana, los señores marqueses bajaron a desayunar acompañados del señorito Rafael, a su llegada, yo me encontraba sirviendo el café, me saludaron:
-Buenos días, muchacha, me dijeron los señores marqueses.
-Buenos días, Isabel.-Me dijo el señorito Rafael.
Yo casi sin levantar la mirada, respondí al saludo.
-Buenos días, señores marqueses.
-Buenos días señorito Rafael.
¿ Has descansado bien esta noche, Isabel?
-Sí,…sí señorito…muy bien-Respondí yo algo nerviosa.
Ya sentados en la mesa, empezaron a hablar:
-Rafael a que hora llegaste anoche a casa.
-Llegué muy tarde, mamá.
¡¡Y se puede saber que hacías esas horas en Vilches!!
-Como ya te dije, mamá fui a acompañar a Isabel.
¡¡Rafael, me parece inapropiado lo que estás haciendo!!esta forma de actuar tuya parece la rabieta de un niño pequeño.
¡Mamá, solo estuve con la gente de mi pueblo!
-¡¡Vilches es una cosa y nosotros somos otra!!
-¡Mamá nosotros somos de Vilches!
¡¡Estas muy equivocado, Rafael!! ¡¡El Piélago muy pronto pertenecerá a Linares!!
-Mama, el Piélago de toda la vida ha pertenecido a Vilches.
Sí, hasta ahora, porque la semana que viene tenemos una reunión con el alcalde de Linares, necesita gente de mucha influencia y entre ellos estarán los padres de Eugenia para hacer que el Piélago pertenezca geográficamente a Linares.
-¡¡¡Mamá, papá, vosotros no podéis apoyar esto, los vilcheños nunca os lo perdonaran!!!
¡¡ Y además, tu lo has dicho mamá, “geográficamente”!! porque si esto se llega a conseguir, mi corazón siempre pertenecerá a Vilches. Ayudaré a mi pueblo en todo lo que pueda, Vilches es el pueblo que me ha visto crecer.
-¡¡ y te digo otra cosa, mamá, gracias a la gente trabajadora de Vilches, nosotros estamos aquí, en lo más alto de la sociedad, sin problemas económicos de ningún tipo!!
¡¡¡¡¿y sabes por qué, mamá?!! Porque no nos piden nada, solo que les demos trabajo por un mísero sueldo a cambio de muchas horas de trabajo.
En aquel momento la señora me dijo :
-Retírate muchacha.
Salí fuera del salón, y ellos continuaron hablando.
¡¡¡Rafael, como te atreves a decirme esto!!!
-¡¡Porque ya no soy un niño mamá!!, por que me doy cuenta de muchas cosas y no somos justos con esta pobre gente. Ayudaré a mi pueblo en todo lo que pueda, Vilches es mi pueblo, el pueblo que me ha visto crecer, su gente es maravillosa, sencilla, alegre a pesar de las dificultades que les pone la vida.
-¿Y se puede saber que te hace pensar todo esto?
-Anoche me mezclé con la gente de mi pueblo, junto con Isabel, son unas personas encantadoras, lo poco que tienen lo comparten contigo, te sientes como uno más sin importarle tu status social, eres uno más de ellos, hacen que te integres en sus costumbres y no te sientes una persona extraña.
-Rafael, ese no es tu sitio.
-¿Y cual es mi sitio, mamá?
-Tu sitio está aquí en el Piélago y en Madrid, no irás a echar por la borda todo lo que hemos hecho por ti, nos decepcionarás mucho a tu padre y a mi, Rafael.
-No os defraudaré, mamá, estoy a punto de terminar mi carrera, me paso los días estudiando, apenas tengo vida social casi no me relaciono con nadie.
-Rafael, nos tienes a nosotros.
¡¡¡¿Cuándo os tengo a vosotros?!!! ¡¡¡Nunca os he tenido cuando más os he necesitado!!!
Ni siquiera me amamantaste, mamá, fue Petra la que lo hizo, no querías que tus pechos se estropearan.
-Nunca he tenido un “buenas noches hijo que descanses” estabais demasiado ocupados con vuestro viajes, En la soledad de mi habitación, he llorado muchas noches desconsolado, te llamaba en mis sueños¡¡ y sabes quien acudía a mi habitación!!…Petra mamá… Petra, ella me cogía en sus brazos y así me dormía, ella se ha ocupado siempre de mí junto con Dolores ¡¡jamás os habéis preocupado por mi!! He tenido todo lo materialmente que un niño de corta edad quisiera tener, pero os olvidasteis de darme una cosa mamá…cariño…cariño, y sabéis lo que he sentido todos estos años…soledad.
¡¡Nos estas reprochando que no nos hemos ocupado de ti!!
¡¡No, mamá, me lo habéis dado todo, pero os olvidasteis de lo mas importante, cuidar mi alma!! Dejadme que sea uno más de ellos aunque vosotros digáis que no es lo más adecuado para mi.
-¡¡Rafael, te prohibimos que te acerques a esa muchacha!!
-¡¡No, mamá, aunque tu me lo prohíbas, me acercaré a ella!!¡¡Sí, mamá, me acercaré a ella ¿Y sabes por qué? Porque esa “muchacha” como tu la llamas tiene más riqueza interior que todos nosotros juntos.
-¡¡¡ Tu no nos quieres!!!
-¡¡Pues claro que os quiero mamá!! Pero dejadme que haga de mi vida lo que hace tiempo quiero hacer!! ¡¡ayudar a mi pueblo!!
-¡¡Rafael, a donde vas!!
-¡¡Me voy a pasear a caballo!
Y así lo vi salir del cortijo. Yo me encontraba llenando agua en un cubo en la fuente del cortijo y se acercó a mi.
-Isabel..
-Diga señorito.
-Gracias por la maravillosa noche de ayer en Vilches.
-No se merecen, señorito.
-¡Ah! Y dile a Cristóbal, que la semana que viene le mandaré junto a Francisco y Lázaro cuadernos y lápices para sus alumnos.
-¡¡Gracias, señorito!! Se pondrá muy contento.
-Y cuando te vaya bien comenzamos las clases que te prometí para aprender a leer y a escribir.
-Señorito estaré encantada, pero solo tengo tiempo por la noche.
¡Pues esta noche estaré allí!
-Montó en su caballo y lo vi alejarse través del Piélago.
Al entrar en el cortijo Dolores me esperaba.
-Isabel, la señora marquesa requiere tu presencia.
Mis piernas empezaron a temblar. Al llegar a llegar a la puerta del salón, mi mano se cerró para dar unos golpes sobre ella.
¡¡Adelante!!
Y allí en un sillón tapizado, me estaba esperando la señora marquesa.
Allí de pie, enfrente de ella, mis piernas no dejaban de temblar.
-Acércate, muchacha.
-Anoche estuvo el señorito Rafael en la fiesta ¿verdad?
-Si señora y se lo pasó muy bien.
-¿y que es lo que hizo, muchacha?
-Pues…pues…bailamos señora..bailamos.
¡¡Bailasteis los dos!!
-Si señora, el señorito Rafael baila muy bien, y le presenté a mi familia.
-¡¡ Pero donde se ha visto tanto descaro!!
-Señora yo no quiero que usted se enfade conmigo usted es muy buena y se porta muy bien conmigo.
¡¡y así me lo agradeces!! Te prohíbo terminante que te acerques al señorito Rafael, a no se que sea en calidad de sirvienta ,recuerda que él está prometido con la señorita Eugenia, y también te quiero decir que si te veo hablar mas de dos palabras con el señorito, te despediré.
-¡¡Señora…por favor…eso no!! Usted ya sabe que mi familia es muy humilde y que mi padre está enfermo ¿quién sacará a mi familia adelante?
-¡¡Pues ya lo sabes, ándate con cuidado!!
-Como usted mande señora.
-Salí del comedor, en dirección a la cocina y les conté , con lágrimas en los ojos, a Petra y a Dolores todo lo que me había pasado.
-Cariño, no te preocupes, ya verás como todo se arreglará-Me dijo Petra.
-Pero Petra es que esta noche he quedado con el señorito Rafael que se ha ofrecido a darme clases para enseñarme a leer y a escribir y si la señora se entera, me despedirá.
-Ya hablaremos nosotros con el señorito.
-¡¡Por favor no le digáis nada!! Si la señora marquesa se entera cumplirá su promesa.
-Pero él tiene que saberlo, él te aprecia mucho.
-Por favor Dolores, no le digáis nada de momento, esta noche cuando venga el señorito Rafael le decís que me encuentro indispuesta.
Al llegar la noche como acordamos, el señorito Rafael se acercó hasta nuestra casa, al no verme en el portal preguntó por mí
-¿Dónde está Isabel?
-No se encuentra bien, señorito.
-Pero si ha estado hasta hace poco trabajando y yo la he visto muy bien.
-Sí, ha sido al llegar aquí que ha comentado que se encontraba mal.
Yo, desde mi cuarto, en mi colchón de farfolla, no pude contener las lágrimas, y rompí a llorar.
¡¡Isabel, que te pasa!! –Oí que decía el señorito desde el portal.
-Puedes salir, por favor. Al ver que no recibía respuesta continuó:
¡Isabel, si no sales , entraré yo!
Al decir esto, me puse en pie rápidamente y salí al portal.
-¿Que te pasa, Isabel?
Yo, que no podía contener las lágrimas, no podía articular palabra. Entonces fue
cuando Petra habló por mí, yo tenía miedo que la señora cumpliera su amenaza.
-Isabel, no te preocupes, ya hablaré yo con mi madre.
¡¡No señorito, por favor, no lo haga!!¡¡ me despedirá!!
_-Si tu no lo deseas yo no hablaré con ella, pero déjame que de esas clases que te prometí.
-¿Y si se entera la señora, señorito?
-Vendré después de que se haya retirado a su alcoba.
Y así fue como aquella noche y a la luz del candil empezó mi primera clase junto a él. Cuando acabó la clase hablamos un rato y me comentó que un día le gustaría conocer las Cuevas, tenía mucha curiosidad por conocer sus gentes y su cultura yo le dije que más adelante estaría encantada de acompañarle. Me ha comentado que los señores marqueses se van mañana a Linares, hay una reunión en el ayuntamiento por el asunto de la situación geográfica del Piélago. Estarán todo el día a fuera. Me comenta que si me apetecería dar un paseo a caballo a última hora de la tarde, no sabía que contestarle, pero al final, le he dicho que sí.
-Como prometió, al otro día se presentó en casa, y además traía algo en la mano.
-Isabel, toma ponte esto, es un traje de montar a caballo, es de mi madre cuando estaba más delgada.
-Señorito, no se …yo no puede hacer esto…es de la señora.
-No te preocupes ,Isabel, mi madre, tiene tantos que ni siquiera se dará cuenta.
-Lo cogí y a los pocos minutos salí con él puesto.
¡¡Estás preciosa!!-Me dijo el señorito Rafael.
-Pareces una señorita de verdad- Me dijo Dolores.
Con las clases de hípica en me habían dado Francisco y Lázaro, subí al caballo sin dificultad, mi equilibrio se mantenía perfectamente sobre él.
Los dos juntos cabalgamos por los alrededores del Piélago, después, a la sombra de un árbol, nos sentamos. Me comentó que muy pronto tendría que marchar a Madrid para continuar sus estudios de medicina y que vendría al Piélago cada vez que pudiese. Subimos de nuevo a los, caballos, se hacía tarde, y los señores marqueses no tardarían en regresar de Linares.
Van pasando los días, el señorito Rafael, viene cada noche a darme clases, ya conozco algunas letras, sobre todo las vocales y alguna consonante e incluso he formado alguna palabra, una de las que he formado ha sido, mama, parece mentira que una palabra tan corta tenga tanto significado. El señorito me dice que soy muy aplicada y que tengo mucho interés por aprender, todo esto facilita mi aprendizaje.
Nuestra amistad cada vez se hace más estrecha, a pesar de vernos a escondidillas de los señores, tenemos muchas cosas en común y estamos bien juntos.
Ha llegado el día que el señorito tiene que marchar a Madrid. El ya metido en su coche, mira hacía arriba donde yo me encontraba en unas de las ventanas, y a través de los cristales, lo vi alejarse entre una nube polvorienta.
Los días van pasando en el cortijo, el señorito Rafael me ha dejado unos deberes para que haga en su ausencia, y con la ayuda de Lázaro no pierdo lo que he aprendido.
Hoy la señora nos ha dicho que vendrán a cenar los señores Marqueses de Jarbancí con la señorita Eugenia. A su llegada al cortijo, la señorita Eugenia lo ha hecho conduciendo su propio coche, como siempre está guapísima e impecablemente vestida, se ha acercado a la señora marquesa y le ha comentado algo:
…y dice que has recibido carta de Rafael.
-Sí, y me ha invitado a pasar unos días en Madrid con él.
-Me alegro Eugenia, veo que vuestra relación se va consolidando.
Al oír esto he sentido un fuerte dolor en mi estómago ¿ por qué me ha pasado esto? El señorito Rafael es solo un buen amigo.
Hoy al acostarme, he rezado por mi familia, y he pedido a la Virgen del Castillo que los proteja y para mi le he pedido que la amistad que hay entre el señorito y yo no se rompa.
Ya han pasado casi dos meses desde que se fue el señorito. Hoy la señora nos ha dicho que mañana el señorito vendrá al Piélago. Mañana es un día muy especial, 20 de noviembre, es el día que se recuerda en la Plaza, junto a la cruz, los vilcheños muertos en la guerra civil española, hombre valientes que dejaron su vida en ambos lados del frente. La señora, nos ha dicho que tendremos el día libre que todos los vilcheños tenemos que rendir homenaje a nuestro muertos.
El señorito Rafael ha llegado al cortijo, no ha traído regalos para todos, a mi me ha traído: lápices, libretas, gomas de borrar y una cartilla para leer, no se como se lo voy agradecer, es tan humilde que ni siquiera la gran capital le cambia. El cortijo sin él no es el mismo es como si estuviera todo el día nublado y hoy ha vuelto a salir el sol.
Ya de madrugada nos disponemos para partir hacía Vilches, los señores, como siempre lo harán después de desayunar.
Ya al llegar a mi casa encuentro a mi madre muy atareada está planchando los babis de mis hermanos, los niños lo llevan azules y las niñas blancos todos llevan su lazo azul correspondiente. Vestidos ya para la ocasión, todos muy elegantes, nos disponemos a acompañar a mis hermanos hasta el colegio, allí forman filas para dirigirse hasta la plaza. El maestro les da las últimas órdenes: …¡¡y cuando suene el himno todo el mundo con el brazo en alto, bien rígido, que se vea!! Nosotros nos adelantamos un poco para poder coger un sitio cómodo en la plaza.
Allí cerca de la cruz estaban los señores Marqueses del Piélago y los de Jarbancí con sus respectivos hijos, también estaba el señor alcalde, y el jefe de falange. Comienzan a nombrar a los vilcheños muertos, es el señor Marqués del Piélago quien tendrá el honor, Una vez acabado de nombrar a todos empezamos a cantar con toda nuestra energía el himno de aquel día inmemorable:



Cara al sol con la camisa nueva
Que tu bordaste en rojo ayer
Me hallara la muerte si me lleva
Y no te vuelva ver
Formaré junto a mis compañeros
Que hacen guardia sobre los luceros
Impasible el ademán
Y están
Presente en nuestra afán
Si te dicen que caí
me fui
al puesto que tengo allí
volverán banderas victoriosas
al paso alegre de la paz
y traerán prendidas cinco rosas,
las flechas de mi haz
volverá a reír la primavera
que por cielo, tierra ,y mar se espera
¡Arriba escuadra a vencer
que desde España empieza a amanecer!

Al final del himno el jefe de la falange continuó:
¡¡¡España!!!-nosotros contestábamos ¡¡¡Una!!!
¡¡¡España!!!-nosotros contestábamos ¡¡¡Grande!!!
¡¡¡España!!!-Nosotros contestábamos ¡¡¡libre!!!
Y después todos juntos ¡¡¡Viva España!!!

Un gran aplauso de todo el público terminaba con este acto. Los padres, una vez acabado se dirigieron a coger a sus respectivos hijos. Paquito se quejaba de que le dolía el brazo que había tenido levantado, era demasiado pequeño y no tenia todavía la suficiente fuerza muscular, mi madre, le secó sus lágrimas y le compró una golosina en el quiosco.
Ya de camino a mi casa nos encontramos al señorito Rafael acompañado de la señorita Eugenia, como siempre, saludó cortésmente a mis padres. Como siempre Paquito dijo algo:
-¿Tú no vienes a comer a casa con nosotros?
-El señorito se quedó callado unos segundos y después contestó:
-No, Paquito yo me quedo aquí.
¿Y por qué no vienes a mi casa comer? ¿ no te gustan los jarapos?
-Sí, que me gustan- Dijo el señorito poniendo cara de extrañeza.
-Te vas con esta a comer-Continuó Paquito.
-Me voy con mis padres, vamos todos.
Mi madre intentaba que Paquito no hablara más pero el niño no callaba.
¿y a dónde vas a comer?
-Al ayuntamiento Paquito…al ayuntamiento
-Ahí hay mucha comida dice mi padre- Continuó el niño .Mi madre que no sabía como callarlo lo cogió de la mano y le dijo:
-Ven cariño, que vamos a entrar a la iglesia a rezar.
El señorito Rafael se despidió de nosotros dirigiéndose hacia el ayuntamiento en compañía de la señorita Eugenia
Volví a sentir ese vacío en el estómago con unas ganas enormes de llorar.
Ya de camino a la calle Pastores, en la Corredera, nos encontramos a dos vecinas, Catalina y Joaquina comentaban con mis padres la preocupación de no haber oído en la lectura de la plaza los nombres de sus respectivos maridos ellos habían caído en la guerra civil en el lado rojo, mi padre un hombre muy entendido de estas cosas, les comento que no se preocuparan que como son tantos los soldados que murieron en la guerra no podían nombrarlos a todos y que alguno se tienen que dejar, y que seguramente eso será rotatorio y que cada año, pudiera ser que, que nombraran algunos de ellos y así hasta completar la lista.
Seguimos nuestra marcha y en todo el camino no articule palabra alguna, mi madre, preocupada por mi, yo era una chica bastante habladora, me dijo:
-Isabel, hija mía ¿Qué te pasa?
-Nada, madre… nada.
-A mi no me engañas Isabel, algo te pasa.
-No me pasa nada, madre, no se preocupe.
-Durante todo el trayecto intentaba contener mis lágrimas, tenía ganas de llorar pero no quería que mis padres me viesen.
Al llegar a mi casa, mi padre con mis hermanos se dirigieron a casa de mi prima, mis tíos no eran partidarios de este tipo de celebraciones y no habían acudido a la plaza, en el frente rojo un hermano de mi tía dejó su vida. Aunque ellos no eran partidarios de esta celebración, mi tía le dijo, que llevara a los niños para verlos con sus babis y su lazos azules. Mientras, mi madre y yo y los dos más pequeños, nos quedamos en casa. Mientras mi madre y yo preparábamos la comida ellos jugaban con su muñeca de trapo y su cochecito hecho de una lata vacía de conservas encontradas en los estercoleros en la cual mi padre le había echo un agujero y por donde pasaba una cuerda.
Mi madre se acercó de nuevo a mí.
-Isabel, cariño ¿Qué te pasa?
-Nada madre…nada…déjeme.
-Cariño, no puedes engañarme, soy tu madre y te conozco, esa palidez en tu cara y esas ojeras son signo de que algo te pasa.
-No pude más y me puse a llorar desconsoladamente.
-¡¡Madre madre!!
-¡¡Cariño, dime que tienes!! ¿Qué te pasa?


Continuará…
Puntos:
10-06-10 14:44 #5517456 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
-Madre, no se lo que me está pasando últimamente que cuando veo al señorito Rafael con la señorita Eugenia, siento un gran vacío en el estómago y unas ganas enormes de llorar.
¡Cariño, no me digas que te estás enamorando del señorito Rafael!
-No se lo que me pasa, madre, pero no puedo verlo acompañado de la señorita Eugenia.
-Cariño, ya tienes 17 años, tu cuerpo esté experimentando unos cambios típicos de adolescente, a veces, con deseos difíciles de controlar, pero no puedes permitir que esto cambios te lleven hasta el extremo de desear al señorito Rafael.
-Madre, no es deseo, creo que me he enamorado de él.
-Pero hija tu sabes que eso es imposible, el señorito solo tiene una buena amistad contigo, él te aprecia como buena persona que eres y trabajadora.
-Pero madre, yo no puedo controlar ese vacío de estómago y esas ganas enormes de llorar.
-Cariño, estás demasiado tiempo encerrada en el cortijo, no te relacionas con nadie y eso te lleva a confundir tus sentimientos hacía el señorito Rafael.
-Madre es tan bueno conmigo, tan caballero…tan galante.
-Isabel, tu sabes que eso es imposible por un sinfín de cosas.
¿Qué cosas madre?
-Primero, el te quiere como una persona buena y responsable de su trabajo.
-Segundo, según se comenta en el pueblo, él está comprometido a la señorita Eugenia.
-Tercero, estas cosas en la vida real no pasan, solo en las películas y en las novelas, y por último él no te ha dado a en tender nada que no sea una buena amistad.
¿Que puedo hacer, madre? Apenas como, y por las noches me cuesta conciliar el sueño, los días se me hacen interminables cuando él está en Madrid.
-Eso te lo tienes que quitar de la cabeza, tu tienes que seguir tu vida normal, como cualquier chica de tu edad, con tus ilusiones…con tus proyectos, tienes que hablar con la señora que te deje venir a Vilches aunque sea una tarde a la semana, tienes que relacionarte con chicos de tu edad de aquí del pueblo, son gente de tu mismo status social y con tus mismas ilusiones.
-Pero madre, el señorito y yo tenemos muchas cosas en común.
-Si, cariño todo esto está muy bien, pero el señorito Rafael solo siente un buen aprecio por ti, y no le des más vueltas hija mía.
En aquel momento entró mi padre con mis hermanos.
-¡Está esa comida ya!-Dijo mi padre.
Y allí, en la mesa que mi padre había hecho con unas tablas encontradas en los estercoleros, pusimos la sartén con los harapos. Los niños disfrutaban comiendo, era una comida especial para un día especial. Mientras comíamos mi padre comentaba que mis tíos habían decidido emigrar. La vida era difícil en Vilches, familias numerosas apenas podían sobrevivir, eran tiempos en que la miseria y el hambre alcanzaba a los más débiles, los barrios como las Cuevas, los Mesones, Charco Verde eran unos de los barrios más afectados por las miseria, el hambre y las enfermedades como la tuberculosis y el tifus hacían su aparición en los hogares más humildes y el poco dinero que había en las casas era para comprar medicinas. En aquellos años la mortalidad infantil también era muy elevada y no era raro que en muchos hogares de Vilches se perdiera algún hijo, la meningitis y el sarampión junto con la desnutrición fueron las principales causas de la mortalidad infantil. Como consecuencia de las enfermedades y la pérdida del cabeza de familia muchas mujeres quedaban solas al frente de su hogar con varios hijos a su cargo, muchas de ellas se vieron obligadas a internar a algunos de sus hijos en colegios de la diputación de Jaén regidos por monjas o sacerdotes e incluso, a veces tenían que dar los niños en adopción. La gente se desesperaba y empezaban a encontrar una solución a sus problemas, la emigración. En las grandes capitales necesitaban mano de obra como: peones albañiles, electricistas, servicio doméstico etc. La gente del pueblo vio una solución a sus problemas.
Mi madre sorprendida por la noticia de mi padre comentó:
-Pero Paulino ¿Cómo se va a ir tu hermano de Vilches?
-Aniceta, en Vilches no hay trabajo, mi hermano tiene muchos hijos y muchas bocas que alimentar y la clase obrera no podemos seguir adelante y de momento es la única solución que hay.
¿y donde se quieren ir? –preguntó mi madre
-A Madrid, Aniceta.
¡¡A Madrid!! ¡¡Eso está muy lejos!! ¡¡Ayúdalos Virgen del Castillo!!-Dijo mi madre a la vez que se santiguaba.
-Ellos están muy contentos, sobretodo Juani, es una niña muy inteligente con muchas ganas de aprender, y el emigrar a Madrid es una buena oportunidad para esta niña, allí podrá trabajar y estudiar por las noches.
-¿y ya tienen trabajo?-preguntó mi madre.
-Sí, se van de porteros a una finca de Madrid en la calle Serrano, una de las calles más importantes de la capital, tendrán vivienda y todos los gastos de la casa pagados a parte de su sueldo. Juani también tendrá trabajo, irá a trabajar a casa de unos señores para cuidar a los niños y por las noches, como te ha dicho antes podrá estudiar.
-¡¡Que la Virgen del Castillo los proteja fuera de su pueblo!!
-Y cuando se van?
-Después de las navidades.
Mi madre y yo dejamos de comer, se nos quitó el hambre, pensamos que nunca nos iba a tocar a nosotros lo de la emigración, y mis tíos eran los primeros en hacerlo en nuestra familia.
Al dejar de comer Paquito estuvo a la expectativa.
-¿Isabel, me puedo comer tus harapos?
¡Claro que sí, Paquito!
-¡Yo me como los de madre!- Dijo Pablito.
Paquito que no estaba muy conforme le dio con la cuchara a Pablito y este empezó a llorar. Mi padre al ver esta situación lo arregló de la mejor manera posible.
¡Para que no os peleéis, los repartiremos!
-Uno” pa” ti,otro”pa” ti. Y de esta manera repartió los jarapos de mi madre y míos volviendo la buena educación a la mesa . la paz y la armonía en la mesa era una de las cosas que se debían respetar en mi casa.
Ya de vuelta al cortijo volví a la rutina de mi trabajo. El señorito Rafael había vuelto a Madrid de nuevo y yo me había quedado en el cortijo con mi sueño de adolescente.
La señorita Eugenia, viene bastante al cortijo, mantiene una buena relación con la señora marquesa, la considera prometida de su hijo, también la gente de Vilches, como dice mi madre, tienen ese concepto. Yo no la considero prometida del señorito, él no me ha dicho nunca nada al respecto. Ella va y viene a Madrid y se ve bastante con el señorito Rafael, hay un dicho que dice que el roce hace el cariño, es mejor que me concentre en mi trabajo y no piense esas cosas, lo que ha de ser será, mi destino está ya escrito desde el momento en que nací.
La temporada de aceituna ya ha empezado, y Lázaro y Francisco han traído gente de Vilches en su mayoría aunque también los hay de Arquillos y del Porrosillo. Entre la gente de Vilches hay un chico de unos veinte años que destaca por su simpatía y su buen cante, se llama Miguel y es del barrio de los Mesones. Yo como cada mañana soy la encargada de llevarles el almuerzo a los olivares. Petra es la encargada de preparar la comida para los aceituneros, el señorito Rafael habló con los señores marqueses antes de marchar para Madrid, y les convenció para que se incluyera en el jornal de los aceituneros el almuerzo, comida muy importante para los obreros para su buen rendimiento en el trabajo y por otra parte supone un ahorro para su pobre economía.
Hoy cuando he llegado a donde estaban ellos, Miguel me ha saludado.
-¡¡Isabel, buenos días!!
-¡¡Buenos días Miguel!!
-¡¡Que frío hace hoy!!
-Pues sí, Miguel, hoy hace mucho frío, yo me he puesto dos refajos y aun con esto tengo frío.
-¿Se te ha hecho el camino muy pesado, Isabel?-Continuó Miguel.
-Pues no, Miguel, el borriquillo ya está acostumbrado al camino y ha venido bastante de prisa, y lo he hecho sin darme cuenta.
-¡¡Aquí tenéis el almuerzo, venga venir para acá!!-Dije yo.
Y a mi “casi “orden acudieron todos,.Las señoras que llevaban como una especie de dedales hechos de bellota para proteger las puntas de sus dedos de las heladas de los olivares, y otras que habían calentado piedras y se las habían puesto en los bolsillos del mandil para poder calentarse un poco las manos y protegerlas un poco de las bajas temperaturas, acudieron todas una vez que yo saqué la comida. Comieron todo lo que les apeteció, los hombres se sentaron un rato para fumarse un cigarro, Francisco les había comprado unos paquetes de “Ideales”
De entre el grupo se oyó una voz que decía: Miguelillo ,cántanos algo.
-Pero si tengo el estómago lleno.-
-Mejor así cantas con más ganas-Decía otro riéndose a carcajadas.
Miguel era uno de los chicos de un grupo musical que se había formado en el pueblo que se hacían llamar “Los Campanilleros”
-¡¡Venga señores, voy a por una!!
-Y así se arrancó y cantó la canción de Rafael Farina “Vino Amargo”. Mientras iba cantando mis ojos se humedecían, que voz tan prodigiosa tenia Miguel, y con que sentimiento la cantaba, sentía la canción en el fondo se su alma. La gente que se encontraba sentada formando un círculo, se levantó, y aplaudió a rabiar.
-¡¡¡Bravo, Miguel, Bravo!!!
Cuando terminó de cantar se acercó a mi.
-¿Isabel, te ha gustado?
-¡¡Mucho, Miguel, cantas estupendamente!!
Y así reanudaron su trabajo, pero Miguel antes de continuar se acercó a mí.
-Isabel, ¿vendrás el domingo a Vilches?
-No lo se Miguel tendré que pedirle permiso a la señora.
-Dile que te deje venir hay baile en los mesones y cantaremos nosotros, el ayuntamiento nos ha dejado una casa vieja para este fin, la entrada cuesta 50 céntimos, pero tu no has de pagar porque te invitaré yo, a la gente de los mesones nos gusta mucho el baile.
Ya te diré algo con Lázaro y Francisco ,estamos a principio de semana.
¡¡Dime algo!!-Me dijo mientras se alejaba.
Cuando llegué al cortijo se lo comenté a Petra y a Dolores. Se pusieron muy contentas, ellas ya sabían mi admiración por el señorito Rafael, no querían verme sufrir.
-Haces bien niña, el, señorito Rafael es solo un buen amo, y solo siente respeto y admiración hacia ti, y además, niña mía, el dinero llama al dinero, que esto no se te olvide nunca.
La señora me ha dada permiso para ir a Vilches, Lázaro y Francisco irán a los mesones y le darán el recado a Miguel. No se muy bien lo que hago es como si fuera en volandas, pero como dice mi madre me tengo que relacionar con gente de mi edad y status social.
Como acordamos, Miguel me está esperando en el cruce con los Mesones y el Camino Real. Con su pantalón de pana, su camisa blanca su chaqueta negra y su pelo rubio bien peinado con la ayuda de la brillantina, está guapísimo, sus ojos azules contrastan con el moreno de su piel tostada por las horas expuesta al sol.
Nos hemos dirigido a mi casa me tengo que cambiar de ropa, venia con un refajo pues allí en el cortijo cuando salgo a pasear por los alrededores del Piélago es lo que suelo ponerme. Mi madre según me han dicho Lázaro y Francisco me tiene una sorpresa.
Ya en mi casa, nos encontramos a mi madre cosiendo al lado de la chimenea, mi padre no está en casa ha llevado a mis hermanos a la Sindical porque el ayuntamiento hace una fiesta especial para los niños.
¡¡Buenas tardes Miguel!!
¡¡Buenas tardes señora Aniceta!!
Mi madre conocía a Miguel desde pequeño. S hacía poco tiempo, ellos también eran familia numerosa, y su padre se había quitado la vida por la situación tan difícil que a travesaban poniendo su cabeza en la vía del tren. El desde muy pequeño se puso a trabajar al igual que sus hermanos mayores.
¿ Queréis merendar?-Dijo mi madre.
-Sí, -Contesté yo.
Era una merienda exquisita, un trozo de pan en el cual le había hecho un hoyo y lo había llenado de aceite y le completó con azúcar.
Aunque hacía frío salimos a la puerta a saborear la merienda, y allí en le muro, contemplando el Guadalen Aquella merienda nos supo a gloría.
-¡Isabel!-Me llamó mi madre.
Entre en mi casa, mientras Miguel, se quedaba saboreando la merienda en la puerta.
-¡Hija este chico es muy guapo!
-Madre, solo es un amigo-_Le dije yo en voz baja, procurando que no me oyera.
-Hija, yo no te digo lo contrario, pero a parte de ser guapo su familia es muy buena gente, la conozco de toda la vida, su madre nació aquí en las Cuevas y vivió hasta que se casó con su padre, es una familia intachable, siempre han sido muy servicial con todo el mundo, es una lástima que la vida los haya castigado de esta manera.
Mi madre se empeñaba en que yo tuviese novio, pero mi corazón no me decía nada, y ese vacío en el estómago, síntoma de alarma de que algo pasa, no lo tenía con él, el sentimiento era diferente a lo que sentía por el señorito Rafael.
Mi madre entró hacía adentro y salió con algo.
¡¡Sorpresa!!
Mi madre desplegó algo que traía en las manos.
Era un abrigo precioso de pata de gallo.
¡¡Madre que bonito!!
-Me lo ha dado la señorita Elisenda, esta semana he ido hacer unas horas en su casa, y yo he arreglado el abrigo para ti.
Después de que yo me arreglara poniéndome un vestido rojo de franela que mi madre me había confeccionado, siempre me hacía dos vestidos; uno en verano y otro de invierno y con los mismos zapatos del día de la Virgen, recogí mi melena con un moño en la nuca y salí al portal.
Mi madre y Miguel decían la vez:
¡¡Estás guapísima!!
La verdad es que el ir bien arreglado hacía mucho y mi madre procuraba que estrenara dos vestidos al año.
Después de despedirnos de mi madre, nos fuimos en dirección a los mesones.
Apenas habíamos caminado unos metros cuando oímos una voz que nos llamaba:
¡¡Isabel, Isabel!!
Era la voz inconfundible de Paquito que me llamaba.
Mi padre estaba de vuelta de la Sindical con todos ellos, cada uno de ellos traía algo en la mano.
¡¡Mira, mira!! ¡¡me han dado un aro!!- Decía Paquito.
¡¡ A mí una muñeca de trapo!!-Decía Tomasi.
¡¡Y a mí me han dado un lápiz!!-Decía Pablito.
¡¡Y a mi cromos!!-Decía Teresita.
¡¡Nos has traído algo, Isabel!!-Decían todos a la vez.
-Sí os he traído canicas.
¡¡Que bien!! ¡¡Que bien!!-Decían todos gritando a la vez.
Mi padre que hasta entonces había permanecido callado, me dijo.
¡¡Hija, estás guapísima!!
Miguel, me alegro mucho de volver a verte.
-Gracias Paulino-Dijo Miguel entrecortado.
-Hija , ya iré yo a recogerte a los Mesones.
-No es necesario, padre, Miguel me acompañara hasta casa.
-Como tu quieras, pero no vengáis muy tarde.
Seguimos caminando en dirección a los mesones, la gente al vernos solos se asomaban a las puertas y murmuraban.
No era normal que una chica fuese sola en compañía de un chico pues estaba mal visto, pero a mi me daba igual, no hacía caso a las habladurías de la gente yo hacía mi vida sin importarme “ el que dirán”
Ya en los mesones, era visita obligada de entrar a la iglesia de San Gregorio, allí entramos, y después de rezar nos dirigimos a la casa que habían habilitado como sala de baile.
Allí, al entrar encontré a todas mis amigas; Ascensión, Aurora, Luna. Allí estaban todas. Todas estaban guapísimas.
¡¡Isabel, Miguel!!¡¡que alegría de veros por aquí!!
Miguel era del barrio y me presentó mucha gente.
A los pocos minutos de estar allí y después de picar algo de comer Miguel se fue hacía el escenario improvisado y empezó a cantar con su grupo
Aunque yo estaba con Miguel, mi corazón estaba muy lejos de allí, a muchos kilómetros, concretamente en Madrid. Pensaba en Rafael que muy pronto vendría a Vilches pues se acercaba la navidad y son fechas en que todo vilcheño desea estar en su pueblo.
La canción que cantaba Miguel me hizo salir de mis pensamientos:
“Niña Isabel ten cuidado donde hay amor hay pecado.
-Niña Isabel no te enamores pues es más fácil de que llores…”
Después de cantar varias canciones sus compañeros tocaron otras canciones sin él, de esta manera el también podía disfrutar de la fiesta.
Se acercó ami y me invitó a bailar. Al poco tiempo una voz entre la gente dijo:¡¡cambio de pareja!!
Y de esta manera a mi tocó bailar con Tomás y a Luna con Miguel.
Miguel dijo de salir afuera a la calle , quería fumar, y no le gustaba fumar dentro. Sentados en una piedra me comentó que le gustaría abrirse paso en el camino de la música, pero que dado su posición económica y la de todos los del grupo les era imposible, como la mayoría de las familias en Vilches, no era el tiempo adecuado para triunfar en la música , y sus sueños jamás creía que jamás se cumplirían. Todos éramos adolescentes con muchas ilusiones y muchas ganas de hacer cosas pero que en la mayoría de los casos no se llegarían a cumplir. En nuestra mente solo había una cosa, sobrevivir.
Allí sentada en la piedra junto a Miguel, contemplaba la era, ahora vacía, sola y triste, esperando el verano para volver a darle vida con la trilla.
Entramos dentro para despedirnos de nuestros amigos, se hacía tarde, y el camino era dificultoso hasta llegar a mi casa.
Al llegar junto al pilar que hay antes de la subida a las Cuevas, alguien bajaba corriendo y gritando.
¡¡¡Isabel, corre, ven a tu casa!! ¡¡¡Deprisa!!!

