Y tras San Matías... ¡carnaval! De los carnavales castillejeros, podemos hacer historia desde antes de los tiempos del Directorio Militar del General don Miguel Primo de Rivera, tiempos aquellos en que la fiesta del carnaval era una de las principales manifestaciones populares, marcada, sobre todo, con un claro matiz político y de crítica social. En aquella ya lejana década de los años veinte, fueron varias las agrupaciones (comparsas y murgas) que recorrieron las calles, llevando de casa en casa (tan sólo no se cantaba en aquellas que estaban de luto), de tasca en tasca, “entre copillas de aguardiente y de vino peleón”, recogiendo las perrillas que les daban los oyentes, sus letrillas con temas, generalmente referidos a Castillejos, “a quien echaban sus mejores requiebros”, a la política, al paro, a las luchas en África... y por las que hoy en día podemos conocer una gran cantidad de la historia de nuestro pueblo, de nuestra provincia y hasta de nuestra nación. Pero llegó, años después, el lapsus de nuestra fratricida guerra civil, y tras ella, la prohibición de las manifestaciones carnavaleras, por lo que durante casi una cincuentena de años estas celebraciones desaparecieron del calendario festivo, aunque, a decir verdad, jamás desaparecieron del todo, ya que desde San Sebastián, hasta la Cuaresma, las divertidas y a veces “atrevidas mascarillas” aparecían cada año, con algo de temor por las posibles multas, sufriendo las persecuciones de los encargados del orden público (que tampoco ponían demasiado celo en su misión de amonestar y apresar), y dejaban sentir su presencia en las calles. Una ropa vieja, el hombre de mujer, la mujer de hombre... casi furtivamente, paseaban su palmito carnavalesco por Castillejos, aunque de una forma anacrónica y Se siguieron rompiendo “las piñatas”, llegándose hasta colocarse siete piñatas algunos años, derrochándose por doquier gran cantidad de cántaros, purrones y otras diversas vasijas de barro, que corrían de una mano a otra hasta que, en un error “involuntario” o premeditado, caían al suelo donde se hacían añicos ante el desenfado y el jolgorio general. Y llegamos al año 1.985. Podemos considerarlo como un año de partida a una meta anhelada y tantos años esperada: recobrar para el pueblo las fiestas del carnaval. Algunos grupos empiezan a salir, abanderados por los niños del colegio San Matías, que realizan, después de tanto tiempo, su primera fiesta de carnaval. Por la noche, casi sin darse cuenta y a pesar del frío, empiezan a salir a la calle mascarillas y más mascarillas; los locales de baile organizan sus primeros concursos de disfraces... es el pistoletazo de partida. Y así, con esta casi imperceptible base, en el siguiente año, 1.986, el Ayuntamiento acuerda crear la “Comisión pro Carnaval”, integrada por el propio Ayuntamiento, la “Peña Flamenca Artillerito”, representantes de las dos agrupaciones que habían de participar en aquel año, “Los Proletarios” y “Los Cazadores Furtivos”, y diversos jóvenes de la localidad. La respuesta del pueblo en aquella ocasión, si no unánime, sí que lo fue importante, y podemos afirmar, que decisiva, ya que sirvió como arranque para futuras organizaciones. Hubo desfile infantil y las dos agrupaciones, pioneras en participar activamente y cara al público, interpretaron sus cancioncillas en la Pista Azul. Desde entonces el carnaval castillejero ha ido evolucionando, perfeccionándose, unas veces con más éxito, otras con menor esplendor. Y desde aquel ya lejano año se han ido sucediendo agrupaciones como: “Los árabes de Oriente Medio” y “Los piratas”, en 1.987. “Los bandoleros de la Sierra Abuela”, ”Presidiarios”, “Los mendigos”, “Con las manos en la masa” y “Burladero 11”, en 1.988. “La Santa María, la Niña y la Pinta que traemos”, “Esto tiene truco”, “Al fuego, magro y pejes”, “Todos para uno, uno para todos”, “Locos por casolidad” y “Los estudiantes”, en 1.989 “Aunque maniseros, el pata negra primero”, “Errantes por la vida”, “Los bichos raros”, “Tres brochazos p’acá, cuatro o cinco p’allá”, “Los franceses”, “El capitán Trueno y el Jabato”, en 1.990 “Cuando llega la noche”, “Los cojonúos”, “Lo de atrás p’alante”, “El de la gorra que corra y mariquita el último”, “Los muñecos del Seven-ut”, “Made in USA” y “Las bailarinas más hermosas”, en 1.991. “1ª línea de fuego del cuerpo expedicionario ayesquerado”, “Si la agito, se me sube”, “Al séptimo descansó” y “El tribunal”, en 1.992. “La revolución”, “Babú... nene si tiere a la tata”, “Al compás del saxofón” y “La cosa está joía” ,en 1.993 “¿Zapes tú lo que Zipi yo?”, “Y seguimos con el cuento”, “Los rapperos ”y “El bueno, el feo, el malo y los estrordinarios” ,en 1.994. “Zapatero a tus zapatos”, “Noche de ronda”, “Y vamos armaos”, “Los torroncos cuaternarios de las tabernas”, “Los legionarios del Zahara”, en 1.995. “Los niños del 27”, “Blanco por fuera, limpios de polvo y paja” y “Vente al guateque”, en el 1.996. “No estamos locas...”, “Este año regulares...” y “¿Te da cuen?”, en 1.997. “Transmutación genética por bioternología”, “Con la miel en los labios”, “El que pierda paga” y “Mises por un año” ,en 1.998. “Sin voto de castidad”, “Club social Villa-Ostias. ¡Joder!”, “Con las copas voy tirando”, “Los hijos secretos de un cura pijo”, en el 1.999. “Los romeros empotraos”; “Peón raso tupper W.W. Ware arroba mortadela pico. es”, “Escupidos del cielo”, “Las barbitúricas”, en el 2.000… ... además de los niños desde su perspectiva de carnaval infantil, las asociaciones culturales, los grupos organizados y magníficamente ataviados con originales y vistosos disfraces, que, en mayor o menor medida, han llenado las calles de alegría, de música de carnaval y han intentado en estos últimos años que la recuperación del carnaval no haya sido un esfuerzo vano, inútil. Y todos cantaron a su pueblo, a su gente, a sus mujeres, a su historia...
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