II ÓPERA, PAZ Y MIEDOS. Bajo las lámparas de ese gran edificio se dibuja una negra silueta violeta intranquila, paciente, inesperada. El flabelo ardiente de su figura llama las despedidas a las miradas y entre el viento de cortinas hay una reverberación insinuante (...) ...el cristal se rompe y no es mi alma quizás el resoplido constante de luceros que con precaución ciega la luz apagada. El espanto nos amortaja sobre la mesa y el afilado cuchillo de voces nos ahoga ¡Salgamos fuera! o nos retemblan... No equivocamos a la triste tarde con una tarde ofuscada de miedo y pena. Es el nuevo año que no nos espera, tan sólo mira a aquel trozo de carne seca, blanca y reluciente que nos ama y dejamos sentir la pústula de su nombre sobre el nombre de mis huellas. El cristal de sus negras llamas nos derriten lentamente sobre la llama, quince obreros levantan con inocencia aquella muralla pabila con cemento, sangre y tierra... El nombre de la tierra muerde en la puerta oscura y perseguida por las tristes cancelas encerradas sobre el cierre de un candado sin llave que no abre más que manos sin dedos más que cerebros sin sangre o sangre sin cuerpo...
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