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Encinasola - Huelva

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España > Huelva > Encinasola
28-03-07 18:28 #337447
Por:Alicia Gar

Valonero...¿Que pasará el jueves Santo?
Al escuchar lo del partido (con los ingleses) el jueves Santo en Sevilla, me he acordado de tí. ¿Terminará bien el partido? ¿Y las cofradías tan importantes del jueves se verán afectadas?.
Hace mucho tiempo que no sé nada de tí. Solamente he tenido unos ratitos de ordenador y los he dedicado a algo que estoy terminando para la página marocha.
Un saludo amigo: Alicia.
Puntos:
28-03-07 23:20 #337789 -> 337447
Por:No Registrado
La semana santa en Sevilla
De cuantos escritores han tratado sobre este asunto, el malogrado literato sevillano D. Benito Más y Prat es quizás quien ha descrito mejor las típicas fiestas. De sus trabajos voy a reproducir a continuación unas líneas de interés que he encontrado en una antigua revista de 1900 y que espero que sean del interés de los foreros:


En vísperas


Ya empiezan a moverse los cofrades; a están de vela las bordadoras de mantos; ya se celebran los capítulos en casa de los mayordomos; ya se limpian las lanzas y las tajantes espadas romanas, que han de servir a las lujosas cohortes.

Sevilla, cuando se acerca la época de sus procesiones, parece que se metamorfosea y adquiere la tendencia hierática que le distingue entre todas las provincias sus hermanas; semejante a la antigua Eleusis, se recoge en sí misma y se agrupa en torno de su templo. La gran basílica comienza a sacar de sus depósitos las más hermosas preseas: los suntuosos cortinajes de terciopelo con anchas fajas de oro que han de cubrir sus altos pilares, los juegos de soberbia candelería de plata que han de arder bajo sus bóvedas, las miríadas de ricas lámparas que deben iluminar sus sagrarios; los juegos de casullas, dalmáticas y capas pluviales que han de caer sobre los hombros de su clero catedral, dando a las ceremonias de la Pasión y Muerte la severidad y grandeza dignas de tan elevados misterios.

Los servidores propios del templo, con la agilidad que les caracteriza extienden las alfombras, cuelgan las pilastras, colocan los sitiales y preparan los ricos vasos de plata y oro que han de verse el Jueves Santo, a los pies de los pobres, como quiso que aconteciera el que no tuvo en la tierra blandas plumas en que reclinar su cabeza ni ánforas de rico metal para su servicio.

El ir y venir de monaguillos y acólitos, de pertigueros y sacristanes, de operarios y llaveros; la algarabía formada por aquellos jóvenes lampiños que tienen sus nidos en la torre entre los del vencejo, es de lo más característico que puede darse en estos preliminares de fiesta. Yo los he visto muchas veces encaramados por los ánditos, colgados de los salientes de los retablos y envueltos, como ángeles o diablillos alados, en los pliegues del gran velo que cubre el altar mayor y que ha de romperse con estrépito según reza la liturgia, en los oficios del Sábado Santo.

Las operaciones más difíciles de las vísperas son las de colgar pilares, tender el velo que se ha de romper, como ya hemos dicho, al toque de gloria, y cubrir las cruces de las capillas; más hay otra que pida fuerzas hercúleas y barbas mayores, y esta es la colocación del soberbio monumento que ha de servir para las solmenes ceremonias de jueves y viernes en la Santa Semana, y el cual es uno de los mejores ornatos de la celebrada Catedral de Sevilla.

Durante dos días, este monumento se ofrece a los fieles como una gran torre resplandeciente de luz, iluminando la bóveda y las capillas inmediatas. El sábado toda aquella costosa fábrica desaparece, quedando el templo como de ordinario, alumbrado de día por los rayos del sol que se deslizan por sus notables ojivas, y de noche por las miríadas de lámparas que lucen acá y acullá, asomando por entre los pilares como asoman las constelaciones en un bosque de palmeras o en una selva oscura.


Visita de pasos


Es antigua costumbre visitar los Pasos o Misterios que han de hacer estación en las respectivas capillas o iglesias en que se hallan establecidas las hermandades. Desde las primeras horas de la mañana se encuentran las imágenes vestidas y alhajadas, fuera de sus camarines u hornacinas, y puestas en sus lujosas andas, para que los devotos puedan examinarlas con delectación y holgura.

Las puertas de los templos se ven tomadas por asalto, y cada cofrade o curioso puede contemplar a su placer los candelabros y guardabrisas acabadas de adornar con colgantes y flores, las ánforas y objetos caprichosos de plata y oro agrupados al pie de las Vírgenes, las valiosísimas joyas que estas ostentan en sus senos, los amplios mantos, cuyas colas bordadas caen como una cascada de terciopelo y oro hasta tocar el suelo, y los patios flordelizados, sostenidos por varillajes de plata, complemento de una indumentaria tan impropia como exuberante.