Allí, al llegar a mi casa me encontré mucha gente en la puerta, entré dentro y me encontré a mi madre tendida en el suelo inconsciente, las vecinas le hacían aire con un cartón a la vez que decían “¡¡ por favor dejen que pase el aire, salgan fuera!!”
Mi padre que se encontraba allí se acercó a mí con lágrimas en los ojos a la vez que me abrazaba diciendo:
¡¡-Paquito, Paquito!!

Continuará…
Puntos:
22-06-10 08:49 #5600513 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Que pasa padre?
¡¡Paquito, que se ha perdido!!
¡¡Pero padre, como se va a perder Paquito!!
-Sí hija, salió con Pablito a la calle esta tarde para orinar y Pablito dice que vieron un gato pequeño y Paquito se fue detrás de él, Pablito se vino a casa y no sabemos nada de Paquito.
¡¡Pero padre, por qué no me han dicho nada!!
-No queríamos preocuparte hija, pensábamos que lo íbamos a encontrar enseguida, lo estamos buscando por todo el barrio pero no lo hemos encontrado.
Hemos pensado ir a la guardia civil y nosotros, los de las Cuevas, hacer grupos para ir a buscarlo por todo Vilches.
-Padre no se preocupe, Paquito es un niño muy listo…ya verá como volverá a casa.
-No creo que pueda volver donde se encuentre es de noche y el niño se desorientará, además no sabemos que le ha pasado igual se ha caído en algún pozo o en alguna alberca.
Mientras mi madre se recuperaba del shock emocional.
-Isabel, hija Paquito no está, se ha perdido.
-No se preocupe madre, ya verá como pronto estará en casa.
-¡¡Dios te oiga hija mía!!
-Paulino no se preocupe, yo me ocupo de ir a la guardia civil y dar los datos para que lo busquen.-Dijo Miguel.
-Gracias Miguel, pero también tenemos que hacer grupos y distribuirnos por todo el pueblo.
-Eso está hecho Paulino.-Dijo Miguel. Y así formamos los grupos para ir por todo el pueblo. Miguel, mis tíos y yo éramos unos de los grupos. Nuestra zona era el Camino Real hasta la estación, otros grupos fueron hacia las Cuevas del Zahorí, El Cerrillo, zona del Castillo, los Mesones, Charcoverde el Barrio, y así hasta completar todos los barrios de Vilches.
Conforme nos íbamos dirigiéndonos hacia nuestra zona de rastreo nos encontramos a gente que les había parecido ver a Paquito. Unos nos decían que le habían visto en la Corredera, otros en la plaza, he incluso hubo alguien que le había visto por el Camino Real.
Nuestro grupo nos dirigimos a la guardia civil para dar los datos de Paquito.
-Me pueden decir como es el niño y como iba vestido- Nos preguntó uno de ellos, mientras tomaba apuntes en un papel.
- El niño tiene 7 años, es rubio con los ojos azules y delgado.-Dijo mi padre.
-¿Cómo iba vestido en el momento de su desaparición?
-Pantalón de lana gris con unos remiendos a la altura de las rodillas y la parte de atrás del pantalón, y un jersey de lana azul, igualmente remendado a la altura de los codos.
Bueno no se preocupen, saldremos a buscarlo ahora mismo. ¿ pero como es que no han dado parte del niño antes de que se hiciera de noche?
-Pensamos que volvería a casa...ya sabe aquí en las Cuevas y en el pueblo nos conocemos todo el mundo y el niño a veces se va a casa de alguien y vuelve después.
En aquel momento llega un guardia civil, y después de hacer el saludo a su superior dice:- Don Manuel, todo el pueblo de Vilches se ha enterado de la desaparición del niño y quieren ir a buscarlo.
-Es muy buena idea, aunque yo ya esperaba una respuesta así de todos los Vilcheños.
-¡¡Venga, a buscar a esa criatura!!-Nosotros buscaremos por las afueras del pueblo, y ellos que busquen por el pueblo.- Dijo el guardia civil.
La gente que formaba los grupos llevaban como fuente de luz; candiles, alguna que otra vela y madera haciendo la función de antorcha. Nosotros llevábamos el carburo que yo le había regalado a mi padre que de tantos y tantos apuros nos había sacado. Mis tíos llevaban candiles.
Ya en el Camino real, antes de llegar a la estación nos mezclamos entre los olivares, cualquier movimiento o cualquier sombra sospechosa acercábamos la luz hacia allí
Buscamos durante un tiempo entre los matorrales allí existentes, pero no encontramos nada, de vez en cuando, alguna rata o algún gato se cruzaba en nuestro camino.
Salimos nuevamente al Camino Real. Con las sombras que se formaban de la luz del carburo y los candiles, los árboles que formaban hilera en casi todo el camino hacían unas sombras extrañas, yo, muerta de miedo me cogí del brazo de Miguel.
-Miguel, tengo miedo-Le dije bajito.
-No es nada, solo son sombras.
Casi llegando a la estación nos encontramos una pareja de guardias civiles.
-Buenas noches señores.-Nos dijeron
-Buenas noches.- Respondimos con miedo pensando que nos iban a dar una mala noticia.
-Hemos estado buscando por la carretera de la Carolina y no hemos encontrado nada, nosotros creemos que el niño no puede estar muy lejos y que está por el pueblo, es muy pequeño para caminar tanto, de todas formas seguiremos buscando, hay otro grupo que está buscando por la carretera de Linares.
-Gracias, muchas gracias.-Respondió mi padre.

Ya llegando a la estación, empezamos a buscar el niño, al mismo tiempo que lo llamábamos por su nombre…¡¡¡Paquito…Paquito!!!
Así estuvimos un rato buscando cada uno por una zona diferente, hasta que la voz de mi tío nos llamó: ¡¡¡aquí …aquí!!! ¡¡¡venir…venir!!!
Salimos todos corriendo hacia donde venia la voz de mi tío.
Mi tío que se encontraba en la puerta de un vagón de carga, nos señalaba con la luz del candil.
A los gritos de mi tío, entre el silencio de la noche, un llanto de un niño inconfundible nos hizo gritar su nombre: ¡¡Es Paquito…es Paquito!!
Entramos en el vagón, y allí en un rincón y encima de unos cartones sucios…estaba Paquito, mi tío se lo había encontrado dormido, pero a sus gritos el niño rompió a llorar.
-¡Padre…Isabel!-Decía paquito llorando, a la vez que frotaba sus ojos azules con unas manos sucias y mugrientas.
¡¡¡Paquito…hijo mío!!-Decía mi padre
-¡Quiero ir con madre!-Decía el niño.
-Ahora te llevamos con ella. Mi padre cogió a Paquito en brazos y lo tapó con la chaqueta que previamente se había quitado, el niño que estaba agotado, se quedó nuevamente dormido.
-Miguel, adelántate, y ve diciendo a la gente que ya hemos encontrado al niño, también pásate por el cuartel para decirlo.
-No se preocupe Paulino, ya me adelanto.
Y así nos pusimos de nuevo de camino a mi casa pero con una alegría inmensa de haber encontrado a mi hermanillo. Por el camino nos encontramos a la gente que había colaborado en la búsqueda de Paquito que nos daba la enhorabuena.
Al llegar a las Cuevas, yo me adelanté unos metros para darle la noticia a mi madre.
Al entrar a mi casa, mi madre, se encontraba rezando de rodillas en el único cuadro que teníamos que era el de la Virgen del Castillo.
¡¡Madre, que traemos a Paquito!!
¡¡Hija mía!! ¿Dónde lo habéis encontrado?
-En la vía, madre, dentro de un vagón del tren.
Las dos nos abrazamos llorando. Mi padre, poco después llegó con Paquito en los brazos, mi madre, se acercó a él, y le dio un beso en la frente, mi padre lo entró en su cuarto, y allí en su manta lo dejó que continuara con su sueño.
Poco después también llegó Miguel, les había dicho a la gente que no se acercaran ahora a mi casa para no asustar el niño. Salí a la puerta para despedir a Miguel, era ya muy tarde y teníamos que madrugar a otro día, era nuestra vuelta al cortijo. Al despedirse de mi con “hasta mañana” me dio un beso en la frente como si de un hermano mayor se tratara y quisiera darme protección.
Aquella noche apenas dormí, pero igualmente me levanté temprano para ponerme en marcha hacia el cortijo. Al salir al portal tropecé con una canasta donde mi madre guardaba la ropa y el ruido hizo que se despertara Paquito.
-¡¡Isabel, Isabel!! ¿A dónde vas?
-Me voy a trabajar.
-No te vayas, yo quiero que te quedes aquí con nosotros.
-Algún día me podré quedar más días con vosotros, pero ahora me tengo que ir al cortijo.
-¿Puedo desayunar contigo?
-Es muy pronto, acaba de amanecer.
-Por favor Isabel…por favor.
-Bueno, se lo voy a decir a madre.
-Mi madre que lo estaba oyendo, dijo:
¡¡Venga venir los dos, que ya tengo el desayuno preparado!!
Después de asearnos un poco nos pusimos a desayunar.
Mi madre nos tenía preparado el desayuno en dos cazos repletos de migas con leche.
-Mmmm… ¡que bueno!- Decía Paquito.
Mientras desayunábamos, mi madre le preguntó a Paquito:
-Paquito ¿Cómo llegaste hasta la estación?
-Corrí detrás de un gatillo, y llegué hasta la corredera, me encontré con mi amigo Juanito, que estuvimos jugando con el aro y las canicas, después él se fue con sus padres que se iban a la Carolina.
¿Y por qué te fuiste hasta la estación?-Preguntó mi madre.
-Porque yo también me quiero ir como los titos y los primos a Madrid.
-Cariño, nosotros jamás saldremos de nuestro pueblo, ya verás como se arreglan las cosas y habrá trabajo para todos nosotros y la gente no emigrará a otras comunidades o al extranjero-Dijo mi madre, mientras lo abrazaba y besaba a mi hermano
Y así; contenta y feliz de tener de nuevo a mi hermano en casa marché hacia la plaza donde me esperaban Lázaro y Francisco, y en esta ocasión un acompañante más, Miguel.
Ya, casi llegando al cortijo nos íbamos encontrando a las diferentes cuadrillas que iban a la aceituna, unos iban en carro, otros en mulas y los menos afortunados caminando, pero a pasar de todo, felices y contentos, de tener un trabajo y poder llevarse un trozo de pan a la boca.
Al llegar al cortijo, Miguel, Lázaro y Francisco me dejaron en él, mientras que ellos continuaron su camino hacia los olivares.
Petra y Dolores al verme se pusieron muy contentas al verme y de que hubiésemos encontrado a mi hermano.
-¿Pero como os habéis enterado?-Les pregunté yo
-Anoche vino hasta aquí la guardia civil, estaban rastreando por la carretera de Linares y se acercaron hasta en cortijo por si lo habíamos visto. También estuvieron rastreando por aquí. Y esta mañana se acercaron para decirnos que ya lo habían encontrado.
Como siempre vuelvo a la rutina de mi trabajo, casi cada mañana voy a llevarle el almuerzo a la cuadrilla donde está Miguel, allí charlo y almuerzo con ellos, Miguel quiere que vayamos otro domingo al cine de la plaza de Abastos, el próximo domingo que tenga libre iré con él al cine, tengo que salir un poco y salir de la rutina de mi trabajo.
Como cada noche, leo y escribo un poco con ayuda de Lázaro, he adelantado mucho, cuando venga para navidad el señorito se sorprenderá de lo que he adelantado. Ya en mi cuarto rezo mis oraciones y pido por todos nosotros y también por los vilcheños que se tienen que ir de nuestro pueblo, pido que la Virgen del Castillo los ampare y puedan volver pronto al pueblo que les vio nacer. Nuestro pueblo no es un pueblo cualquiera, es un pueblo donde crecen las raíces de todos los vilcheños y son tan gruesas que no se pueden cortar y cada tronco de nuestro árboles y olivares representa a uno de nuestros vilcheños que se van de nuestro querido pueblo.
Hoy, junto con dolores nos hayamos limpiando la alcoba de los señores marqueses.
Encima de la cómoda hay una carpeta, esta al ir a limpiar se cae el suelo, y al caer se abre y de ella se esparcían unos papeles que había dentro, Entre Dolores y yo intentamos recogerlos lo más deprisa posible, de pronto mis ojos se fijan en uno de los papeles con un titular con letras en mayúscula “DOCUMENTO DE ADOPCION”
-¡¡Dolores!! ¡¡Mira esto, no puede ser!!



Que pasa padre?
¡¡Paquito, que se ha perdido!!
¡¡Pero padre, como se va a perder Paquito!!
-Sí hija, salió con Pablito a la calle esta tarde para orinar y Pablito dice que vieron un gato pequeño y Paquito se fue detrás de él, Pablito se vino a casa y no sabemos nada de Paquito.
¡¡Pero padre, por qué no me han dicho nada!!
-No queríamos preocuparte hija, pensábamos que lo íbamos a encontrar enseguida, lo estamos buscando por todo el barrio pero no lo hemos encontrado.
Hemos pensado ir a la guardia civil y nosotros, los de las Cuevas, hacer grupos para ir a buscarlo por todo Vilches.
-Padre no se preocupe, Paquito es un niño muy listo…ya verá como volverá a casa.
-No creo que pueda volver donde se encuentre es de noche y el niño se desorientará, además no sabemos que le ha pasado igual se ha caído en algún pozo o en alguna alberca.
Mientras mi madre se recuperaba del shock emocional.
-Isabel, hija Paquito no está, se ha perdido.
-No se preocupe madre, ya verá como pronto estará en casa.
-¡¡Dios te oiga hija mía!!
-Paulino no se preocupe, yo me ocupo de ir a la guardia civil y dar los datos para que lo busquen.-Dijo Miguel.
-Gracias Miguel, pero también tenemos que hacer grupos y distribuirnos por todo el pueblo.
-Eso está hecho Paulino.-Dijo Miguel. Y así formamos los grupos para ir por todo el pueblo. Miguel, mis tíos y yo éramos unos de los grupos. Nuestra zona era el Camino Real hasta la estación, otros grupos fueron hacia las Cuevas del Zahorí, El Cerrillo, zona del Castillo, los Mesones, Charcoverde el Barrio, y así hasta completar todos los barrios de Vilches.
Conforme nos íbamos dirigiéndonos hacia nuestra zona de rastreo nos encontramos a gente que les había parecido ver a Paquito. Unos nos decían que le habían visto en la Corredera, otros en la plaza, he incluso hubo alguien que le había visto por el Camino Real.
Nuestro grupo nos dirigimos a la guardia civil para dar los datos de Paquito.
-Me pueden decir como es el niño y como iba vestido- Nos preguntó uno de ellos, mientras tomaba apuntes en un papel.
- El niño tiene 7 años, es rubio con los ojos azules y delgado.-Dijo mi padre.
-¿Cómo iba vestido en el momento de su desaparición?
-Pantalón de lana gris con unos remiendos a la altura de las rodillas y la parte de atrás del pantalón, y un jersey de lana azul, igualmente remendado a la altura de los codos.
Bueno no se preocupen, saldremos a buscarlo ahora mismo. ¿ pero como es que no han dado parte del niño antes de que se hiciera de noche?
-Pensamos que volvería a casa...ya sabe aquí en las Cuevas y en el pueblo nos conocemos todo el mundo y el niño a veces se va a casa de alguien y vuelve después.
En aquel momento llega un guardia civil, y después de hacer el saludo a su superior dice:- Don Manuel, todo el pueblo de Vilches se ha enterado de la desaparición del niño y quieren ir a buscarlo.
-Es muy buena idea, aunque yo ya esperaba una respuesta así de todos los Vilcheños.
-¡¡Venga, a buscar a esa criatura!!-Nosotros buscaremos por las afueras del pueblo, y ellos que busquen por el pueblo.- Dijo el guardia civil.
La gente que formaba los grupos llevaban como fuente de luz; candiles, alguna que otra vela y madera haciendo la función de antorcha. Nosotros llevábamos el carburo que yo le había regalado a mi padre que de tantos y tantos apuros nos había sacado. Mis tíos llevaban candiles.
Ya en el Camino real, antes de llegar a la estación nos mezclamos entre los olivares, cualquier movimiento o cualquier sombra sospechosa acercábamos la luz hacia allí
Buscamos durante un tiempo entre los matorrales allí existentes, pero no encontramos nada, de vez en cuando, alguna rata o algún gato se cruzaba en nuestro camino.
Salimos nuevamente al Camino Real. Con las sombras que se formaban de la luz del carburo y los candiles, los árboles que formaban hilera en casi todo el camino hacían unas sombras extrañas, yo, muerta de miedo me cogí del brazo de Miguel.
-Miguel, tengo miedo-Le dije bajito.
-No es nada, solo son sombras.
Casi llegando a la estación nos encontramos una pareja de guardias civiles.
-Buenas noches señores.-Nos dijeron
-Buenas noches.- Respondimos con miedo pensando que nos iban a dar una mala noticia.
-Hemos estado buscando por la carretera de la Carolina y no hemos encontrado nada, nosotros creemos que el niño no puede estar muy lejos y que está por el pueblo, es muy pequeño para caminar tanto, de todas formas seguiremos buscando, hay otro grupo que está buscando por la carretera de Linares.
-Gracias, muchas gracias.-Respondió mi padre.

Ya llegando a la estación, empezamos a buscar el niño, al mismo tiempo que lo llamábamos por su nombre…¡¡¡Paquito…Paquito!!!
Así estuvimos un rato buscando cada uno por una zona diferente, hasta que la voz de mi tío nos llamó: ¡¡¡aquí …aquí!!! ¡¡¡venir…venir!!!
Salimos todos corriendo hacia donde venia la voz de mi tío.
Mi tío que se encontraba en la puerta de un vagón de carga, nos señalaba con la luz del candil.
A los gritos de mi tío, entre el silencio de la noche, un llanto de un niño inconfundible nos hizo gritar su nombre: ¡¡Es Paquito…es Paquito!!
Entramos en el vagón, y allí en un rincón y encima de unos cartones sucios…estaba Paquito, mi tío se lo había encontrado dormido, pero a sus gritos el niño rompió a llorar.
-¡Padre…Isabel!-Decía paquito llorando, a la vez que frotaba sus ojos azules con unas manos sucias y mugrientas.
¡¡¡Paquito…hijo mío!!-Decía mi padre
-¡Quiero ir con madre!-Decía el niño.
-Ahora te llevamos con ella. Mi padre cogió a Paquito en brazos y lo tapó con la chaqueta que previamente se había quitado, el niño que estaba agotado, se quedó nuevamente dormido.
-Miguel, adelántate, y ve diciendo a la gente que ya hemos encontrado al niño, también pásate por el cuartel para decirlo.
-No se preocupe Paulino, ya me adelanto.
Y así nos pusimos de nuevo de camino a mi casa pero con una alegría inmensa de haber encontrado a mi hermanillo. Por el camino nos encontramos a la gente que había colaborado en la búsqueda de Paquito que nos daba la enhorabuena.
Al llegar a las Cuevas, yo me adelanté unos metros para darle la noticia a mi madre.
Al entrar a mi casa, mi madre, se encontraba rezando de rodillas en el único cuadro que teníamos que era el de la Virgen del Castillo.
¡¡Madre, que traemos a Paquito!!
¡¡Hija mía!! ¿Dónde lo habéis encontrado?
-En la vía, madre, dentro de un vagón del tren.
Las dos nos abrazamos llorando. Mi padre, poco después llegó con Paquito en los brazos, mi madre, se acercó a él, y le dio un beso en la frente, mi padre lo entró en su cuarto, y allí en su manta lo dejó que continuara con su sueño.
Poco después también llegó Miguel, les había dicho a la gente que no se acercaran ahora a mi casa para no asustar el niño. Salí a la puerta para despedir a Miguel, era ya muy tarde y teníamos que madrugar a otro día, era nuestra vuelta al cortijo. Al despedirse de mi con “hasta mañana” me dio un beso en la frente como si de un hermano mayor se tratara y quisiera darme protección.
Aquella noche apenas dormí, pero igualmente me levanté temprano para ponerme en marcha hacia el cortijo. Al salir al portal tropecé con una canasta donde mi madre guardaba la ropa y el ruido hizo que se despertara Paquito.
-¡¡Isabel, Isabel!! ¿A dónde vas?
-Me voy a trabajar.
-No te vayas, yo quiero que te quedes aquí con nosotros.
-Algún día me podré quedar más días con vosotros, pero ahora me tengo que ir al cortijo.
-¿Puedo desayunar contigo?
-Es muy pronto, acaba de amanecer.
-Por favor Isabel…por favor.
-Bueno, se lo voy a decir a madre.
-Mi madre que lo estaba oyendo, dijo:
¡¡Venga venir los dos, que ya tengo el desayuno preparado!!
Después de asearnos un poco nos pusimos a desayunar.
Mi madre nos tenía preparado el desayuno en dos cazos repletos de migas con leche.
-Mmmm… ¡que bueno!- Decía Paquito.
Mientras desayunábamos, mi madre le preguntó a Paquito:
-Paquito ¿Cómo llegaste hasta la estación?
-Corrí detrás de un gatillo, y llegué hasta la corredera, me encontré con mi amigo Juanito, que estuvimos jugando con el aro y las canicas, después él se fue con sus padres que se iban a la Carolina.
¿Y por qué te fuiste hasta la estación?-Preguntó mi madre.
-Porque yo también me quiero ir como los titos y los primos a Madrid.
-Cariño, nosotros jamás saldremos de nuestro pueblo, ya verás como se arreglan las cosas y habrá trabajo para todos nosotros y la gente no emigrará a otras comunidades o al extranjero-Dijo mi madre, mientras lo abrazaba y besaba a mi hermano
Y así; contenta y feliz de tener de nuevo a mi hermano en casa marché hacia la plaza donde me esperaban Lázaro y Francisco, y en esta ocasión un acompañante más, Miguel.
Ya, casi llegando al cortijo nos íbamos encontrando a las diferentes cuadrillas que iban a la aceituna, unos iban en carro, otros en mulas y los menos afortunados caminando, pero a pasar de todo, felices y contentos, de tener un trabajo y poder llevarse un trozo de pan a la boca.
Al llegar al cortijo, Miguel, Lázaro y Francisco me dejaron en él, mientras que ellos continuaron su camino hacia los olivares.
Petra y Dolores al verme se pusieron muy contentas al verme y de que hubiésemos encontrado a mi hermano.
-¿Pero como os habéis enterado?-Les pregunté yo
-Anoche vino hasta aquí la guardia civil, estaban rastreando por la carretera de Linares y se acercaron hasta en cortijo por si lo habíamos visto. También estuvieron rastreando por aquí. Y esta mañana se acercaron para decirnos que ya lo habían encontrado.
Como siempre vuelvo a la rutina de mi trabajo, casi cada mañana voy a llevarle el almuerzo a la cuadrilla donde está Miguel, allí charlo y almuerzo con ellos, Miguel quiere que vayamos otro domingo al cine de la plaza de Abastos, el próximo domingo que tenga libre iré con él al cine, tengo que salir un poco y salir de la rutina de mi trabajo.
Como cada noche, leo y escribo un poco con ayuda de Lázaro, he adelantado mucho, cuando venga para navidad el señorito se sorprenderá de lo que he adelantado. Ya en mi cuarto rezo mis oraciones y pido por todos nosotros y también por los vilcheños que se tienen que ir de nuestro pueblo, pido que la Virgen del Castillo los ampare y puedan volver pronto al pueblo que les vio nacer. Nuestro pueblo no es un pueblo cualquiera, es un pueblo donde crecen las raíces de todos los vilcheños y son tan gruesas que no se pueden cortar y cada tronco de nuestro árboles y olivares representa a uno de nuestros vilcheños que se van de nuestro querido pueblo.
Hoy, junto con dolores nos hayamos limpiando la alcoba de los señores marqueses.
Encima de la cómoda hay una carpeta, esta al ir a limpiar se cae el suelo, y al caer se abre y de ella se esparcían unos papeles que había dentro, Entre Dolores y yo intentamos recogerlos lo más deprisa posible, de pronto mis ojos se fijan en uno de los papeles con un titular con letras en mayúscula “DOCUMENTO DE ADOPCION”
-¡¡Dolores!! ¡¡Mira esto, no puede ser!!


