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Santisteban del Puerto - Jaen

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28-04-10 16:27 #5193876
Por:eljabaliverde

La novena provincia
Aquel bar de carretera no tenía nada de especial. El calor lo agobiaba, pero pensaba que si entraba con comida y bebida le echarían la bronca por no “consumir”, así que intentó localizar una mesa de la terraza a las seis de la tarde de un soporífero veinticinco de junio. Las mesas con sombrillas estaban ocupadas, tendría que comer en una de las esquinas, al solano. Sacó el pañuelo por tercera vez en cinco minutos. Y qué, iba a Madrid. Su madre le había preparado un gran bocadillo de pan integral relleno de pechuga de pollo rebozada, con pimientos de la huerta y un par de huevos. Tras los primeros bocados a la barra la garganta le pidió Pepsi. Rebuscó en la mochila y en el fondo encontró una mini-neverita con forma de cilindro. Cogió la lata de refresco, la abrió, le dio una vuelta de ciento ochenta grados a la anilla, y haciendo palanca con los pulgares la mandó unos cuantos metros hacia delante, describiendo una parábola que murió en la luna de un coche aparcado cerca, tan aerodinámico y de un amarillo tan reluciente y tan chillón que su propietario seguramente estaría dentro del bar, consumiendo, bajo oleadas de aire siberiano. Tras la acertada maniobra agarró la lata con la izquierda y dio buena cuenta de ella. “El primer trago siempre lo pillas con más ganas”, pensó. Siguió atacando implacable al bocadillo. La lata de Pepsi aguantaba peor los envites del calor, y al segundo trago ya se notaba la diferencia térmica. Siguió engullendo. Al tercer ataque a la lata la originaria mezcla de líquido y CO2 había tornado en zumo negro caliente. Acabó con el bocadillo, eructó en voz baja, y se limpió con una servilleta de papel los restos de yema de huevo, miguitas de pan y aceite de oliva que unían la barbilla con la zona periférica de su boca. Tenía ganas de mear y cercos de sudor alrededor de las axilas. Ya tardaban en salir. Miró el reloj con una mano, mientras que con la otra comprobaba si quedaba algo de líquido en la lata. La removió un par de veces, y tras no percibir movimiento alguno dentro la estrujó entre sus rollizos dedos y la dejó al borde de la mesa, de pie, doblada, condenada al ostracismo de las latas de bebida vacías que no eran sacrílegamente convertidas en endeble lapicero, o cutre cenicero.
Seguía haciendo un sol de mil demonios. Burlando descaradamente a la vista, tras vencer la diminuta energía de activación de la reacción de oxidación del aluminio, los átomos de la capa más superficial del truncado cilindro comenzaron su particular orgía con el caliente oxígeno del aire, muy excitado por las temperaturas. Uno, otro, otro, todos iban reaccionando. Pero eran miles de billones unidos en la amalgama de núcleos y electrones consecuente del enlace metálico, por lo que todavía había esperanza para el reciclaje, si algún alma piadosa se diera cuenta de que estaba ahí…
Pasó una hora, y aún nadie había reparado en ella, cuando una fuerte racha de viento la hizo caer. Descendió al ardiente tapiz de baldosas, dando unas cuantas vueltas sobre su costado. Cayó por un escalón, y quedó bocabajo, con el agujero de la parte de arriba besándose con el suelo. La ínfima cantidad de líquido que quedaba fue escurriéndose poco a poco por las paredes de lo que antes fue su hogar y ahora quería ser su tumba. Dio para un par de gotas que tímidamente escaparon al exterior. Al verse libre, el líquido incrementó la velocidad de su calentamiento, y parte de los extremos de sus cadenas de azúcares se volatilizaron, expandiéndose en el aire libre. Soplaba un ligero viento del este, y un pequeño pero continuo torrente de moléculas se vio arrastrado hacia el oeste, mezclándose con demás sustancias volátiles, y con las corrientes de aire provocadas por las bajas presiones del verano. Era la primera vez que aquellas moléculas no se veían unidas a las faraónicas cadenas de glúcidos que endulzaban la Pepsi, y se dejaron llevar. Abandonaron el bar de carretera que les dio la oportunidad de ver más mundo que un oscuro sistema digestivo, atravesaron