Santisteban del Puerto - Jaen

Todos sabemos lo duro que es este trabajo, y lo que pagan…

Imagina que eres un tío y un día vas por la calle Sagasta a pagar la nómina del Unicaja, y al salir conoces a una vieja decrépita y millonaria que te jura que si te casas con ella te deja toda su fortuna. Pero has de estar con ella las 24 horas del día. Tú, obviamente, accedes. Ella vive en Madrid, y le encanta la ópera. Imagina que ya llevas doce años (ciento cinco mil ciento veinte horas) con ella y a sus 98 aún no la palma. Es más, está hecha una chavala. Como todos los viernes, tú vas a la ópera con ella. Esa noche un Alfredo Kraus resucitado os espera. Tus nervios ya están deshechos, sólo oír la palabra “ópera” hace que vomites. Pues bien, ella paga las entradas, como siempre, y os sentáis en vuestras butacas, como siempre. Todo está listo para otra noche de gloria, tu esposa te da un beso con lengua y te mete mano disimuladamente, y tú vuelves a rezar por que le llegue ya la hora de una vez. Se abre el telón, y la voz atronadora del rejuvenecido tenor comienza a taladrarte el oído, y el alma. Pero de repente ocurre el milagro: cae un rayo que devuelve a Kraus al sitio donde jamás hubo de haber salido, y del techo baja una enorme pantalla de cine. Se apagan las luces. La gente está extrañamente expectante. El proyector comienza a hacer su trabajo, y contemplas unas letras en la pantalla. EL ÁNGEL EXTERMINADOR. Tú te recuestas en el sillón contento, porque sabes lo que vas a ver.

Esta película la rodó Luis Buñuel en su época mejicana. Hay que subrayar que este hombre es el genio indiscutible del cine surrealista español. Con eso os lo digo to. Además tenía una especie de fijación con la burguesía, no tengo ni idea si porque él vivió en ella y quería renegar o si era porque simplemente le gustaba meterles caña. El caso es que en esa película se ensañó bien con ellos. Un grupo de ricos que son muy muy amigos van a la ópera, creo, y al salir acaban todos en la casa de uno de los matrimonios. Hasta ahí todo perfecto, como perfecto es su mundo de hipocresía y de correctas formas. Todos ríen y cantan al son del piano. Todos son muy felices, todos se quieren mucho. La velada es entrañable, pero tiene un final, en el que todos se despiden y se dan muchos besos, porque son así de corteses. Cuando el primer matrimonio va a abrir la puerta se dan cuenta, extrañados, de que no pueden salir. Lo intentan otros y tampoco. Es muy raro, ¡nadie puede salir de la habitación! Recordemos que es cine surrealista. Por alguna demoníaca razón todos están encerrados en el salón. Y ahí empieza la historia. Imaginad a quince ricos y ricas encerrados en una habitación de la que incomprensiblemente no pueden salir. Contar más es reventar la película, sólo decir que tiene un final digno de los más grandes.
Una película para ver, un documento social, un inquietante viaje por la conciencia, una joya del séptimo arte.

Tú sabes todo esto, y te enciendes un cigarro sabiendo que te espera un rato de muy buen cine. Piensas, lo siento Alfredo Kraus, pero alguna vez los dioses tenían que estar de mi lado. En la primera escena de la película cae otro rayo en la ópera. Le ha tocado a tu querida esposa. Doce años por 5´3 millones de euros y EL ÁNGEL EXTERMINADOR. La espera ha merecido la pena.


“Los bares, oh baby los bares,
cuando entras, nunca sabes
cuándo sales”

Para todo en la vida hay que tener estómago...Pero, leche, hay que tener pocos escrúpulos.
Poderoso caballero es D.Dinero, pero siendo pobre sabes que nadie te ha de querer por tu riqueza....

