Algarinejo - Granada

Parece que tanto la prensa española como la práctica totalidad de los parlamentarios españoles se han sentido incómodos con las últimas declaraciones del recién estrenado Ministro de Exteriores García-Margallo. La progresía bienpensante ha tomado como una osadía la reivindicación de la españolidad de la roca por parte del Jefe de la Diplomacia española, auténtico "enfant terrible", quien en un arrebato patriótico, anunció que "ya era hora de terminar con la broma" que supone la situación de ocupación del peñón por parte del Reino Unido.

Lo que no aclaró el señor ministro a los españoles es si se refería a que, o bien esta broma reside en que el peñón lleva más de tres siglos ocupado por una potencia extranjera, o bien es por el continuo quebrantamiento del Tratado de Utrecht por parte de la Gran Bretaña –Tratado que, dicho sea de paso, rechazamos los falangistas-, o bien la broma es por la nula reivindicación que de su soberanía realiza el nefando rey de España.

En suma, la gran incógnita que se nos plantea es si al sr. Ministro García-Margallo le importa la integridad de España, nuestra Nación, con lo cual gozaría de todo nuestro apoyo; o si por el contrario, sumado al carro del aséptico "patriotismo constitucional" inculcado desde su partido, lo único que le interesa sea únicamente la rentabilidad económica de la españolidad del peñón, facilitando que en Gibraltar dejen de reunirse los mayores traficantes de drogas, tabaco, licores etc., convertido en uno de los mayores paraísos para el blanqueo de dinero existentes en Europa, que el Banco CentralEuropeo jamás ha investigado, quizá por ser la cloaca financiera de buena parte de nuestros eurodiputados.

Los españoles de bien solo estaremos satisfechos si lo que se dialoga con Inglaterra, y reconoce la Unión Europea, es el fin de la colonización del peñón y su retorno legítimo a la soberanía española, perfectamente realizable, pues precedentes como la devolución de Hong Kong a China no quedan tan lejos . La Historia de España está escrita con letras de oro, y no obedece a espúreos intereses económicos. Pero eso, el PP, todavía no lo sabe.