Manzanilla - Huelva

Navidad, carnaval, semana santa, feria, rocío y verano son los dioses principales de esta rutina, a los que debemos honrar con festejos, ceremonias, cantos y danzas.
En su origen, cada una de las fiestas está pensada para romper la rutina diaria y divertir al rebaño, para luego volver reconfortados a seguir paciendo. Pero con los años vamos perdiendo interés por las diversiones colectivas de la muchedumbre, que tanto nos divertían en otros tiempos, hasta el punto de sentirnos desdichados si no estábamos en el cohollo del aturdimiento.
El apartarse de las celebraciones multitudinarias y el dejar de sentirse obligado a asistir a ellas no es una cuestión de edad, aunque influya, sino de carácter. Además no estamos igual de animosos en todas las etapas de la vida para ir de fiesta.
De todos modos, pienso que las celebraciones populares, sean profanas o religiosas, son necesarias en una sociedad bien ordenada, para expansión del espíritu y encuentro entre vecinos, y porque sabemos, desde que hay noticias históricas, que han existido siempre, luego el hombre necesita de días de olvido y confusión, o de reflexión y recuerdo, para reanudar su destino con nuevos bríos. Salvo a los íntimos, lo mejor es mentir para que no nos tomen por asocial.
Texto extraído del periódico Huelva información (resumido y con pequeños retoques)