Encinasola - Huelva

Frente a la Catedral, en la Avenida de la Constitución, hay una pequeña tienda de artículos de regalo, supongo que la habréis visto más de una vez. Yo tengo que pasar por ahí a diario, la oficina está cerca. Los escaparates no invitan a pararse. Nunca hay nada interesante.

Hoy hace un año. Hace justamente un año ocurrió algo especial. Quería pasar por delante de aquellos escaparates rápidamente, como hago siempre,. No me gustan los objetos que en ellos hay. Los odio. El dependiente es demasiado viejo y demasiado bajo. Le odio también. Pero aquel día me quedé parado. Pegué la nariz en el cristal frío y dejé que mi aliento dibujara una mancha blanca. En medio de unos desagradables candelabros de plata y de unos floreros pintados con colores chillones se encontraba un perro faldero, no sé de qué raza, a tamaño natural. Porcelana blanca vidriada. Era todo blanco, todo menos los ojos y la nariz que eran puntitos negros. Quería poseer ese perro.

Entré y pregunté al dependiente, un hombre mayor, muy agradable. La gente dice que es muy bajo, pero a mí me parece muy simpático. No pude comprarlo, no tenía dinero suficiente.

Al día siguiente pasé de nuevo ante el escaparate. Me quedé parado junto a mi perro. Entré para llevármelo, pero no pude, tampoco tenía dinero suficiente. Tal vez al día siguiente.

Desde entonces me quedaba parado a diario junto a mi perro. Así durante un año. Volvía a entrar para comprarlo, pero no tenía dinero suficiente para llevármelo. Creo que tengo un problema de memoria.

Hoy me acerqué de nuevo junto al escaparate. Hoy, justamente hoy, el día de nuestro aniversario, hoy que le había comprado unas rosas, mi perro ha desaparecido. Entré y dije al viejo aquel odioso: “¿dónde está mi perro?”. En aquel momento me pareció más bajo que nunca, sin embargo pude darme cuenta de que le faltaba un botón de la chaqueta. “Lo he vendido a un americano” me dijo con su voz despreciable.

¿Cómo es posible? Mi perro se ha ido con un americano. ¡Me ha abandonado por dinero! Qué clase de persona hace eso. Yo le quería más que a nadie. ¡Entonces..., las sonrisas que me dedicaba desde el escaparate eran todas falsas! ¡Y yo que pensaba repintarle la nariz de rojo! Pero se ha ido con el americano.

Sólo espero que la bala no me lastime mucho cuando entre por la sien. Tal vez mañana, cuando me la hayan extraído, a la salida del hospital, pueda pasarme por la tienda. Tal vez mi perro haya dejado un mensaje para mí. Tal vez todo sea un malentendido, un mal sueño. Tal vez mañana tenga dinero suficiente para comprarlo.

Estás loco, chaval... yo soy el americano que se folló a tu perro