Albanchez de Mágina - Jaen

EL CORO DE LAS “MIARMAS”

Ya nos ha tocado otra vez a los sevillanos, vaya por Dios, el papel colectivo de míarmas.
En el repartó de roles históricos que ha consumado mentalmente el Estado de las autonomías, hay pueblos a los que corresponde tirar del desarrollo, otros que se sienten predestinados para llevarse el marco .,por la cara, otros cuya principal misión en el mundo parece ser la de dinamitar la convivencia nacional, y a nosotros, los andaluces en general y los sevillanos en particular, nos han adjudicado la función de comparsas folcloricos de cualquier cosa. Hay que reconocer que, de manera global, hacemos méritos sobrados, cumpliendo con entusiasmo alborozado cuantos requerimientos se nos hacen parajalear trivialidades, y sintiéndonos por ello altamente reconfortados. Así nos va

La más reciente ocasión para demostrar nuestra competencia y preparación en el cualificado papel de salerosos miarrnas subdesarrollados la constituye la boda del torero y la duquesa, una pareja que por sí sola compone un retrato robot del tipo sociológico que representamos los andaluces en el mapa etnográfico nacional. supone de oficio que Andalucía está llena de toreros valientes y bien plantados y de aristócratas ociosas y casaderas, cuyas vidas y costumbres constituyen el más preclaro liderazgo social de la comunidad. Por eso se da también por sentado que el pueblo soberano anda en un sinvivir con tan singular acontecimiento, para cuyo realce se dispone a efectuar el consabido despliegue de adhesión, embeleso y jarana. Es sabido asimismo que, a falta de mejor Historia que escribir, los andaluces. nos aplicamos a palmear coralmente los sucesos de la fenomenología sentimental más tópica, para cuyo realce nos hallamos particularmente bien dotados debido a nuestra general idiosincrasia festiva.. De modo que estos días llaman los amigos y,compañeros de Madrid y preguntan qué se comenta por aquí de La Boda en el sobreentendido de que no se habla de otra cosa en nuestras conversaciones y tertulias, por supuesto que oficiadas en tomo a la imprescindible copa de vino fino.

Por si fuera poco, la televísión pública, cuyo abrumador défícit sufragamos todos los españoles, ha convertido el enlace en cuestión de interés general, y la quiere transmitir en directo como si fuera la llegada del hombre a la Luna, la final de la Copa de Europa o una rueda de prensa de Mayor Oreja. Así tendremos ocasión los sevillanos de lucir con gracia y salero nuestros reglamentarios sombreros de ala ancha, y de gritar los olés y miarmas de rigor con las templadas voces que para estos casos solemos adoptar. La Casa de Alba, cuya imprescindible relevancia . fundamenta la estructura de nuestra sociedad civil, y la estirpes toreras de los Rivera y los Ordóñez, espejo de la juventud andaluza, merecen sobradamente nuestra más señera colaboración en el lucimiento de la fecha.

Así pues, todo el que no tenga nada mejor que hacer -y es sabido que tiempo libre sobra en esta tierra mimada por el sol y el arte- debe acudir mañana a la Catedral hispalense, con sus mejores galas puestas, a ser posible con mantilla o mantones las señoras y con clavel en la solapa los caballeros. Nada quedaria más desairado, ni nos estigmatizaria tanto como pueblo, que la desdichada hipótesis de que la televisión mostrara al país entero el triste espectáculo de una pareja tan señera e imprescindible casándose como si se tratara de dos personas normales.

Ignacio Camacho - El Mundo - 22-10-98