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Bespén - Huesca

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España > Huesca > Bespén (Angüés)
03-12-10 12:22 #6641813
Por:No Registrado
Felicitar la Navidad a todos los del Foro
Para felicitaros las navidades a todos los del Foro, en vez de enviaros la postal con el abeto nevado, os voy a relatar un par de anécdotas verídicas que ocurrieron en Bespén y que me las volvió a contar una persona que murió el año 74. Espero que os gusten.

LA DUEÑA TACAÑA Y LA LIFARA

Para celebrar el final de algún trabajo importante, -construir una casa en todo o en parte, un pajar, las campañas de siega, trilla, olivarera, etc.-, se solía hacer tradicionalmente una lifara (merienda-cena), a la que se invitaba a todos los que habían intervenido en los trabajos.
Esto también lo hacían algunos mozos y mozas alguna tarde de domingo, pero eso era otra historia. Simplemente se juntaban en una casa donde merendaban y bailaban con la música de una gramola, sin necesidad de celebrar nada. Algo parecido al botellón de ahora pero sólo entre grupos muy reducidos de amigos y no en la calle.
En una ocasión, en una casa que no recuerdo (por si las moscas...) había una dueña muy tacaña. Más de lo normal.
Terminaron de arreglar la casa, y el albañil que era bastante somarda, después que cobró lo pactado, le dijo al dueño -aún sabiendo que a quién se lo tenía que decir era a la dueña-,: “vaya preparando la canal del tejado que cuando celebremos la lifara, la colocaremos”.
-¿Canal? No pensábamos poner, que caiga el agua al suelo. Si cambiamos de opinión ya te lo diré.
-Es que así quedaría mejor terminada la obra. Además al subir al tejado, aprovecharíamos para poner a la vez la antena de la radio que ya sabe que tiene que comprar el cable.
-Ya veremos, ya veremos...
El albañil se hizo viejo y todavía no lo han llamado para celebrar la lifara, ni para poner la canalera, ni la antena…


EL NOGAL Y LAS NUECES

Parece una broma pero es verídico. En una casa de Bespén a principio del siglo XX, había un importante terrateniente (vamos a llamarlo Leopoldo), a cuya esposa le gustaban mucho las nueces. Un día, ella, le dijo a su marido:
-No me explico cómo teniendo tanta tierra no tenemos una noguera con lo que me gustan las nueces.
-No te preocupes Juana, que comerás nueces, le contestó su marido.
No lo echó al olvido y al volver de la feria de Huesca para san Andrés, vio a la orilla de la carretera, al pasar frente al pueblo de Monflorite, un brote de nogal de un palmo que arrancó con raíz, y al llegar a casa se lo enseñó a Juana.
-Mira que noguera traigo, mañana la plantaré.
-Qué fatezas dices. ¡Esa noguera tan pequeña, pa días hace nueces!
Leopoldo no contestó a su ingrata mujer, y a la mañana siguiente se fue a plantarla en la margen de un campo que limitaba con otro de, (vamos a llamarlo Saturnino.)
Puso el mayor esmero en cuidarlo, regarlo y abonarlo para apresurar su crecimiento y al otoño siguiente, ya le preguntó su mujer si había nueces.
-Ten paciencia Juana, que por lo menos han de transcurrir seis años para que de fruto. De forma que para no oírla, siempre que iba a Huesca en invierno, le compraba nueces.
Impaciente, Juana le preguntó donde lo había plantado para ver cuanto había crecido.
-¿Aquí lo has puesto? ¿Junto al campo de Saturnino? Seguro que tendremos problemas cuando sea grande y dé nueces. ¡Cómo si no hubiera tierra en otro sitio!
Era la segunda vez que Juana se mostraba desagradable con su marido con el tema del nogal. El árbol creció y creció hasta hacerse muy grande. Tanto que las ramas se ensancharon hasta traspasar la linde del campo de Saturnino.

Mientras no dio nueces, no pasó nada, pero cuando apareció una gran cosecha...
No se equivocó Juana cuando le recriminó a su marido Leopoldo el haberlo plantado en el límite de su finca con la de Saturnino y Miguela.
Tan pronto el árbol empezó a dar fruto, empezaron las desavenencias. Un año muy lluvioso, hubo tal cosecha que las ramas se doblaban por el peso de las nueces y casi llegaban al suelo.
Todas las mañanas iba Juana al campo con una cesta para coger las que caían, y un día se encontró con Miguela que también estaba cogiendo las que habían caído en su finca.
-¿Qué haces aquí ladrona robando las nueces de nuestra noguera? –le dijo muy enfadada.
-La noguera será vuestra, pero las nueces están en nuestro campo, así que las cojo yo.
Empezaron a insultarse, y Juana, saltando la margen, cogió a Miguela por los pelos y se enzarzaron en una pelea. Riñendo, cayeron al suelo revueltas con las cestas y las nueces, se arañaron y se llenaron de moratones.
Saturnino estaba trabajando en el mismo campo y al oír gritos, fue corriendo a separarlas y con cardenales y magulladuras se fueron a casa.
-¡No tenías otro sitio donde plantar la noguera!, le dijo Juana a su marido; mira como vengo por culpa de las nueces.
Leopoldo fue a comunicar al juez lo que había pasado, que con dos testigos fue a ver el nogal para decidir qué se podía hacer.
-El nogal está en vuestro campo, Leopoldo, por eso las nueces son vuestras, pero las tenéis que coger del árbol. Las que caigan en el campo de Saturnino las pueden coger ellos, porque vosotros no podéis traspasar el lindero.
Eso decía la justicia, pero con los años y los achaques, ni Leopoldo ni Juana se atrevían a subir al nogal.
Contrató a un mozo para que cortara las ramas que habían crecido encima de la finca de Saturnino, y así no caerían más nueces en ella y se acabarían los problemas.
Con esa decisión creía Leopoldo que ya estaba todo arreglado, hasta que al año siguiente, se cebaron los cuervos y no dejaron ni una. Se las llevaban conforme iban madurando.
-Esa noguera tiene la desgracia encima, por su culpa me he puesto enferma, se lamentaba Juana sentada en la cadiera.
Leopoldo no contestó. Fabricó un espantapájaros de paja pero no dio resultado. Los cuervos lo rompieron y la paja acabó en el suelo.
Un día pasó un arriero carpintero y le vendió el nogal. Así, desaparecido el árbol, se acabó el problema.
Esto según contaban los abuelos tomando “el fresco” en la “placeta” una noche de verano de los años cuarenta, había ocurrido en mi pueblo, unos cuarenta años antes.
Por compartir las cosas con otro, y con los cuervos, en casa de Leopoldo se quedaron sin nueces.

FELIZ NAVIDAD A Y UN ABRAZO A TODOS DE JOSÉ MIGUEL PALACIO
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