Continuará…
Puntos:
22-06-10 08:55 #5600520 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Me teneis que perdonar, lo he copiado dos veces sin querer, pensaba que no habia salido la primera y he vuelto a copiarla otra vez. Un beso para todos.
Puntos:
22-06-10 10:28 #5600841 -> 5238078
Por:antonia2010

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mery1953 me ha gustado mucho realmente tines mucha imaginació y capacidad para escribir.

Continua por favor, ahora me tendras impaciente esperando el próximo capitulo................
Puntos:
01-07-10 19:29 #5657084 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
¿Que pasa Isabel?
-Dolores, en estos papeles pone al señorito Rafael como hijo adoptado.
-No puede ser, ¡¡Isabel, guarda esos papeles, y salgamos de aquí!!
Al ir al salir de la alcoba de los señores marqueses, oímos pasos que se acercaban a la alcoba.
Isabel, corre, escondámonos detrás de la puerta
Corrimos ha escondernos detrás de ella . Y allí detrás de la puerta esperamos muertas de miedo por temor a ser descubiertas.
Y entre el espacio que quedó entre la pared y la puerta donde nos encontrábamos vimos como unas manos blancas y finas recogían la carpeta y la guardaba en una caja fuerte.
-Que despiste más grave he tenido, pero estoy de suerte que no lo ha visto nadie, era la voz de la señora marquesa.
Salió de la habitación cerrando la puerta tras ella.
Nosotras salimos de nuestro escondite y continuamos nuestro trabajo fuera de la alcoba.
La mañana se nos hizo eterna, no podíamos creer lo que yo había leído en aquellos papeles. Casi no hablamos durante toda la mañana, y menos de un asunto tan delicado como el que habíamos descubierto. Al mediodía tampoco comentamos nada a Petra, era el tiempo muy justo para comentar un asunto tan delicado como este, así que esperamos a la noche que estábamos todos reunidos.
Los señores marqueses salieron en su coche, no cenaban en casa. Salieron en su coche y se alejaron del cortijo cogiendo la carretera de Linares.
Ya solas, nos faltó tiempo para dirigirnos hacia nuestra humilde morada.
Al llegar allí, Petra, terminaba de preparar la cena y Francisco y Lázaro que también se encontraban allí preparaban la mesa, eran unos hombres que ayudaban en todo lo que podían en las faenas de la casa.
Petra, al vernos tan sofocadas a Dolores y a mi, nos preguntó: ¿pero que os pasa?
-¡¡Petra, hemos encontrado en unan carpeta encima de la cómoda de los señores y unos papeles dentro en la que dicen que el señorito Rafael es hijo adoptivo!!
¡¡Dios mío!! ¡¡pero como os habéis atrevido a abrir esa carpeta!!
Petra, no la hemos abierto, se ha caído al suelo y al recoger los papeles hemos visto ese documento, y además las letras estaban en letras mayúsculas.
¡¡Pero hija mía, si la señora se entera de que esos papeles han caído en vuestras manos, os despedirán!!
Ella no sabe nada, no nos ha visto porque nos ha dado tiempo a escondernos al oír unos pasos que se dirigían hacia la alcoba y nos hemos escondido detrás de la puerta, ella misma ha vuelto a guardar la carpeta en una caja fuerte y ha vuelto a salir sin percatarse de nuestra presencia.
¿Petra, tu sabes algo de todo esto?-Preguntó Dolores.
-Dejadme…no …no se nada.
¡¡Petra, tu sabes algo!!
¡¡No quiero que me preguntéis nada referente ha este caso!!
Los cuatro permanecimos unos minutos en silencio no queríamos hacerla enfadar, nunca se enfadaba y deducimos que ella sabía algo de aquel asunto. Entonces, no
sabemos como, Petra, empezó a hablar…”esto hace muchos años, Lázaro y yo, estábamos recién casados y vinimos aquí al cortijo para hacernos cargo de todo el trabajo, Lázaro en las faenas del campo y yo de la casa. Los señores marqueses hacían poco que también se habían casado, estaban muy enamorados, y eran unas bellísimas personas, todo era poco para nosotros, por aquellos años nuestras habitaciones se encontraban dentro del cortijo de los señores… lo que ahora es la cocina.
Como todas las parejas jóvenes y enamoradas su mayor ilusión era formar una familia, a la señora le gustaban mucho los niños y deseaba lo antes posible tener un hijo.
Un día nos comunicó que se encontraba embarazada, dio una gran fiesta en el cortijo, estaba bellísima, tenía esa luz en su cara tan especial que a todas las mujeres embarazadas iluminan su rostro, a ella, como he dicho le encantaban los niños y era la cosa más grande que podía haberle pasado.
Cual fue mi sorpresa que unos días después descubrí que yo también me encontraba embarazada, ella se alegró mucho y comentaba que los niños serían de la misma edad. Cuando iba a Madrid compraba toda la ropita para cuando naciera la criatura pero igualmente me la compraba a mi también para el niño que yo esperaba, así como le preparó una pequeña habitación de características similares a la de su bebé, dijo que ese niño sería como un hermano para su hijo pues los dos se criarían juntos.
Pasaron unos meses y ella lucia feliz y orgullosa su barriguita, al mismo tiempo que la mía también se hacia notar, me dio mucha ropa suya y me redujo la jornada laboral poniendo otra persona para que me ayudara en las faenas del hogar y me dijo, que me ayudaría en todo lo que pudiera con el niño.
Un día, continuó Petra, la señora empezó a encontrarse mal, tenía fuertes dolores abdominales y a las pocas horas empezó a tener pequeñas pérdidas que al final se fueron complicando con pérdidas de sangre mas abundantes . Se avisó al médico de Vilches y a la comadrona que mandaron su traslado inmediato al hospital de Linares. El señor marqués comentó al médico si la señora podía ser trasladada a un hospital de Madrid, él conocía un ginecólogo con un buen prestigio. El médico le comentó que con el tratamiento adecuado podía ser trasladada a la capital de España . Se le puso la analgesia y el tratamiento adecuado para el viaje, y así partieron hacía Madrid acompañados por el señorito y el médico de Vilches. Una vez ingresada en el hospital le hicieron las pruebas oportunas y cual sería su sorpresa que el ginecólogo comunicó al señorito que no se trataba de un embarazo sino de un tumor, el señorito no sabía como comunicarle la mala noticia a la señora, cuando ella supiera la verdad se volvería loca, ¡¡deseaban los dos tanto a ese niño!! y sobretodo la señora, que sería difícil asimilar la mala noticia.
Se le extirpó el tumor y que ya estaba muy extendido y con él se tuvieron que llevar la matriz y los ovarios. La señora estuvo varios días luchando entre la vida y la muerte. Al final, la Virgen del Castillo que protege a todos los vilcheños quiso que la señora saliera de este trágico final que la vida le había preparado. Pero por desgracia había que comunicarle otra mala noticia a la señora, la esperanza de ser madre no se vería jamás cumplida.
El médico de vilches, que volvió de Madrid a otro día del ingreso de la señora que nos fue comunicando de todo esto, pero nos dijo que esto no saliera del cortijo que le guardáramos el secreto, la señora lo estaba pasando mal.
Un día se acercó al cortijo para comunicarnos que los señores marqueses volverían en un par de días al cortijo. Lo hicieron de noche, no querían que le gente se enterara de su regreso, y que vieran a la señora en aquel estado lamentable, puesto que su regreso era provisional, era un periodo de adaptación después de todo lo que había pasado
La noche en que llegaron vi la cara de la señora, blanca, demacrada . con unas enormes ojeras, y una mirada perdida en el infinito, como de estar al borde de la locura.
Aquel misma noche, dijo al señor marqués que no quería ver nadie dentro del cortijo de los señores, y así fue como tuvimos que habilitar esta cuadra como vivienda para nosotros, ya jamás fue la misma, Aquella señora que conocimos llena de bondad y amor para todos nosotros, se había transformado en una mujer amargada y sin corazón.
Se le adaptó una habitación en la parte alta del cortijo para que nadie supiera de su regreso, tenía que adaptarse a su nueva vida y había que hacerlo poco a poco, solo cuatro personas teníamos acceso a ella, el señor marqués, el médico de Vilches, Lázaro y yo.
Apenas había pasado una semana de su regreso cuando intentó quitarse la vida cortándose las venas, por fortuna la descubrimos a tiempo y la vida le dio otra oportunidad. El médico de Vilches recomendó al señor marques que la ingresaran en una casa de reposo.
Era una noche de invierno silenciosa y oscura como se encontraba la mente de la señora a causa del fatal desenlace.
Y así de nuevo partieron para Madrid, jamás había visto llorar tanto al señor marqués como aquella noche. Se subieron al coche entremezclándose entre las tinieblas de la fría noche de invierno.
Durante esos días que ella estuvo ingresada en el centro de salud mental, se me adelantó el parto, quizás, por toda la tensión acumulada en esos días, mi embarazo no llegó a término, tuve un niño, que solo recuerdo de él sus enormes ojos, pero murió a los pocos minutos de nacer, era prematuro, y el médico nos dijo, a Lázaro y a mi, que ha esa edad gestacional es raro el niño que vive . El señor marqués que se encontraba aquí esa misma noche junto al médico y a la comadrona se hicieron cargo de todo, le compraron su cajita blanca,¡¡ preciosa!! pero no quisimos verlo muerto, a penas lo habíamos visto vivo, sus ojos negros y grandes es lo único que se nos quedó en nuestra mente, recuerdo que queríamos que permaneciera en nuestra mente para siempre. No quisimos enterrarlo en el cementerio de Vilches, y aquí junto al puente del Piélago le dimos sepultura, a nuestro adorado y querido niño. En aquellas circunstancias llegué a comprender más la situación por la que estaba atravesando la señora marquesa, pues yo también creí volverme loca…
-¡¿Petra, esa tumba que hay siempre con flores frescas al lado del puente es la tumba de tu hijo?-Pregunté yo.
-Sí, Isabel esa es la tumba de nuestro hijo, siempre procuro que tenga flores frescas, que huela a fresco como fue su corta vida.
…Después del entierro llegó el señor marqués y nos comunicó que la señora se encontraba en perfectas condiciones para volver al cortijo, apenas habían pasado dos semanas y ella ya se había recuperado del todo. Y también nos dijo otra cosa, que no vendría sola, vendría con un niño.
El señor marqués nos explicó que habían adoptado un niño en el mismo centro de salud donde se encontraba ingresada la señora, su madre había muerto en el parto, y como la señora estaba ya recuperada y ellos tenían mucha influencia no tuvieron problemas a la hora de adoptarlo, a Petra en estos momentos se le saltaron las lágrimas…cuando llegaron al cortijo traían al señorito Rafael, a penas tenía unos días y ya lo tenia en mi pecho amamantándolo, esos pechos que se hubieran secado si no hubiese llegado él.
De nuevo el señor marqués nos dijo a Lázaro y a mi, que esto lo de la adopción se llevara en secreto que nadie de Vilches y alrededores debía de saberlo, él ya había hablado con el médico y la comadrona y guardarían su secreto, podía pasar perfectamente como hijo de ella, la llegada del niño al cortijo coincidía con las fechas del nacimiento del “hijo” de la señora.
Años más tarde, el médico y la comadrona murieron y con ellos se llevaron su secreto a la tumba”.
Con el tiempo la señora se fue convirtiendo en una mujer de carácter agrio hasta convertirse en la mujer que es ahora, egoísta y avariciosa, una mujer que no se conforma nunca con lo que tiene y que cada vez quiere más, y más.
¿Pero el señorito Rafael sabe todo esto?-Dijo Dolores
-No, el señorito no sabe nada de esto-Dijo Petra.
-¿Pero algún día se lo tendrán que decir?-Dije yo
¿ Supongo que alguna vez se lo dirán, tiene derecho a saber quienes son sus padres?-Volví a preguntar yo
-Eso queda en manos de los señores marqueses, ellos son los que o han de decidir, es un asunto muy delicado y solo les incumbe a ellos.
-¿Y el nacimiento de tus otros hijos te hizo olvidar al primero?
-No, nunca me he olvidado de él. A los dos años me quedé de nuevo embarazada, y después vinieron los otros, pero jamás me he olvidado de mi primogénito, cada noche rezo para que allí donde esté la Virgen del Castillo lo proteja y nos volvamos a encontrar con él cuando nosotros moramos.
En aquel momento unos gritos que venían de a fuera nos sacaron del pasado a la vida real:
-Mamá…papá…ya estoy aquí.
La voz se oiga cada vez más cerca, salimos a fuera y Petra y Lázaro corrieron hacía él.
-Luís…hijo mio..porque no nos has avisado que llegabas hoy.
Era el hijo de Lázaro y Petra que regresaba a casa a pasar la navidad.
Al entrar los tres al portal, me tuve que tapar la boca para no gritar, pues en por unos momentos creí ver al señorito Rafael…



Continuará
Puntos:
01-07-10 23:58 #5658813 -> 5238078
Por:ataelburro

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mery1953, me tienes enganchado, por favor no tardes mucho en escribir el próximo capítulo.
Gracias
Puntos:
08-07-10 13:24 #5702404 -> 5238078
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
No me equivoqué, detrás de la cortina de saco que tapaba la puerta de la calle, apareció él. Como siempre apareció con una sonrisa en sus labios, humilde y sincera, como era él.
¡¡Buenas noches!!-Dijo al entrar.
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo con solo oír el sonido de su voz, una voz varonil inconfundible para mi. Mis sentimientos hacía él no habían cambiado, se que esto no era un capricho de chica adolescente, aunque mi madre intentara cambiar mis sentimientos y tratar de confundirme con mis cambios hormonales, mi corazón me decía que era algo más, pero ahora el motivo era lo de menos, lo tenia delante de mi y eso es lo que importaba en ese momento, por unos días lo tendría muy cerca, aunque en la mayoría de las veces él estuviera sentado en su confortable silla y yo estuviese de pie sirviéndole la comida.
-¡¡Señorito Rafael!! ¿Qué hace usted aquí?- Dijo Petra.
-He adelantado unos días mi viaje, he ido a casa y no había nadie, y como he visto luz aquí me he acercado.
-Sus padres han ido a Linares, al asunto este… del Piélago, llegaran tarde.
Se adelantó unos pasos hacía donde nos encontrábamos nosotros, se acercó y nos fue besando uno a uno. Luís y él se saludaron con un efusivo abrazo, eran casi de la misma edad, se habían criado juntos aunque la señora marquesa no veía con buenos ojos la amistad de su hijo con el hijo de la criada, pero él hacía ya tiempo que no le importaba la opinión de su madre, su padre, el señor marqués, permanecía al margen de todo esto, aunque a Luís le había ayudado mucho.
Cuando llegó a mí, apenas sentí su beso en mi mejilla, es como si en aquel momento todo mi cuerpo estuviese anestesiado, lo único que recuerdo es que nuestras miradas se cruzaron y nos miramos fijamente a los ojos, una mirada, que para mí podía ser el principio de algo más. La voz de Luís, me sacó de mi cuento de hadas situándome en el mundo real.
¿Quién eres tu?- Me preguntó.
¿ No sabes quién es? ¿ No te acuerdas de ella?- Dijo Petra.
-No mamá, no se quien es.
-Es Isabel, la hija de Paulino y Aniceta.
-¿ Tu eres Isabelita, aquella niña delgaducha y con trenzas que corría todo el día descalza por las Cuevas?
-Sí,…soy yo, respondí, notando que me ruborizaba.
-Estás muy cambiada, muy guapa, Isabelita.
-Gracias Luís…muchas gracias.
-¿Luís, como te va por París?- Preguntó el señorito Rafael.
-Bien Rafael, me voy abriendo paso en el mundo de las bellas artes
-Me alegro por ti Luís.
-¿ Y a ti, como te va por Madrid?
-Bien, este año termino mi carrera, ya tengo ganas de ejercer.
-Yo también me alegro Rafael, lo tuyo es vocacional.
Luís, había estudiado en Madrid Bellas Artes, y desde allí emigró a París para perfeccionar sus estudios, vivía en una buhardilla en el barrio bohemio de Montmartre de París, unos de los barrios más bohemio de esta capital parisina¡¡estaba encantadísimo!!
Estudiaba y trabajaba. Se ocupaba de la restauración de las grandes obras del museo de Louvre. Sus estudios los consiguió con una beca que dio el ayuntamiento de Vilches a gente sin recursos económicos con capacidad para estudiar. El ayuntamiento puso una parte de los gastos y el señor marques, como los padres de Luís no podían costear los gastos les ayudó, La ayuda del señor marques se hizo sin el consentimiento
de la señora marquesa, ella no quería, pero el señor marqués quiso ayudarles a pesar de la negativa de la señora. En cuanto al trabajo en el museo de Louvre, también el señor marqués puso su granito de arena, conocía un diplomático de la embajada española y viendo las cualidades artísticas de Luís, no dudó en ayudarlo.
Luís era un chico, alto y corpulento, moreno y con unos ojos grandes negros, su pelo largo y negro lo llevaba recogido en una cola baja, un bigote fino cubría parcialmente su labio superior y una perilla negra completaban su aire bohemio que le delataban del barrio de donde procedía.
Todavía no habíamos cenado por lo que Petra dijo al señorito Rafael que cenara con nosotros, los señores marqueses llegarían tarde y les habían dicho que no cenaban en casa.
La cena eran nuestras típicas migas de pan , habían sobrado del mediodía y aquí y en aquellos tiempos no se podía tirar nada, como cenábamos muy temprano había tiempo de digerirlas, para el señorito Rafael y para Luís era su plato favorito, Lázaro era un experto en este plato y estaban ¡¡buenísimas!!
Luís y el señorito Rafael, cambiaron impresiones de sus respectivas capitales donde residían. Se les veía contentos, hacía tres años que no se veían el tiempo que Luís no venía por Vilches.
Mientras cenábamos, Petra, comentó que faltaban dos días para la misa del gallo, y les preguntó si iban ha ir, ellos le dijeron que sí. Ella los había criado con esa fe y sobretodo con mucho amor a su pueblo. El señorito no faltaba ninguna navidad a su misa, pero Luís no podía venir, quería doctorarse en Bellas Artes y se estaba preparando para tal fin.
Así, después de cenar, el señorito regresó al cortijo y Luís se quedó con nosotros, él durmió con su padre y Petra se vino a mi colchón, los dos éramos delgadas y podíamos dormir perfectamente juntas.
Petra se durmió en seguida, a mí, en cambio me costaba conciliar el sueño, la llegada del señorito Rafael y todo lo que había contado ella con lo referente a él mi cabeza no dejaba de dar vueltas, al final me quedé dormida pensando, pero me costó conciliar el sueño. Tenía mucha ilusión por asistir a la misa del gallo y de regresar de nuevo a mi pueblo.
A la mañana siguiente nos levantamos muy temprano, había que adelantar la faena, al día siguiente era Nochebuena y no queríamos por nada del mundo perdernos la misa del gallo.
Mientras desayunábamos nuestros picatostes y nuestro ya conocido café de chicoria, Petra preguntó a Luís el motivo de madrugar tan temprano.
-Luís, es muy temprano para que te levantes, puedes quedarte durmiendo hasta más tarde son tus días de descanso.
-Quiero ir a pintar mamá.
¿ A pintar tan pronto?
-Si, mamá, quiero pintar el puente del Piélago, este invierno está lloviendo mucho y su caudal debe haber crecido mucho ¡¡tiene que estar precioso!! quiero plasmarlo en unos de mis lienzos, además continuó Luís… cuando venga este verano que me he pedido tres meses de permiso quiero pintar una serie de lienzos con los sitios más emblemáticos de Vilches como: el Castillo, el Puente los Moros, el Niño Dormido, la Iglesia de la plaza Mayor, el Guadalen, las Cuevas y varias cosas más de Vilches.
-Mi mayor ilusión seria llegar a exponer en el museo de Louvre plasmando todo los sitios más emblemáticos de Vilches incluyendo también sus costumbres… y sobretodo mamá, mi mayor ilusión es hacerle un lienzo a la Virgen del Castillo y que luciera junto a la Gioconda, pues si para Leonardo Da Vinci fue para él su musa, para los vilcheños nuestra musa es la Virgen del Castillo que supera a la Gioconda en belleza y humildad.
-¡¡La Virgen del Castillo en ese museo tan famoso!!
-Si, mamá hablaré con el señor marqués, él siempre me ha ayudado en mis proyectos e ilusiones, tengo mucho que agradecerle.
-Tienes razón Luís, el señor marqués siempre nos ha ayudado mucho, y la señora marquesa también nos ayudó a todos, lástima que después cambiara su carácter.
-Por qué cambió tanto la señora marquesa, era una bellísima persona ¿tu sabes el motivo mamá?
-No…no se nada Luís…las personas cambian con el tiempo y creo que jamás lo conoceremos el motivo, o los motivos que le llegaron a cambiar su carácter, cada persona es un mundo y todos en nuestras vidas hay algo que muere con nosotros sin que nadie lo sepa.
-¡¡Pero tuvo que ser algo muy traumático para hacerle cambiar así!!
-No lo se Luís…nadie lo sabe- Dijo Petra mirándonos a todos nosotros que nos encontrábamos allí.
Luís, cambió de conversación, no quería hacer más preguntas, notó que su madre se encontraba muy molesta por ese “interrogatorio”
-Mamá, y mis hermanos ¿ como están?
-Todos están bien, Martín, sigue en el seminario de Jaén estudiando, Lucía trabaja de modista en la sastrería de la Corredera y Mercedes trabaja en la peluquería de las Cuevas.
-¿Y no quieren venir aquí al cortijo?
-Vienen de vez en cuando y nosotros vamos allí bastante a menudo, cuando vienen a vernos se quieren ir enseguida, están acostumbrados a estar en el pueblo con tus abuelos
y solo quieren estar en Vilches, tienen allí a todos sus amigos y aquí se aburren, solo en verano consigo de que estén aquí unos días, porque limpiamos la alberca y están fresquitos.
-Tengo muchas ganas de verlos, mamá.
-Mañana los verás, y además Martín viene también para ayudar a oficiar la misa del gallo con el cura de Vilches.
-¿Martín viene a ayudar a la misa del gallo?-Pregunté yo
-Si, Isabel, allí estará mañana por la noche.
-¡¡No sabes la alegría que me das Petra porque Paquito será el monaguillo!!
-¿Pero si no ha hecho todavía la comunión?
-La hará este año, junto con Tomasi pero tiene tanta fe a pesar de sus diabluras y es tan espabilado que el señor cura lo tendrá en la misa ayudándole.
Ya después de nuestro desayuno, Luís, con sus bártulos se dirigió al puente del Piélago y todos nosotros a nuestras respectivas faenas.
Ya en el comedor del cortijo los señores marqueses con el señorito Rafael se encuentran desayunando.
-Rafael, mañana iremos a misa del gallo con los señores de Jarbancí y con la señorita Eugenia-Dijo la señora marquesa.
-¡Pero mamá, es que siempre tenemos que ir con ellos!
-Pues sí, y además tu acompañarás a la señorita Eugenia en tu coche y nosotros haremos lo mismo con sus padres.
-¡Pero mamá, yo quisiera ir con Luís, hace tiempo que no nos vemos y quisiera estar con él para poder hablar de nuestras cosas!
Como siempre, la señora marquesa me dijo que me retirara del salón. Salí de él y continuaron hablando.
¡Rafael, ya sabes que ese tipo de compañía no queremos que frecuentes, nosotros no te hemos educado así!
-¡¡Pero mamá que tiene de malo que yo me relacione con Luís¡¡ nos hemos criado juntos aquí en el cortijo, recuerdo los veranos con él bañándonos en la alberca porque tu no querías que él entrara en nuestra piscina y Petra me ha criado, somos hermanos de leche!!
-¡¡Eso de “hermanos de leche” es la mayor tontería que he oído en mi vida!!.
-¡¡No es ninguna tontería mamá, yo lo considero mi hermano!!
-Queréis dejar de discutir ya, siempre estáis igual, Rafael es una persona adulta y puede elegir perfectamente sus amistades.
-Gracias papá por darme tu apoyo.
-Como siempre la mala soy yo, intento que Rafael se relacione con gente de influencia porque será un beneficio para todos nosotros y sobretodo para él cuando termine su carrera.
-Pero mamá, hay cosas en la vida que no las da el dinero, y no porque se tenga más dinero se es más feliz en la vida.
-Tienes razón Rafael, el dinero no lo es todo en la vida, aunque sí es verdad que te ayuda mucho, pero la felicidad no se compra con dinero.
-Papá, tiene razón, la felicidad no se compra con dinero.
-¡¡Quieres echar por la borda todo el sacrificio que tu padre y yo hemos hecho por ti!!
-Pero mamá una cosa no quita a la otra, yo, puedo relacionarme con todo el mundo sin dejar mis obligaciones, pero tu solo quieres que me relacione con gente de mucho dinero y de mucha influencia, te aseguro mamá que la gente humilde que he tratado de Vilches es gente maravillosa, y no tengo por qué ignorarla, es gente de mi pueblo, con mis mismas raíces y con mis mismas costumbres ¡¡somos vilcheños!!
-Eso de vilcheños ya lo discutiremos otro día, creo que será por poco tiempo.
-Bueno, mamá, no quiero seguir discutiendo contigo, te aferras a una idea y no hay quien te saque de ella. ¡¡ Me voy a dar una vuelta por el Piélago!!
Lo vi salir del salón. Yo volví a entrar a él, la señora había hecho sonar la campanilla.
Recogiendo los platos del desayuno, la señora me preguntó: cuando ha llegado el hijo de Petra.
-Llegó ayer por la tarde, ya oscurecía, poco después de que ustedes marcharan.
-¿ Y donde cenó el señorito?
-Cenó con nosotros, señora.
-¡¡Como que cenó con vosotros!!
-Sí señora, como estaba el hijo de Petra y hacía tanto que no se veían, le hizo ilusión quedarse con nosotros.
-¡¡Pero no te tengo dicho, que bajo ningún concepto el señorito cene con vosotros!!
-Lo siento señora, pero fue quien lo decidió.
-¡¡Pues que sea la última vez, el señorito., tiene que cenar aquí en su casa!!
-No se preocupe, señora intentaré que esto no ocurra más, pondré todo lo que pueda de mi parte.
-¡¡Ya te lo he advertido, y espero que sea la última vez, por qué si no habrá graves consecuencias!!
-A mandar, señora.
-Salió del salón donde ella se había quedado sola dando un portazo.
El día se me hizo muy largo, le comenté a Dolores lo que me había dicho la señora y como siempre me dijo que no lo tuviera en cuenta, que había que comprenderla después de conocer la verdad de su cambio de carácter.
Dolores tenía razón, la señora tuvo que pasarlo muy mal ¿pero hasta cuando guardaría su secreto al señorito Rafael?
-Al llegar a la noche volví a pensar en todo lo que Petra nos había contado respecto al señorito, no hacía nada más que darle vueltas a esta historia que parecía sacada de una novela, de pronto mi pensamiento fue hacía un tiempo atrás, cuando llegué al cortijo, Petra comentó que ella había criado al señorito, pero que su primogénito, de la misma edad que el señorito, era una niña, y no un niño como ella nos había dicho y que había muerto de meningitis ¿Nos había contado la verdad Petra? ¿Qué más nos estaba ocultando?

