La Carolina - Jaen

Botín, demasiadas casualidades
Todo el caso que se abre en la apertura de una investigación en la Audiencia Nacional aparece con los tintes clásicos que adornan la conducta de la Fiscalía Socialista.



Todo el caso que se abre en la apertura de una investigación en la Audiencia Nacional aparece con los tintes clásicos que adornan la conducta de la Fiscalía Socialista. Aun así, decimos de antemano: que la Justicia extraiga sus conclusiones. No vamos a bailarle el agua a la Fiscalía Anticorrupción, que es la que ha presentado la denuncia en la Audiencia y que con su actuación parece estar buscando a un chivo expiatorio oportuno en el momento más adecuado. Nos limitamos a observar los hechos y situarlos en su contexto. Y esto es lo que vemos.
Que de las cuentas del HSBC sólo se han filtrado las de la familia de Botín; que la Agencia Tributaria se ve incapaz de valorar la declaración de los denunciados; que también el Ministerio Público es incapaz de analizar las declaraciones complementarias en el plazo de un mes –antes de que prescriban– y decide presentar deprisa y corriendo la denuncia en la Audiencia Nacional. También vemos que la actuación incoada por la Fiscalía perjudica al primer banco español, con una destacadísima proyección internacional, y que empaña aún más la marca España, gravemente dañada. Y que todo ello llega en uno de los momentos más bajos de una economía carente de credibilidad.

¿Será casualidad que la actuación contra el banquero número uno de España se produzca la misma semana en que el ministro Valeriano Gómez, ex UGT, haya tirado de demagogia culpando a las instituciones financieras del paro, y no una sino dos veces? ¿Será casualidad que se produzca en plena campaña de los indignados ilegales contra la banca? ¿Será casualidad que todo ello se haga público en medio de una semana horribilis, con todas las alarmas económicas al rojo, que dejan en evidencia la responsabilidad del Gobierno en el desastre? Son muchas casualidades.

La actitud de aprendiz de brujo del Gobierno puede estar alentando una peligrosa espiral de imprevisibles consecuencias. Los episodios potencialmente explosivos se acumulan. Primero fue el cerco a la democracia de los indignados ilegales de Barcelona y después, los insultos al Príncipe (“Los Borbones a los tiburones”). Instituciones medulares del Estado de derecho, como las Cámaras o la Corona, han sido acosados, en distintos grados e intensidad, pero con sospechosa coincidencia. Y con la pasividad cómplice de unas autoridades con muy poca autoridad: así la misma Fiscalía que se ha dado prisa por actuar contra los Botín, denunciando el caso en la Audiencia, se demoró 24 horas en abrir diligencias contra los indignados ilegales de Barcelona, a pesar de que incurrieron en diversos delitos (coacciones, desórdenes públicos) todos ellos tipificados en el Código Penal.
Y Ru-balcaba salía ayer, con un mes de retraso, diciendo que actuará “con firmeza” frente a los violentos. El mismo titular de Interior que hizo caso omiso de las decisiones de la Junta Electoral, y que ha permitido que se altere el orden público durante semanas. El mismo titular de Interior que con su mano ¿izquierda? da luz verde a cinco manifestaciones en Madrid, con el Congreso en el punto de mira.

El incendiario cóctel de la crisis como excusa y un malestar social incontrolados prendió fuego en la Europa de los años treinta y fue utilizado por los enemigos de la democracia para asaltar el poder. Los chivos expiatorios eran los banqueros, convertidos demagógicamente en el imaginario colectivo en los malos de la película. Mientras, los verdaderos causantes del desaguisado se iban de rositas. ¿Otra casualidad?