Encinasola - Huelva

Este es el inicio de un relato mío, si os gusta os ire poniendo lo demás

Es la primera vez que “hablo” de esto, y lo hago tras la pantalla del ordenador, sé que más tarde o más temprano saldrá a la luz todo este asunto y no sé muy bien cómo podré explicarlo, ni siquiera sé si quiero hacerlo, pero los que me conocen no aceptarán cualquier explicación para salir del paso, los conozco demasiado y también sé como me conocen a mí, como para que se traguen cualquier historia poco convincente.
Lo paradójico es que fueron ellos los que desencadenaron todo este proceso, fueron ellos lo que, mediante una broma más bien pesada y no exenta de mal gusto, iniciaron todos estos sucesos que empezaron como lo hacen la mayoría de las cosas graves y que nos repercuten: de una forma inocente e insospechada.
Era la despedida de soltero de Nacho de la Hera, el bueno de Nacho se casaba con Pituca, Él era consciente de lo que llevaba por delante, no en vano había estado más de una vez con ella en aquellas famosas orgías de fin de semana, donde sabías cómo y con quien empezabas, pero ignorabas totalmente cómo, dónde y con quien amanecerías el lunes. Pero Pituca, que en fondo no era mala persona, sólo alegre de ingles, había decidido que había que sentar cabeza y entre los candidatos disponibles decidió que el mejor era Nacho, Nachito de la Hera.
A la madre de Nacho no le gustaba ella un pelo, decía que era una caza fortunas sin escrúpulos deseosa de trepar en una sociedad en la que, de otra forma, jamás tendría cabida, y de eso debía saber mucho ella, ya que empleó la misma táctica para casarse con don Ignacio, constructor de moda, afecto al Régimen en sus últimos tiempos y poco después demócrata de toda la vida y compañero de juergas de Felipe cuando aún era Isidoro. Además, era propietario don Ignacio de una de las cuadras de caballos más prestigiosas de la ciudad, que era como decir del país, y se decía que había comprado el hipódromo de La Rosaleda, donde la familia real tenía reservado palco toda la temporada de carreras.
A Nacho había que montarle la mejor despedida de soltero que imaginarse pudiera, y yo, que lo conocía más que nadie y sabía cuales eran sus fantasías eróticas, me encargaría de ello. Recordé que una vez me contó que había visto en una película americana a una chica salir de un inmenso pastel de cumpleaños y desde entonces soñaba con lamerle todo el cuerpo a una chica como aquella, con comérsela a besos, y ese gusto se lo tenía que dar yo a Nacho como fuera.


Oriundo

Me engancho a la historia si prometes no dejarla a medias. Besos.

No fue difícil, hoy, en ciertos ambientes, todo es cuestión de dinero y aquí había que lucirse, así que buscamos el local adecuado, la chica adecuada, que tenía que ser rubia natural por cuestiones de fetichismo, y el público adecuado, que naturalmente tenía que ser selecto y de la mayor confianza para evitar sorpresas de malos rollos y papparazzis camuflados que después te hacen chantaje con unas fotos impublicables.
Ya estaba todo preparado para aquella noche e invitamos a unas copas a Nacho como si nada, como cualquier noche al salir del curro, y él, tan inocente, no sospechó nada, así que entramos como para tomar algo en un sitio que ya teníamos cerrado para el público y donde todo estaba preparado para nosotros.
Pedimos unos dry martinis, para abrir boca, y le hice una señal al camarero, entonces las luces fueron bajando su intensidad hasta dejarnos sumidos en una penumbra agradable y misteriosa y de un rincón surgió un inmenso pastel que acababa en una cúpula como la del capitolio americano. Nacho estaba atónito y desconcertado, no hacía más que mirarnos a todos como queriendo saber que era lo que estaba pasando allí, pero no tardó en averiguarlo.
El pastel llegó a su altura y se hizo un profundo silencio, entonces, un redoble de tambor puso a todos en tensión y, tengo que reconocer que, aunque sabía todo lo que ocurriría allí, tampoco podía reprimir cierto nerviosismo y no paraba de morderme las uñas. El tambor calló y alguien empezó una cuenta a atrás. Cuando llegó a cero, una despampanante rubia rompió la cúpula de la tarta saltando de ella hasta donde estaba Nacho y se le colgó del cuello rebozada como estaba en nata y merengue. Las luces se encendieron y la música estalló con un zambombeo de salsa que hizo que todos nos moviéramos al ritmo aquella y acabamos bailando en el centro de la sala.
A partir de ese momento cada cual se encomendó a su santo preferido y se dedicó a disfrutar de todo cuanto tenía a la mano, que no era poco precisamente. La chica de la tarta no vino sola, sino que se trajo a tres o cuatro de sus mejores amigas y dispuestas a todo, naturalmente cobrando, y bien, por adelantado. Las bebidas corrían gratis para todos y no tardó en aparecer algún petardo de mano en mano mientras en algún rincón centelleaba un espejo nevado.
Lo último que recuerdo es tener una copa en la mano mientras Nacho brindaba por la amistad eterna, pero a él le estaban haciendo un lavado de bajos y a mí algo por el estilo que me estaba volviendo loco, después se abre un espacio negro e insondable del que no consigo recordar absolutamente nada.
Me despertaron el frío y una mano aún más fría que me tocaba la cara. Cuando conseguí despegar los párpados vi frente a mí una cara negra y fea que me intentaba decir algo al tiempo que señalaba mis calzoncillos. No necesité mucho para darme cuenta que quería quitármelos, lo único que llevaba puesto y me los quería quitar.
Me incorporé como pude y busqué refugio en un rincón cercano, allí, acurrucado y muerto de frío empecé a ver donde estaba, aquello debía ser una especie de albergue de mendigos y drogatas, olía fatal y estaba todo muy sucio. El negro aquel no paraba de hacerme señas para que le diera los calzoncillos, mis Calvin Klein, así, por la cara. Entonces empecé a gritarle como siempre que alguien no te entiende y él pareció comprender, rebuscó en una mochila que llevaba colgando y sacó unos vaqueros muy gastados y sucios, rotos por los bajos y sin cremallera, entonces me hizo saber que se los cambiara por los calzoncillos. De nada sirvieron mis explicaciones de que estaban sucios, de que posiblemente tuvieran “nicotina”, él estaba empeñado en mis gayumbos y nada lo hacía desistir de la idea de poseerlos. Me puse de pié con muchos trabajos, ya que al menor movimiento parecía que los sesos se me fueran a salir de la sesera, y me giré para quitarme los calzoncillos, pero entonces pensé que no era conveniente darle el culo a aquel negrazo, así que me cambié de frente, pero creo que le dio entre pena y asco de verme, tan encogido y aturdido como estaba.

Yo tambien me engancho a la historia,sigue contandonosla Oriundo.
Saludos

Oriundo copia y pega de:

Oriundo no copia y pega de ningun sitio, ese espacio es mio y todo lo que hay en el, fotos, relatos y demas son mios, lamento haberte defraudado.

Oriundo.

Se me olvido antes, gracias por poner mi dirección y ya de paso invito a todos a visitar my blog, espero vuestros comentarios.

Oriundo.

Soy una fan tuya, aunque se me olvidó registrarme. Soy Toñitamari, me he peinao y tó pa escribilte este mensaje, André. Me despepito toda con tus fotos de militá, y de bombero más. Un besito.

Me ha gustado mucho el relato. Es muy emotivo. Escribes muy bien. Besos.

GRACIAS. Siempre estoy escribiendo algo, el problema es que casi nadie lee y entonces parece que escribes para nadie.

Oriundo.