En el primer plano de esta hermosa foto, a la derecha, aparece "mi casita", el número 11 de Miranevada, donde viví los mejores momentos de mi infancia y adolescencia en veranos inolvidables de los años 60 y 70.Guardo recuerdos entrañables que, después de tantos años, he podido revivir gracias al tesón de Socorro Hita, a quien recuerdo como una niña de cabellos dorados. Ella ha recogido el testigo de su padre, Antonio, y se ha empeñado en rescatar un sueño. Doy gracias a la vida porque esas casitas se han salvado de la especulación urbanística y ojalá que Socorro logre mantenerlas como lo que fueron: un reducto de paz y libertad en contacto con la naturaleza.