Mama put my guns in the ground, I can´t shoot them, anymore... Yo qué sé, los guionistas nos lo ponen cada vez más difícil. Y hablando de guionistas, en los bares del pueblo hay gran cantidad de ellos. Alguna vez Arnaldo lo ha sido también en alguna época. Son gente que bebe en soledad o en compañía, pero que si da la casualidad de que acabas a su lado y empiezan a hablarte, ya no paran, y da igual que tú hables o no, ellos hablan y hablan. A veces es un diálogo unilateral, otras veces son directamente un discurso. Los del discurso directo son los peores, o los mejores. Depende de la historia. El viernes pasado estaba Arnaldo con uno de los guionistas que mejores historias cuentan del pueblo. Le habló de su abuelo. Era la primera vez que lo hacía, y se preguntó que qué razón le conducía a ello. Su abuelo tenía catorce años en plena posguerra. Vivían en Zafra. Bueno, en la sierra, a 20 y pico kilómetros de Zafra. Sus padres trabajaban para los marqueses de no sé qué, que tenían, entre miles de millones de pesetas de patrimonio más, un cortijo enorme. Ellos estaban encima de la montaña, en una casita de piedra, para cuidar el ganado de la zona. Un buen día les comentó el capataz que, debido a la avanzada edad de su padre, los trasladarían al cortijo. La estancia era de dos piezas, un salón y una habitación para cinco personas, bueno, seis, porque su tío el loco acababa de ser despedido de un cortijo de al lado, porque era muy viejo y porque estaba loco y porque se meaba en las manos. Perdón por las interferencias, parece que la red wifi de hoy está un poco pirateada… Arnaldo ya se había hecho una ligera idea de la vida del abuelo del guionista. Éste bebía y seguía con su historia. Se estremeció al pensar que al mudarse a la nueva casa las dos piezas consistían en las antiguas casas de los cerdos, sin limpiar desde algún tiempo… La vida en el cortijo era muy tranquila, entendiendo muy tranquila por trabajar de sol a sol. El premio era la comida. Su tío el loco amaestraba pájaros, tenía uno negro que volaba hasta su hombro cuando la llamaba por su nombre. Los pájaros eran su locura. El padre de su abuelo era un gran cazador, es decir, un gran perro cazador. Cuando llegaba el hijo de la marquesa, y sólo llegaba para cazar, siempre lo llevaba para recoger las palomas abatidas en las competiciones con ministros y generales, o para cegar las torcaces y moverlas para señuelo en lo alto de los inmensos robles de aquellas serranías ibéricas. Un día su padre se cayó de uno de ellos, y se quedó cojo para siempre, por lo que su tío, el loco, pasó a ser el perro del señorito. Ahora parece que sí, que ya es definitiva nuestra señal, nos comentan desde la centralita. La policía local busca con afán y ahínco al culpable de la señal ilegal. Lo políticamente correcto es la historia de Arnaldo, y a ella nos remitimos… El caso es que ya el pobre Arnaldo estaba un poco borracho, de tanto y tanto escuchar. Aunque la historia del guionista le resultaba un poco familiar… Sobre todo cuando éste le dijo que el hijo de la marquesa era un gran hijo de mala madre, que llevó a los padres de su abuelo, junto con otros trabajadores más del cortijo a su salón, ante el embajador de algún país, para que escribieran su nombre en un papel, y así demostrarle la avanzada cultura que el régimen proporcionaba a toda la sociedad. También añadió a su discurso que siempre había gente que tenía que tener gente debajo, y viceversa. Pues bien, al no poder ir más de caza el padre se su abuelo, tuvo que ir su tío el loco. Y en un día de pésima caza, donde no abatió ni un solo palomo, le pegó un tiro, nada más que de rabia, al pájaro amaestrado de su tío, el loco. El final de la historia os lo dejo para vosotros. Como algunos os habréis dado cuenta, el guionista del bar era un muy mal guionista. Sólo era un tío que había bebido demasiado y se pensaba que Arnaldo no había visto LOS SANTOS INOCENTES. Claro, quién no ha visto a la Milana, o a Alfredo Landa, o a Paco Rabal, puede que en sus tres mejores papeles de siempre (El de la Milana fue el primero, y el último). No obstante, aquel año fueron ganadores ex aequo en el Festival de Cine de Cannes, a mi corto entender un ejemplo de premios a la calidad. El final de la película es para verlo. Para enmarcarlo. Si alguien quiere ver de verdad cómo era la vida de una gran parte de la población de nuestro país en un gran periodo de tiempo de nuestra historia, que se descargue esta película. Así se lo hizo saber Arnaldo a su amigo. Que eso era la película LOS SANTOS INOCENTES, que no se la iba a dar. Entonces el guionista mágico bebió su último trago de cerveza, y se elevó un metro en el aire. Y desapareció, con un pequeño destello.
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