Bobadilla - Jaen

domingo, 12/03/2006 (20:20)

Ayer era invierno, hoy es primavera, así son las estaciones en esta ciudad. Un día tratas de separar los dedos de los pies con un secador del pelo, y al siguiente estás escondiendo erecciones bajo un calcetín. Y es que la primavera ha llegado arrasando con temperaturas estables entre 15ºC y 22ºC, el aire huele diferente, se respira una sensación de quietud y mis zapatillas nuevas apestan a queso cheddar. Esperen a verano y me encontrarán corriendo tras ellas para cazarlas por el pasillo.

Ahora lo que viene es algo llamado hastío primaveral, que no es sino una forma elocuente de justificar unas ganas terribles de no abandonar la cama, a pesar del clima especialmente favorable para salir a tomar unas cuantas instantáneas, y eso es lo que he hecho, salir y disparar la Canon como si fuesen las palpitaciones de mis hermorroides quienes se hubieran adueñado del control absoluto de mi cuerpo y no sólo de mi pompis. Por lo demás tengo demasiadas ganas de no hacer nada que no sea acostarme, ver capítulos de House y beber refresco de cola.

La verdad, he debido pasar los últimos cinco años de mi vida en un fumadero de opio arropado por fulanas y comiendo panchitos, porque, aunque insisten en que los árboles que han aparecido de repente en toda la ciudad y que florecen con unos tonos rosas y granate la mar de bizarros llevaban ahí todo el tiempo, yo no consigo recordarlos. ¡Pero si esto parece Japón! La culpa la tienen los orientales y sus bazares de todo a un euro más o menos. Eso o la playlist de Japan-a-Radio que guardo en el iPod, escondida en algún rincón oculto a la vista. Hay cosas que uno jamás debería escuchar.

Prepárense para corretear en pelotas por las calles, amigos, pero para lo demás abríguense, porque esta es una época ideal para coger el constipado de su vida. Luego no vayan culpando a los patos del parque o a la pechuga de pavo del supermercado. Nada de retozar en el cesped, ¿Se hacen una idea de lo peligrosas que son las garrapatas? Son muy malas de verdad. Quédense en casa, duerman hasta sangrar y retocen hasta morir.

Ay Señor, que pereza.