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Sotiel Coronada - Huelva

Poblacion:
España > Huelva > Sotiel Coronada (Calañas)
25-02-13 21:44 #11097499
Por:UnSotieleno

Para Salvador, hijo de José Lorenzo Gomez
Fue estando aquí, junto a donde crecieran estos eucaliptos donde recordé a “Pepillo del Centro”, y donde vino a mí el recuerdo de aquel compromiso que plasmé este verano en el foro, de recordar a nuestro amigo "Pepillo el del Centro," q. e. d., cuando me llegó la noticia de su fallecimiento.
Caminaba de vuelta de este accidentado paseo, del que regresé malhumorado y al decir verdad, un poco alterado por lo irreconocible de La Solana, Los Talleres y La Acera Suelta.
Ya en mi casa y un poco más relajado, me senté junto a mi mesa, tome mi lápiz, mi libreta y me coloque mis gafillas sobre la punta de la nariz. Comencé a garabatear sobre un viejo papel, mientras recordaba aquel entrañable amigo que nos dejó.
Al final refleje esto en varias hojas de mi libreta.

José Lorenzo Gómez, más conocido por el seudónimo de “Pepillo del Centro.”
Para ti, compañero, donde quieras que te encuentres. Quizás te halles donde las noches y el silencio te hizo amigo del monte, allí por donde caminaste las madrugadas bajo su cielo abierto de estrellas adentrándote a sus entrañas, allá donde te sentabas a la luz de la luna y llegabas apagar a las estrellas hasta vaciar el universo.

Quizás hoy, si él pudiera volver a Viñas y pasear, le devolvería con palabras todo lo que con su inagotable generosidad y derroche ella le dio sin el pedírselo, y él, lo supo aprovechar desde los primeros momentos que descubrió sus secretos mejores guardados. Y anduvo por sus caminos y por sus montes, por aquellos que le dieron la sabiduría, deleitándole y llenándole de satisfacción con imágenes de ensueños y que él gozó con entusiasmo hasta regocijarse.