Y de nuevo regresamos a todos ustedes, ahora que parece que han dejado de embargar propiedades a nuestro mecenas, saldrán a la luz sugerencias por doquier, o a cascoporro. La media dice que el 50% de nuestra vida son nuestras circunstancias. El otro 50 es del yo. Eso es muy variable. El otro día estaba leyendo el reverso de una bolsa de pipas en uno de los bancos del jardín, el que está justo debajo del árbol más frondoso. Resulta que había pipas de cinco sabores. Oí el ruido de un mechero y a mi izquierda apareció mi extraño compadre El Mellao. Nadie sabe dónde vive El Mellao, porque siempre está en la calle. Y tiene una rara cualidad, es capaz de memorizar textos y textos enormes. Hace años que le inquirí sobre el tema, y me respondió que de niño se dio cuenta de lo fácilmente que te puede traicionar el subconsciente a la hora de relatar historias, reales o ficticias, y que hubo un momento en el que decidió a dedicarse en cuerpo y alma a desarrollar su memoria. Y vaya si lo consiguió. Además, tenía un extraño sentido del humor. Aquel día venía riéndose. Le pregunté de qué, y me dijo que de una tontería que había leído en el foro del pueblo. Encendió otro cigarro y comenzó su relato.

Río de Janeiro. Era verano. Las nueve y media de la tarde. El Espíderman brasileño entró en su chalet. Aquel día había sido uno de los peores desde que se convirtió en superhéroe. Lo habían hinchado de hostias, el malo más malo se había vuelto a escapar milagrosamente, y el buzón del correo estaba más lleno que nunca de publicidad, amenazas de muerte y reclamaciones de seguros. Saludó al loro, y éste comenzó a recitar poemas de Leopoldo María Panero. Se quitó la careta y encendió un cigarro. Abrió la nevera, sacó una cerveza, y al cerrar encontró la nota pegada en la puerta. Era de Claudia, “Manolo, he estado toda la tarde esperándote, no podía esperar en casa, tengo que decírtelo en persona… ¿Vienes a mi casa a cenar? ¿Te viene bien sobre las diez? Te espero...” A la mierda el enano coñón verde y tos los locos esos. Miró el reloj, tenía el tiempo justo para ducharse y agarrar un par de botellas de vino. El loro, que llevaba muchos años con su dueño, cambió a Chinaski. Al cerrar la puerta de su casa por fuera, miró hacia la playa, que hervía vida y despreocupación. Desactivó el sentido arácnido, arrancó el coche. Claudia esperaba. Al fin. Los finales felices no existen, pero los principios siempre son increíblemente felices. Encendió la radio, y asomó una canción que le hizo poner los pelos de punta. Se trataba de METAMORFOSE AMBULANTE, de un tío que se llamaba Raul Seixas. Un porrero de los sesenta, pero que consiguió hilar con pasión este tremendo corte. Una guitarra acústica marca el ritmo suave y ondulante de los primeros segundos, cuando un coro empieza a elevarte, dando paso al Raul, que lo hace de maravilla. Espíderman no conocía el tema, y mientras lo escuchaba se sentía muy felíz. Era perfecto, en ese momento hubiera jurado que lo estaban grabando, porque eso era digno de un momento musical de una película. La voz masculina se entrecruzaba con las femeninas, y subían y subían hasta que la enorme eléctrica le mostraba con clase y compás el camino hacia la salida…
Trató de memorizar el nombre, aquella había sido una de las canciones que se fundirían con la memoria, asociando indefectiblemente sus notas y su melodía con las endorfinas de aquellos momentos. Esa es la magia de algunas canciones, y de sus circunstancias.
Mientras caminaba por el sendero de la casa de Claudia no podía quitarse la canción de la cabeza, repetía varias partes una y otra vez. La verdad es que estaba muy nervioso. Qué tendrán las mujeres, se decía, uno todo el día saltando de un edificio a otro y no pasa nada, y ahora estoy aquí en su puerta y no tengo huevos a llamar…
Y aquella canción…
Y aquella noche…
La puerta estaba abierta.
¿Claudia?
¡Pasa Manolo!
Conforme iba avanzando en el pasillo escuchó la canción que radiaba el equipo de su diosa. Era METAMORFOSE AMBULANTE. Las sabrosas casualidades de la vida. Esa era la señal, aquel día iba a ser su día. Se recreó unos segundos bailando la canción en el pasillo, no pudo evitarlo. Entonces lo decidió, la besaría al verla. En el aire no había oxígeno, sino magia. Lo había captado. Siguió disfrutando de la canción hasta que la musa apareció. Al llegar a ella, nunca sin dejar de bailar, le cogió la mano y le dio una vuelta, y al grado 270 más o menos se percató del maromo de playa sentado en el sofá de su reina. Si hubiera llegado a tener el sentido arácnido conectado, habría explotado.
Manolo, éste es Joao, quería presentártelo esta noche, ¡tenía que decírtelo en persona! Y empezó a reír de una forma un poco inocente, y un poco tonta. ¡Ya verás qué camarones y qué cormoranes he preparado!
Ey Joao, encantado, ¿queréis un poco de vino?
Lo rápido que podían cambiar las cosas. Qué poco tiempo hacía falta, qué poco tiempo hacía falta para lo que era el cielo pasase a ser un charco de vómito de perro. Podría estar besando a Claudia y en cambio estaba hablando de snowboard con un tío de no sabía dónde, que ni recordaba cómo se llamaba. No se lo podía creer, era una tortura ser consciente de que le esperaban al menos dos horas antes de poder irse sin dar el cante. Y sin poder decir que era Espíderman para que ese capullo dejara de vacilarle.
Claudia estaba radiante mientras reía y les servía vino.
¿Qué habría en su cabeza? El mayor de los misterios.
Al despedirse Espíderman volvió al coche. Se acomodó, se cagó en su suerte, encendió un cigarro, enchufó la radio y sintonizó otra emisora. Se alegró de no encontrar METAMORFOSE AMBULANTE. Aquella noche aprendió muchas cosas, pero la más importante era que el sentido arácnido nunca debía de desconectarse. Se olvidaría de Claudia, si bien al arrancar el viejo coche sintió la tentación de sentirse jodido, pero era una tontería. Estaba en Río. Y tenía superpoderes.
Pensó por un segundo en la posibilidad de que en realidad Dios fuera una mujer. Y de que se estuviera cabreando…