Continiará…
Puntos:
08-07-10 20:46 #5705149 -> 5148583
Por:hervaso

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
EY! sigue con la historia, que me ha gustao!
Gracias por tu iniciativa!
Puntos:
15-07-10 13:09 #5738358 -> 5705149
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
No quise pensar en esta historia más, era un tema muy delicado, pero de algo estaba segura, que Petra no había contado la verdad o que nos estaba ocultando algo más, jamás he oído decir nada diferente pues aquí en Vilches solo se sabe que Petra tuvo una niña y que era su primogénita y murió de meningitis, nadie sabe donde está enterrada, ni tampoco nadie en Vilches sabe( excepto nosotros) que la tumba que hay al lado del puente del Piélago es la del hijo de Petra, en Vilches le llaman la tumba del “niño dormido”
Alejé estos pensamientos de mi mente, quería dormir, a otro día era Nochebuena y volvería a mi querido pueblo con mi familia.
Al día siguiente, después de comer nos pusimos todos en camino. Lázaro y Francisco, utilizaron como de costumbre el carro que habitualmente usan para desplazarse a Vilches.
Petra y Dolores me llamaban para subirme ya a él.
-¡¡Isabel, Isabel, venga date prisa!!
-¡Ya voy esperarme!
Yo, con mi macuto colgado de mi brazo eché a correr en la dirección donde ellos se encontraban. Cuando me iba acercando a ellos, oí la bocina de un coche.
-¡¡Sube, Isabel, que te llevamos a Vilches!! Era la voz de Luís que junto al señorito Rafael se encontraban en el coche de este.
-No, gracias, me voy con ellos.
-Mujer no seas así, si vamos en la misma dirección, Rafael ha querido acompañarme a Vilches.
¡¡¿Pero como se va a ir con vosotros sola en el coche?!!-Dijo Dolores.
-Siempre con lo mismo, hay que superar esas barreras del machismo, en París las chicas puede ir libremente por la capital a la hora que sea y con quien ellas quieran.
Sí, pero aquí en Vilches es un pueblo pequeño y eso está mal visto, y no va a ser Isabel quien rompa esas barreras…así que “carretera y manta”-Decía Dolores.
-¡Pero Dolores si yo ya fui al baile de los Mesones con Miguel y no me importó!
-Sí, a ti ya se que no te importó, pero a tu madre sí, pregúntale cuando llegues los comentarios que hay en el pueblo.
-¡¡Me da igual lo que se rumoré en el pueblo, y mi madre tiene plena confianza en mí!!-Dije yo enfadada.
-¡Pero si eres una niña todavía!-Dijo Lázaro
-¡¡Yo no soy ninguna niña, soy ya una mujer, tengo 17 años!!
Y así de mal humor, abrí la puerta del coche y me metí adentro, Luis empezó aplaudir.
-¡¡Bravo…Bravo…muy bien mademoiselle!!
-¡¡Pero Isabel, no puedes irte sola con ellos!!-Gritaba Lázaro.
-¿Por qué? ¿Qué diferencia hay que me vaya con ellos o con vosotros?...que son dos hombres y yo solo una mujer?
-¡¡Pero es que no te das cuenta mujer, todo Vilches hablará de ti!!
¡¡Me da igual, yo soy como soy no como la gente quiere que sea.
Y así me dispuse hacer el viaje a Vilches con el señorito Rafael y Luís.
Durante el trayecto, Luís y el señorito fueron hablando, no pararon de hablar en todo el camino, eran pocos días los que iban a disfrutar juntos, y no querían que se le quedara nada.
-…así que tienes que volver a por la señorita Eugenia.
-Sí, mi madre se empeña en que vayamos todos a la Misa del gallo.
-Al final, Rafael, lo vuestro acabará en algo más que una amistad-Dijo Luís.
-Solo es una amiga de la infancia-Dijo el señorito.
-…no sé..no…sé- Dijo Luís.
Una vez llagamos a Vilches, el señorito Rafael nos dejó en la Corredera
Luís y yo bajamos andando por la calle Pastores. Íbamos caminando despacio, no teníamos prisa por llegar. El se dirigía a casa de sus abuelos, Cristóbal y Juana, los padres de Francisco y Lázaro que vivían cuatro cuevas más abajo que nosotros. Luís rompió el silencio de la tarde gris y oscura de aquel día: ¿Isabel, con quien vas a ir esta noche a la Misa del Gallo?
-Iré con mis padre y mis hermanos.
-Yo también iré con ellos¿ Podríamos quedar para después de la misa para ir a tocar los aguinaldos por Vilches? No sabes como me acuerdo de esta noche cuando no puedo venir a Vilches.
-Me lo creo Luís, esta noche es una noche muy especial, y los vilcheños que lo pasan fuera del pueblo deben sentir un gran vacío en su corazón por no poder estar estas fechas en su querido pueblo.
-No sabes la tristeza que te da cuando llegan esos días y te ha sido imposible venir.
-No te pongas triste Luís, y disfruta estos días con toda tu familia, ya te diré algo sobre lo de quedar después de la misa, tengo que preguntárselo a mis padres.
-¿Quiere que hable yo con ellos?
-No te preocupes Luís, ya me encargo yo de decírselo.
Antes de llegar a mi casa ya oía la voz de mi madre gritando los nombres de mis hermanos, se estaba oscureciendo y había que recogerse. Al llegar a la puerta mi madre reconoció a Luís.
-¡¡Luís, hijo que alegría¡¡ ¡¡Cuantos años sin verte!!
-Demasiados, Aniceta, no se puede estar tantos años sin venir, pero a veces te es imposible.
-Ya lo se, Luís, que esto es involuntario, y que todos los vilcheños para estas fechas quisieran estar todos aquí.
-¿Quieres pasar Luís?
-No gracias Aniceta, pero voy a ir a ver a mis hermanos y a mis abuelos que tengo muchas ganas.
-Pues se llevarán una alegría muy grande, sobretodo, tus abuelos que se hacen mayores y pensaban que ya no te iban a ver más. ¿y tu primo Julián, no ha venido?
-No ayer estuve hablando con mis tíos y me dijeron que no vendrá, no puede venir para estas fiestas.
-No sabes como me acuerdo de él, siempre estabais jugando en los “laeros” con Isabel y otros niños de vuestra edad, el día se os hacía corto.
-Yo también me acuerdo de él, si tengo tiempo, a mi regreso me pasaré por Barcelona para verlo.
-Supongo que tus tíos estarán muy tristes.
-Sí, si que lo están, pero lo tienen asumido, ellos saben que aquí no hay futuro para la gente joven.
-Tienes razón, Luís…anda no te entretengo más…¡¡ve con Dios hijo!!
La familia de Luís había sido una de las afectadas por la emigración en Vilches, Francisco y Dolores, junto a sus hijos habían emigrado años atrás a Barcelona, al poco tiempo Lázaro les comentó lo del trabajo en el cortijo y se vinieron a Vilches de nuevo con los hijos más pequeños, Julian, el hijo mayor se quiso quedar en Barcelona con una hermana de su madre, quería estudiar y trabajar como le correspondía por su condición social y en Vilches no se lo podía permitir ese lujo. Había conseguido por oposición un honrado puesto de bedel en la facultad de derecho, quería estudiar derecho era una de sus grandes ilusiones y aquí tenía su oportunidad

-Mis hermanos fueron llegando y como siempre formaron un circulo a mi alrededor esperando que les diera algo nuevo.
-¡¡Isabel, Isabel!! ¿Qué nos traes?
-Esta vez os trigo una cosa de París que me ha traído Luís.
-¡¡Hoy os traigo!!…¡¡¡Mantequilla!!!
-¡¡Que es eso, Isabel!!
-Es un alimento muy bueno y muy completo, se usa para untar en el pan tostado.
¡¡No será ajo al estilo francés!!- Dijo Tomasi.
-¡Que no tonta!¡ mira lo ves! esto es la mantequilla. Esto aparte de ser un alimento muy completo para los niños, solo lo consumen la gente que tiene dinero, cuesta mucho y no está al alcance de todo el mundo. Con la ayuda de mi madre y de mis hermanos más mayorcitos nos pusimos a tostar pan en la lumbre que prendía en la chimenea, mis padres siempre que llegaba el invierno procuraban tenerla encendida el máximo de días posibles, mi padre se encargaba de buscar la leña para tal fin.
Mi padre llegó más tarde, vino con su ato de leña, no quería que pasáramos frío en invierno y además con el fuego encendido mi madre calentaba la plancha para planchar toda nuestra ropa.
Mi madre, aunque no era el día de los Santos, aquella noche hizo gachas con su leche calentita y con sus tostones nos apetecía. Todos probaron la mantequilla ¡¡ les encantó!!
Pero mi madre dijo que se guardara para desayunar, y lo que decía mi madre, iba a misa.
-Cenábamos pronto, por lo que después no quedó un poco de tiempo para jugar a las cartas, jugábamos con los más grandes a los montones, ganaba la carta más alta, los pequeños los pusimos un rato a dormir , mi madre quería que los pequeños también disfrutaran de la Misa del Gallo, y además Paquito, esa noche iba a ayudar al señor cura.
Pasó el tiempo muy rápido, así que cuando llegó la hora nos arreglamos todos para dirigirnos a la iglesia.
Mi padre, como siempre cogió su carburo, en las calles no había iluminación y a esas horas de la noche nos iba a ser de gran utilidad.
Al llegar a la Plaza mayor creí estar soñando, la plaza estaba completamente iluminada todo a su alrededor y no tenia nada que envidiar a otras de las grandes capitales ¡¡estaba preciosa!! Esa noche era una noche mágica, nacía el niño Dios.
Volví de nuevo a verlo a él, sí estaba allí, pero acompañado con la señorita Eugenia, mi estómago empezó a dar síntomas de alarma de que aquello no era bueno para mi. Se me saltaron las lágrimas y de un momento a otro iba a romper a llorar a pesar de mis esfuerzo para impedirlo, en el último segundo una voz me distrajo de mis sentimientos.
-¡Isabel, Isabel! Era Miguel que con su grupo los Campanilleros iban a tocar al coro de la iglesia.
-¡Miguel, que alegría verte!
-¡Yo también me alegro de verte Isabel!
¿Vendrás después con nosotros a cantar villancicos por las calles de Vilches?
-Si me dejan mis padres, iré, Miguel.
-¡.Espero que te dejen, Isabel¡ ¡Adiós, hasta luego!
Se alejó entrando en la iglesia.
Di mi última mirada a la plaza antes de cubrir mi cabeza con el velo y de entrar en la iglesia. Allí estaban todos, Luís con sus padres y sus hermanos, Dolores y Francisco con cuatro de sus cinco hijos, estaban tristes, su hijo mayor no había podido venir a Vilches. Las hermanas de Francisco y Lázaro, Gregoria, Petra y Magdalena también estaban allí.
Me acerqué a Dolores, le dí un beso y se abrazó a mi llorando. Le comenté que esa noche era una noche mágica y que cualquier cosa podía suceder.
Ya más tranquila se cubrió su cabeza con el velo y entró en la iglesia con Francisco y sus hijos.
Cuando me decidía a entrar a la iglesia, alguien me tocó en el hombro, era mi prima Juani con sus padres y sus hermanos, ellos aunque no eran creyentes no querían perderse la Misa del Gallo, después de las fiestas marcharían a Madrid, y no sabían cuando volverían a su pueblo, el pueblo que les vio nacer.
Fuimos entrando todos en la iglesia, los bancos se fueron ocupando en orden de preferencia. Los señores marqueses con sus respectivos hijos ocupaban los primeros banco, así como el señor alcalde y otras personalidades de Vilches, después íbamos nosotros, aunque si tengo que decir que ocupábamos un sitio privilegiado por trabajar en casa de los señores marqueses.
Empezó la Misa del Gallo, y apareció el señor cura con el hermano de Luís, también apareció mi hermanillo Paquito, que carita de ángel tenía,…tan diferente en la vida real de las Cuevas. Miré hacia ambos lados de los bancos y vi como mis padres lloraban presos de la emoción, también lo hacían los padres de Luís y sus tíos Dolores y Francisco, mis tíos y mi prima, cada uno por un motivo, pero con una única nostalgia; la Nochebuena de Vilches.
El sermón de aquella noche estaba dedicado a la emigración de las familias que tenían que dejar el pueblo, que recalcaba, una y otra vez de no olvidarse de él, de sus raíces de sus costumbres. Una vez que la gente recibió la Sagrada Eucaristía, guardó el cáliz en el sagrario y a las doce en punto…allí estaba él, como siempre, como cada año, pero con un brillo especial para cada uno de nosotros, era el Niño Dios. Ya en brazos del señor cura fuimos pasando uno a uno para besarlo en su piernecita, blanca y rolliza. En aquellos momentos los Campanilleros junto con Miguel empezaron a cantar los típicos aguinaldos de nuestro pueblo, pasados de padres a hijos, el alma se me encogía, mis lágrimas volvieron a mis ojos, pero esta vez de emoción, de felicidad por tener este privilegio de vivir la Nochebuena en mi pueblo…tan especial…tan diferente a todas las demás.
Fuimos saliendo, uno a uno, delante de mi iba el señorito Rafael, besó al Niño Jesús, seguidamente el señor cura pasó un pañuelo blanco para limpiar la piernecita, no se como lo había limpiado, si bien o mal, lo que si puedo decir es que sentí el frescor de sus labios en los míos. De camino al banco que ocupaba, levanté la cabeza para regresar a mi sitio..y allí estaba, su mirada fija y penetrante hacía mi, como si de mil cuchillos se trataran y se clavaran en mi corazón, regresé a mi lugar y aun sentía su mirada fija en mí. Traté de esquivarla mirando hacia otro lado de la iglesia.
Al acabar la misa, Paquito, se reunió con nosotros ¡¡estaba guapísimo!! vestido de monaguillo.
El señorito Rafael, también estaba allí, había ido a saludar a mis padres.
Paquito, al ver al señorito echó a correr a sus brazos.
-¡¡Rafael, Rafael!! ¿ te ha gustado? ¿Me he portado bien?
-¡¡Muy bien, Paquito, te felicito!!
-¿Has comido polvorones, Paquito?
-Si, pero solo uno, mi madre dice que nos tienen que durar hasta los reyes.
El señorito Rafael, nos había traído de Madrid polvorones, era el primer año que comíamos este exquisito manjar típico de las navidades.
Paquito siguió hablando con el señorito, le comentaba que como había comido poco, tenía hambre y como el señor cura tenía preparada la sagrada eucaristía para la misa, se le ocurrió comérselas y no dejo ni una. Se llevó un buen “cachete”del señor cura y tuvieron que ir a toda prisa para preparar otras para la misa.
¡¡Paquito!! ¿Pero como has hecho eso?
-¡No se preocupe madre! Si el señor cura es amigo de Dios y les da todas las que necesita.
¡Calla, hijo!-Decía mi madre, tapándole la boca a mi hermano por temor a que nos oyera más gente.
Ya en la plaza, la gente formaba pequeños grupos, en unos de esos grupos estaba Miguel con su grupo, también estaban, Luna, Aurora al que también se unió Luís, mi prima también se unió al grupo, mi tía quiso dejarla, eran las últimas navidades en Vilches no sabía cuando volverían otra vez..
Ya en el grupo, mis padres aceptaron dejarme, una voz inconfundible se oyó detrás de mí.
-¿Puedo ir con vosotros? Era el señorito Rafael que quería unirse a nosotros.
¡¡Claro que sí Rafael, no faltaba más!!-Dijo Luís.
Esa noche, era una noche mágica y podría ocurrir cualquier cosa. El tenerlo conmigo aquella noche era suficiente para mí.
Y así como cualquier grupo de jóvenes de aquellos años, nos dispusimos a recorrer las calles de Vilches con el grupo de Miguel, Los Campanilleros. Nuestros instrumentos musicales eran los típicos de nuestro pueblo; el cántaro con su correspondiente alpargata, la botella de anís, el almirez, la mandurría y algunas de nosotras llevaba alguna pandereta.
La gente cuando nos oían cantar se asomaban a los balcones y nos invitaban a entrar en sus casas, jamás en mi vida había comido tantos polvorones como aquella noche, los chicos además de los polvorones se atrevieron con el anís, algunos bebieron demasiado y se notaba que se salían de la euforia. Recorrimos todo Vilches, primero la parte del centro después bajamos a Charcoverde, El barrio, El pozo, Camíno Real, estación y después nos dirigimos a los Mesones y nos dirigimos a casa de Miguel, la madre se puso muy contenta de vernos, y se disculpaba de solo poder ofrecernos una copita de anís que le habían regalado donde trabajaba, nosotros le comentamos que ya habíamos comido mucho y que no se preocupara, como llevábamos el cántaro repleto de polvorones les dejamos algunos para los niños, que al ruido de los villancicos se habían despertado, los niños al ver los polvorones en la mesa, se fueron hacía ellos, metiéndoselos en la boca y comiéndoselos compulsivamente.
-¡Tranquilos, comer despacito, que os pueden hacer daño¡-Decía la madre de Miguel.
-La madre de Miguel, estaba muy emocionada, se acordaba de su marido, que como muchas familias estos días se encuentran tanto a faltar.
-Miguel, se fue hacía ella para consolarla.
-Madre. No llore, padre estará contento de ver que pasamos otras navidades aquí en nuestro pueblo, todos juntos, con nuestra gente de toda la vida.
Nos pusimos de camino hacía las Cuevas, estaba amaneciendo, y había que recogerse, y por otro lado yo tenía que volver al cortijo.
Cuando llegamos a mi casa mi madre ya preparaba el fuego de la chimenea, ese olor tan característico de las chimeneas de Vilches, su olor a esa leña quemada que cuando el vilcheño vuelve a su pueblo sabe que está en él con certeza y que no se ha confundido.
Mi madre nos hizo pasar, mi padre y mis hermanos se despertaron y salieron al portal, querían que desayunáramos, pero era imposible de comer nada más.
Miguel con su grupo empezó a cantar y nosotros los seguimos, mi padre se emocionó y se abrazó a mi prima llorando.
-¡¡Cariño, no te olvides nunca de tu pueblo!!
Yo, igual que mis amigas se nos saltaron las lágrimas de la emoción de aquel momento y de otros muchos habidos durante la noches, cada casa, cada familia de Vilches tenía su historia; familiares que ya no estaba con ellos, habían muerto, familias que habían emigrado a otras parte de la geografía española, mujeres, que como la madre de Miguel, se encontraba al frente de la casa y con varios hijos a su cargo.
El señorito Rafael me comentaba que le había gustado pasar la nochebuena en Vilches, que la recordaría toda su vida, pero que por otra parte le apenaba de ver tanta gente necesitada y que a penas tenían para subsistir. Me comentó que cuando llegara al cortijo hablaría con su padre y pondría solución a este problema, sobretodo el problema que había en la población infantil de la clase obrera, pues no iban al colegio o lo dejaban a edades muy tempranas para irse a trabajar al campo.
Ya bien salido el sol, cada uno se marchó a su casa, a mi prima la acompañamos, Luís el señorito y yo, quería que mi tía supiera que había estado toda la noche con nosotros, que con ese fin la dejó.
Miguel acompañó a las demás y después marchó a los Mesones.
Nosotros tres nos dirigimos hacía la plaza, el señorito Rafael había dejado su coche en la puerta del ayuntamiento, al llegar a ella un revuelo de gente que se encontraba allí decía:¡¡Dios mío!! ¡¡Ir a llamar al médico, no respira!!
Nos acercamos sin saber que es lo que pasaba.
¡¡No podíamos creerlo!! ¡¡Dios mío!! ¡¡Esto no...no... Dios!!




Continuará...
Puntos:
11-08-10 11:22 #5885190 -> 5738358
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
¡¡Papá, papá!!
No podía ser, el señor marqués, se hallaba en el suelo de la plaza, con palidez cadavérica, mientras, alguien le llamaba por su nombre sin cesar:¡Señor marqués! ¡Señor marqués! ¡Contésteme por favor!
El señorito Rafael corrió a su lado y empezó a desabrocharle los botones de la camisa. En aquel momento llegó el médico que ya previamente se había avisado ¿tiene pulso?-Preguntó el médico.
-Hace un momento tenía aunque era muy débil, ahora no se lo encuentro y no respira-Dijo el señorito Rafael.
-Es un parada cardio- respiratoría,¡ayúdame Rafael!
Los dos empezaron con las maniobras de recuperación cardio-pulmonar. El señorito Rafael se ocupaba de dar las insuflaciones y el médico del masaje cardiaco.
Al cabo de unos minutos, el señor marqués, abrió los ojos.
-…Rafael…hijo.
-No hables papá, estás muy débil. Seguidamente le dio un beso en la frente. El señor marqués, volvió a cerrar los ojos, pero su corazón ya lo habían recuperado.
-¡Un coche, rápido! ¡Hay que llevarlo a Linares!
El señor alcalde que se encontraba allí, se ofreció para llevarlo en su coche. El señor alcalde y el señorito iban delante y el médico y el señor marqués iban detrás. Y así con un pañuelo blanco que el señorito sacaba por la ventanilla del coche bajaron a toda prisa por la calle las Peñas, y tomar el Camino Real para después coger la dirección para Linares.
Yo, preocupada por todo lo que había pasado, me cogí al brazo de Luís, no me creía que todo lo malo de esta vida le pasara a una persona tan buena como el señor marqués.
-Isabel, tenemos que esperar a mis padres, a Francisco y Dolores para ir al cortijo, no creo que tarden mucho en pasar-Dijo Luís.
-¿ y por qué nos vamos andando?-Dije yo.
-¿Andando? ¿Pero está muy lejos para ir andando?-Dijo Luís.
-Me da igual que esté lejos, Luís, necesito andar, todo esto me parece una pasadilla.
-No te preocupes mujer, ya verás como se recupera el señor.
-No lo sé Luís, lo he visto tan mal, he visto la muerte en su cara.
-Está en buenas manos, irá todo bien.
¡Mira por allí llegan!
Yo, que todavía estaba aturdida por todo lo sucedido, fui en la dirección que Luís señalaba con el dedo, él, me tuvo que coger fuerte por la cintura para impedir que yo cayera al suelo, me faltaban las fuerzas y no podía más.
Y así, casi en volandas, me subió al carro.
Petra y Dolores, se asustaron al verme así.
-¡Pero que le pasa! ¡ ¿Y por qué hay tanta gente en la plaza?!-Dijo Petra
-Al señor marqués le ha dado un infarto-Dijo Luís.
-¡Virgen Santísima! ¿Y donde está?
-Se lo han llevado al hospital de Linares, se han ido en el coche del señor alcalde, junto al médico y el señorito Rafael.
-¿Pero que hacía aquí el señor marqués?-Dijo Francisco.
-No sabemos nada, cuando hemos llegado aquí a la plaza, había un revuelo de gente y en medio de ese revuelo se encontraba el señor tendido en el suelo-Dijo Luís.
-¿Y la señora marquesa? Dijo Dolores.
-No sabemos nada, cuando lleguemos al cortijo sabremos algo más.
Durante el camino al cortijo me fui recuperando, Dolores y Petra eran personas
muy positivas y siempre que pasaba algo me decían que nunca en la vida se tenía que perder la esperanza, que esta es lo último que se ha de perder, que tenemos que ser valientes y afrontar las cosas de la vida y que siempre se tenía que pensar en positivo.
Eran personas que la vida le había sonreído muy poco, y después de conocer esa parte de la vida de Petra, sin conocer exactamente la verdad, era una mujer a la que admiraba, igual que a Dolores, que ha tenido que vivir la nochebuena de Vilches sin su hijo mayor, Julián. Eran mujeres excepcionales para mí y de ellas tenía que aprender mucho, sobretodo, su serenidad ante las cosas adversas con que a veces nos tenemos que afrontar en la vida.
Al llegar al cortijo una pareja de la guardia civil salía de la casa principal del cortijo.
-Buenos días, nos dijeron
-Buenos días, respondimos
Y así, sin decir nada más, vimos como subían a sus respectivos caballos y se alejaban del cortijo
Lázaro y Francisco se dirigieron a sus quehaceres diarios, mientras, Luís se dirigió a nuestra casa para coger los bártulos y tomar la dirección del puente del Piélago. Petra, Dolores y yo, entramos en la casa de los señores marqueses. Unos sollozos que venían del salón nos hicieron detenernos en la entrada de la casa.
-Alguien llora-Dijo Petra en voz baja.
Nos dirigimos hacía la puerta de donde venían los sollozos, dimos unos pequeños golpes en la puerta y al no recibir respuesta, entramos.
En un rincón del salón y de rodillas se encontraba la señora marquesa. Con las manos entrelazadas, con un rosario entre ellas y la cabeza inclinada, se oía decir entre sollozos:”Virgen del Castillo, no lo abandones, perdónalo y perdónanos a todos si te hemos ofendido, no te lo lleves Virgen mía…él es todo para mi…mi amigo…mi compañero…mi amante, perdónalo, Virgen mía”.
Al oír nuestros pasos, levantó la cabeza, y con lágrimas en los ojos, se levantó, acercándose hasta donde nos encontrábamos nosotras; ¡mi marido, me has matado a mi marido!-Nos dijo
Las tres asombradas, nos mirábamos una a la otra sin articular palabra.
-¡Te lo digo a ti! ¡¡Mosquita muerta!!-Dijo poniéndose delante de mí.
-Señora ¿pero que le he hecho yo?
-¡Que qué me has hecho! anoche convenciste a mi hijo para que se fuera con tu grupo y esta mañana han venido a avisarnos que ha habido una pelea en Vilches con un herido y en lugar de la pelea han encontrado el abrigo de mi hijo, aunque de él no se sabía nada, la guardia civil vino esta mañana al cortijo a comunicárnoslo, mi marido se ha dirigido a casa del señor alcalde y cuando iba a llamar a su casa ha sufrido un infarto y está ingresado en el hospital de Linares.
¡Dios mío! pero si ese abrigo se lo había dado el señorito a Miguel, le hacía ilusión de tener uno, y como el señorito tiene varios, dijo que se lo quedara.
-Señora ¿Qué le ha pasado a Miguel?
¡Ni lo sé, ni me importa!! A mi solo lo que me importa que en estos momentos es mi marido, porque sé que mi hijo está bien,
-Señora usted tiene que saber algo, ese abrigo lo llevaba Miguel, quiero saber que le ha pasado.
-¡Ya te he dicho, que ni lo sé ni me importa! Y en cuanto a ti,¡ ya puedes ir preparando tu macuto de ropa y largarte de mi casa!
-Señora…por favor…no me haga esto.
-¡Tu tienes la culpa de todo lo que le está pasando a mi familia!
-Señora yo no tengo culpa de nada, además el señor se encuentra bien y está acompañado por el señorito Rafael.
Ya lo sé, la guardia civil esta mañana ha venido a comunicármelo, mi hijo está bien pero mi marido está luchando entre la vida y la muerte.
--Pero señora…
¡Cállate! ¡ya te dije que no te acercaras a mi hijo! ¡Cuantas veces te lo
tengo que decir!
-Señora es él quien decidió venir, yo lo le dije nada.
-¡Estás mintiendo, mi hijo siempre ha tenido sus amistades y jamás se ha relacionado con gente de las Cuevas!
-Señora, relacionarse con gente de las Cuevas no es nada malo.
-¡No quiero que mi hijo se relacione con vosotros y vuestras costumbres, él ya tiene sus amistades y sus propias costumbres, no necesita aprender nada de vosotros! Además
ese barrio tiene un alto índice de mortalidad por enfermedades infecciosas, no quiero que mi hijo corra peligro.
-Señora, el señorito será médico y tendrá que correr ese riesgo.
-¡Mi hijo ejercerá en los mejores hospitales de Madrid, es un hombre inteligente y no va a malgastar su tiempo con gente de este pueblo y menos con la gente de las Cuevas! ¡Mi hijo ejercerá en los mejores hospitales de la capital!
-Señora, todos los seres humanos tenemos derecho a una atención médica como personas que somos y precisamente las Cuevas es uno de los barrios más afectados de Vilches por falta de esa atención, la gente se muere, la mortalidad infantil va en aumento y las enfermedades infecciosas hacen su presencia en la mayoría de lo hogares de ese barrio y hay otros barrios del pueblo que sufren las mismas consecuencias como: los Mesones, las Cuevas del Zahorí, Charcoverde, el Barrio, aquí se necesita mucha atención médica y el médico que hay en Vilches no es suficiente para todo el pueblo, se necesita ayuda para estos barrios.
-Nosotros ya contribuimos a todos estos problemas del pueblo, damos trabajo para que la gente no se muera de hambre.
-El pueblo le está muy agradecido, señora, pero no hay trabajo para todo el mundo y la gente se muere por falta de atención sanitaria y de medios para comprar las medicinas, solo unos pocos se pueden beneficiar de todo esto.
-Eso es un problema del alcalde, él sabrá lo que hace con el dinero que el gobierno le destina para el pueblo.
-Señora…
¡Ya se acabó esta conversación, mi marido está luchando por su vida en el hospital de Linares y voy junto a él! ¡Y a ti como te he dicho antes ya puedes coger tus cosas, no quiero verte aquí cuando yo regrese!
-Señora, tranquilícese, le voy a preparar una tila-Dijo Petra, que como Dolores había permanecido todo el tiempo callada.
Petra, entró en la cocina para preparar la tila, mientras Dolores y yo, salimos fuera. De camino a nuestra casa, Dolores intentaba tranquilizarme, pero yo no paraba de llorar.
-Isabel, tranquilízate, la señora está muy nerviosa, ya verás como se le pasará.
-No creo que se le pase, además, tu lo has oído, me ha dicho que prepare mis cosas y que a su vuelta, no quiere verme aquí.
-No le hagas mucho caso, ya verás como se le pasa, tenemos que comprenderla, ella no es mala ha tenido una frustración muy grande, la de no poder ser madre, y lo paga con todo el mundo.
-No creo que se le pase, el señor marqués, está muy mal.
-Hay que tener fe hija mía, rezaremos a la Virgen del Castillo para que lo proteja.
-¿Pero y Miguel, Dolores, que le habré pasado?
-No sabemos nada de esa pelea, esta tarde cuando vengan Francisco y Lázaro sabrán algo, además la cuadrilla de Miguel sabrá algo, ayer él nos dijo que se iría con su cuadrilla a la recogida de aceituna por eso esta mañana no lo hemos esperado como siempre.
Ya en nuestra casa, Petra y Dolores, intentaban convencerme para que me quedara, pero yo no quería. La señora, cuando llegara no quería encontrarme allí.
Esperé a Lázaro y Francisco, para ver si me podían acompañarme hasta Vilches y si ellos no pudiesen tendría que irme con alguna de las cuadrillas que iban al pueblo.
Nada más llegar a casa, Lázaro y Francisco, comentaron lo de la pelea de la Nochebuena en Vilches, fue junto al pilar que hay bajando la cuesta de las Cuevas, antes de llegar a los Mesones. Miguel había acompañado a las chicas y se dirigía a su casa cuando unos desconocidos lo confundieron con un señorito por el abrigo que llevaba y empezaron a insultarlo, Miguel llegó un momento que no pudo más por la gravedad de los insultos y así empezó la pelea.
-Pero los otros ¿Quiénes eran?—Dijo Dolores
-No eran de Vilches.-Dijo Lázaro.
-¿Y Miguel? ¿Dónde y como está?-Pregunté yo.
-Está detenido en el cuartelillo, no tiene lesiones graves importantes, salvo una pequeña brecha en la cabeza de una pedrada que le dieron.
-¡Virgen del Castillo! ¡Pero que le pasará ahora!-Dijo Petra
-No le pasará nada, prestará declaración y le dejaran ir, el único herido que ha habido en la pelea ha sido él, los otros también han prestado declaración, han sido identificados y han pedido perdón a Miguel, pensaron que habría más gente implicada, al encontrar el abrigo del señorito, Miguel dijo que era de él, pero cuando dijo que se lo había regalado el señorito, no se lo creyeron. Por eso fueron a casa de los señores marqueses, querían comprobarlo. No creo que vuelva a pasar una cosa así,. Yo creo que todas las personas nos merecemos un respeto independientemente de su linaje, es más, todo ser vivo de este planeta merece ser respetado.
Ya más tranquila, entré en mi cuarto. Encima de mi colchón estaba mi macuto preparado. Al salir al portal con él colgado de mi brazo, Francisco y Lázaro se sorprendieron.
-Pero Isabel ¿adonde vas con el macuto?
-Regreso a Vilches, la señora no quiere que esté más en su casa.
-Pero ¿por qué?
-Petra y Dolores, le explicaron todo lo sucedido, yo no podía hablar, un nudo en la garganta me impedía articular palabra alguna.
-No te vayas, Isabel, cuando venga la señora hablaremos con ella, además el señor marqués ya está fuera de peligro, y el señorito Rafael, no se separa de su lado.
-Os lo agradezco de todo corazón todo lo que queréis hacer por mí, pero es mejor que me vaya, aunque no se lo que me dirán mis padres cuando me vean llegar a mi casa, no sé como saldremos ahora adelante sin mi sueldo y una boca más que alimentar, no sé si encontraré algo en la recogida de aceituna.
-Pero mujer, ya te hemos dicho que no te vayas, nosotros hablaremos con la señora.-Dijo Francisco
-No, no quiero comprometeros, sois muy buenos conmigo y quizás ponga en peligro también vuestros puestos de trabajo, ya he tomado la decisión de marchar al pueblo.
-¡Mira que eres testaruda!-Dijo Petra
Francisco y Lázaro decidieron acompañarme. Y de de nuevo me vi subida al carro, pero esta vez para no volver nunca más al cortijo,
Ya de camino a Vilches, al pasar por el puente del Piélago, sentado en una piedra, vi a Luís dando sus últimas pinceladas antes de que se hiciera más oscuro. Me escondí entre unos sacos que había en el carro para que no me viera. Le dije a Lázaro y Francisco que no me delataran, no quería que Luís me viera de esta forma, derrotada y humillada, como el soldado que vuelve a su casa después de haber perdido una batalla.
Durante el trayecto fui contemplando el paisaje, como la primera vez que llegué al cortijo con mi madre. Un paisaje muy diferente del que contemplé por primera vez dado la época en que nos encontrábamos, pero igualmente hermoso. No me podía creer que volviera a Vilches.
Mis lágrimas, volvieron asomar en mis ojos. Todos mis sueños e ilusiones se quedaban atrás. Ilusiones rotas, sueños fallidos por un amor imposible y una madre presa de los celos y la soberbia. Un amor imposible que a pesar de la distancia mis sentimientos hacía él no cambiarían.
A lo lejos ya podía divisar la silueta del castillo de mi querido pueblo. En lo alto de la montaña se alzaba él, firme y con señorío, orgulloso de pertenecer a uno de los pueblos con más historia de la majestuosa Andalucía.
En aquel momento, el cielo se tiñó de oscuro, y más tarde empezaron a aparecer los relámpagos, y seguidamente la lluvia. Tuvimos que protegernos con unos plásticos que nos hacían la función de impermeables. Dejé mis ojos al descubierto para ver tan maravillosa estampa que la naturaleza me ofrecía.
Los relámpagos iluminaban el castillo, dándole una belleza sin igual. En aquel momento me hubiese gustado tener los medios económicos suficientes para sostener entre mis manos una máquina de retratar y dejar plasmada tanta belleza.
Los relámpagos se sucedieron hasta ya la entrada del Camino Real, es como si el cielo me estuviera dando la bienvenida, era la hija pródiga que regresaba a casa.
Lázaro y Francisco, quisieron acompañarme hasta la plaza Mayor, allí se despidieron de mí e intentaban ocultar sus lágrimas. Eran hombres… y los hombres nunca deben llorar.
Había escampado, así que hice el resto del recorrido hasta mi casa caminando lentamente, quería sentir el calor de los diferentes hogares de la Corredera. Imaginaba la escena de cada uno de ellos, sentada toda la familia, alrededor de la lumbre, o de la mesa camilla con su brasero prendiendo el cisco y los abuelos contando cuentos o chascarrillos a sus nietos, o jugando a las cartas. Así eran las tardes de invierno en mi querido pueblo.
Bajé la calle Pastores en dirección a mi casa, mis piernas no me obedecían y se negaban a caminar. Faltaban pocos metros para llegar a ella…pero ya no podía más. Caí al suelo en medio de un charco. Echa un mar de lágrimas y llena de barro, gritaba, llamando a mi madre con desesperación:
-¡Madre… madre… venga por favor…venga!



