Linares - Jaen

Caminemos pues y veamos la ciudad de Linares. Ese que ves ahí es el monumento al minero, recuerdo de los años pasados, pues esta es tierra de minas, aunque mineros ya no quedan; las minas abandonadas son como heridas de gigantes abiertas en la tierra roja, ajadas guirnaldas de un pasado no lejano que pervive en sus campos de sierra, porque Linares también es casi Sierra Morena.
Como puedes ver, la gente bulle por las calles, por la Plaza, viene de los comercios de la Corredera y camina hacia los grandes almacenes sin detenerse a mirar la hermosa Iglesia de Santa María que si la vieses iluminada al anochecer te maravillarías pues bien pudiera ser uno de los símbolos de la ciudad. Y es que Linares antes que nada es comercio, ciudad de paso y muerte en el ruedo que espera su agosto agazapada en el coso de Linarejos. Y vida, ajedrez en Febrero, fervor mariano en Pentecostés, feria de Agosto, Linares siempre nuevo, abierto al progreso, acogedor, deferente, diferente.

El texto anterior está tomado del libro 'Don Picoco de los Cerros' cuyo autor es Francisco Casas Delgado.
Este libro ha sido publicado por Ediciones Alfar de Sevilla.
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