¿Qué te parece? Me preguntó El Mellao.
Que la canción está bien, respondí.
Yo creo que es una basura.
Entonces miré al escenario del Jardín un momento, y al volver la cabeza El Mellao había desaparecío. Un personaje. Yo me volví a la sede de la empresa, pensando que ya tenía una nueva historia para la página ésta que hay enfrente de vuestros ojos.

¿Q CORTO MAS BUENO?...

SR. sus scrofa...No nos cuentes esos peliculones. a estas horas y Domingo, no pegamos ojo, hombre....Ten un poco de consideracion.

¡q barbaro!...Pero del Norte, vamos....JOEHHHH...


Un saludo para el Sr. jabali, desde un lugar inmejorable por excelenca. La-asomailla...

Solía caminar sin sentido a casa de mi amiga, atravesando la ciudad a través de un subterráneo que me producía una ligera impaciencia. Corren las luces, destellos metálicos aparecían sobre las imágenes de cerebros vírgenes, configurando en mi retina una supuesta oscuridad donde las luces son de combustible ecológico. Subir, bajar, siempre eran grandes extensiones de papel luminico, el camino hacia aquella residencia era algo especialmente repetitivo. Orden de pensamiento, degradación visual y sentido de la lógica estructural, música en aquel extraño altavoz.
El plano se subordina a la línea, la imagen es mas delgada y el fondo es solo estorbo; ladrón de números eres un extraño tratando de transmutar: alargamiento, espectralidad gigante, sensación de atravesar puertas de electrum.
El mercurio del dragón, espacio divertido como decálogo; roto y fragmentado como montañas nubelicas, apariencias tubulares de inspiraciones sagradas.
Divina inteligencia que prometes un puente entre lo visible y lo mágico, me has hecho encontrar pequeños refugios elásticos de formas cónicas.
Expresiones de miedo y grupos con sensores monolíticos, son esas las líneas despreciadas por la imaginación.
Mi amiga no esta...
Tendré que volver.

Borrado por su Autor.

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