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21-04-12 12:54 #9958610
Por:No Registrado
Mientras España duerme y bosteza, la ofensiva islámica no cesa
Mientras España duerme y bosteza, la ofensiva islámica no cesa

LTY.- Frente a la ofensiva islámica y la deserción de nuestra dirigencia política, España duerme y bosteza. Nada parece ser lo suficientemente efectivo para quebrar el letargo en el que estamos sumidos. Ni las sacudidas del asalto mahometano ni el estruendo de sus ataques alcanzan para provocar tan siquiera un comienzo de toma de conciencia real y desencadenar aunque sea un conato de reacción efectiva. La amenaza en ciernes y el peligro inminente no son percibidos como tales para una gran parte de la población que prefiere escudarse en la ignorancia y refugiarse en el discurso oficial del “no pasa nada, todo va bien, vivimos en el mejor de los mundos”. Lo importante es el próximo “puente” largo para ir a la playa o al campo. ¡Ah, y la obesidad mórbida que es un grave problema que nos debe preocupar a todos!

El cuerpo social de la sociedad española está demasiado afectado por un cóctel de síndromes que lo incapacita para la acción: síndrome de Munich (el retroceso en 1938 de los gobiernos inglés y francés frente a las exigencias territoriales de Hitler), síndrome de Estocolmo (la propensión de los secuestrados a compartir los puntos de vista de sus secuestradores), y ahora el síndrome de Copenhague (la respuesta apocada ante los ataques islámicos y las quejumbrosas demandas de disculpas de algunos gobiernos europeos por las caricaturas de Mahoma). La naturaleza de nuestros problemas es antes que nada una afección de carácter mental, sicológico y moral. Y un déficit alarmante de testosterona, por otra parte.

Muy pocas personas son concientes de lo que hay que hacer. No se pueden borrar en unos meses décadas de lavado de cerebros y de machacona propaganda. Además ningún responsable político se atreve en serio con este tema, y por lo tanto tampoco nadie ha preparado nada para el conflicto que viene. Del lado de los medios de comunicación, la manipulación es total, mentiras, tergiversaciones, ocultamientos: una campaña de desinformación completa que busca ocultar la realidad y desarmarnos frente al enemigo. La defensa de nuestros intereses superiores, nuestra política doméstica y externa puesta al servicio del bien común, sólo se podrá llevar a cabo por la presión de los acontecimientos y cuando estemos de rodillas y con el agua al cuello.

Nuestra ceguera y nuestra imprevisión nos costarán rios de sangre y lágrimas antes de muy poco. Llevados al borde del abismo por nuestra locura de querer violentar las leyes sociales y naturales que rigen el bien vivir de las sociedades humanas, y colocados ante el espanto de ese vertigo anunciado, daremos en ese instante supremo palos de ciego y manotazos de ahogado. Se vienen años difíciles. Corremos al desastre y pareciera que ya nada que se pueda decir o hacer inducirá a nuestros gobernantes a rectificar y hacer marcha atrás por el camino equivocado en el que nos han internado sin nunca pedirnos nuestra opinión y menos nuestro consentimiento. Llevamos demasiados años tirando piedras a nuestro propio tejado y este amenaza ahora con venirse abajo. Hace tiempo que el país hubiera debido reaccionar, pero está claro que sólo lo hará cuanto esté a punto de asfixiarse. Vamos hacia una catástrofe de dimensiones trágicas y de consecuencias irreversibles. Una formidable inversión de roles y de valores se ha impuesto entre el entusiasmo cretino de unos y la apatía bovina de los más. Toda una sociedad camina hacia su perdición cantando himnos de alegría y emitiendo partes de victoria. Algunas veces los pueblos se apagan en una agonía que gustan como un descanso dulce y agradable; otras veces perecen en medio de fiestas, ebrios de orgullo y creyéndose inmortales. Caemos del lado del que nos inclinamos: esa es la ley.

Seguimos en España sin (querer) entender el verdadero alcance del desafío planteado por el islamismo contra nuestra seguridad, nuestra identidad, nuestra misma continuidad , que no está nada garantizada de aquí a poco menos de un par de décadas, de seguir así. El resto de Europa, con pocas diferencias, padece de los mismos males que nos aquejan, aunque ahí algunos movimientos de resistencia ya se han iniciado.

