Hace tiempo que nadie habla ya de Don Acacio. Debe andar deprimido por no ver satisfecha su infinita vanidad y egocentrismo. Ya nadie le recuerda, ni habla de él.
Al parecer, como no tiene dónde ganarse la vida, ni de dónde trincar, ahora se dedica a las tares domésticas. Sí, a eso. A cocinar, a planchar, a limpiar la casa, mientras su esposa se gana el jornal con el que poner un plato de comida delante de su hocico.
Es lo que tiene no tener profesión reconocida, ni estudios. Eso pasa cuando no se ha dado un palo al agua en su vida, ni se ha abierto un libro. Bueno sí, creo que es un simple bachiller, porque los estudios de derecho nunca los llegó a terminar. O a empezar, que eso de decir la verdad no era una de sus virtudes, si es que tuvo alguna.
Que no se preocupe, que pronto verá de nuevo escrito su nombre en los periódicos y los foros, cuando la Audiencia Provincial ratifique la sentencia del Juzgado 1 de lo Penal. Y si no es por ésto, lo será por el juicio veraniego.
Todo llega Don Acacio, todo llega. Como a él le gusta decir: el que nace lechón, muere cochino. ¡Oink! javascript:emoticon('

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