Es el líder del movimiento neoconservador más poderoso de la Iglesia, con un millón y medio de seguidores en 106 países y 70 seminarios. Un iluminado capitulo 1º A ver, majo, ¿quieres convertirte? -Pero es que yo ya estoy convertido... -¡Que está convertido, dice! ¡Ja, ja, ja! ¡Que está convertido! Lo que te quiero decir es si te quieres unir al Camino. Cualquier momento es bueno para captar adeptos. La primera rueda de prensa en más de 40 años de Kiko Argüello, iniciador y responsable del Camino Neocatecumenal, el movimiento neoconservador más poderoso de la Iglesia católica, comienza y termina con los periodistas rezando en pie un padrenuestro. Algunos no se lo saben. Balbucean. El espectáculo es digno de contemplarse. Argüello, de 69 años, es un hombre seco, ligeramente encorvado, de barba luciferina, pelo blanco, rostro áspero y carmesí, y los ojos cargados. Viste un raído traje negro y camisa y corbata oscuras; se aferra a una Biblia cubierta por una funda negra de piel. En los momentos de tensión enciende sin parar cigarrillos sin filtro que machaca al instante. Tiene una voz de galán quebrada por el tabaco, los cánticos y miles de sermones. Recuerda al predicador de un western. Es la tercera ocasión en la que pregunta al periodista si se quiere convertir. Con el brazo apoyado paternalmente sobre sus hombros. Ya le ha interrogado en otros encuentros sobre sus ideas religiosas -"¿crees en Dios?", "¿estás bautizado?", "¿cuántos hijos tienes?", "dame un beso"-. Por contra, todo son largas para conceder una entrevista razonable. Argüello desconfía de EL PAÍS. "¿Para qué queréis hacer un reportaje sobre el Camino si sois un periódico agnóstico y de izquierdas? ¿Para darme un palo? Aquí tengo guardados todos los países que hablan mal de mí y del cardenal [Rouco]. Los hermanos me han aconsejado que no hable con vosotros. Y si lo hago es porque os amo". |