Continuará…
Puntos:
28-08-10 20:14 #5989688 -> 5885190
Por:luna_nueva_

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mery me he decidido a decir algo aqui, enhorabuena por el relato, está de lo mas interesante, no tardes mucho en continuarlo....
un smuackk!!
Puntos:
13-09-10 09:09 #6091471 -> 5989688
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mi madre, al oír mis gritos salió a la puerta, asombrada, por los que sus ojos veían, se dirigió corriendo hacía mí. Me tendió su mano y me ayudó a salir del charco y con el mismo mandil que llevaba, me limpiaba y secaba a la vez el barro y el agua que había en mi cabello y en mi cara. Se abrazó a mí, sin importarle que yo la ensuciara. La manchas de la ropa se quitan con agua y jabón, las del alma, no hay jabón que las quite. Solo el amor de una madre las puede quitar…y allí estaba ella como siempre a mi lado.
-¡Isabel, hija mía! ¿Que haces aquí a estas horas? ¿Qué te ha pasado cariño?
-Madre, la señora marquesa me ha echado de su casa, no quiere que trabaje más en ella. -Decía yo sin parar de llorar.
_¿Pero ¿Por qué, cariño?
-Madre, usted se ha enterado de lo que ha pasado en Vilches.
-Sí, esta mañana cuando he ido a comprar un poco de “saura” a la plaza de Abastos me han comentado lo de una pelea en la que está implicado Miguel, y también han comentado que al señor marqués le ha dado un infarto y que se lo han llevado al hospital de Linares.
-Pero ¿Qué tiene que ver esto contigo?
-Madre, la señora me culpa de todo esto que ha pasado, y además dice que yo convencí al señorito Rafael para que se viniera con nosotros a pasar la Nochebuena.
-Cariño, ya te lo dije, tienes que alejarte de ese hombre, lo único que conseguirás es que arruine tu vida.
-Madre, el señorito Rafael no tiene la culpa de nada, es la señora, no quiere que se relacione con la gente del pueblo, y mucho menos con nosotros, los que vivimos en las Cuevas.
-Hija mía, tienes que evitar por todos los medios estas situaciones, porque él hará siempre lo que diga su madre, los hijos únicos están muy protegidos.
-Madre el señorito Rafael, es un chico sencillo, como cualquiera de los que hay en Vilches, a él le encanta venir con nosotros, mezclarse con nuestras costumbres, todos lo hemos aceptado en el grupo y es uno más entre nosotros,
-Pero hija, si cada vez que va con vosotros vas a tener ese problema, es mejor que lo ignoréis.
-Ya no tendré más ese problema la señora, no me quiere más en su casa, no se que vamos hacer ahora, madre, es muy difícil encontrar trabajo-Dije yo sollozando.
- No te preocupes hija, ya nos arreglaremos como podamos. Vamos a entrar a casa que vas a coger frío.
-Y por el trabajo no te preocupes hija, ”Dios aprieta, pero no ahoga”
Entramos en el portal de mi casa. Mi madre, como siempre que era invierno procuraba tener encendida la chimenea. Me acerqué a ella y me despojé de mis ropas sucias y mojadas, mientras, mi madre, entró hacia dentro a buscarme otra seca.
Sentada en una de las sillas de esparto, donde siempre se sentaba mi padre. Eché una mirada al portal, todo estaba en el mismo sitio: la cantarera con sus correspondientes cántaros, la alacena, ahora casi vacía, el lebrillo con su losa de lavar, la ropa encima de su cajón, el cuadro de la Virgen del Castillo y la mesa echa por mi padre con tablas que se había encontrado en el estercolero. Mi madre en el buen tiempo sacaba el lebrillo para lavar la ropa en la calle y en invierno la entraba dentro del portal. Todas estas cosas les tenía un gran cariño, me había criado junto a ellas y formaban parte de la familia.
Poco a poco, me fui tranquilizando, el hablar con mi madre me daba seguridad. Era una mujer, como la mayoría de aquella época, mujeres luchadoras, que nunca miraban hacía atrás, viviendo siempre con esperanza y luchando por un futuro mejor. Eran mujeres excepcionales donde todo el peso del hogar y la educación de los hijos recaía sobre ellas teniendo que soportar a la vez, en la mayoría de los casos, duras jornadas del trabajo en el campo o trabajando en casa de algún señorito, arriesgando la vida de sus hijos dejándolos solos o al cuidado de los mayores, pero que cuando volvían agotadas a sus hogares siempre tenían una sonrisa en sus labios y un “buenas noches que descanses hijo mío”. Mujeres que la mayoría de ellas, quedarían en el anonimato y su paso en la sociedad y en el tiempo que les tocó vivir no tendrían, ni voz ni voto, pero para ellas era lo que menos le importaba en aquellos momentos, lo único que les preocupaba era sacar a su familia adelante como fuera, que su hijos se criaran lo más sanos posibles y educarlos para una sociedad mejor. La vida en aquellos tiempos no se lo pondría nada fácil. Eran tiempos muy difíciles, pero ellas lucharían hasta agotar todas sus fuerzas hasta desfallecer, esa era la mujer vilcheña, la que nunca se rinde, la que siempre ve una luz de esperanza al final del túnel por muy largo que este fuera, una de esas mujeres, era mi madre.
Estaba tan metida en mis pensamientos que no me di cuenta del silencio que había en mi casa, ese silencio que solo lo percibía durante la noche y que algunas veces se rompía por el llanto de alguno de mis hermanos pequeños.
-Madre ¿Dónde está padre y mis hermanos?
-Tu padre, ha ido a casa del señor Juan, dice que igual le dan unos días de trabajo en la cooperativa adaptado a su invalidez ,y tus hermanos se han ido a casa de tus abuelos, la abuela hoy hace borrachuelos y le están ayudando, aunque los pequeños poco ayudaran, pero al menos los tienen entretenidos, yo, cuando tu has llegado acababa de llegar a casa, la señora me ha dicho que estos días me necesitará, tiene invitados en su casa y la señora quiere que le eche una mano.
-¡Que buenos los borrachuelos, madre! Espero que la abuela le de unos poquitos para probarlos,
-Sí, tú ya sabes que siempre nos dan, tengo que decir que son buenos suegros.
-Madre, Dolores y Petra, me han puesto en el macuto un poco de harina y aceite para que usted pueda hacer unos poquitos de borrachuelos, porque la navidad en Vilches sin borrachuelos no sabe igual, forman parte de nuestras fiestas y nuestra cultura.
-Después, cuando estén tus hermanos aquí los haremos, quiero que ellos también participen, no quiero que esto se pierda, es una tradición familiar y como tú has dicho forman parte de nuestra cultura.
Mi padre al poco tiempo llegó a mi casa, al entrar por la puerta, mi madre ya supo que algo le pasaba.
-Paulino,¿Qué te pasa?
-No me encuentro bien, Aniceta.
-¡Madre mía! ¡Si estás ardiendo de fiebre!-Dijo mi madre a la vez que ponía su mano sobre la frente de mi padre.
-Entra y te acuestas, yo voy a preparar paños fríos húmedos para ir bajando la fiebre hasta que llegue el médico.
Mi padre pasó hacía dentro sin percatarse de mi presencia. Muy mal tenía que estar para no darse cuenta de que yo estaba allí. Casi me alegraba, no quería darle más disgustos a mi padre.
Mi madre, mojaba unos paños fríos del agua de la lluvia que siempre cuando llovía recogía en un cubo para lavarnos el cabello, y que ahora hacia la función de antitérmico.
Una vez hubo acomodado a mi padre y puestos los primeros paños húmedos, salió, y me dijo.
-¡Isabel, ves hija, corre avisar al médico!
Yo, sin pensármelo dos veces salí a la calle y eché a correr por la calle Pastores, subiendo a toda prisa y atravesando la Corredera hasta llegar a la calle Cerrillo que es donde vivía el médico.
Al llegar a su casa, llamaba a la puerta sin cesar con desesperación.
Al abrir la puerta, apareció la criada con su uniforme impecablemente limpio y planchado.
-Que quieres a estas horas- Preguntó algo enfadada.
-Vengo a buscar al médico, mi padre tiene mucha fiebre.
-¿Qué pasa, Isabel? Era el medico, que al oírme, había salido hasta la puerta.
-Don Faustino, mi padre no se encuentra bien, tiene mucha fiebre.
-No te preocupes, Isabel, ahora mismo cojo el maletín y voy para allá, espérame.
En pocos minutos, el médico, ya estaba de nuevo en el portal y con el maletín en su mano. Era un médico muy servicial y con mucha humanidad, todo Vilches lo apreciaba por estas cualidades humanas, aparte de ser un buen profesional. Jamás se negaba a visitar a un enfermo cuando alguien lo llamaba, fuera la hora que fuese. Nadie había oído de su boca un no. Allí estaba él, ofreciendo sus servicios a cualquier barrio de Vilches sin condición social de ninguna clase.
Una vez en la calle, decidió coger el coche para ir más rápido, lo dejó al final de la Corredera. La calle Pastores era todo barrizal y era imposible adentrar el coche en ella. El resto del recorrido lo hicimos caminando a paso ligero.
Al entrar a mi casa, mi madre ya nos estaba esperando.
-Buenas noches, Don Faustino.
-Buenas noches, Aniceta.
-Pase, Don Faustino, mi marido está adentro.
Nos adentramos las dos junto con el médico, Mi padre en su catre y encima de su colchón de borra estaba delirando, mi madre, que lo había dejado con solo la ropa interior y cubriéndole con una fina sábana hasta la cintura para que la fiebre bajara, mostraba su tórax sudoroso a la vez que decía…”me muero… me muero esto es el fin... ya veo la luz del final”
El medico sacó su fonendo y se agachó para oscultarlo llamándolo por su nombre, pero mi padre solo respondía con palabras incoherentes. Una vez oscultado nos pidió una cuchara sopera para revisar su boca a la vez que nos pedía que le acercáramos el carburo para visualizar mejor. Una vez reconocido, nos preguntó si mi padre había tenido algún vómito. Mi madre le mostró la escupidera que tenía siempre debajo del catre. El vómito era todo de flemas debido a la gran mucosidad que presentaba mi padre en las últimas horas con presencia de pequeños hilos de sangre, se levantó, y salimos los tres al portal.
-¿Cómo está Don Faustino?-Dijo mi madre angustiada.
-Está mal, Aniceta. Te voy a recetar unas aspirinas para que la fiebre remita, si en veinticuatro horas no ha remitido tendremos que ingresarlo en el sanatorio de Jaén.
-¡En el sanatorio de Jaén! Pero ¿Qué es lo que tiene mi marido, Don Faustino?
-Si no me equivoco, Aniceta, creo que es tuberculosis.
¡Dios mío! ¡Pero eso es muy grave!
-Por eso te he dicho que si la fiebre no remite habrá que ingresarlo en el sanatorio de Jaén, está especializado en este tipo de enfermedades infecciosas, necesita respirar aire puro y este sitio es el más apropiado para este tipo de enfermedades, de todas formas yo mañana me acercaré para ver como está. Esta enfermedad es muy contagiosa y tendréis que tomar unas medidas higiénicas para evitar contagiaros.
-Don Faustino, tenga, lávese las manos-Decía mi madre, mientras le ofrecía una palangana que puso encima de la mesa y a su lado una jarra con agua, a la vez que le extendía una toalla, con un unos bordados hechos de punto de cruz por ella, de los restos de una tela de hilo que ella guardaba para estas ocasiones. La visita del médico en cualquier casa de Vilches era un protocolo que todas las familias, incluso las más humildes, teníamos que seguir.
Una vez Don Faustino se había marchado de casa entramos de nuevo a ver a mi padre, él seguían delirando y no paraba de toser, mi madre, cambió los paños húmedos que ya se habían calentado por la fiebre elevada de mi padre.
De nuevo me vi corriendo en dirección a la botica para comprarle la medicación recetada por el médico a mi padre. Una vez la hube comprado, dejé la medicación en mi casa y me fui a casa de mis abuelos para explicarles lo sucedido. Expliqué a mis abuelos todo lo referente a la enfermedad de mi padre y también les comenté que mis hermanos tendrían que quedarse con ellos unos días hasta ver lo que se decidía con mi padre. Mis abuelos, se echaron a llorar.
-¡Mi hijo…mi hijo!-Decía mi abuela.
.Abuela, que va asustar a los niños.
-Cariño, no quiero que le pase nada a tu padre, pido al señor que me lleve a mi primero, él todavía tiene que hacer muchas cosas en la vida, yo, ya soy vieja y ya tengo que hacer poco en ella.
-Abuela no diga eso, ni mi padre ni usted se van a morir.
Los niños, los más grandecitos que ya sabían el significado de la palabra muerte, empezaron a llorar.
-¿Se va a morir padre?-Dijo Paquito
-No, se va a morir nadie, tenéis que quedaros aquí porque padre está malito, pero en unos días estará bien.
-Yo quiero ir a casa-Dijo Pablito.
-Yo, que a duras penas podía contener las lágrimas, me abracé a ellos e intentaba tranquilizarlos.
Las vecinas, Catalina y Joaquina, que ya se habían enterado, entraron a casa de mis abuelos.
-Agueda, venimos a ver si necesitas ayuda, hemos ido a casa de Aniceta y Paulino y nos hemos enterado de todo.
-¡Que pena Agueda, con lo joven y buena persona que es Paulino y que tenga que pasar por todo esto!-Decía Catalina
-Al ”perro flaco todo son pulgas”-Decía Joaquina.
-Gracias-Decía mi abuela, de momento estamos bien, pero de todas formas os doy las gracias.
-Agueda, le hemos traído unos huevos-Decía Joaquina, los he recogido hoy mismo de mis gallinas y a Paulino le hemos dejado un poquito de caldo que eso siempre va bien.
Las vecinas estuvieron un rato hablado con mis abuelos, mientras, yo hablaba con mis hermanas mayores para que se hicieran cargo de mis hermanos pequeños, yo al ser la mayor tendría que repartir mi tiempo entre mi casa y la de mis abuelos.
Ayudé a mis hermanas más mayores con los pequeños, uno de los más pequeños no se quedaba dormido, siempre se dormía en brazos de mi madre, así que lo cogí en brazos y le canté una nana, como mi madre lo hacía normalmente. Cuando ya todos dormían me despedí de mis abuelos y me dirigí a mi casa. No vivían muy lejos de nosotros y aunque mi abuelo quiso acompañarme, le convencí para que no lo hiciera, mis abuelos me dejaron uno de sus candiles para que yo me alumbrara durante el camino, era ya entrada la noche y apenas se veía en el barrio.
Durante el camino a mi casa, no se como pasó, pero algo pisé que resbalé y me vi volando por los aires ¡Había caído por el barranco! En unos segundos repasé mi corta vida ¡Mi hora había llegado… iba a morir!
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07-10-10 08:30 #6265045 -> 6091471
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Continuará…

