Bobadilla - Jaen

No es el hastío primaveral, es el trabajo. Estamos desbordados, ¡a mí la legión o un destacamento de combate de los G.I. Joe! y es que sólo hay una cosa que odie todavía más que el cocido madrileño, la carne remojada y el pescado en cualquiera de sus formas, cocimientos y preparaciones: odio conducir fuera de la ciudad.

Por Dios, si sólo sé llegar al centro comercial por un único camino. El día en que repartieron el sentido de la orientación, debí de estar en la cola del virtuosismo onanista, donde además regalaban crema de manos, pañuelos de papel y calendarios de Samantha Fox. Soy jienense, si existe algo que se regale o que parezca anormalmente barato, alguno de mis paisanos se materializará al instante. Por eso aquí jamás verán un festival desgustación de cerveza y jamón, o un "coma todo o que pueda por 6 euros". Las neveras de esta ciudad acabarían rebosantes de tupperwares con provisiones suficientes para varios meses, ¡y sólo por 6 euros! Mejor que acudir al Carrefour, donde también suelo perder el coche en el parking con cierta frecuencia.

Me pierdo con una facilidad pasmosa y sólo consigo orientarme si huelo a comida, por eso apenas conduzco fuera de la ciudad, simplemente no puedo luchar contra la idea de salir de casa y aparecer en un melonar en lo más hondo de la España profunda, donde no pueda entender lo que me dicen e internet funcione, horror, a 56kbps. Anteayer terminé conduciendo solo, perdido y atravesando un camino angosto y oscuro que corría junto al cementerio de un pueblo a 20 minutos de la ciudad. Demasiadas partidas a Resident Evil 4 acaban por hacer mella en la psique y en el trasero, que se convierte en una enorme máquina de vaporizar estrés.
Luego están las whiskerías o "puticluses", con todos esos neones y luces de colores. No se hacen una idea de lo que cuesta a un geek resistirse a tal cantidad de estímulos visuales sin salirse de la carretera, es como si fuese navidad a cada lado del asfalto, pero con olor a requesón, pachuli y entrepierna sudada, como la caja de mi antiguo Pc.

Normalmente viajo en el coche de la empresa, posiblemente el vehículo más sucio y guarro que se pueda conducir. Se le cae el mango de la palanca de cambios, no funciona el agua del limpia-parabrisas y el salpicadero acumula tanto polvo que no es necesario el accesorio posavasos. Sin lugar a dudas, la gripe aviar se gestó en este trasto de color indeterminado y olor a hombre viejo que me hace temblar cada vez que tengo que salir.

Quiero que me devuelvan mi despachito, mi teléfono y mis puños por el culo.