Esta visita matinal tiene algo de profana y tumultuosa, porque en ella hay quien hace comparaciones atrevidas, critica a las camareras de las imágenes por el mal gusto con que han colocado a la Señora el prendido o el collar de perlas, hace notar la poca pericia con que se ha plegado la capa de San Juan o la túnica del Cireneo, o pone de ropa de pascuas al mayordomo porque no ha puesto celada de encaje a los judíos que están al pie de la Cruz o rizadas golas a José de Arimatea y sus compañeros.

La emulación de las hermandades tiene en estas visitas, principal parte, y cada cual de los distintos cofrades dice a sotto voce las excelencias de su patrono, procurando poner de relieve las faltas que nota en los Pasos ajenos.

- ¡Mire usted ese San Pedro qué mala cara tiene! ¡Parecerse
quiere al de Monte Sión, que es un santo que se lleva a la
gente de calle! ¡A cualquier cosa llaman discípulo de Cristo!...
- Digo, digo – afirma otro, hablando con una vieja curiosa -
¡buena está esa Malena pa tafetanes! Malena, la
de mi hermandá, que tiene er pelo de cabo propio.

Estas y otras ocurrencias más francas y más espinosas suelen escucharse en las visitas de Pasos, mientras unos salen, otros entran, estos aprietan, aquellos empujan, los de más allá señalan con el dedo, y todos forman en las penumbras del templo, en cuyo ángulo se encuentran los Pasos, una masa móvil y multicolor semejante a esas siluetas de la linterna que tan pronto se destacan como se desvanecen.


Penitentes y Nazarenos


Estos tipos tienen en Sevilla lineamientos especiales que merecen ser estudiados.

Corriendo parejas con las ricas preseas de que hacen gala las hermandades en su ostentosa indumentaria, el nazareno sevillano usa túnica riquísima de terciopelo, escudo bordado, cestillos de plata, y otros aditamentos que constituyen un lujo verdaderamente del siglo y en oposición con las antiguas prácticas.

En los primeros tiempos, estas procesiones puramente penitenciales no permitían esos derroches, la ostentación estaba divorciada de ellas, y la especie de misterio en que se envolvían alejaba a los curiosos de la carrera.

Los nazarenos iban con pobres túnicas, ceñidos de cilicios o casi desnudos, y aquellas imágenes rígidas, amarillentas, desprovistas de los encantos de la forma, escuetas y colocadas en humildes parihuelas que casi tocaban el suelo, no podían prestarse a las actuales exhibiciones.

Los hermanos de disciplina llevaban la espalda descubierta o con escasos palios y daban ayes lastimeros que solían asustar durante la noche a las mujeres y niños, y cuando se oía el tañer de la campanillas de los demandantes, había muchos que en tornaban las celosías o cerraban con pavor las maderas. Al presente, la fórmula ha variado por completo. El nazareno, con escasas excepciones vista con lujo, marcha en la procesión con elegante desahogo, y no se permite la disciplina. En vez de aquellas imágenes teñidas, chupadas, comidas por intemperie y por la polilla, que acusaban el bizantinismo y parecían protestar de la curva suave del Renacimiento, se exhiben las primorosas imágenes debidas al cincel de Cornejo, Montañés y la Roldona; las parihuelas se han sustituido por lujosas andas cubiertas con paños bordados y adornadas de flores, y los faroles, candelas y guardabrisas, llenando de raudales de luz los anchos doseles, muestran al creyente todos los encantos de la creación artística y todas las imaginaciones del espíritu cristiano.

Hoy los nazarenos y penitentes no causan lástima, sino delectación, da gusto verlos en ordenada fila haciendo que se deslicen las colas de sus túnicas por el pavimento o recogiéndolas con especial gracejo; los curiosos, en vez de huir como antes, de los penitentes amigos de la sombra, el cilicio y el silencio, se agolpan a su paso y llenan la carrera, celebrando cada misterio que pasa o cada agrupación que desaparece. Esas andas, conducidas por veintenas de hombres, se elevan como una aparición mística por encima de la multitud absorta y entusiasmada, y los Cristo que muestran sus músculos con el más hermoso realismo, y las Vírgenes y Dolores, cuyos rostros irradian vida y color, atraviesan triunfantes por entre apretadas muchedumbres, dejando tras sí irisadas irradiaciones y perfumadas estelas.

S.P.Q.R

- ¡Aquél es el capitán! - ¡Mira qué guapo! - ¡El teniente! -
¡Valientes borceguíes! - ¡Míalo, míalo, el del
pajarraco dorao
! - ¿No ves qué capa? ¡Si lleva más oro que
pesa! ¡Viva tu mare, buen mozo!