Sentí un golpe fuerte en mi espalda, estuve inmóvil durante varios segundos, no se donde había caído, pero algo había amortiguado mi caída, después seguí cayendo y volví a topar con algo, volví a caer y rodé por los suelos hasta topar mi cuerpo con algo blando, y allí de nuevo permanecí inmóvil un tiempo. No me atrevía a moverme. No se veía nada, estaba todo muy oscuro y el candil que llevaba lo había perdido en la caída.
Me fui arrastrando, poco a poco, por la superficie donde me encontraba, no quería arriesgarme a otra nueva caída. Palpé con mis manos la superficie donde me encontraba y aunque estaba muy oscuro supe reconocer el lugar donde me encontraba. Había caído en una casita que mis hermanos y sus amigos habían construido dentro de una cueva abandonada con ramas de olivo y cartones, y abajo, en el suelo, le ponían paja y lo volvían a cubrir con cartones. Era una cueva donde ellos la utilizaban para jugar e incluso a veces la utilizaban para ir a merendar. Mi madre les preparaba la merienda, la mayoría de las veces era pan con aceite y azúcar, y allí se la llevaba. Era como un escape para no estar todo el día nuestra cueva que con tanta gente como éramos, no nos podíamos ni mover. Si había caído allí había un camino hecho por las pisadas nuestras y ese camino llegaba hasta las Cuevas, yo había ido muchas veces a este lugar para buscarlos, era cuestión de encontrarlo. Me dolía todo mi cuerpo, pero tenía que hacer un gran esfuerzo si quería llegar con vida a mi casa. De pronto sentí un calor en mis pies y un resplandor, ¡era fuego!, el candil que llevaba para guiarme hasta mi casa había caído conmigo y había prendido fuego en la paja, me alejé arrastrándome como pude, la paja ardía muy deprisa, al estar reservada de la lluvia, prendía con más facilidad. Con mis manos iba palpando el terreno donde me encontraba, fui en dirección hacía adelante, al poner por delante mis manos, me di cuenta que había un camino muy estrecho y que de nuevo me encontraba con el barranco, iba en dirección equivocada. Giré de nuevo hacía la derecha, y seguí palpando poniendo siempre mis manos hacia delante. El terreno estaba mojado y muy resbaladizo por lo que apenas podía avanzar. Mis manos se agarraban con fuerza a cualquier obstáculo que encontraba a mi paso clavado en el suelo: piedras, hierbas, restos de troncos etc. Cualquier cosa era buena para avanzar.
Las llamas tomaron más fuerza y con ella ganaron una altura considerable, suficiente como para alumbrar el camino donde me encontraba, una parte del camino quedó iluminado y vi que, efectivamente, el sitio donde me encontraba era el camino que llegaba a las Cuevas.
Las llamas, cada vez alcanzaban más altura. Estaba en peligro, si resbalaba, iría directa hacía la cueva y sería presa de las llamas. Empecé a gritar con todas mis fuerzas.
¡Socorro! ¡Socorro! ¡Ayúdenme!
En respuesta a mis gritos de auxilio, solo recibí como respuesta el silencio, nadie me oía.
Las llamas iban ganando fuerza y altura. Aunque yo estaba bastante debilitada por el esfuerzo tan grande que tenía que hacer para subir por la pendiente, volví a gritar con todas mis fuerzas para pedir ayuda.
¡Socorro!¡Auxilio! ¡Ayúdenme!
En repuesta a mi desesperada ayuda y mis enormes ganas de vivir, oí voces que venían de arriba.
¡Hay fuego!¡Hay fuego en la cueva del barranco!
Cada vez se oían más voces. Volví a gritar de nuevo con todas mis fuerzas ;¡Aquí… aquí abajo… soy Isabel!.
¡Dios mío, ahí abajo está Isabel, la hija de Paulino y Aniceta!
Había traspasado la zona que quedaba iluminada por las llamas y desde arriba no me veían. Alguien gritaba, ¡Isabel, cógete a la cuerda!.
¡-No puedo, no la veo y no tengo fuerza en las manos, las tengo llenas de heridas!.
-Ya voy yo a por ella-Dijo una de las voces.
-¡Aguanta, Isabel, que voy a por ti!
Enseguida reconocí a mi salvador, aunque no se veía nada su forma de hablar era inconfundible, él me iba a salvar la vida.
Las llamas volvieron a alcanzar más altura iluminando de nuevo el camino y de esta manera mi salvador supo localizarme donde me encontraba.
Esa persona que por todos los medios intentaba salvar mi vida, llevaba una cuerda atada a su cintura, me extendió su mano para que me cogiera a él, una vez me hubo cogido, hizo el circulo de la cuerda más grande y me entró hacia ese círculo y una vez los dos dentro, estiró con fuerza para asegurarse que los dos estuviésemos bien atados y no nos soltáramos durante el ascenso por la pendiente del camino, estaba demasiado resbaladizo para arriesgarse. Mientras, otras personas en el otro extremo estiraban de la cuerda con fuerza.
-Venga, ánimo, que ya falta poco. Decía mi salvador.
Al llegar arriba, el grupo de personas que se habían concentrado, aplaudían con fuerza, a nuestra llegada.
-¡Bravo! ¡Bravo!
Otras personas del grupo, iban llamando por todas las Cuevas para que la gente vaciara sus cántaros de agua en los cubos de hojalata para apagar el fuego, y a medida que se iban vaciando, otros, se ocupaban de ir llenándolos en la fuente de la calle Pastores, otros con unas palas echaban tierra al fuego. En aquellos años no se hacían simulacros de incendios, pero jamás he visto gente tan coordinada a la hora de apagar un incendio… era mi gente… era mi pueblo.
Yo, que me encontraba tendida en el suelo, encima de una manta y arropada con otra, oí la voz de mi madre, que me llamaba.
-¡Isabel, Isabel!
-¡Madre, madre!
¡Hija, que te ha pasado!
-He resbalado y he caído por el barranco, no se preocupe madre, estoy bien.
Con las ayuda de varios vecinos y cogiendo cada uno por los extremos de la manta me llevaron a mi casa. Uno de los que sujetaban esos extremos era mi salvador. Ya en mi casa me dejaron con sumo cuidado en el suelo del portal. De los que me ayudaron a traerme a mi casa, solo uno se quedó para ayudar a mi madre, los otros se marcharon, se necesitaba ayuda para apagar el fuego que en poco tiempo fue extinguido. Mi madre se dirigió a mi salvador:
-Juan de Dios, no sé como le voy a pagar el haber arriesgado su vida por salvar la de mi hija.
-No tiene que pagarme nada señora Aniceta, todos somos hijos de Dios, y así lo quiere él.
Mi madre se dirigió hacía la alacena, y le entregó algo.
-Tenga esto es para usted, para que su mujer pueda hacer unos borrachuelos para estas fiestas a sus niños. Mi madre le hacía entrega de la harina y el aceite que me habían entregado, Petra y Dolores,
-No, señora Aniceta, quédeselo usted, que tiene muchos churumbeles.
-No se preocupe, Juan de Dios, mi suegra me dará borrachuelos, siempre lo hace, Mi madre insistió tanto que al final el pobre hombre aceptó. Salió de casa saltando de alegría, cuesta abajo.
Juan de Dios, era un gitano que se había ubicado en las Cuevas, era de la Carolina, pero se había integrado muy bien en nuestro barrio. Ayudaba al quincallero de las Cuevas, la gente cada vez aprovechaba más las cosas, debido a las grandes dificultades económicas que atravesaba el pueblo, y más concretamente la clase humilde. El quincallero tenía mucho trabajo, por lo que Juan de Dios era de gran ayuda. La gente llevaba a arreglar :los lebrillos, los cazos, las ollas, los cubos y un sinfín de cosas más, la mayoría de ellas utilinsillos del hogar, no estaban los tiempos para tirar nada.
Una vez a solas en el portal, mi madre, revisó mis heridas y mis quemaduras.
Las heridas me las lavó con agua y jabón, y las quemaduras les untó aceite del candil y después las cubrió con trozos de tela que desgarraba de restos de sábanas ya viejas de algodón y hacían la función de vendas, igualmente cubrió mis manos con esos trozos de sábana, Al final de la tira de sábana, la partía en dos, giraba uno de los extremos en circulo y lo ataba al otro extremo.
En aquellos años la pomada “Halibut” era la mejor para las quemaduras, pero nosotros no podíamos permitirnos el lujo de tenerla en casa por lo que mi madre, como la mayoría de la gente del pueblo utilizaba remedios caseros.
Mi madre, su gran ilusión, como la mayoría de las mujeres de aquella época, era la de estudiar para enfermera, era una de las pocas carreras que en aquellos tiempos tenía acceso la mujer. Me comentaba que a veces soñaba que trabajaba en un hospital. Se veía con el uniforme blanco y su cofia, pero cuando se iba a dirigir a un enfermo a ofrecerle sus cuidados se le aparecía la muerte a su lado y se despertaba bañada en sudor. Ella relacionaba ese sueño, o mejor dicho, esa pesadilla con la continua presencia de la muerte en las Cuevas y en otros barrios humildes de Vilches. La muerte estaba siempre al acecho y no perdonaba a nadie, ya fuera hombre o mujer, niño o anciano. Todos estaban a su merced. La muerte era en aquellos años un vilcheño más, y que cuando menos te lo esperabas salía a tu paso y no te dejaba avanzar, siempre vivía en la penumbra, por eso era difícil de saber quien sería el próximo.
Mi padre que se hallaba en el cuarto, se despertó al oír nuestras voces en el portal y llamaba a mi madre.
-Aniceta…Aniceta
-Ya voy, Paulino.
-Aniceta,¿Quién anda ahí?
-Es Isabel, Paulino.
-¿Que hace la niña aquí?
-Ha venido a vernos, la señora le ha dado fiesta,… estará unos días con nosotros.
Y dices que le ha dado unos días de fiesta en las fechas que nos encontramos. Mi padre, que la fiebre había remitido algo y no era tan elevada como consecuencia de las aspirinas que se había tomado, ya no deliraba, y era consciente de que algo pasaba.
Si, Paulino, los señores se han ido a…Madrid…sí, a Madrid, a pasar lo que queda de las navidades con el señorito Rafael, que no ha podido quedarse más días
-No me engañes, Aniceta, mira que yo soy perro viejo y lo sé todo.
-Es verdad, Paulino, ya verás como dentro de un par de días, la niña, se vuelve a ir al cortijo.
-Aniceta,¿Qué te ha dicho el médico?
-Me ha dicho que te de las aspirinas para la fiebre hasta que él venga a verte, no sé a que hora vendrá, si antes o después de la consulta. Tú tienes que descansar, ya es de madrugada y no tardará en venir.
-Aniceta, estoy muy enfermo ¿verdad?
- Que no, Paulino, ya verás como te pones bueno.
- Tu sabes que eso no es verdad y lo más seguro es que me muera.
-¿Por Dios, Paulino, no digas eso?
-Sabes a ciencia cierta que es cierto lo que digo, no soy ni el primero ni el último que morirá en las Cuevas, estas terribles enfermedades que la mayoría de las veces solo atacan a la clase obrera, y que nadie hace nada para erradicarlas. Las Cuevas es un foco de infección, nuestra forma de vivir es de lo más primitiva, y nuestros escasos recursos económicos para mejorarla hace que cada día se muera más gente sin poder remediarlo, morimos como si fuéramos ratas de sumidero, nadie nos tiene en cuenta.
-Tu no te vas a morir, Paulino, y lo de las Cuevas, ya verás como se arregla, ya verás como algún día nos sacarán de aquí, nos llevarán a otra zona de Vilches más saludable y nuestra vida cambiará y no habrá tantas enfermedades, y nosotros viviremos en condiciones más humanas.
-Eso ya no lo veré yo, Aniceta.
-Claro que lo verás, ya verás, igual me muero yo antes que tú.
- No digas eso, Aniceta, me toca morirme a mí primero, tú eres muy necesaria para nuestros hijos. Tu eres una mujer fuerte y sabrás salir adelante con nuestros hijos sin mí, pero yo sin ti no soy nadie, soy débil y los niños se quedarían solos.
-¡Que tonterías estás diciendo, Paulino!.¿No tendrás otra vez fiebre y estarás delirando?
-No desvíes la conversación, Aniceta sé lo que digo, no estoy delirando, esta enfermedad, me va a matar, cada día estoy más débil y tengo menos fuerzas para seguir luchando.
-Dile a Isabel que pase.-Dijo mi padre
Aunque yo estaba oyendo todo la que decía mi padre, mi madre me llamó.
-¡Isabel, ven hija!
A duras penas pude llegar hasta el cuarto donde se encontraba mi padre, aunque había poca distancia, mi cuerpo, dolorido por la caída no podía avanzar más deprisa. Antes de que yo llegara, mi madre, como mujer inteligente, quitó potencia a la llama del carburo que iluminaba el cuarto donde se encontraba mi padre. Mi madre no quería darle más disgustos a mi padre, y no quería que me viera así.
-¡Pero… Aniceta, ¿Qué haces?- Dijo mi padre.
-Bajo un poco la llama del carburo para que no te moleste la luz, y con el calor no te suba la fiebre, además hay que ahorrar, no están los tiempos para malgastar.
Yo, enseguida entendí el gesto de mi madre, no quería que mi padre me viera en esas condiciones, no quería preocupar más a mi padre, quería evitar que la enfermedad de mi padre se agravara con cualquier disgusto, él ya tenía bastante con lo suyo.
Apenas se veía en el cuarto, mi madre, había dejado tan poca llama que estábamos casi en la penumbra.
Mi padre, al llegar yo hasta él, extendió sus brazos, y con una mano me cogió la mía e hizo lo mismo con la otra cogiendo la de mi madre.
Mi madre le había hecho una especie de mascarilla con papel de seda que cubría su nariz y su boca y le había cosido una cinta a cada uno de sus extremos para atarla atrás a la altura de la nuca. Don Faustino nos había dicho que las gotitas de saliva de mi padre eran muy contagiosas, y teníamos que tener precaución para no contagiarnos. También nos dijo que todo lo que utilizara mi padre se tenía que lavar con lejía para que se desinfectaran bien, y de esta forma evitar la transmisión del germen.
Al coger mi mano, yo, intenté retirarla, mi padre me la había apretado con todas sus fuerzas, aunque ya muy debilitado, me resentí de mis heridas. Me mordí los labios con fuerza para contener mi dolor. Mi padre, notó algo extraño en ellas.
-¿Isabel, que tienes en las manos?
-Nada padre, me he puesto unos trapos... hace mucho frío,.. cuando me acueste me los quitaré.
-Isabel, perdónanos cariño por no tener ni siquiera para comprarte unos guantes, y aquí en Vilches hace mucho frío.
No se preocupe padre, con los trapos ya he entrado en calor.
-Isabel…hija, tu eres la mayor de todos, sé que mi enfermedad irá cada vez a más, y algún día no estaré con vosotros.
-No diga eso padre, usted se curará-Dije yo entre sollozos.
-No lo creo, estoy muy débil, pero tu eres la mayor y junto con tu madre tendréis que tirar con la casa adelante.
-Quiero que cuides de tus hermanos y de tu madre, has heredado la fortaleza de ella, no dejes que nada ni nadie os separe, permanecer siempre juntos aquí en vuestro pueblo, somos vilcheños, aquí nacimos y aquí moriremos, solo la muerte nos separará de nuestra familia y de nuestro pueblo.
Mi padre que con tanto hablar se había agotado se dirigió a mi madre:
-Aniceta… quiero que sepas que he sido el hombre más feliz de la tierra a tu lado a pesar de tantas carencias como hemos tenido, volvería a casarme contigo…una y mil veces… doy gracias a Dios…por todos esos hijos maravillosos que nos ha dado y haberte escogido a ti como esposa… y también te doy las gracias por ser una esposa maravillosa y una buena madre… te quiero y te querré siempre…allí donde esté, te seguiré queriendo,.. y allí donde quiera que vaya, te esperaré… para no separarme de ti nunca jamás…y juntos esperaremos a nuestro hijos…allí en la eternidad para una vida mejor.
-Yo también te quiero y te querré siempre Paulino- Contestó mi madre con lágrimas en los ojos.
-…Isabel, continuó mi padre dirigiéndose a mí,… sé que algún día y cuando menos te lo esperes, conocerás al hombre de tu vida,…y solo pido que ese hombre sienta ese mismo amor por ti que el que yo siento por tu madre, …y que tu le correspondas... no le pidas nada más, Isabel,… el amor hará el resto.
-Padre, yo todavía soy muy joven, quizás, como dice usted algún día conoceré al hombre de mi vida, pero eso queda aún muy lejos.
Que poco se imaginaba mi padre que yo ya había elegido al hombre de mi vida, pero que solo existía en mi fantasía de chica adolescente.
Mi madre, guardaba en secreto todo lo que yo le contaba referente al señorito Rafael. Para mi padre el señorito era “mi amo” y un amigo ocasional en alguna noche que otra.
Mi padre que de tanto hablar había quemado mucha energía, se quedó dormido, la fiebre le había bajado, y dormía plácidamente en su colchón de borra. Le tapamos con mantas para que no tuviera frío, la fiebre le había bajado y no había ninguna contraindicación al abrigarlo. El brasero de cisco que teníamos en mi casa que era un regalo de los señores donde trababa mi madre, estaba contraindicado en la enfermedad de mi padre, de su combustión se desprendía un gas tóxico que era perjudicial para la enfermedad de él, por lo que no podíamos sacarle provecho para poder calentar la cueva.
Mi madre, cogió el carburo, y se dirigió al portal, yo le seguí. Me tumbé en una manta al lado de la chimenea, y a los pocos minutos mi madre hizo lo mismo acostándose a mi lado.
-Intentemos dormir, hija- Decía mi madre, el cansancio y la noche hace que nuestras mentes estén más espesas y dificulten la forma de tomar decisiones, mañana, cuando sea de día veremos las cosas con más claridad, con la luz del día las cosas se ven diferentes.
Mi madre, tenía razón, el día te hace ser valiente y ver las cosas diferentes, en cambio, la noche, te vuelve miedoso e inseguro como la oscuridad que le acompaña.
En la cueva hacía mucho frío y estaba toda llena de humedades, y en el portal era en el único sitio que se estaba más calentito, la chimenea estaba encendida y los agujeros que teníamos en la puerta para no perder el calor, mi padre, los había tapado con cartones.
Nos costó conciliar el sueño, había empezado llover con fuerza y la cueva se calaba con facilidad. Las gotas de agua que caían en el cubo y el ruido al estrellarse contra él, nos desvelaban. Poco a poco nos fuimos acostumbrando a su ruido, y al final nos quedamos dormidas.
No sé el tiempo que llevábamos durmiendo, cuando una voz temblorosa surgió de las tinieblas de la noche…”Aniceta… Aniceta… soy la muerte y vengo acompañada de tu padre, vengo a llevarme a Paulino”.

Continuará…
Puntos:
04-11-10 08:54 #6457140 -> 6265045
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Continuará…


-“No… abuelo… por favor… no te lo lleves”
´-Isabel, hija, despierta, estás soñando en voz alta.
-Madre como está padre-Dije yo entre dormida y asustada.
-Vuelve a tener fiebre, hija, le acabo de dar otra aspirina.
-¿Pero que soñabas hija?
-Madre, soñaba que el abuelo surgía de las tinieblas acompañado por la muerte, y te decía que había venido a llevarse a padre.
-Hija mía, no te preocupes, que aunque mi padre quería mucho a tu padre, la gente cuando se muere, jamás, regresan al mundo de los vivos.
-No sé, madre… parecía todo tan real.
-Tranquilízate, cariño, ahora cuando venga el médico nos dirá que debemos hacer con tu padre, y de paso que te mire tus heridas y quemaduras.
Sobre medio día vino el médico, estuvo revisando mis heridas y mis quemaduras. Se sorprendió, de la forma tan perfecta que mi madre había colocado los trapos en mis manos y pies, el vendaje era perfecto. Felicitó a mi madre que con tan pocos recursos hiciera tantas cosas, a lo que mi madre le contestó: “la necesidad obliga” Don Faustino.
Don Faustino cuando terminó de curarme nos hizo entrega de la famosa pomada “Halibut”. Le dijo a mi madre, que las próximas curas me las hiciera con esa pomada, también le hizo entregas de unas vendas.
Aunque las quemaduras eran de primer grado, y no revestían mayor gravedad, con esta pomada acortarían el tiempo de curación.
Don Faustino, junto con mi madre, se dirigió al cuarto donde estaba mi padre, al poco rato salieron los dos al portal.
-Aniceta, hay que ingresarlo en el sanatorio y cuanto antes mejor, allí le pondrán un tratamiento adecuado, aquí aunque le diésemos el mismo tratamiento no se curaría está ya muy avanzada la enfermedad y en estas condiciones se agravaría, hay mucha humedad aquí, y las condiciones de insalubridad que hay en el barrio no son las adecuadas para su enfermedad.
-¿Tenéis alguien que os lleve a Jaén?
-No, Don Faustino, no tenemos a nadie, iremos en tren.-Contestó mi madre.
-No os preocupéis, ya os llevaré yo, en el asiento de atrás irá cómodo y tu podrás ir conmigo delante. Dejaré para las urgencias de Vilches el tiempo que estemos fuera a un médico de Linares, yo, a veces he hecho lo mismo por él.
-¿Pero yo me podré quedar con él unos días el sanatorio?
-No Aniceta, allí no se puede quedar nadie, ya me he informado cuando he llamado esta mañana para arreglar todos los papeles porque estaba seguro de su ingreso, el sanatorio, es un sitio solo para los infecciosos.
-Pero Don Faustino, mi marido no ha salido nunca de Vilches, se morirá de nostalgia.
-Le costará unos días adaptarse, pero al final lo conseguirá, allí hay mucha gente de toda la provincia de Jaén, ya verás como enseguida hace amigos, todos ellos son gente con los mismos problemas.
-Mira, ahora voy hacer una visita a una cueva en esta misma calle, tardaré un rato, tu mientras tanto prepara las cosas, te dejo en este papel lo que tienes que ponerle para su ingreso en el sanatorio.
Don Faustino se marchó y yo con el papel en la mano que le había entregado, le iba leyendo a mi madre todo lo que tenía que preparar. Empezó a prepararle el macuto a mi padre con las cosas que le había escrito el médico Solo había que ponerle los utilensillos de higiene personal y un par de mudas.
Entre mi madre y yo lavamos a mi padre, mi madre, lo lavaba y yo lo secaba con sumo cuidado, no podía mojarme las vendas, si no mis heridas tardarían más en curarse. Le quiso poner el traje que llevó el día de la Virgen, quería que estuviese guapo a su ingreso en el sanatorio, quería que causara buena impresión. Eso no quería decir que mi madre se avergonzara del barrio donde vivíamos, lo hacía por que la gente de las Cuevas, cuando podíamos nos gustaba ir elegantes, nuestro cuerpo era esbelto y elegante, aunque fuera a causa de nuestra mala nutrición, pero dada en las condiciones económicas que nos encontrábamos eran contadas las ocasiones que podíamos ir así.
La gente del barrio como habían visto el médico en mi casa, en poco tiempo se llenó la cueva de vecinos.
-Aniceta, ¿te podemos ayudar en algo?- Decía uno de ellos.
No, muchas gracias, pero no hace falta.
La gente, como allí era normal, cada uno traía una cosa, la mayoría de las cosas era comida, aunque en aquellos tiempos escaseaba, siempre traían algo. Lo fueron dejando encima de la mesa del comedor, uno de los alimentos que más nos traían era pan, era uno de los alimentos principales en aquellos años, sobretodo, en la dieta de la clase de gente humilde. También nos traían: chorizos, morcillas tocino, lo típico de las matanzas. En poco tiempo la mesa se llenó, incluso hubo que poner algunos alimentos en la alacena, que ya hacía tiempo que permanecía triste y solitaria.
Mi madre y yo llorábamos de emoción.¡Cuanta solidaridad había en aquellos tiempos!, y no solo en mi barrio, en cualquier barrio de Vilches, cuando alguien necesitaba ayuda eran así, allí estaban todos, dispuestos a ayudar en lo que fuera necesario.
Poco después llegó Don Faustino, comentó que como el coche no podía bajarlo hasta las Cuevas habría que llevar a mi padre hasta la Corredera, había que pensar como subirlo hasta allí.
Entre todos improvisaron una especie de camilla, con unas cuantas maderas aportada por los vecinos y se hizo una camilla perfecta. Las maderas iban unidas entre si atadas por cuerdas. Le pusieron un par de mantas encima y sobre ellas una sábana. De esta forma mi padre evitaba el contacto directo con las mantas, después lo taparon con una sábana y encima le pusieron otra manta. Las sábanas y las mantas las trajeron los vecinos, las que mi padre había tenido durante la noche se tenía que lavar y lo mismo se haría con la que llevaba en su “camilla”.
Y así, una vez estuvo todo preparado, cogieron entre cuatro personas, cada uno por un extremo, y llevaron a mi padre hasta donde estaba el coche de Don Faustino.
Mi padre, que decía adiós con una de sus manos, pálida y esquelética, sus ojos hundidos, y con unas normes ojeras por la fiebre tan fuerte de la noche pasada dejaba pasar a través de ellos alguna lágrima.
-¡Adiós, Paulino!, que te mejores, y piensa solo en ponerte bueno, nosotros nos ocuparemos de tu familia. -Decían los vecinos.
Así se alejaron, subiendo la calle Pastores, con una gran esperanza, que mi padre se recuperara pronto y regresara a su pueblo.
En unos minutos los perdí de vista. Los vecinos me preguntaron que si necesitaba alguna cosa, les dije que no, que mi abuela no tardaría en llegar, ella no había querido ir a despedirse de mi padre, no quiso asustar a los niños y permaneció con ellos en su cueva.
Entré hacía el portal, y lo primero que hice fue arrodillarme delante del cuadro de la Virgen del Castillo, no me importaba el dolor de mis quemaduras ni de mis heridas al contacto con el suelo. Ese dolor de mis heridas comparado con le enfermedad de mi padre, apenas se notaba.
-“Virgen mía, sé que te pido muchas cosas, pero concédeme aunque solo sea esta ¡salva a mi padre de esta terrible enfermedad!, mi padre, como tu ya sabes es una buena persona, es muy joven, nosotros lo necesitamos todavía, no te lo lleves tan pronto”
Estaba haciendo la señal de la cruz después de mi plegaría cuando mi abuela entró por la puerta.
-Abuela, ya se han llevado a mi padre- Dije yo abrazándome a ella.
-Ya lo sé, hija, he visto como se llevaban a mi pobre hijo entre varios vecinos, no he querido despedirme de él, mi corazón, como yo, está viejo y no creo que aguante tanta emoción, espero haber obrado bien y que vuelva a ver a mi hijo pronto.
-¡Claro que sí, abuela! ya verá como padre está en poco tiempo de vuelta, y de nuevo podrá contemplar el Guadalén, esta vista tan privilegiada que tenemos los que vivimos en las Cuevas.
-¡Que Dios te oiga hija mía! mañana subiremos al castillo y pediremos a la Virgen por él.
-Abuela, que va a ser de nosotros ahora.
-Tenemos que tener resignación, y tendremos que conformarnos con lo que Dios nos manda, él lo quiere así y hay que aceptarlo.
-¿Cuando vendrá tu madre?- Preguntó mi abuela.
-Vendrá hoy mismo, quería quedarse unos días con mi padre, pero Don Faustino le ha dicho que es imposible quedarse allí, que solo es un sitio para infecciosos.
-Tu madre hace más falta aquí, tu padre, allí tendrá todos los cuidados necesarios, en cambio vosotros necesitáis de ella, sobretodo, los pequeños que la encuentran a faltar y no hacen más que preguntar por ella.
-¿Y tu que vas hacer, hija?-Me preguntó mi abuela cambiando de conversación.
-Intentaré buscar trabajo, abuela, aunque está tan difícil encontrar algo.
- No te preocupes ya nos arreglaremos como podamos, como mínimo que no falte el pan en nuestra casa que es la base de nuestra alimentación.
Mi abuela y yo estuvimos hablando largo rato. Mis hermanos se habían quedado con mi abuelo, una persona maravillosa, pero los niños insistían volver a su casa.
Comentábamos, mi abuela y yo, los días tan difíciles que estábamos atravesando; yo sin trabajo, mi padre ingresado en el sanatorio, y mis tíos cuando pasaran las fiestas emigrarían a Madrid. Nuestra unidad familiar se iba a romper por primera vez, pero no había otra solución. En un corto periodo de tiempo, mi abuela, perdería temporalmente a dos de sus hijos, y uno de ellos, quizás para siempre, ¡cuanta impotencia debía de sentir!
También comentábamos que pronto se acercaba el día de los Reyes Magos, mis hermanos más pequeños esperaban ese día con mucha ilusión, aunque a la mañana siguiente solo se encontraran en la chimenea unas cuantas monedas de chocolate, después, a nosotros, nos tocaría darle la explicación, como cada año del por qué, los reyes no le habían podido dejarle nada más. Les decíamos que los Reyes Magos no podían bajar con los camellos a las Cuevas porque el camino estaba en muy malas condiciones y como ellos eran ya muy mayores lo único que podían llevar era un talego con poco peso, por eso no le podían dejar juguetes, solo unas cuantas monedas de chocolate y que en las Cuevas había muchos niños, y era la única forma de que todos los niños tuvieran regalos. Ellos siempre se quejaban de que nunca arreglaban las calles, y así, un año y otro los íbamos convenciendo, hasta que se hacían mayores y se les contaba la verdad.
Dejamos de hablar, se tenía que limpiar bien la cueva y desinfectarla para que los niños pudieran volver a ella. Mi abuela, me mandó salir a la calle y con una agilidad impropia para su edad empezó a limpiar y desinfectar la cueva. Salí a la calle, y de nuevo sentada en el muro, volví a contemplar mi querido Guadalen. Aunque el sol brillaba de nuevo, sus aguas tranquilas, no podían esta vez reflejar el sol en ellas a causa de la intensa lluvia de la noche anterior.
Una vez mi abuela hubo limpiado la cueva, salió a la puerta, y con dificultad a causa del barro que ella se había formado, barrió toda la mugre que en ella se había acumulado durante la noche. Dejó la puerta abierta para que se secara y se ventilara a la vez y nos dirigimos a su cueva. Pasamos el resto del día en ella hasta que a la noche llegó mi madre.
Nada más mi madre, hizo su presencia en la cueva, mis hermanos corrieron como locos a su lado.
-¡Madre…madre!- Decían todos a la vez que corrían hacia ella y la besaban sin parar.
-Que me vais a tirar al suelo, hijos- Decía mi madre.
La miré a la cara y pude comprobar la tristeza que sus ojos reflejaban, esa tristeza de dejar a mi padre en un sitio desconocido para él, y la de separase por primera vez de su lado. Después de preguntarle como se había quedado mi padre, mi madre, comentaba que nada más llegar en la sala que le habían adjudicado para su estancia en el sanatorio, se había encontrado que muchos enfermos eran de pueblos cercanos a Vilches como; La
Carolina, Arquillos, Linares, El Porrosillo etc. Los enfermos hablaban con mi padre y le explicaban sus experiencias en el centro, sobretodo, lo referente a su enfermedad y su recuperación. La tuberculosis hacía estragos en toda nuestra provincia. Mi madre decía que por primera vez desde hacía mucho tiempo le vio a mi padre dibujada una sonrisa, y es que encontrar a gente de los alrededores de tu pueblo te levanta la moral y tu enfermedad se vuelve menos importante.
Mi abuela, que ya había hecho los borrachuelos, le entregó a mi madre un pequeño lebrillo repleto de ellos, tapándolos con papel de estraza para su mejor conservación.
-¡Gracias Agueda!-Decía mi madre.
-No tienes por qué dármelas Aniceta, sabes que te queremos como una hija, mi hijo, no pudo escoger mejor.
Nos despedimos de mis abuelos y regresamos a nuestra humilde morada. Mis hermanos nada más salir de la cueva de mis abuelos, empezaron a correr cuesta abajo en dirección a la nuestra, y es que como en la cueva de uno no se está en ninguna parte.
Mi madre, antes de ir a casa de mis abuelos había encendido la chimenea y el brasero, contraindicado en la enfermedad de mi padre, para que se calentara el cuarto donde dormían mis padres con todos nosotros, la cueva, se había calentado y volvimos a sentir el calor de nuestro hogar, pero con la ausencia de mi padre.
Como ya habíamos cenado, mis hermanos se acostaron pronto, todos quisieron dormir juntos y lo hicieron en la cama de mis padres, mi madre y yo, tendríamos que dormir de nuevo en el portal en una manta.
No sentamos junto al fuego mientras que mi madre calentaba la plancha de hierro, tenía que planchar alguna ropa atrasada, y casi siempre lo hacía de noche, al día siguiente tendría que volver a su trabajo.
Permanecimos un tiempo en silencio. Encontraba a mi madre inquieta, y a veces esquivaba mi mirada, estaba segura que algo quería decirme, conocía bien a mi madre y sé que algo me estaba ocultando.
Mi madre, al final rompió su silencio.
-Isabel, hija…tengo que decirte algo.
-¿El qué, madre?
-Cuando hemos llegado a la Corredera con tu padre, hemos visto al señorito Rafael, que venía hacía aquí.
¿Al señorito Rafael- Dije yo sin poder creer lo que estaba oyendo.
Sí, hija se ha enterado lo de tu padre y lo tuyo y venia para aquí, se ha despedido de él, y nos ha dicho que cualquier cosa que necesitemos que contemos con él, quería venir a verte, pero no lo he dejado, no he querido que bajara aquí.
-¿Pero por qué no lo ha dejado, madre?- Dije yo algo con algo de rabia.
-Entiéndelo, hija, tu aquí sola en la cueva, habría muchos comentarios en el pueblo, sobretodo, en las Cuevas, seríamos la comidilla de todo el barrio.
-¡Pero a mí que me importan los comentarios de la gente! ¿Usted sabe lo que ha hecho, madre? he perdido la oportunidad de volver a verlo.
-Tienes que entenderlo, hija mía, tenemos que adaptarnos a la sociedad que nos ha tocado vivir.
-Yo, ya sé que tu forma de pensar es diferente a la de los demás, pero tienes que comprenderlo, nos ha tocado vivir en este tipo de sociedad, donde la conducta de las persona, en especial la conducta de la mujer, es discutida y valorada por la gente del pueblo, ya sea para lo malo o para lo bueno, y que nosotras tenemos muy limitadas nuestras acciones y forma de actuar en la vida, sobretodo, en la que se relaciona con los hombres, me ha dicho que otro día antes de regresar a Madrid se pasará por aquí, también me comentó que el señor marques, aunque su recuperación es lenta, está fuera de peligro.
Le reproché a mi madre, una y otra vez, el no haber dejado bajar a la cueva al señorito Rafael. Mi madre era una pieza más de la sociedad a la que pertenecíamos en aquellos años, y obraba como tal
Ya, acostada junto a mi madre en la manta, mi mente se trasladó hasta el cortijo del Piélago, no dejaba de pensar en la oportunidad que la vida de nuevo me había ofrecido, el estar a solas con él, era algo que deseaba con todo mi corazón, de nuevo la vida había sido injusta conmigo, quizás, ya lo volvería a ver más, no creía que la vida me diera otra oportunidad. Echaba de menos, a Lázaro, Francisco, Petra y Dolores, y también la vida en el cortijo, el contacto con la naturaleza, y el no oír el ruido de las aguas del Guarrizas al pasar por el puente del Piélago, eran cosas que necesitaba. No me importaba trabajar duras jornadas de trabajo, lo importante es que lo hacía a gusto, y con ello también contribuía a la economía familiar que tanta falta nos hacía.
Iban pasando los días, mis heridas se habían curado y hacía mi vida normal al lado de mi familia. Mi madre, iba y venía de vez en cuando del sanatorio, los señores dejaban un día a la semana que mi madre saliera antes del trabajo para que pudiera ir a visitar a mi padre a Jaén, cogía el tren y con mucho sacrificio económico y se iba a ver a mi padre. Algunas de las veces que iba en el barrio los vecinos hicieron una recolecta para recoger el importe del billete.
Ya faltaba poco para los reyes. Los niños, los más pequeños, estaban ilusionados y muy contentos por la llegada de esa gran noche. Buscaban el zapato y el calcetín más grande para ponerlo debajo de la chimenea, casi todos querían poner el calzado de mis padres. Las albarcas de mi padre que había utilizado en la siega cuando él estaba bien de salud, tenía muchos seguidores, los zapatos se los había llevado al sanatorio, y el calcetín mas nuevo también tenía varios seguidores para que sus majestades, así de esta manera, los Reyes de Oriente, les dejaran más cosas. Mi madre les comentó que cada uno tenía que poner su calzado y sus calcetines porque sino los reyes le dejarían los regalos al propietario del calzado y al de los calcetines. No les gustó mucho lo que mi madre les dijo, pero no tuvieron más remedio que aceptarlo si querían que sus majestades les trajeran regalos.
Y por fin, el día deseado y la noche mágica de todos los niños de España llegaba a Vilches. Esa noche, los niños de nuestro pueblo dormirían un poco inquietos y se levantarían pronto para ver los regalos de sus majestades. Cuanta desilusión habría al otro día siguiente, sobretodo, en los barrios más humildes del pueblo, cuantas lágrimas correrían por las mejillas de todos esos niños al despertar, cuantas historias diferentes contarían sus padres para disculparse de no haberles traído los que ellos querían, cuantas rabietas habría al comprobar que otros niños del pueblo tenían los regalos que ellos habían pedido, Y es que la vida en aquellos años era muy injusta con la mayoría de la gente de clase humilde, pero en la población infantil ese día era mucho más.¡Dios que injusto eres! ¡Que daño te han hecho estas pobres criaturas!
Nosotros en nuestra casa ya nos preparábamos para la ocasión. Aunque mi padre estuviera ingresado, mi madre, no quería que los niños estuvieran tristes, era una noche llena de magia y de ilusión para los más pequeños Era un día festivo, y como tal, nos preparamos para la ocasión, había que ponerse la ropa de la Virgen o de San Gregorio, que era la misma ropa que nos poníamos los domingos. Ya todos arreglados nos dispusimos a subir la calle Pastores hasta llegar a la plaza Mayor para ver la cabalgata de los reyes. Cuando ya íbamos por la mitad del camino, Paquito, cogido de mi mano, me comenta que tiene ganas de hacer sus necesidades fisiológicas, mi madre y mis hermanas más mayores continuaron con los pequeños, yo tuve que dar la vuelta para llevar a Paquito a los”laeros”para hacer sus necesidades. Mi madre siempre tenía dos escupideras en casa, una para lo más pequeños y otra para los más mayores, que cada día vaciaba y después limpiaba y la desinfectaba con lejía, pero siempre se utilizaba por la noche en caso de necesidad, durante el día, como la mayoría de la gente del barrio íbamos debajo de alguna higuera o en algún olivo, depende donde nos pillara el retorcijón. La mayoría de la gente, cuando terminaba de hacer sus necesidades, se limpiaba con una piedra. Mi madre nos tenía dicho que bajo ningún concepto nos limpiáramos con piedras y, sobretodo, con las hojas de la higuera porque tenía muy malas consecuencias, el edema y el prurito en nuestro genitales estaba asegurado. En los hombres era aún más peligroso que en las mujeres, porque a veces no podían ni miccionar. A un vecino nuestro le pasó y estuvo varios días que lo pasó muy mal.
Mi madre, las veces que podía traía el periódico que los señores donde trabajaba leían, y que nosotros después las hojas las aprovechábamos para limpiarnos, no quería que nos limpiáramos con cualquier piedra que encontráramos en los “laeros” Mi madre, cuando salíamos de casa, siempre procuraba que en nuestro bolsillo lleváramos una hoja de periódico doblada, lo mismo que nos hacía llevar un pañuelo que ella hacía con tela de algodón e iba a buscar a los “laeros” cuando la modista dela Corredera tiraba restos de tela, y que ella bordaba con iniciales de cada uno de nosotros a punto de cordoncillo.
Cuando llegamos a la plaza, la cabalgata ya había salido. Nos quedamos al principio de la calle Alta esperando que llegaran, cuando dieran la vuelta y de esta manera seríamos los primeros en verlos, había mucha gente, y era imposible seguirlos. Con solo el sonido de la banda de música, y sobretodo, cuando veía la carita de ilusión de todos los niños, mis lágrimas volvieron asomar en mis ojos. Sus Majestades se acercaban poco a poco, Melchor, Gaspar y Baltasar, subidos en sus respectivos caballos se aproximaban donde nos encontrábamos Paquito y yo. Iban repartiendo caramelos que echaban al aire y los que no se podían coger, y se caían al suelo, todo el mundo se agachaba para cogerlos, especialmente los niños, porque era su día. Paquito, era uno de estos niños que no se le resistía ningún caramelo, siempre terminaba con los bolsillos llenos. Yo intentaba también coger algún caramelo del suelo. Cuando más entretenida estaba intentando coger uno de ellos Paquito, me tocó en el hombro al mismo tiempo que me decía:
-¡Isabel, mira, el rey Melchor me ha dado una bolsa de caramelos!.
-Me levanté, a la vez que mi mirada se posaba en el rey Melchor, quería darle las gracias por haberle dado a Paquito la bolsa de caramelos. Detrás de aquella peluca y barba blanca, enseguida reconocí esos ojos verdes inconfundibles ¡era el señorito Rafael! Iba en la cabalgata de los Reyes Magos! El, subido en un caballo blanco, su mano en fundada en un fino guante blanco, la extendió, y estrechó la mano de Paquito, y después hizo lo mismo con la mía. Fueron unos segundos, pero suficientes para dar de nuevo gracias a Dios por dejarme volverlo a ver, nuestras miradas se cruzaron, y sin decir palabra, soltó mi mano y lo vi alejarse unos metros, para de nuevo estrechar la mano de tantos niños inocentes que en aquella noche se encontraban allí.
Una vez acabada la cabalgata, buscamos a mi madre y mis hermanos, todos llevaban caramelos, pero como siempre, Paquito es el que más había cogido y además llevaba la bolsa que le había entregado el rey Melchor. Todos se peleaban porque querían la bolsa de caramelos que le había entregado el rey Melchor a Paquito. Mi madre, como siempre puso paz y dijo que la bolsa se la quedaría ella y las iría dando poco a poco, no quería que cogieran ningún empacho, no estaban acostumbrados a comer tantas golosinas, Mi madre de vez en cuando después de la misa de los domingos les compraba en el quiosco de la plaza alguna, pero en contadas ocasiones. De vuelta a las Cuevas, cuando íbamos acercándonos a la calle Pastores, Paquito se encontró con una amiguilla suya, era Rocío, venia con sus abuelos de ver la cabalgata. Ella era de la misma edad que Paquito, él decía que cuando fuera mayor se casaría con ella, esas cosas que se dicen cuando somos pequeños. Rocío, había nacido en Madrid, pero su madre era de Vilches, su nombre lo dice todo, María del Castillo. Había emigrado a la capital de España, ella se fue con sus tíos y allí formó su hogar aunque sentía una gran nostalgia por su pueblo. Su madre junto con los tíos de ésta fueron unos de los primeros en emigrar de nuestro pueblo. La dejaba pasar las vacaciones escolares en casa de sus abuelos que vivían también en la calle Pastores, a ella su trabajo no se lo permitía, pero la presencia de su hija en Vilches era suficiente para restarle nostalgia y añoranza de su pueblo aunque fuera en periodos cortos.
Paquito le entregó unos cuantos caramelos, ella tenía un poco de miedo y no pudo coger, apenas dos o tres, sus abuelos no podían ayudarla eran mayores y ya hacían un gran esfuerzo para llevarla a la cabalgata.
-Toma, Rocío, los he cogido para ti.
-Gracias, Paquito- Dijo Rocío, dándole un beso en la mejilla.
-¿Qué te van a traer los reyes?- Dijo Paquito a Rocío.
-He pedido que me traigan una cocinita como las de verdad, como las que hay en Madrid.
-A mí creo que me traerán mi coche, es un coche muy bonito, también es como los de verdad, hace años que lo pido, pero nunca me lo traen. Espero que este año me lo puedan traer.
¿Pero tu ya te portas bien, Paquito-Dijo Rocío.
¡Pues claro que me porto bien!, y además como dice el señor cura voy a misa todos los domingos, Dios me ve allí, y seguro que ya se lo ha dicho a los Reyes Magos, él nos ve a todos desde arriba. Yo, que escuchaba la inocente conversación entre los dos, dejé de ponerle atención cuando oí que me llamaban justo antes de girar por la Corredera para tomar la dirección de la calle Pastores.
-¡Isabel…Isabel!, era mi prima que venía corriendo hacía mí.
-Isabel, ten, el señorito Rafael me ha dado esto para ti. Mi prima me hizo entrega de un papel doblado por la mitad, yo, lo abrí y me dispuse a leerlo;
-“Isabel, esta noche cuando todos tus hermanos duerman, iré a tu casa, dile a tu madre que esté ella también presente, tengo que comunicaros algo muy importante a las dos. Un beso.


