Villanueva de los Castillejos - Huelva

Esta semana se prohibe hablar de otra cosa que no sean carnavales.

Recuerdo que hace años los carnavales duraban cuatro días.

El jueves se daba comienzo al carnaval con la tamborrada. Salida desde el Chafaril, vestidos de máscaras, recorriendo el pueblo con los tambores sonando, dando la bienvenida al carnaval.

El viernes era un día de ilusión, pues era el desfile infantil. Cada curso llevaba su disfraz y uno detrás de otros recorriamos las calles de nuestro pueblo. El destino final era el salón polivalente, o la antigua caseta que se montaba en aquel parque donde ahora está el salón. Allí se daba una cocacola y una bolsa de papas fritas a los niños, y a veces algún regalito. Hubo años en los que cada curso cantaba una coplilla acorde con su disfraz.

El viernes noche todo el pueblo se dirigía a ver las murgas. Siempre eran inaguradas por el pregón, a veces largo, a veces corto, gracioso, aburrido..., pero había un pregón. Y luego las comparsas: Los Palizas, Los Serruchos, Los Tocaos del Ala, Los Canijo, La Peña Rayá, Los Niños de Don Miguel, y algún que otro grupillo femenino que se animó a participar. Terminan las murgas y la noche era larga...

El sábado todos a preparar sus mejores galas, aunque algunos a registrar en los doblaos de las abuelas, y a la calle con sus grupos. Paseo por el recorrido fijado, parada en el pozo del Almendro, llegada a la plaza, y de nuevo actuación de las murgas. Íbamos a casa a recuperar fuerzas pues por la noche el baile nos esperaba, y a mitad del Paquito el Chocolatero la entrega de los premios (sin previo apunte en el ayuntamiento, todo era sorpresa!!).

El domingo, el pobre conejo era enterrado. Primero había una comida para los mayores y las piñatas para los niños, con aquel palo tan largo que apunto estuvo alguno de no contarlo.... Con la piñata rota, ya se veía venir plaza abajo a las viudas, Domingo, el Bala, y tantas otras viudas. Con velos, son pañuelos, o con algún detalle de viuda alegre. Calle Lepe, calle Mesones. Calle Mesones y calle Lepe, y de dentro del conejo estallaban cientos de petardos que lo hacían desaparecer en cuestión de minutos.

Y ahí no acababa el carnaval, todavía quedaban en la plaza durante un par de días las fotos de aquellos disfraces que por unas horas nos hicieron disfrutar.

Un abrazo