Arroyo del Ojanco - Jaen

A colación de lo que tristemente se viene viendo muy a menudo por estos lares, me gustaría compartir con todos vosotros un fragmento de un artículo de opinión de Manuel Molina que fue publicado en el IDEAL. Espero que sirva para reflexionar. Al menos a algunos porque creo que expresa muy bien lo que desgraciadamente todos estamos tan cansados de ver.

DIFAMA, QUE ALGO QUEDA. MANUEL MOLINA. opinión.IDEAL.

No sé en otras épocas si habría tal estado de difamación, pero en la que me ha tocado vivir prolifera tanta que se acepta casi como estado de normalidad. Hemos alcanzado tal grado de estupidez que la inquina no cesa con los otros, con quien hace algo, incluso algo bueno.(...)
Un número de papanatas considerable no soporta que algo se mueva y allá que dirigen sus dardos en cuanto pueden, pontificando su incapacidad para el manejo del lenguaje, para la educación y los buenos modales, para el diálogo como forma de enriquecimiento. Nada más conectar dos neuronas los difamadores buscan un medio a través del cual su bazofia pueda ser amplificada. A mayor recepción, mayor entusiasmo y más ponzoña se deposita.
El mayor de los deseos de un buen difamador reside en el encuentro de un lugar propicio para el anonimato. En ese eje de coordenadas se produce la mayor salivación, las mariposillas del estómago y la respiración agitada. Ahora se va a enterar! Internet ha supuesto el peor trampolín para proclamas injuriosas, debido a su anonimato y el número proporcional de posibles receptores al que se llega. Ha propiciado también la descalificación en cadena como medio de comunicación; nocivo, eso sí. Uno escribe la mayor barrabasada, otro la contradice con una burrada más grande, aquel la incrementa y el primero con otro nombre la multiplica. Así sucesivamente se repite una idea que poco tiene que ver con la realidad y mucho con la descalificación.
(...)

Se dice de Lucrecia Borgia que aconsejaba a amigas o amigos difamar a algún enemigo como medio infalible para destrozarlo. Cínicamente argumentaba la dama renacentista que para obtener ese triunfo sólo se necesitaba una buena dosis de imaginación (yo agregaría que aunada a otra mayor de cinismo y amoralidad), agregando que si el difamado callaba por considerar absurda la aseveración infamante lanzada en su contra, la victoria del difamador era inmediata porque en la opinión de la gente aquel silencio era sinónimo de aceptación, mientras que si contestaba al infundio, el ladrón de la honra tenía aun la posibilidad de contraatacar cuantas veces fuere necesario, hasta dejar vencido ante la sociedad al difamado, que pudiere acabar cansado de andar siempre desmintiendo las absurdas aseveraciones. Algunos, a la manera de Lucrecia Borgia, siguen la consigna del "difama, que algo queda".

Señores/as, hay que desmarcarse de estos comportamientos que poco tienen de éticos, y ser un poco más cabales dando ejemplo de lo que debería ser el diálogo y el sano intercambio de opiniones sin traspasar la barrera de la mentira y el ataque personal. Desterremos entre todos este indigno comportamiento y ciñámonos a la estricta realidad de las cosas. Digamos basta a acciones de tan baja estatura moral y no hagamos caso a este tipo personas que poco aportan a la suma de todos por mejorar la prosperidad de nuestro pueblo. Digamos todos bien alto,

BASTA YA DE MENTIRAS!!