Si me pidieran presentar y definir a esta persona que nos acaba de dejar, lo haría comenzando por sus virtudes, responsable, sencillo, social, prudente, humilde, comprensible, amistoso, afable y al mismo tiempo con una sonrisa eterna. Pero si además de todo esto esta persona también era amable, se podía decir de ella que era una persona encantadora y pepe, también la poseía.
Se dice, que la sonrisa de una persona lo dice todo de ella, también aquello de; una sonrisa aunque dure un instante se recuerda toda una vida. Pero a este hombre bueno, su sonrisa le duro toda una vida y se le recodara eternamente.
Con tan solo pensar en su nombre, me evocan unos entrañables recuerdos tan efectivos que creo se irán conmigo a la tumba, y son estos recuerdos, los que me hacen regresar con mis evocaciones años atrás a Sotiel, allá por los años sesenta.
Mis recuerdos se enmarcan allá distantes, en una tarde de un día cualquiera, de un verano o un invierno en la calle “El centro”.
Era en esta calle “El centro”, donde a diario y casi como rutina, a primeras horas de la tarde y después de su jornada de trabajo en las Minas de La Torerera, una figura menuda ponía en marcha y montaba sobre aquella motocicleta de ruido “mosquitero”, de color rojo y unas pintadas en blanco sobre el ovalado depósito que imitaban unas supuestas alas. Casi siempre en el porta equipajes, un saco amarrado con un cordel donde ocultaba algo, pero a veces y sin esfuerzo se podía adivinar el cañón y la culata de una escopeta.
En invierno, cubría su cabeza con una gorrilla con visera plastificada por fuera y enguatada por dentro, otras veces, usaba un pasamontañas de color negro recogido hasta su frente.
Hoy, en mi ilusión, veo que lo hace con el mencionado pasamontañas, calza botas altas con gruesas cremalleras, de resistente material y con gruesa suelas de goma, aunque también solía usar botas de corte bajo, sobre todo en verano y a las que revestía de polainas sujetas con varias hebillas, algunas remachadas o recosidas a golpe de lezna y “cabo” untado de “cerote”, hoy también lleva sus manos enfundadas en unos bastos guantes de color negro, estos también plastificados, además, con ilusión en su pensamientos y en la cara su infinita sonrisa.
Con estas evidencias de hoy, es señal inequívoca que su regreso será tardío, quizás de madrugada o quién sabe si al amanecer.
Como siempre, bajará por la cuestecilla de “la casa del cura” antes llamada “el comedor”, se introducirá por las puertas enrejadas de “los talleres”, quizás con la complicidad del guarda, por aquellos tiempos Joselito Reina o “Joselito el Relojero”como ustedes prefieran llamarle, marido de María Antonia, saldrá por la puerta frente al hospital, cruzará la pequeña alcantarilla, continuara circulando por la extinta vía, por debajo del pequeño pinar que crecía delante de La acera Suelta, hasta llegar a la antigua estación o casa de “Juan el del Cobre” o “Juan el de Viñas” como es denominada la que fuese antigua estación y más tarde, las caballerizas de la empresa. Era aquí precisamente, en la estación y por encima de los escalones que daban frente a la puerta de la casa de “Juan el del Cobre”, donde girara hacia la derecha, dirección a contraminas y a pocos metros de la pequeña rampa a la izquierda, a continuación, pasará por el llano de la estación y cruzará el camino que más adelante se unía con la antigua vía que transitaba por detrás de la Ermita de la Coronada, la que a pocos metros de la ermita cruzaba la antigua carretera hasta el histórico puente de hierro, ya no existente.
Una vez cruzado este llano y esquivando las pilas de dados prensados de recortes de hojalata, llegará hasta la parte trasera de las dos añosas y oxidadas maquinas de vapor y de alguna que otras vagonetas basculantes estacionadas en un ramal de vías muertas, era por la parte trasera de estas vagonetas donde tomaba dirección a Viñas, a veces esquivando a duras penas al bueno y ladrador “Tarugo”.
Y hacia allá marcha, sorteando las centenarias traviesas y dejando unas débiles rodadas sobre la tierra húmeda o una pequeña estela de polvo tras de él.
La verdad es que sus conocimientos de campo eran reconocidos por todos y sobre todo de la orografía de Viñas. Él, era sabedor de cada pinar, de cada arroyo, de cada vereda, de cada fuente, de cada pino o brezo del Dique Don Bernardo, sabía donde mantenía la guarida cada zorro, la madriguera de cada conejo o el refugio y la baña de cada jabalí, hasta la queda de cada cuadrilla de paloma torcaz.
Tan conocedor era de la variedad y de la fauna silvestre que identificaba a las especies por los excrementos, además, casi podía deducir peso, edad y el sexo, y hasta la variedad de caza que se podía batir en el entorno.
Y por sus huellas, sabia donde comenzar su rastreo, y de los rastros, diferenciaba el actual del eventual o si este había sido abandonado, además, si el animal caminaba, iba a trote o corría y si este estaba en época de cría. Él, era sin duda el más experto de todos sobre el hábitat de Viñas. También a veces, nos hacia disfrutar con un mini zoo, con algunos animales salvajes frente a la puerta de su casa, junto aquel pequeño refugio o pequeña perrera, situada debajo de las higueras que le servía de quitasol.
Como tantos otros, tuvo que abandonar Sotiel en aquellos años de la diáspora de los sotieleños por toda España. Pero durante años, él supo llevar muy adentro sus reminiscencias, no olvidándola nunca, hasta que llego la hora de retornar otra vez para arroparse con los abrazos de su tierra, la de Sotiel.
No sé si habrá vuelto a Viñas alguna vez después de su regreso del norte de España, pero lo que sí creo y tengo la certera, que en sus recuerdos alejado de aquí, no dejaba escapar a estos sueños que estoy seguro eran los más apreciados para él, y sé que además infinidades de veces habrá soñado con estar caminando por los entornos y con volver a andar y pasear por los caminos de Viñas en noches de lunas llenas de esta su Andalucía e inhalar la fragancia de sus matas de poleo y mestranto y se habría visto apartando las ramas de brezos que ahora ocultan los caminos, habrá sentido el aire refrescante de las tardes y noches de verano en los collados y el frio crudo del invierno al recorrer las umbrías o verse avivando una candela de aulagas y jaras en el interior de algunos de los túneles para secar sus ropas.
Y como no, querer volver a caminar en el silencio del amanecer por el arroyo de “La Plaza de Toros” pasando por el “Dique de los Portugueses” “El barranco de la Trituradora” hasta avistar el centelleo de las estrellas reflejado en el entrañable Dique de Viñas junto aquel pequeño naranjo y a su compañera la anciana higuera como testigos y guardianes del obsoleto y abandonado huerto.
Y en el silencio, sentir sus pisadas y percibir el vuelo silencioso de las aves nocturnas y este silencio a veces roto por el estrepitoso vuelo de la perdiz o por el aleteo bullicioso de las torcaces al oír el campanilleo suave de la campanilla colgada del cuello de su perrilla.
Y se verá otra vez por el camino ya olvidado y solitario, aquel camino polvoroso que tantas veces anduvo, pero hoy borrado y oculto por el tiempo, caminos y tiempo que se fueron tras de él.

Valla para él mis más sinceros y perpetuos recuerdos, para un hombre como él que supo disfrutar de los placeres, tan gratificante y placentero que con tanta abundancia y generosidad nos regala nuestra querida y amada tierra, nuestro Sotiel.
Amigo Pepe, mientras yo viva, mis recuerdos estarán contigo, un abrazo perpetuo.


---unsotieleño---
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