la autovía, y llegaron a unas viñas cercanas. Descendían, se deslizaban entre las hojas de las cepas, se frotaban con los racimos de uvas, y se volvían a elevar. Si tuvieran un sistema hormonal propio, aquellas hubieran reventado de tanta adrenalina. Ya estaban en condiciones de formar una religión molecular, Moleculitas Puras Levitadoras. Siguieron con los vaivenes hasta que cientos de ellas chocaron con unos cuantos receptores aromáticos de las antenas de una joven y hambrienta mosca de la fruta que se reía de la gravedad en busca de alimento. Se paró en seco, a nueve metros del suelo. Era un aroma mucho más denso que el que desprendían las uvas de aquella viña que la vio nacer tres días atrás, junto con otras trescientas treinta y dos hermanas. No se lo pensó, y comenzó a volar contra el viento, en busca del nacimiento de la suculenta fuente de azúcares que le proporcionaría la plenitud sexual. Parecía que ninguna de sus hermanas y primas se había percatado, ya que volaba sola. Mejor, así no tendría que matar a ninguna de ellas. Pasó por encima del límite de la finca, cruzó la autovía, y llegó al bar. El olor se hacía cada vez más intenso. Estaba en un terreno desconocido para ella. El calor y la sensación de ingente inseguridad le hicieron volar con mucho más nervio, efectuando cambios de dirección y velocidad imposibles de realizar, sin dislocarse todas las articulaciones, por una masa viva mayor de cero setenta y cinco gramos. Se movía por las tres primeras dimensiones como si fuera su dueña y señora. Fallaba en la cuarta, pues no viviría muchos días más. Sus alitas se batían con una frecuencia agotadora para una mosca madura, pero no para una de su edad y su hambre. Localizó el negro líquido, lo sobrevoló un par de veces para asegurarse de que no había peligro, y a la tercera aterrizó en picado con gran habilidad, a unos cuantos centímetros del manjar. Recogió sus alas y se frotó un poco las dos últimas patas entre sí. Comenzó a acercarse andando, con mucha precaución. Todos sus sistemas de alerta estaban funcionando a la máxima potencia. Había mucho movimiento de cuerpos extraños, pero estaba en juego un delicioso y energético premio. A dos pasos de mosca del líquido, un pie gigante apareció desde el escalón de arriba, e hizo que se apartase como un cohete. Estuvo cerca. Hizo una pequeña espiral en el aire y aterrizó de nuevo, esta vez justo al lado de lo que quedaba de la Pepsi. Y empezó el dulce festín, mientras sus mil ojos escrutaban todos los movimientos ajenos en un metro y medio a la redonda. Tuvo suerte, y nada le molestó. La concentración de glucosa del líquido que estaba succionando superaba con creces la de las uvas más sabrosas que había probado en su vida. Ya nunca saldría de los alrededores de aquel bar para otra cosa que no fuera quedarse preñada. No pudo acabar con todo; lo dejaría para luego. Repitió la operación de las patas traseras y despegó. No volaba con el nervio de un par de minutos atrás. Su pequeñito cerebro detectaba y archivaba olores, para futuros banquetes. Le gustaba lo que olía. Siguió volando. Comenzó a familiarizarse con el lugar, tenía un poco menos de miedo. Se dio cuenta que había unos muy tentadores olores que sólo percibía a intervalos. Los rastreó buscando su origen y se dio de bruces con un muro duro e invisible. Cayó al suelo, un poco aturdida. Se recompuso y lo intentó otra vez. Coincidió con que una mujer mayor abría la puerta de cristal, y coló entre sus piernas. El bar estaba lleno de cuerpos extraños que no dejaban de moverse. Miles de olores colapsaban los receptores de sus antenas, pero había uno que predominaba. Un olor que no había percibido antes y que ahora le llegaba directamente al cerebro. La vista se le comenzó a nublar, y las alas no respondían ante sus órdenes. Quería batirlas, pero todo lo vigoroso de su juventud se había esfumado, como por arte de magia. Le abandonaron las fuerzas. La mosca de la fruta acababa de descubrir el flis. No le dio tiempo a perder la conciencia en el suelo, y la perdió en el aire, cayendo, muerta, en el último trago del café de un hombre de unos treinta y muchos que discutía por teléfono con su mujer mientras observaba