La excusa de Iraq, o de Afganistán, Palestina, Kosovo, Chechenia, Libano, tal vez mañana Irán o Siria, no explica el islamismo como reacción a la “agresión occidental”, ni las accciones del terrorismo islámico como los desesperados golpes del débil contra los abusos del poderoso. El islam está en guerra contra Occidente (y no sólo contra Occidente: también Rusia, la India, Filipinas, Tailandia, etc…), y esta guerra, declarada o no pero real y verdadera, tiene lugar en diferentes escenarios y con distintas intensidades, con un único objetivo: el dominio islámico universal, la sumisión de la humanidad a la voluntad de Alá, la implantación de la sharia sobre la totalidad del orbe terráqueo, el califato mundial para todos y para siempre.

Existe en Europa, por ceguera y cobardía, una voluntad de negar la llegada inminente de un conflicto abierto en suelo europeo y de imponer la consigna de seguir cantando, contra viento y marea, las maravillas y perfecciones de un nuevo orden mundial fundado sobre la justicia y la paz. Y esto explica el que la percepción fomentada por los medios de comunicación opuestos ideológicamente a “la guerra” (a la realidad de un conflicto en marcha) ha marcado los espíritus y contaminado las inteligencias. Pero estamos ya cerca del fin de las ilusiones , la realidad no se puede falsear eternamente, la verdad se impone de un momento a otro y las “sorpresas” por venir en los próximos tiempos forzarán la evolución de las percepciones hacia una situación de beligerancia.

Es decir, cuando aumente dramáticamente la frecuencia de los atentados (que es una hipótisis razonable), cuando barrios enteros sean declarados “territorios liberados” del islam, cuando estalle una intifada a la medida de un continente, cuando la bandera verde de la media luna ondee sobre ciudades sometidas a la sharia y gobernadas por consejos de “Barbas Blancas” y el control de regiones enteras le sea disputado por milicias armadas al poder legalmente constituido, habrá que rendirse a la evidencia y abandonar definitivamente la inocencia angelical o el cinismo endurecido que caracterizan a los gobernantes europeos casi sin excepción.

Antes de llegar a esos extremos asistiremos, día tras día, a una cesión contínua ante las exigencias primero, las presiones después y el chantaje y las amenazas al final, de la “comunidad musulmana” invasora, que tiempo hace que nos ha “tomado la temperatura”, y a un retroceso constante y repetido en todos los terrenos de nuestra cultura, nuestra democracia, nuestra libertad y nuestros derechos en nuestra propia tierra.

Las ambiciones y las exigencias de los islamistas se oponen tanto a nuestro modo de vida como a nuestra proyección cultural. No se puede seguir creyendo que los atentados de Madrid o de Londres son únicamente la consecuencia de una decisión de los gobiernos de los países apuntados (su intervención en la guerra de Irak u en otros escenarios), y no las acciones de un enemigo irreductible que no parará en su combate hasta alcanzar sus objetivos o sea aniquilado. Habrá más ataques, sin duda más mortiferos que los ya sufridos, que golpearán a los países que tengan la desgracia de bajar la guardia. Pero llegará el día en que esas agresiones harán bascular a la opinión pública y que esta llegue a pedir la guerra hasta ese momento negada.

Estos ataques más mortiferos no se han producido aún gracias al trabajo de los servicios de inteligencia europeos. En los últimos años decenas de atentados han sido malogrados a tiempo en todo el territorio de la UE y centenares , si no miles de criminales y sospechosos han sido detenidos. Pero esta función meramente defensiva no puede hacer otra cosa que retrasar lo inevitable, y no puede modificar la dinámica del conflicto en curso. El desmantelar unas cuantas células terroristas al año en toda Europa no cambia sustancialmente nada al fondo de la cuestión. Hay unos 20 millones de musulmanes en Europa, o más, cada día más concientes de su fuerza y crecientemente hostiles y agresivos contra Occidente, y esta ingente masa humana es una inagotable reserva de militantes y combatiente para ese ejército de Alá que está acogido a nuestra insensata y suicida hospitalidad.