Continuará…
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17-12-10 08:31 #6722814 -> 6265045
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Volví a leer, una y otra vez el papel que me había entregado mi prima. No podía creerme que el señorito Rafael, quisiera venir hablar con mi madre y conmigo en nuestra cueva, y menos a esa hora de la noche, muy importante tenía que ser. Como yo había leído en voz baja, mi madre, viendo la cara que yo ponía, me preguntó, que quién me enviaba la esquela.
La aparté un poco de mis hermanos para que ellos no pudieran oír lo que nosotras hablábamos.
-Pero no pone el motivo por el cual vendrá- Decía mi madre en voz baja
-No, madre, pero debe ser muy importante-Dije yo.
No quisimos seguir hablando, hacía frío y los niños empezaron a quejarse
-¡Isabel…madre! ¡Que van a llegar los reyes a la cueva antes que nosotros!
Bajando la calle Pastores, camino de la cueva, mis hermanos más pequeños iban diciendo lo que supuestamente les iban a traer los reyes.
-A mí me traerán el caballito de cartón-Decía Pablito.
-A mí- Decía Tomasi, mi muñeca de cartón, aunque preferiría la Mariquita Pérez.
-Y a mí,- Decía Paquito, mi cochecito, que tenga ventanillas que se abran y que se cierran como los de verdad.
Tomasi ya era mayorcita, y este año, probablemente, sería el último año que viviría con esa ilusión. A veces los niños se enteraban de quienes eran los reyes por otros niños, se callaban, y no se lo decían a los padres, era una forma más de alargar su inocencia en este mundo mágico de los pequeños.
Dimos de cenar a los más pequeños. Antes de irse a dormir preparamos y dejamos en la chimenea los zapatos y calcetines de cada uno, y también les dejamos un poco de pan duro y agua para los camellos, después se fueron a dormir. Las niñas más mayores, aunque ellas ya sabían cuales iban a ser sus reyes, les hacía ilusión acostarse pronto, querían vivir la alegría de los más pequeños al despertarse, aunque después vivieran junto a todos nosotros su gran desilusión.
Esa noche sería la más larga del año para los más pequeños, pero la más feliz.
Los pequeños ya estaban en su cuarto y mi madre cada noche rezaba con ellos. De rodillas encima del colchón de mis padres y con sus manitas entrelazadas, repetían, a la vez con mi madre “Jesusito de mi vida eres niño como yo, por eso te quiero tanto y te doy mi corazón, tómalo…tómalo, tuyo es y mío no” “ Cuatro esquinitas tiene mi cama, cuatro angelitos que me la guardan que me dicen:” Paquito, Pablito… aquí, mi madre, decía el nombre de cada uno, “duerme, reposa no tengas miedo de ninguna cosa” Y para acabar decían: “Con Dios me acuesto y con Dios me levanto con la virgen María y el Espíritu Santo, hasta mañana si Dios quiere” y le daban un beso a mi madre y se ponían a dormir. Que tranquilidad y que paz espiritual te daban esas oraciones, nunca nos habíamos puesto a dormir sin antes rezarlas. Cuando nos íbamos haciendo mayores nuestra oración era el Padre Nuestro. Mi abuela le había enseñado a mi madre estas oraciones y mi madre a nosotros y lo mismo haríamos nosotros con nuestros hijos.
Cuando ya todos dormían, mi madre salió al portal, al verme todavía arreglada, se sorprendió.
-Hija, ¿Pero que haces arreglada todavía?
-Madre, no me quiero cambiar, acuérdese que ahora vendrá el señorito Rafael.
-Madre, usted que cree que le traerá por aquí al señorito a estas horas.
-No lo sé hija, esperemos que sea algo bueno, porque últimamente las cosas buenas le cuestan entrar en nuestra cueva.
-Madre, y si el señorito viene para lo que usted y yo ya sabemos
-Isabel, estás construyendo un castillo en el aire, déjate de fantasías, hija.
No quise seguir hablado, para mi madre todo lo referente al señorito Rafael era pura fantasía, pero para mí… era algo tan diferente.
Estuvimos un tiempo en silencio, mientras mi madre cosía unos calcetines de mis hermanos, yo leía, una y otra vez, el papel que me había entregado mi prima.
Se acercaba la medía noche, cuando oímos unos golpes en la puerta. De un salto me levanté y fui corriendo hacía ella. Al abrirla allí me encontré con él, mi corazón volvió a latir más deprisa de lo habitual, por unos momentos pensé que se me salía.
-Buenas noches, Isabel-Me dijo, besando mi mejilla.
-¿Está tu madre?
-Sí…sí…puede pasar, ahí afuera hace mucho frío.
-Buenas noches, doña Aniceta -Le dijo acercándose a mi madre, haciéndole la reverencia y besando su mano.
-Podemos salir a la calle, no quisiera que los niño me oyeran…ya sabe esta noche para ellos todo son oídos. Mi madre dejó aun lado su costura, guardándola en una canastilla de mimbre. Salimos los tres a la calle, y a pesar del intenso frío que hacía, mi piel no lo notaba, eran tan grande el deseo de volverlo a ver que poco me importaba el frío de la noche. Mi madre que tapaba sus hombros con una toquilla negra que le había hecho mi abuela de lana y que guardaba como un tesoro, le preguntó:
-Usted dirá, Don Rafael a que debemos el honor de su presencia en nuestra humilde casa.
Yo temblando de emoción esperaba la respuesta del señorito Rafael.
-Doña Aniceta…verá… sé que hoy es una noche especial para todos los niños de Vilches, sé que ustedes lo están pasando mal y me he tomado la libertad de comprar unos regalos a los niños.
Es como si me hubiesen tirado una jarra de agua por encima, mi castillo en el aire como decía mi madre se acababa de caer ¡Que ilusa! ¡Que ingenua!
-¡Unos regalos!-Decía mi madre.
-Sí, señora Aniceta, hemos dejado el carro con los regalos ahí en la Corredera, me han querido ayudar Miguel y Luís, después si usted me da su permiso los bajaremos hasta aquí en un saco, aquí, como usted sabe no se puede bajar el carro.
-No tenía que hacer usted eso, señorito, los niños lloran al principio, pero después se les pasa cuando les explicamos los motivos por el cual no les han podido traer nada.
-Señora Aniceta, déjeme que haga de esta noche una noche especial para sus hijos y para todos los niños pobres de Vilches.
-¡Gracias…muchas gracias, señorito!-Decía mi madre, llorando y cruzando las manos y llevándoselas a la altura de la boca.
Yo, repuesta de mi shock emocional, pero con un nudo en la garganta me dirigí a él.
-Señorito no tenía que haberse molestado ustedes también tienen problemas con lo de su padre.
-Mi padre ya está mejor, Isabel, y la idea ha sido de él, no quiere que ningún niño de Vilches se quede sin juguetes, también les manda muchas expresiones de su parte.
Déselas de nuestra parte, señorito, y nos alegramos de que su padre esté mejor.-No quiere pasar, señorito-Dijo mi madre.
-Muchas gracias, Doña Aniceta, pero tengo que irme me están esperando en la Corredera para bajar los juguetes.
-Le esperamos-Dijo mi madre.
Antes de coger la calle arriba le preguntó a mi madre que juguetes habían pedido mis hermanos por si acaso los tuvieran y su alegría al despertar fuera mayor. El comentó que posiblemente los hubiera traído de Madrid, pero que no sabia exactamente cuales eran, habían traído tantos que era imposible recordarlos todos.
Después de permanecer unos segundos en silencio, el señorito comentó que se tenía que ir antes de que fuera más tarde, eran muchos los juguetes que se tenían que repartir y la noche avanzaba de prisa,
Entonces fue cuando se dirigió a mí.
-¿Me acompañas, Isabel?
-Me quedé muda, no sabía que contestar. Miré a mi madre y con solo su mirada supe lo que tenía que responder.
-No puedo, señorito estoy terminando de hacer…unos calcetines…sí… unos calcetines… de lana… para mis hermanos para mañana.
-Bueno, ahora bajamos, Miguel y Luís deben estar ya preocupados por mi tardanza.
Lo vi partir calle arriba, y aunque mi corazón estaba un poco desgarrado, me consolaba que lo volvería a ver esa noche, aunque no en la forma que yo hubiese querido, pero el tenerlo de nuevo a mi lado físicamente un poco más de tiempo, ya era suficiente.
Un poco más tarde bajaron los tres a la cueva. Los vi bajar por la calle, iban cargados, cada uno llevaba un saco cargado en sus espaldas. Entraron en la cueva sin apenas hacer ruido, no querían despertar a los más pequeños, era su noche mágica, y por fin se iba a cumplir en sus sueños
Allí estaban; Miguel, Luís y el señorito Rafael.
Miguel y Luís nos saludaron a mi madre y a mí, con un beso en la mejilla, mi madre se alegró mucho de verlos, sobre todo a Miguel no lo había visto desde la Nochebuena en mi casa, y era la primera vez que lo veía después de su ingresado en el hospital de Linares por la pelea de aquella noche.
Fueron dejando con sumo cuidado los regalos en la chimenea. Mi madre y yo, no nos podíamos creer lo que estaba sucediendo, esa noche iba a ser mágica por primera vez en mi cueva, y mis hermanos, por una vez en su vida sus deseos se cumplirían.
Se despidieron de nosotras, tenían que terminar el trabajo antes de que se hiciera de día.
Un gran vacío se apoderaba de mi alma al comprobar que el señorito Rafael
se marcharía sin comentarme nada de lo referente a mi despedida del cortijo del Piélago, él tenía que saberlo todo, la señora marquesa se lo habría comunicado, y lo mismo harían, Francisco, Lázaro, Petra y Dolores. No quise decirle nada, quizás sería mejor así, aunque yo deseaba regresar de nuevo allí. Era cuestión de que pasara el tiempo y la señora marquesa viera las cosas diferentes y recapacitara… ¡necesitaba tanto estar de nuevo a su lado!... Planchar sus camisas y oler su perfume caro y, sobretodo, ver de nuevo esa sonrisa maravillosa con la que me recibía cada mañana dándome los buenos días. Eran cosas que necesitaba como el aire para respirar.
Estaba tan sumergida en mis pensamientos, cuando de nuevo, casi sin darme cuenta sentí su beso en mi mejilla, quizá fuera su último beso, él volvería a Madrid y no volvería a verlo nunca más.
Como una estatua permanecí en la puerta de mi cueva, hasta que mis ojos lo vieron desaparecer, y no solo por el frio intenso de esa noche de invierno sino por la impotencia de comunicarle las ganas que tenía de volver otra vez al Piélago y sin saber si él sabía la verdadera verdad por la que yo volví a Vilches. De nuevo lo vi partir, quedando en mi corazón un gran vacío, y comprendí que para mí esa noche no sería mágica, sino la cruda realidad de mi triste vida.
Apenas dormí aquella noche, así que, cuando despuntaba el día, mis hermanos salieron corriendo al portal, yo hacía poco que había cogido el sueño
Mi madre y yo, al oír sus gritos, nos despertamos
-¡Madre, Isabel! ¡Levantaros y mirad lo que nos han traído los reyes!
Nosotras la noche anterior habíamos visto todos los regalos, y estuvimos poniendo cada regalo con el nombre de mis hermanos para que no hubiera confusión.
A penas había dormido, pero no me importaba, el ver a todos mis hermanos con esa ilusión me compensaba.
Toda la cueva se llenaba de gritos de alegría al comprobar que le habían traído los regalos que ellos habían pedido, incluyendo las monedas de chocolate. Incluso a mis hermanas mayores también le habían traído algo, su bastidor y acompañado de cadejos de hilos de colores, que tanto deseaban. A mi madre y a mí nos habían traído telas de diferentes tejidos, pero que había suficiente para vestirnos a todos nosotros.
Todos nosotros llorábamos de emoción, Los Reyes Magos, después de tantos años se habían acordado de nosotros.
Salimos a la calle para que los niños pudieran disfrutar de sus juguetes, hacía un buen día, el sol brillaba y lo acompañaba un cielo azul radiante.
¡Era como un sueño! todos los niños de las Cuevas lucían su regalo; muñecas, coches, patinetes, soldaditos de plomo, trenes de hojalata, cocinitas, cuentos etc… seguimos caminando, y con asombro pudimos comprobar que ningún niño se había quedado sin su juguete. La gente comentaba a mi madre, sin que lo oyeran los pequeños, que el señorito Rafael por orden del señor marqués había querido cumplir la ilusión de todos los niños, y no solo en las Cuevas, si no en todos los barrios humildes de Vilches.
-¡Alabado sea Dios! ¡Y que Dios guarde muchos años al señor marqués!-Decía mi madre.
Aquel día fue inolvidable, nunca se me olvidará la cara de felicidad de todos aquellos inocentes niños que horas antes vivían con tanta inseguridad su gran día.
Siguen pasando los días, yo voy trabajando en lo que me sale, en el día a día, la mayoría de las veces, mi trabajo es en la limpieza, de vez en cuando me llaman de casa de algunos señores acomodados de Vilches, y echo unos días de trabajo, el servicio que tienen en sus casas se pone enfermo y me llaman para que yo las sustituya por unos días, pero son pocos pues la gente necesita dinero para sacar a su familia adelante, y procuran estar el tiempo menos posible, incluso sin recuperarse del todo vuelven a trabajar en seguida.
Aprovecho mi tiempo libre y por las noches voy a casa de Cristóbal .A sus clases va mucha gente del pueblo, sobretodo, niños que no pueden ir a la escuela y la han tenido que dejar a edades muy tempranas para ponerse a trabajar para ayudar a la economía familiar, estoy encantada de ir, aparte de aprender mucho conozco mucha gente, pues viene gente de todos los barrios humildes de Vilches. Es un señor con mucha sabiduría, sabe mucho de números y también mucha historia. A veces nos cuenta anécdotas de la guerra civil española, pero no la que explican los libros sino la verdadera historia de nuestra guerra, él la vivió en sus propias carnes y por sus ideas políticas estuvo tres años en la cárcel y no pudo ejercer más su profesión de maestro, siempre nos comenta que se iba a morir con una espinita clavada en el corazón. Los hijos de él, Francisco y Lázaro, cuando estaba en el cortijo me comentaban que siempre lo veían con un libro en las manos, y por las noches cuando terminaba las clases, a la luz de un candil, a su mujer
Juana, le leía novelas, su mujer, era analfabeta, el amor es así y a veces une a dos personas totalmente opuestas, ella era limpia como “los chorros del oro” Yo, tengo tantas ganas de aprender tantas cosas que no me importa sacrificar mi tiempo. Por las tardes, me voy a aprender a coser en casa de la modista de la Corredera, algunos de los modelos que hace para las señoras ricas del pueblo, me los hace probar a mí, dice que tengo un buen cuerpo que soy tirando a alta y delgada y que serviría para modelo. En eso he salido a mi padre, mi madre, orgullosa dice que soy como él.
Mi padre sigue en el sanatorio, no mejora de su enfermedad, pero tampoco va a peor, está estable dentro de su gravedad. Mi madre va a verlo a Jaén cuando puede, como mínimo va una vez a la semana, si puede se escapa algún día más.
Hoy mi madre y yo hemos ido a un entierro en las Cuevas, ha sido una señora, ha muerto de tifus, es otra de las enfermedades que arrasa en los barrios humildes de nuestro pueblo, que junto a la neumonía y la tuberculosis se está llevando a medio pueblo. El mal miserere es también otra enfermedad muy grave, la gente termina muriendo con mucho dolor, también han muerto ya varias personas de esa enfermedad.
Mis tíos han ido a ver a mi padre al sanatorio, se han despedido de él, la semana que viene ya marchan a Madrid.
Dice mi madre que mi padre, cuando se ha abrazado a su hermano, ha llorado, lo mismo que mi tío, son dos hermanos que la circunstancias de la vida los va a separar, y sabe Dios si será para siempre, Comenta mi madre, que mi padre se ha quedado muy triste y a pesar que mis tíos le han dado ánimos, él se ha quedado acorrucado en un lado de la sala y apenas ha comido, él se teme lo peor y dice que no lo va a ver más.
Hoy mi madre le ha costado apartarse de su lado, pero no la han dejado quedarse con él, las monjas que cuidan de los enfermos les han comentado que es normal este tipo de reacción, pero que se le pasará
Mis tíos ya están con todos los preparativos. Mi madre les ha llevado barras de jabón de las que hacemos aquí en Vilches, a ella casi no le quedaban y un jabón como ese no cree que lo encuentre en Madrid. Mi prima se le ve ilusionada, es una niña con ganas de aprender y la capital de España le dará esa oportunidad. Mis tíos están tristes no quieren dejar a su pueblo, pero el hambre y la miseria lo le dan otra alternativa.
Ha llegado el día que mis tíos marchen de Vilches. El tren sale por la noche, hemos ido a despedirles a la estación y de paso les hemos ayudado con todos los bultos que llevan, son muchos, la mayoría de ellos van dentro de sábanas atadas por los cuatro picos, mi tía ha conseguido también una maleta de rayas muy bonita, está rota y no cierra muy bien, pero mi tío le ha puesto unos cordeles alrededor para que no se abra, llevan un colchón de borra para que los pequeños puedan dormir más cómodos en el tren. Los asientos del tren son de madera y parece que son incomodos según los comentarios de la gente. La comida la llevan en fiambreras de aluminio, también llevan chorizos, morcillas etc. lo típico del pueblo, la gente es muy solidaría y le ha dado muchas cosas. Mis tíos le han dicho mi madre que le diga a la tienda de ultramarinos que lo que deben ya lo irán pagando del sueldo que ganen, lo mismo le ha dicho donde compran el pan, que es el horno de Fabiana. La deudas o las “trampas” como aquí las llamamos como casi nadie tiene un trabajo estable se va apuntando en una libreta y cuando se cobra se da lo que se puede o se liquida, depende de lo que se cobre o de lo que se deba.
En la estación nos hemos encontrado con gente que también marcha de nuestro pueblo, son familias enteras: de los Mesones, el Barrio, las Cuevas del Zahori y también hay un par más de nuestro barrio de las Cuevas. Conforme van entrando, se van abrazando y besando con los que allí se encuentran, todos se conocen por sus apodos, aquí en mi pueblo sin apodo no hay nadie, él apodo es para nosotros, como para el rey su corona. El apodo es la dinastía de cada familia y lo acompañará durante toda su vida.
Estoy sentada, junto a mi prima en un banco del interior de la estación, afuera hace mucho frío y saldremos cuando el jefe de estación anuncie la llegada del tren. Mis tíos, junto con mi madre y mis abuelos, están junto a las vías son demasiados bultos los que llevan y habrá que cargar muy deprisa. Los hermanos pequeños de mi prima junto con mis hermanos, corren de un lado para otro de la estación ajenos al dolor que en esos momentos siente mi prima y sus padres al abandonar su pueblo.
-Mi prima y yo, desde el banco donde estamos sentadas, observamos la cantidad de gente que hay en ella, conforme van entrando se van abrazando contentos de verse en la estación y con una cosa en común; buscar nuevos horizontes lejos de su pueblo. Gente que abandona nuestro pueblo, vilcheños llenos de ilusión que deberán afrontar la vida en una ciudad inmensa con gente desconocida, y que la mayoría de las veces no lo conocerán ni en el barrio donde vivan. Su apodo allí ya no será un signo de identificación, allí será un desconocido más entre tanta gente, una persona anónima aunque con el estómago un poco más lleno.
El jefe de estación anuncia que en breve hará su presencia el tren en la estación. Mi prima y yo los levantamos del banco donde nos encontramos sentadas y salimos fuera. La gente está colocada en una fila al borde de la vía, tienen muchos bultos para cargar en el tren, no disponen de mucho tiempo y tienen que hacerlo muy deprisa.
Ya asoma la máquina del tren acompañada al mismo tiempo de su silbido inconfundible, un silbido que yo con solo oírlo mi cuerpo se estremecía.
El chirrido de la máquina al rozar con los raíles de la vía del tren, nos dice que el tren ha parado en la estación, hay que darse prisa en cargar todos los bultos y despedirse
Mi prima, se abraza a mí, hay poco tiempo para llorar y mucho para sufrir.
Empiezan a cargar los bultos, los hermanos de mi prima han sido los primeros en subir al tren junto con mi tía, una vez cargados todos los bultos, mi tío, Lorenzo, es el último de subir a él. La gente se abraza y llora dando ánimos a la gente que se va… es el tren de la esperanza… el tren de la ilusión.
Ya todos en el tren nosotros permanecemos junto a la vía, el jefe de la estación con su banderín en una mano y el silbato en otra, mira hacía un lado y a otro del tren para ver si todavía hay gente subiendo, de un momento a otro dará la salida del tren. Mi madre en aquel momento se acuerda que tiene que darle algo a mi tía, mi madre la llama por su nombre.
-¡Jesusa…Jesusa!
Mi tía no tarda en asomar su cabeza por la ventanilla.
-¡Aniceta! ¿Qué quieres?
-¡Toma cógelo!
Mi madre le hace entrega a través de la ventanilla de un escapulario de la Virgen del Castillo.
¡Gracias, Aniceta!, lo llevaré siempre conmigo.
-¡Que la Virgen del Castillo os proteja a todos!- Dijo mi madre.
No hay tiempo para nada más. Vuelve a oírse el silbido del tren, y el jefe de estación da la salida. El tren se pone en marcha, todo el mundo quiere asomar su cabeza por la ventanilla, quieren llevarse la última imagen de su pueblo, de sus raíces, de su gente.
Mis tíos y mi prima asomados por una de esas ventanillas nos dicen adiós.
¡Adios, dice mi madre! ¡Cuando lleguéis, escribir!
El tren, se aleja y poco a poco, y ayudado por el humo se van borrando la silueta de todos ellos. Ya no hay nada que hacer, no se puede retroceder en el tiempo y nosotros tenemos que volver… a nuestro barrio… a nuestra cueva, a nuestro día a día, a enfrentarnos con el hambre, con la suciedad, con las enfermedades, en una palabra… con la miseria, pero con una ilusión, permanecer aunque fuera a duras penas en nuestro pueblo, como dice mi padre “aquí nacimos y aquí moriremos”