Esto, poco más o menos, dice todos los años la gente de rompe y rasga, cuando ve pasar en ordenada y compacta fila a los soldado romanos, que forman parte principalísima en las cofradías o procesiones de Semana Santa.

El del pajarraco dorao es el que ostenta el clásico estandarte coronado por el águila vencedora que dominó el mundo antes de que lo conquistase la Cruz, y en el que campearan las letras S.P.Q.R., expresión gráfica del antiguo poderío romano.

Llaman mucho la atención estas novísimas centurias por el lujo que ostentan y por el carácter grave y reposado de los que las mandan, que usando riquísimas ropas bordadas de oro, relucientes cascos y espadas y borceguíes salpicados de piedras finas, van tan orondos como podrían ir César y Pompeyo al frente de sus huestes, al penetrar en las ciudades conquistadas.

Esto no obsta para que como en las imágenes, la verdad histórica esté desconocida, y la indumentaria falsificada. Sobre las cotas de malla lucen golas a lo Francisco I y sus clámides bordadas de oro y sus togas viriles adornadas a capricho, demuestran que no fueron ellos los que pelearon en Munda ni conquistaron las Galias.

No por esto permitiría el capitán que uno solo de ellos descomponga la línea, ni deje de balancearse gravemente en los puntos de parada. Un bosque de plumas de ganso empingorotados muévese como gracioso mar de espumas durante el tránsito, y a la luz del sol deslumbran las rodelas de metal, en cuyo centro otro sol de latón dorado lanza a su vez centelleantes reflejos.

Cuando se acercan los armados –así los llama el hijo del pueblo – los curiosos que se agolpan al paso de las cofradías, se empinan sobre las puntas de los pies para contemplar desde lejos sus airosas cimeras y no perder uno solo de sus militares movimientos. Delante viene el abanderado, tras el los trompeteros, después el capitán, porque centurión sería poco, calada la visera de su reluciente casco y sosteniendo con ambas manos, cubiertas de blanca cabritilla, la tajante y brilladora espada. Cuando se acerca la noche, dos pequeñuelos provistos de hachas de cera le alumbran para que no pasen inadvertidas las piedras de los borceguíes ni los áureos bordados de su capa. De vez en cuando vuélvese a su hueste y la invita a mecerse de un lado a otro, de modo que brille el metal y se muevan las plumas como si fuesen bosques de palmas.

Las letras S.P.Q.R. suelen ser casi siempre objeto de las discusiones de los profanos.

- ¿Qué dice en ese letrero? – pregunta un flamenco de buena
sombra y de graciosa facha.

Un erudito que salta al pase se apresura a contestar:

- Pues dice ¡Senatus Pópulos!...

- ¡Qué Pópulos ni que niño muerto! – contesta el barbián
incomodado.- ¿S.P.? San Pedro, ¿Q.R.? que ronca. ¿No lo vio
usted en el paso del Huerto de las Olivas durmiendo a la sombra
de un chopo con los demás discípulos de Cristo?


La plaza de San Francisco


Hay en Sevilla una plaza histórica, que recuerda a la vez las fiestas y torneos del tiempo de los Asistentes y los autos de fe del Santo Oficio. En ellas se alza el magnífico edificio plateresco, único ejemplar perfecto en España y en que radican las casas capitulares; en ella se ven aún los portales adornados con restos de templo greco-romanos, donde se solazaba el autor del Ingenioso Hidalgo, estudiando aquellos tipos de la corte de Monipodio, que nos describió con tan brillantes pinceladas.

Este es el centro de la buena sociedad en las tardes de cofradía.

En airosos palcos adosados a la casa Ayuntamiento, se reúnen como en valioso bouquet, las damas de la high-life sevillana, llenando el resto de la plaza inmenso gentío, al que dan graciosas manchas de color las hijas de San Bernardo y de Triana.

Todo es animación y movimiento.

¡Qué diálogos más picantes! ¡Qué tiroteos de frases más donosos!

- Señá Mónica, que aprieta usté más que un doló –
dice una flamenca de colmillo retorcido.
- ¡Hija, si es usted una locomotora! – contesta en estilo cortado
Dª Mónica.
- ¡Vamos, no sea usted pesado, ábranos calle! –dice un
caballerito a un flamenco que, con las manos en jarras, impide
el paso a su esposa, jamona entrada en años y en enjundias.
- ¿Qué le abra calle? –contesta el barbián sin mover los brazos; - pues busque usté la de la Amargura, que pa eso se
trae la cruz a cuestas.

Estas finezas y otras como estas se cambian entre los que están de pie en la plaza, mientras en palcos y en sillas se ven amartelados grupos y se cuentan historias profanas.