La única respuesta posible a la ofensiva en marcha consiste en reaccionar a otro nivel. Los corazones, las almas y los espíritus forman el terreno clave de toda la lucha por venir, pues los medios materiales (económicos, tecnológicos, científicos, militares, etc…) están disponibles y sobran para oponerse al desafío y derrotar al enemigo. Animada con una voluntad firme y una determinación clara, la sociedad occidental, equipada con todo un arsenal de medios diversos en su poder, puede aniquilar cualquier oposición a su voluntad de prevalecer. Para eso debemos admitir el peligro y estar dispuestos a plantarle cara sin vacilamientos ni remordimientos. Pero debemos asimismo saber que toda acción en ese sentido será larga y costosa, sin obligación de resultados inmediatos, y que la lucha se dará en diferentes niveles a la vez: materiales (economía, demografía) e inmateriales (identidades, ideas).

Hay que informar al cuerpo social del peligro sobre nuestras cabezas, del conflicto de nuestra época. El primer esfuerzo es hoy el de la información. Hay que exponer claramente a la opinión pública que el enemigo es la barbarie, es decir la ley y las prácticas del islam. No hay que caer en el error, y la trampa que el enemigo y sus colaboradores intentan tendernos, de diferenciar entre el islam y el islamismo (que es tanto como diferenciar entre el alcohol y el alcoholismo). No hay islam moderado, como tampoco hay barbarie moderada o extremismo moderado.

El público en general ignora casi todo del islam. No es necesario someter el estudio del islam como una materia obligada a la ciudadanía, pero esta debe saber imperativamente que las leyes que autorizan los castigos corporales y las ejecuciones en plaza pública, la segregación religiosa y sexual, la esclavitud y la tolerancia hacia las mutilaciones genitales, entre otras cuestiones, en los países musulmanes, son prácticas conformes a la religión islámica. El islam es eso, el islam diario, la guía de cientos de millones de seguidores del Corán, no sólo el islam de Bin Laden y sus secuaces, no únicamente las creencias de un puñado de fanáticos e iluminados que andan por unos lejanos pedregales y duermen en cuevas. Si la gente entiende esto, entonces habremos identificado al enemigo y se podrá avanzar para combatirlo y vencerlo.

Para conocer el islam, para liberarse de la visión edulcorada y falsa que se nos quiere imponer, basta asomarse al Corán y a otros relatos islámicos, examinar los textos, las leyes y la historia con espíritu racional y objetivo. Todo eso es mediocre, malo, verdaderamente inferior, absolutamente insuficiente, hasta en la forma. No hay nada divino en el islam, nada que pueda elevar el espíritu ni ennoblecer al hombre, nada suceptible de llevarlo hacia una ética superior, ni tan siquiera ofrece un soplo de esperanza ni un consuelo ante el sufrimiento humano. El Corán es un código legal y un reglamento moral repugnante y odioso: el libro de estilo del buen sicópata. Cualquiera puede darse cuenta de eso con sólo unos días de lectura atenta en un marco adecuado.

Hay que contener o vencer a los fanáticos, a la barbarie que acampa sus ejércitos a los pies de nuestras murallas y a los infiltrados que ya actúan dentro de nuestras fronteras complotando para abrirle las puertas a sus correligionarios cuando se desencadenen las hostilidades a gran escala. El islam plantea un desafío total a la civilización occidental, al mundo moderno, a nuestros valores, a nuestra cultura. Pero también puede ser la panacea necesaria para abordar los grandes problemas civilizacionales de nuestro tiempo. El islamismo, más allá del horror que lleva consigo y de los riesgos mayores que genera, es una oportunidad ofrecida a los europeos para que tomen su porvenir en sus manos y resuelvan sus principales conflictos de motivación, se doten de una identidad y unas metas comunes, y construyan su reconciliación y unidad. De esta manera, esta desgracia actual, la calamidad islámica, habrá servido a algo bueno.

https://ww.alertadigital.com/2012/04/21/mientras-espana-duerme-y-bosteza-la-ofensiva-islamica-no-cesa/
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21-04-12 21:00 #9960180 -> 9958610
Por:No Registrado
RE: Mientras España duerme y bosteza, la ofensiva islámica no cesa
Visca l'Islam que provoca tanta por als feixistes. Visca, visca, visca i mil vegades visca!!!!! Al·là es GRANNNNNNN!!!!!!!!!!!!!! sON EL REGAL MES GRAN QUE dEU ENS HA DONAT!!!
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