Continuará…
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10-02-11 10:16 #7040525 -> 6265045
Por:Mery1953

RE: Mi relato:Los Marqueses del Piélago
Mis abuelos están tristes, un hijo se les ha ido muy lejos y el otro, mi padre, sigue luchando por su vida en el sanatorio de Jaén
Mi madre, me comenta que la última vez que ha ido a ver a mi padre lo ha visto muy desmejorado, aunque él no pierde la esperanza, porque dice que es lo último que se pierde. Mi madre está mentalizada para lo peor, aunque como siempre hasta que no llegue el momento no nos lo creeremos.
Hoy cuando bajaba con mi cántaro de coger agua de la fuente de la calle Pastores, me he encontrado con Don Faustino que estaba en mi cueva hablando con mi madre.
-¡Madre! ¿Qué pasa?- Pregunté yo
-Isabel hija, tu padre está muy mal, Don Faustino me lo acaba de comunicar
-Sí, Isabel, como le he dicho a tu madre, tu padre se encuentra ya muy mal, su enfermedad estaba ya muy avanzada y no se puede hacer nada por él, le estaba comentando si queréis traerlo aquí a Vilches a que pase sus últimos horas aquí.
- No pude responder nada, solté el cántaro en el suelo y me abracé a mi madre llorando, sin poder articular palabra, no me creía que mi padre nos pudiera dejar tan pronto
-Llora, cariño, nada se puede hacer ya por él, tenemos que ser fuertes y pasar este mal trago que la vida nos hace que bebamos aunque sea muy amargo-Decía mi madre a la vez que me besaba y abrazaba.
-Don Faustino, no queremos que mi marido muera en el sanatorio, queremos traerlo aquí a su pueblo.
-No te preocupes Aniceta, yo me ocupo de lo que lo traigan a Vilches, tu puedes venir conmigo.
-Isabel, hija, acércate a la cueva de tus abuelos y coméntele lo de tu padre, yo me iré con Don Faustino.
Mi madre marchó con el médico, y yo me dirigí a la cueva de mis abuelos. Mis dos hermanas más mayores, Tere y Amparo, dos y cuatro años más pequeñas que yo, habían ido a llevarle la comida a mi abuelo, él se ocupaba del cuidado de un huerto de unos señores del pueblo, le pagaban un pequeño sueldo muy mísero, y lo compensaban dándole productos del huerto, ellas también ayudaban. Mi abuelo, se quejaba de que si hubiesen sido niños sería diferente y que hubiesen ayudado más a las faenas del campo, como siempre la sociedad machista de aquellos años se hacía sentir en cualquier eco de la sociedad. Mis hermanos más pequeños, junto con Tomasi y Paquito estaban en la escuela, iban a la escuela de los Mesones, el pequeño, con apenas dos años estaba con mi abuela.
Mi abuela, cuando me vio que llegaba llorando, ya intuía que algo pasaba
¡Abuela, abuela!¡ Mi padre se muere!
-¡Dios por qué te llevas a mi hijo! ¡Dime por qué!- Decía mi abuela cruzando sus manos
Mi hermano pequeño al oír los gritos de mi abuela empezó a llorar, lo cogí en mis brazos y lo acorruqué contra mí, aunque él no entendía lo que pasaba, se había asustado y no había forma de que parara de llorar.
Los vecinos al oír los gritos de mi abuela y el llanto de mi hermano pequeño se acercaron a casa de mi abuela, como siempre en pocos minutos la cueva se llenó de gente, como siempre y en aquellos años allí estaba su solidaridad.
Mi madre, junto a mi padre, llegaron al atardecer a Vilches, la puerta de mi cueva ya estaba llena de vecinos esperando la llegada de mi padre.
Mi padre, hizo su presencia en nuestra cueva con una palidez cadavérica, apenas lo reconocía, y me costaba creer que esa persona fuera mi padre, sus pómulos extremadamente pronunciados debido a su extremada delgadez, sus ojos hundidos y sus manos sumamente delgadas, anunciaban que se acercaba el fin.
Con mucho cuidado, y como siempre ayudado por los vecinos, lo llevamos hasta su cuarto, y allí, en su colchón lo acostamos Mi madre le quiso poner las sábanas que ella había bordado para su noche de bodas. Mi padre miraba a un lado y a otro, pero sin poder articular palabra. Se quedó adormilado durante casi toda la noche, su agonía era larga, no quería irse, y estuvo luchando hasta su última hora. Unas horas después, cuando despuntaba el día, abrió sus ojos, y llamo a mi madre…
-Ani…ce…ta,
-¿Qué quieres Paulino? Contestó mi madre con lágrimas en los ojos y acercándose a él para poder entender lo que decía, su voz era débil y apenas se oía.
-Qui…si…era ver el Gu…ada…len por úl…ti…ma vez.
Mi madre no se lo pensó dos veces, salió al portal y con una entereza propia de ella, comento a los vecinos si alguien tenía una mecedora en su casa.
Joaquina, la vecina, se encontraba allí en aquellos momentos, le comentó a mi madre que ella tenía una. Marchó a su cueva y al poco rato con la ayuda de dos vecinos, le trajeron la mecedora para mi padre. Con sumo cuidado abrigamos a mi padre y lo pusimos en la mecedora, entre varios vecinos lo sacaron a la calle, pusimos varias almohadas detrás de su cabeza para que esta permaneciera más alta y así de esta forma contemplar mejor el Guadalen. El sol ya despuntaba y el cielo se teñía de rojo, sus primeros rayos ya se reflejaban en las aguas del pantano.
Mi madre y yo, permanecíamos a su lado, y cogíamos cada una, una de sus manos, y contemplando la belleza del Guadalén unos minutos, cerró sus ojos para siempre. Mi madre y yo nos abrazamos a él, mi madre, repetía constantemente su nombre, era inútil, él ya se había ido, solo permanecía con nosotros su cuerpo, su alma había volado, y en esos momentos, buscaba nuevos horizontes en tierras lejanas, un lugar donde descansar, donde la enfermedad y la miseria no está presente, donde no hay dolor, donde todo el mundo es feliz, donde no hay clases sociales, donde todo el mundo es igual ante los ojos de Dios…ese lugar es sin duda, ¡es la eternidad!
Mi tío, Lorenzo, que solo hace unos días que marchó a Madrid, ha tenido que regresar a su pueblo, no ha sido de la forma que él hubiese querido, pero ha querido despedirse de su hermano, mi tía no ha podido venir al entierro, las condiciones económicas que atraviesan en estos momentos le ha impedido venir, allí, en la capital de España está todo muy caro y según comenta mi tío, te cobran hasta por el aire que respiras
Todos los vecinos junto con nosotros estuvieron velando a mi padre toda la noche, él, como siempre, yacía en su colchón de borra. Mi madre, quiso que lo amortajaran las vecinas con el traje que llevó cuando se casó con ella.
Mi madre me comentaba que parecía que se iba a casar con él otra vez.
Los vecinos hacían café de chicoria y traían algo de comida para todos los allí presentes la noche iba a ser larga. Lázaro, Francisco, junto con Dolores y Petra también se encontraban allí, las hermanas de Lázaro y Francisco, Gregoria, Magdalena y Petra, también quisieron acompañarnos en ese día de tanto dolor. Mis abuelos, destrozados permanecían a su lado sin apenas moverse. Mi abuelo con la cabeza agachada sufría en silencio… ni una lágrima… ni una queja, mi abuela, exteriorizaba más sus sentimientos, y decía una y otra vez que era ella la que tenía haber muerto.
El ataúd donde el cuerpo de mi padre iba a permanecer y reposar su cuerpo para siempre, hizo su entrada por la puerta de la cueva, era la hora de dejar su cueva, su barrio y su gente. Los gritos de dolor se oían con más fuerza, incluidos los de mi madre y los míos. Mi abuela cayó desvanecida al suelo, y entre varios vecinos la sacaron a la calle, era demasiado dolor para un corazón dolorido y envejecido.
Mi madre y yo contemplábamos como introducían a mi padre entre varios vecinos en el ataúd. Mi madre y yo le dimos el último beso de despedida.
-¡Adiós, amor mío! ¡Nunca te olvidaré!- Decía mi madre agarrada fuertemente a él. Entre varios vecinos la separaron del cuerpo de mi padre y que mi madre se negaba a dejarlo. Yo, me acerqué a él, y le di mi último beso, mi abuela, ya recuperada de su shock emocional hizo lo mismo acariciándole su cara como si de su bebé se tratara, mi abuelo, también le besó, y fue en el único momento que le vi asomar una lágrima en sus ojos.
Los vecinos taparon el ataúd de mi padre, antes de cerrar la tapa del ataúd cubrieron la cara de mi padre con un pañuelo.
En su ataúd pusieron dos coronas de flores, una que pagaron entre todos los vecinos, y otra, donde se leía el nombre del señor alcalde y de los señores Marqueses del Piélago. El señor alcalde estaría esperando el ataúd en la iglesia, los señores marqueses no teníamos constancia de que fueran asistir.
Teníamos que llevarlo ya a la iglesia para el sepelio y el sermón del señor cura. Entre cuatro vecino llevaban a hombros el ataúd, dos de ellos eran Lázaro y Francisco.
Al salir a la puerta, se pararon unos minutos delante de la cueva para que mi padre la viera por última vez, después hicieron lo mismo para que pudiera contemplar el Guadalén.
Mis abuelos, mi tío, mi madre y yo, completamente de negro íbamos detrás del ataúd, nosotras, completaba nuestro luto un pañuelo negro cubriendo nuestra cabeza que después atábamos a la altura de la barbilla.
Durante el trayecto para llevar a mi padre a la iglesia, las campanas redoblaban, una y otra vez “ya repican las campanas, ya repican ¿Por quién será? …es Paulino que se ha muerto y lo llevan a enterrar”
La gente al oír el redoble de las campanas, se asomaban a sus puertas y se incorporaban a la comitiva del entierro.
Subimos la calle Pastores y atravesamos la Corredera, hasta llegar a la Plaza mayor, todo el pueblo estaba allí, es como si se hubiese muerto algún personaje conocido del mundo de la política o del mundo de la farándula. Mi pueblo era así, todas las personas allí somos famosas aunque no pertenezcamos al mundo de la política o de la farándula
Antes de entrar a la iglesia, un coche se detuvo en la plaza, giré la cabeza de donde procedía el ruido del motor, era un mercedes negro, y de él salieron tres personas, eran los señores Marqueses del Piélago y a estos lo acompañaba el señorito Rafael.
El señor marqués iba apoyado en su hijo y la señora marquesa, aunque mi corazón no latía esta vez con la misma fuerza que lo hacía otras veces al verlo, quizás por el dolor inmenso que en esos momentos padecía, me sorprendí al verlos allí a los tres, y en mis ojos volvieron asomar las lágrimas de tristeza por el difícil momento que estaba atravesando.
Los vecinos que llevaban el ataúd de mi padre, se detuvieron delante de la iglesia antes de entrar a ella. El sacerdote al asistir las autoridades del pueblo salió afuera a recibir a mi padre. Los tres se acercaron dónde nos encontrábamos. El señor marqués con mucha dificultad se acercó a mi madre dándole un beso en la mejilla, seguidamente, hizo lo mismo conmigo y con mi abuela, a mi tío y mi abuelo, les dio la mano, el señorito Rafael hizo lo mismo, la señora marquesa fue la última en darnos las condolencias, pero la suya no fue un beso sino, estrechando su mano con la nuestra, una mano fría como el hielo, que parecía que el cadáver era ella en vez de mi padre.
Hicimos nuestra entrada en la iglesia, allí nos esperaba el señor al alcalde y algunas de las autoridades que nos dieron sus condolencias. En aquellos años, los hombres no acostumbraban a entrar en la iglesia, y se quedaban en la plaza, las autoridades y el señor marqués con el señorito Rafael quisieron hacer una exepción con mi padre.
A mi padre, se le dejó delante del altar, después los hombres que le habían llevado hasta el, salieron de la iglesia, para volver de nuevo cuando la misa terminara.
Nosotros ocupamos el primer banco, los señores marqueses acompañados de su hijo hicieron lo mismo, junto con el señor alcalde, pero ocupando el segundo banco.
El señor cura empezó su sermón “Hermanos, estamos aquí reunidos para despedir a nuestro hermano Paulino, hijo de Dios y hermano de todos nosotros. Un fiel servidor de Dios y un hombre bueno que trabajó la tierra donde ahora volverá para descansar en paz. Un siervo de Dios, donde sus acciones en la tierra serán juzgadas por él. Allí, frente a Dios todos somos iguales, no se le juzgará por el rango de su clase social en la tierra, sino por su clase espiritual, donde la fe a Dios y sus buenas acciones en la tierra serán mucho más valoradas por el Tribunal Supremo cuando su alma llegue junto a él. Su alma descansará junto a todas las otras, que habiendo abrazado la fe de Cristo, no volverán a sufrir nunca más, y donde permanecerán al lado del todo Poderoso, y junto a él su alma descansará eternamente para vivir la felicidad eterna. Señor, recibe a tu siervo Paulino, allí en tu reino. Amén”
Una vez acabado el sermón, y después de bendecir, el señor cura, roció con el hisopo de agua bendita el ataúd de mi padre, el incensario, también iba de un lado para otro echando incienso para purificar el alma de mi padre y las almas de todos los allí presentes. Se dirigió al sagrario y sacó el cáliz y se dispuso a dar la comunión.
La iglesia se había llenado de gente, y mucha de ella no pudo entrar y tuvo que esperarse en la plaza, fue un entierro multidinario.
De nuevo volvieron a entrar para coger en hombros el ataúd de mi padre. Una de las personas que llevaba el féretro de mi padre se encontró indispuesto, en esos momentos el señorito Rafael se acercó, a Lázaro y Francisco, ofreciéndose para llevar el ataúd de mi padre el resto de recorrido.
Los señores marqueses se quedaron en la plaza y no vinieron al cementerio, el señor marqués, delicado aun de salud, prefirió no ir, así como la señora marquesa.
Salimos de la iglesia, y tomamos la calle san Marcos para dirigirnos al cementerio. Tampoco era costumbre en aquellos años que las mujeres acompañaran al difunto al cementerio, normalmente se quedaban en la iglesia o después de la misa volvían a sus casas. Nosotras, de nuevo no seguiríamos las costumbres. Mi abuela, mi madre y yo, acompañamos a mi padre hasta su última morada, no quisimos dejarlo solo. La gente después hablaría de nosotras pero en aquel momento poco nos importaba, no quisimos dejar a mi padre en la soledad, tiempo tendría de sentirla hasta en los huesos. Una vez allí, y delante de la tumba donde reposarían los restos de mi padre, dejaron el ataúd en el suelo, pusieron unas cuerdas a ambos lados y con mucho cuidado lo bajaron hasta las profundidades de la tierra. De nuevo los gritos de dolor se oyeron, mi madre y mi abuela, llamaban a mi padre con desesperación. Mis ojos se llenaron de lágrimas y de un momento a otro me iba a desvanecer, sentí como unas manos sujetaban mis hombros, al mismo tiempo que me decían ¡ánimo, Isabel, tienes que demostrar que eres una mujer fuerte! Me giré y detrás de mí, allí estaba él, eché a llorar desconsoladamente él, me refugió en sus brazos, tanto como deseaba ese momento, y apenas sentí el roce de su cuerpo con el mío, era tanto mi dolor, que la pena que sentía en ese momento, solo de saber que perdía a mi padre para siempre que no me dejaba sentir otro sentimiento que no fuera la tristeza.
Llegó el momento de tirar encima del ataúd de mi padre un poco de tierra. Mi madre, mi tío y mi abuelos, se agacharon, y cogieron un puñado de tierra y lo echaron encima, a mí, me faltaban las fuerzas, de nuevo noté como él cogía mi mano para llevarla hasta el suelo, y con la ayuda de la suya, cogí un puñado de tierra para echarlo encima del ataúd de mi padre, él, seguidamente hizo lo mismo. Una vez la tumba se llenó de tierra, que el enterrador iba echando con la ayuda de una pala, la cubrieron con una lápida de mármol, blanca muy fina, donde solo se podía leer el nombre y los apellidos de mi padre. Como siempre los señores marqueses habían contribuido en el pago de la lápida. La gente conforme nos iba dándonos el pésame, se iba marchando, querían dejarnos un rato en la intimidad con mi padre, el señorito Rafael, también quiso dejarnos un poco de intimidad en este trance tan amargo que nos había dado la vida. Mi madre depositó un ramo de flores y dos mariposas con aceite encendidas, no quería, que al menos por esa noche, mi padre, no estuviese del todo en la penumbra. Nos despedimos de él y nos pusimos en camino para de nuevo volver a nuestra cueva.
Al salir del cementerio, en la puerta nos estaba esperando el señorito Rafael, yo pensé que se había marchado, pero de nuevo su bondad estaba allí presente dándonos apoyo en tan difícil momento. Mis abuelos iban apoyados en el brazo de mi tío, mi madre iba apoyada en mi brazo aunque a mí también me faltaban las fuerzas. Nuestro andar desorganizado y nuestra mirada perdida en el infinito, hizo que se acercara hasta nosotros, ofreciéndolos sus brazos para que las dos nos cogiéramos a él. Así hicimos el recorrido hasta llegar a la plaza, donde los señores marqueses esperaban a su hijo.
-Rafael, tenemos que irnos, tu padre se encuentra indispuesto.
-¿Dónde está papá, mamá?-Dijo el señorito
-Está ahí en el Buen Gusto, pero dice que no se encuentra muy bien
Entró hacía adentro y a los pocos minutos salió.
-Señora Aniceta, Isabel, tengo que dejarles, he de acompañar a mi padre al cortijo.
-No se preocupe señorito, ya ha hecho usted bastante por nosotros, ¿pero es algo grave lo que le pasa a su padre?- Dijo mi madre
- No señora Aniceta, no es nada grave, está todavía muy débil y lleva muchas horas aquí y se encuentra muy cansado.
-Vaya acompañarlo, señorito y que Dios les tenga guardada la gloría a todos ustedes.
La señora marquesa se introdujo dentro del coche, mientras el señor marqués, junto con el señorito Rafael, se acercaban lentamente hacía donde estábamos nosotras.
-Mi padre, se quiere despedir de ustedes
El señor marqués, después de despedirse de todos nosotros, se dirigió a mí
-Isabel, te echo mucho de menos, es una pena que hayas querido irte del cortijo, ya sé que tenías mucha añoranza, de tu familia y de Vilches, y como dice la señora, contra la nostalgia, no se puede luchar, y ella también lo siente mucho.
Estuve unos segundos que no sabía que decir, no me podía creer que la señora hubiese dicho que yo me había ido del cortijo por mi propia voluntad, aunque de ella podía esperar cualquier cosa. Al final pude responder.
-…señor, pero yo no me he ido por mi propia voluntad, fue la señora la que me dijo que me fuera.
-¡¿Mi madre fue la que te dijo que te fueras?!-Contestó el señorito todo sorprendido.
-Sí, señorito, fue la señora, yo nunca he querido irme del cortijo, yo me encontraba muy bien allí, además, era un jornal que en casa necesitamos mucho.
-Isabel, perdona que no te haya comentado nada sobre todo esto, pero yo pensaba que tú habías tomado esta decisión, además Petra y Dolores me comentaron lo mismo que fue decisión tuya-Dijo el señorito
-No, señorito yo nunca he querido marcharme, es la señora que no me quiere allí.
-¿Pero por qué? ¿Cuál es el motivo?-Dijo el señor marqués
-No lo sé, señor, quizás no hago las cosas como ella quiere, además cuando entré me dijo que me tendría unos días de prueba, me dijo que era demasiado joven para tanto trabajo como hay en el cortijo, creo que he estado demasiado tiempo, igual le daba pena decirme que me fuera
No quise contarles la verdad, no quería preocuparlos y ponerlos en contra de la señora, sé que el señor marqués me apreciaba mucho, pero no era motivo para contarle toda le verdad a los dos.
La señora marquesa, en el otro extremo de la plaza, junto a la iglesia, dentro del coche y con las ventanillas cerradas por el intenso frio, permanecía ajena a todo esto.
-Hablaremos con mi madre- Dijo el señorito
-¡Por favor señorito, le pido por Dios que no le diga nada de esto a la señora! ¡No me lo perdonaría nunca!
-¡Pero tienes que volver, Isabel! Hace falta otra persona, Dolores y Petra no pueden con todo el trabajo, desde que tú te fuiste han venido dos personas más y no han querido continuar.
-No me importaría volver otra vez al cortijo señorito, pero no creo que la señora me quiera allí.
-No te preocupes, Isabel, cuando lleguemos al cortijo, hablaremos con la señora, pero no comentaremos nada de lo que tú no has dicho-Dijo el señor marqués
-¡Gracias, señor! ¡Muchas gracias!-Contesté con lágrimas en los ojos, y viendo que se encendía en mi vida una luz de esperanza.
Ya los dos metidos dentro del coche conducido por el señorito Rafael, giraron, para tomar la dirección de la calle Las Peñas, y así de nuevo lo vi desaparecer, pero con una pequeña esperanza de volver pronto a su lado
Al llegar a nuestra cueva, de nuevo la gente de mi barrio ocupaba la puerta de ella, no quisieron dejarnos solos. La pérdida de un ser querido era muy difícil de reparar y más cuando se trataba de la muerte del patriarca de la familia y aun siendo muy joven todavía, era una pérdida que tardaríamos en asimilar, porque olvidar nunca lo olvidaríamos, siempre lo llevaríamos dentro de nuestro corazón por muchos años que pasaran.
Los vecinos estuvieron el resto del día acompañándonos, iban y venían, jamás no dejaron solos en esos momentos tan difíciles para todos nosotros
Mis hermanos permanecían en casa de una vecina, y dijeron que esa noche se quedarían con ellos, al otro día volverían a casa y a nosotros nos tocaría contarles la verdadera verdad, el eterno viaje de mi padre hacía el infinito
Mi tío aquel mismo día se marchó para Madrid, de nuevo mi abuela lloraba desconsoladamente. Mis abuelos quisieron quedarse con nosotros esa noche, no les importaba acostarse en el mismo colchón dónde sus hijo, unas horas antes había estado agonizando. Mi madre y yo de nuevo dormiríamos juntas en el suelo del portal con nuestra ya querida manta
A la mañana siguiente y con el canto del gallo, nos enfrentamos a la cruda realidad, esa realidad en la cual durante la noche nos había parecido un sueño del cual queríamos despertar
Mi madre a duras penas, y con mi ayuda preparamos el desayuno para mis abuelos y nosotras, apenas probamos bocado, era imposible, un nudo en la garganta nos impedía el paso de cualquier alimento hacía nuestro estómago, que ya hacía horas que permanecía sin comida alguna. De nuevo las lágrimas de mi abuela y sus lamentaciones por la pérdida de su hijo, hicieron que mi madre y yo volviéramos a llorar, lágrimas de dolor, de desesperación de impotencia y de recordarnos que la vida se te va en cualquier momento sin que tú puedas evitarlo, solo Dios sabe cuándo te va a llamar a su lado, y para ese momento, que nadie sabe cuándo va a llegar, se ha de estar preparado, purificar nuestra alma es una de las cosas más importantes en nuestra vida, lo material es lo que menos importancia tiene La clase obrera tenemos ganado el cielo, solo tenemos que abrazar la fe de Cristo, acudir a misa los domingos para la purificación de nuestra alma, y cumplir los diez mandamientos, es lo que repite el señor cura, domingo, tras domingo y recalcando una y otra vez para que no caigamos en el pecado.
A media mañana llegaron a la cueva todos mis hermanos. La mayores, Tere y Amparo ya sabían la verdadera verdad, ellas ya eran mayores y comprendían las cosas, nada más llegar se abrazaron a nosotras, llorando desconsoladamente, a Paquito y Tomasi, mi madre, se los explicó, unas lágrimas de tristeza recorrían sus pequeñas mejillas hasta llegar a su boca comprobando que el sabor de sus lágrimas, hoy eran más amargas que otras veces, Pablito, no entendía nada, mi madre, le dijo que mi padre se había ido a fuera a trabajar y que tardaría en volver, los otros dos más pequeños, no hubo que explicarles nada, eran demasiado pequeños para entenderlo
De nuevo otra mala noticia enturbia nuestra vida, mi madre, desde hoy mismo, mi madre, se ha quedado sin trabajo, la señora le había dicho unos días antes que tendría que prescindir de sus servicios, no puede pagarle, ha sido un año malo para la aceituna y eso se ha notado en la mayoría de los latifundios de los señoritos andaluces Tenían tres personas para el servicio de la casa y solo se quedarían con dos, mi madre, que había sido la última en entrar era la que debía de salir. La señora, no le cerró la puerta del todo, le dijo que si se veía muy apurada la llamaría, sobretodo, cuando hiciera limpieza general, era una casa de tres plantas, y como mínimo se necesitaban dos personas para su limpieza, la otra sirvienta, era la cocinera y la que cosía y arreglaba la ropa de la familia. Una desgracia más en nuestra familia, y sin tener esperanza de encontrar otro trabajo. Todo en nuestra vida eran desgracias, lo único positivo que sacábamos a todo esto, es la fuerza física y mental con la que mi madre nos había criado , y así crecimos todos, con esa fuerza que nos inculcó mi madre desde pequeños, mirando siempre al futuro, sin mirar atrás, sin que los malos momentos dejaran huella en nuestras vidas, y recordando siempre los momentos de felicidad vividos en nuestra pequeña cueva de la calle Pastores, una pequeña cueva llena de felicidad, y que a veces se enturbiaba con escenas de aquellos años, como consecuencia del hambre y la miseria
Hoy han venido Lázaro y Francisco a mi cueva.
-Isabel, venimos a darte una buena noticia, la señora marquesa quiere que vuelvas al cortijo-Dijo Lázaro
No me lo podía creer, seguro que el señorito Rafael y el señor marqués, tenían que ver en todo esto. Mi madre y yo, de la emoción nos abrazamos
-Ves, hija, la esperanza es lo último que se pierde y cuando una puerta se cierra hay siete que se abren
-¿Y cuándo quiere que empiece a trabajar otra vez?-Pregunté yo con cierta alegría dentro de mi tristeza
Puedes venirte con nosotros hoy mismo, ella no está en el cortijo, está en Madrid, ha ido para el control de su enfermedad, el señorito Rafael también está en la capital con sus estudios, el señor marqués, te está esperando
De nuevo me vi preparando mi macuto para irme al cortijo con Lázaro y Francisco. Me abracé a mi madre y a mis abuelos que se encontraban allí
-Madre, no llore, seguro que padre está contento de que yo vuelva al cortijo
-Seguro que sí, hija, él se fue con esa duda, sin saber exactamente qué es lo que te había pasado-Dijo mi madre secándose las lágrimas
Besé a mi hermano pequeño que se encontraba en los brazos de mi madre y salimos a fuera
Cogimos la calle Pastores arriba, hasta llegar a la plaza, dónde allí se encontraba el carro que me llevaría de nuevo al cortijo. De nuevo, ya subida en el carro, eché una mirada a mi querida plaza, esperando volver pronto a verla, el carro se puso en marcha, miré hacia el cielo y llevando una de mis manos a mi boca, tiré un beso a mi padre, segura de que su alegría sería inmensa de mi vuelta al cortijo.
Durante el trayecto, Lázaro y Francisco, me comentaban que la señora marquesa les había prohibido comentar lo de mi salida involuntaria del cortijo, les dijo que si llegaba a los oídos del señor y del señorito, su puesto de trabajo peligraba. Ellos así lo hicieron, la conocían bien y sabían que cumpliría su amenaza. A mí en el fondo sentía pena por ella, sé que a partir de todo aquello el carácter de ella cambió, pero deducía que algún día cambiaria y que sería le señora buena y bondadosa, como nos explicaba Petra que había sido siempre.
El viaje hacía el cortijo se hizo largo, había llovido y el camino estaba lleno de piedras y ramas que la lluvia había arrastrado de la montaña hacía él, en más de una ocasión, Lázaro y Francisco, tuvieron que detener el carro para limpiar el camino, por fin, pude divisar de nuevo la silueta del cortijo.
Entre la tristeza por la muerte de mi padre y la alegría de volver al cortijo, de nuevo la vida me daba una nueva esperanza a mí y a mi familia.
¿Qué me depararía de nuevo la vida con mi vuelta al cortijo?


Continuará…
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