detenidamente, tras el negro cristal de sus Valentino, la zona pectoral de una de las camareras. Y siguió discutiendo por el aparato y mirando fijamente a la susodicha zona del cuerpo de la pelirroja camarera mientras remataba lo que quedaba de su doble café solo con sacarina, mosca de la fruta muerta por envenenamiento incluida. Tenía muchas cosas en la cabeza, pero lo último que pensaría en aquellos momentos Eduardo María de Villacampa Estuardo de la Torre y Villegas, joven Conde de Ponferrada, Archiduque de Lugo y de Salamanca, Duque de Ahumada, cuatro veces Grande de España, era que se había convertido en un cementerio de moscas. Colgó el teléfono, lo metió en uno de los bolsillos de atrás de sus Caramelo, y soltó con cierto desdén un billete de cincuenta euros encima de la barra. Se despidió de la camarera, sin ser correspondido, y salió afuera. El sol no era tan riguroso como cuando entró. Observó el horizonte. Aquel sitio tenía buenas vistas. Se sentó en una mesa de la esquina, frente a su Maserati MC12. Hurgó en el bolsillo de su fina camisa de exquisito diseño italiano, y de un paquete de tabaco medio vacío sacó la mitad de un cigarro de la risa que le quedó de la noche pasada. Se cruzó de piernas y lo encendió, sin dejar de mirar las viñas que había al otro lado de la autovía, y sin darse cuenta de que el rojo mechero con el que había prendido fuego al extremo del cigarrito hacía publicidad del último club en el que había estado, seis horas atrás, en un barrio de la periferia de Sevilla. Tras no haber dormido en las dos últimas noches no tenía ganas de pensar, pero la marca de cigarros era de calidad, y comenzó a darle vueltas a la cabeza. Ni podía ni quería imaginarse la que le esperaba al llegar a Madrid. Como poco, la separación de bienes. Tendría que ser bueno en la próxima batalla hogareña, no podía permitirse un fracaso, todavía había muchos intereses a corto y medio plazo no resueltos. No, no sería rentable su divorcio, para nada. No por el momento. En realidad podría estar limpiándose el culo y los mocos con billetes de cien euros durante mucho tiempo, a pesar de estar todo el rato con diarrea y terriblemente resfriado, pero sería una falta de respeto a la razón y una incongruencia moral hacia lo que él representaba no seguir aumentando exponencialmente con el tiempo las cifras del valor de su patrimonio, y con ellas, su ego. Cada mañana, tras aplicarse por toda la cara la crema revitalizante con extracto de aloe vera y antioxidantes naturales, mientras vertía la gomina ultra fuerte y ultra delicada importada a domicilio desde Londres sobre su castigado pelo, pensaba que era un gran tiburón blanco. Siendo niño, su padre le decía que se viese como un lince. Pero a él le gustaba más el tiburón. “Si cuando muerdes quieres hacer daño de verdad, mejor con los dientes del tiburón”, se decía a sí mismo en la inocencia de su infancia. En la frialdad de la madurez rubricó un subtítulo para su personal lema de la apología de la agresividad, bien desarrollado ya el germen del sadismo provocado por generaciones de violenta estrategia económica: “Además, siendo un gran tiburón blanco no necesitas esconderte como una rata por la noche, como hace el lince, puedes degollar y mutilar a plena luz del día con la misma efectividad”.
Pegó la última calada, y puso la colilla entre el dedo corazón y el pulgar, como su fuera una canica. Lo lanzó hacia delante, con fuerza, y describió otra parábola que detuvo esta vez la luna del coche de al lado del suyo. Se levantó de la silla y caminó hasta el recién estrenado deportivo. Estaba bastante orgulloso de su decisión de pintarlo de amarillo chillón. Le daba clase.




"Keep on rocking
in the free world..."
Puntos:
29-04-10 12:20 #5199774 -> 5193876
Por:remintong

RE: La novena provincia
Bavo,por ti muchacho o muchacha, me entusiasma ese estilo literario, no lo se calificar pues soy una persona bastante lega en la materia pero me gusta, y hace falta en este foro, cambios de tercio .
Saludos y feliz dia, Remintong
Puntos:
29-04-10 19:00 #5202472 -> 5193876
Por:cbc29

RE: La novena provincia
Buen relato, mi enhorabuena!
Puntos:

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