Comienza el paso de las procesiones.


Desfilan por rigurosa antigüedad, y se defiende a punta de lanza este derecho; más de una vez los hermanos de esta y de aquella advocación, se disputaron el paso recordando los farolazos del Rosario de la Aurora, que ya se han hecho proverbiales. El aspecto que presenta Sevilla cuando las cofradías marchan a sus respectivas moradas, tienen algo de fantástico. Una de ellas, la del célebre barrio de la Macarena, dilata su entrada hasta que avanza el día, y logra que los primero rayos del sol caigan como cascada de oro sobre el hermoso manto bordado de su Virgen favorita y multiplique las facetas de los diamantes que la adornan. Si aquél no aparece a tiempo en el horizonte, como suele acontecer algún día, los cofrades cierran el puño e increpan duramente al rubicundo astro, que embozado en su capa de nubes, trasnocha por las profundidades del cielo, pero cuando se muestra propicio, la Patrona es llevada a bendecir los sembrados que ya despuntan como felpilla de esmeralda, volviendo a entrar por la histórica puerta de la Muralla, saludada por estas o parecidas frases:

- ¡Viva la Virgen, que deja atrás a toas las Vírgenes!
- ¡Viva la Mare del pueblo!




Puntos:
28-03-07 23:21 #337791 -> 337789
Por:No Registrado
RE: La semana santa en Sevilla
Por cierto... el que firma es Tom Bombadil
Puntos:
30-03-07 11:56 #338905 -> 337789
Por:No Registrado
RE: La semana santa en Sevilla
¡Qué barbaridad! Todo eso lo has escrito? Es pegado o algo así? Soy torpe y no entiendo. Pero teclear para teclear todo ello hay que tener ganas y sobretodo tiempo.
Puntos:
30-03-07 18:27 #339157 -> 338905
Por:Tom Bombadil

RE: La semana santa en Sevilla
Sí... lo escribí directamente desde el teclado... ganas no han faltado, aunque sí tiempo... pero debido a mi trabajo tengo algo de práctica... un saludo
Puntos:
02-04-07 11:41 #340310 -> 339157
Por:No Registrado
RE: La semana santa en Sevilla
Alicia:
En efecto hace muchos días que no sabemos el uno del otro. Te envié un correo y no me has contestado. Creí que lo que te enviaba te iba a proporcionar algo de alegría y que me contestarías. Veo que tu PC se rebela y te dá problemas.
Me alegra saber de tí. Ahora entro muy poco en Internet. Me dedico a otras cosas. Ahora no tengo tanto tiempo libre como antes. No se trata de que haya algo que me obligue a dedicarle un tiempo determinado, soy yo mismo quien me limito el que he de emplear en cada cosa y los foros, por ahora, ocupan un segundo lugar.

Tom:
Cuando iba avanzando en tu extenso relato pensaba que sólo tú podías ser el autor de esa narración. Al final, ví que no me había equivocado.
Magnífico eso de recoger los testimonios antiguos, pues siempre aportan su nota historica y nos hacen ver cómo han evolucionado, en este caso, las fiestas.
Por cierto, en ese monumento que se monta en la Catedral, pues supongo que aún hoy seguirá instalándose, hay figuras monumentales salidas de la mano de un marocho. Se trata de unas esculturas de Alonso de Mora, nacido en Encinasola en el primer tercio del siglo XVI.
Aunque he residido durante muchos años en Sevilla, y he vivido intensamente su Semana Santa, no recuerdo haber visto ese monumento. Sería interesante que alguien insertara una serie de fotografías del mismo en cualquier pagina de Internet y que nos diga donde las inserta para poder verlas.

Valonero
Puntos:
10-04-07 19:51 #344018 -> 340310
Por:gomiz

RE: La semana santa en Sevilla(Valonero)
Amigo Valonero, de lo que preguntas sobre el Monumento de Semana Santa en la Catedral de Sevilla, es posible que cuando tu estabas en Sevilla ya no se montara, pues este se dejó de montar en el año 1961.Ahora se monta otro que imita mas a una custodia, de lo que dices de nuestro paisano Alonso de Mora, te puedo afirmar que el historiador D.José Gestoso en su obra la Sevilla Monumental y Artistica, escrita sobre finales dedl XIX, hace mención a este monumento y en él menciona a nuestro paisano, como uno de los escultores que trabajaron en la construcción del mismo.Sobre lo que pides de insertar una fotografia del mismo, yo dispongo de ellas, pero no me atrevo, dado que no se si estarán protegidas por derechos de autores, no obstante cuando tenga tiempo y pueda escanearlas, te enviaré alguna a tu correo.
saludos Paco Gomiz
Puntos:

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