Cabezas Rubias - Huelva

LAS GENTES DE RUBIA

Todas las gentes de rubia
hablan de Charco sin suelo,
no sé que tiene ese charco
que se refleja en el cielo.

El Molino La Dvisa
es otro de los lugares,
que a casi todo rubiato
le aligera los andares.

Cuando evocan a su pueblo
no se pueden olvidar
de la calle del Cuartel,
que tuvieron que dejar.

Todos los rubiatos buenos
han llorado la partida
y en la distancia recuerdan
su patria chica querida.

Está ese pequeño pueblo
entre montañas metido.
Valle de muchos caminos,
es lugar de paso fluido.

Un beso para todos y todas y el más grande para mi marido que es quien me cuenta cosas de Cabezas Rubias, María Lancho

HOMENAJE A NUESTROS PADRES

Quiero hacer un pequeño homenaje a nuestros padres, a aquellos emigrantes, que en la décadas de los cincuenta y sesenta tuvieron el suficiente arrojo y coraje para sacrificar su mundo y sus raíces, e iniciaron el éxodo a las grandes ciudades. Lo hicieron pensando sólo en nosotros, sus hijos. Pretendían un futuro más próspero y esperanzador que el que podían ofrecernos en el pueblo. No dudaron ni un momento en desprenderse de todo cuanto hasta entonces había llenado sus vidas, de todas esas cosas que se acumulan a lo largo del tiempo, sobre todo en los primeros años de matrimonio y que no siempre son materiales, que después de todo ésas pueden sustituirse.

Cambiaron el aire libre del campo por la fría y húmeda obra, el trigo por el humo de las fábricas, la verde y fresca hierva por el duro asfalto, el chato de vino con los amigos por las horas extras. Lo hicieron a más de mil kilómetros de su amada tierra.

Sintieron el dolor de arrancarnos del suelo que nos vio nace. Allí quedaron trocitos de nuestras incipientes vidas, allí en aquellos pueblos de casas blancas, de calles empedradas, de plazas ruidosas y llenas de niños, allí donde dimos nuestros primeros y torpes pasos, allí sonde aprendimos a hablar.

¿Pero qué fue lo que encontraron en la gran ciudad? ¡No fue fácil! Trabajo había sí, pero ni era cualificado ni bien remunerado, por eso todos los miembros de la casa tuvimos que trabajar, todo era poco para contribuir a la economía familiar. Así, las soñadas escuelas, las universidades quedaron postergadas y tuvimos que conformarnos con un trabajo de más o menos calidad. Aprendimos si darnos cuenta. Nuestra escuela fue la vida. Fuimos mayores de edad para trabajar, pero sólo para eso.

Nuestra suerte, fue que éramos niños o muy jóvenes y supimos adaptarnos con naturalidad e hicimos nuestra la ciudad. Fuimos y somos capaces de disfrutar con los acontecimientos que tienen lugar en nuestra querida Cataluña. Yo puedo decir que me emocioné de forma muy especial cuando en las Olimpiadas de Barcelona vi prender el pebetero con la llama Olímpica y en tantas y tantas ocasiones.

Afortunadamente nuestros hijos, los nietos de aquello dignos hombres y mujeres, han tenido más suerte, ellos han podido elegir su profesión y la desempeñan por vocación y ahora son los abogados, albañiles, comerciales, médicos, mecánicos, empresarios, directivos, periodistas, maestros, dependientes y quien sabe cuantas cosas más, Son los chicos y chicas que pisan con fuerza por la ciudad, son catalanes de primera y tienen el privilegio de ser bilingües. Hablan dos idiomas, sin el menor esfuerzo, porque ambos les pertenecen.

Ellos son la obra y el orgullo de lo abuelos y abuelas que sacrificaron su mundo por un sueño y nos dieron la mejor de las herencias, nos dieron sus vidas, consumidas en el banco de un parque cualquiera lejos de su amada, añorada y siempre recordada tierra. Sus huellas son nuestra fuerza.

Pepe Cantare Bandurria y María Lancho Moreno