Salt - Girona

La inmigración como problema

08:31 (29-07-2010) | 5

Según los estándares de la corrección política, la inmigración figura eminentemente como un tema del que no se puede hablar, del que menos aún se puede decir que es un fenómeno que presenta problemas y sobre el que en ningún caso cabe actuar desde el poder político.

Al menos es eso lo que estamos viendo, de los conflictos en Vic a la polémica sobre la ley de inmigración en Arizona: un Estado se niega irresponsablemente a ejercer el control sobre sus fronteras, y son las autoridades locales las que han de lidiar con complejidades que van de las alteraciones del orden público a la financiación de los servicios sociales.

En España y en Europa estamos muy lejos del alegre crisol multicultural con el que fantasea una clase política que, sin contacto con la realidad, ha impulsado la noción de que la inmigración es, o bien una gran gymkhana, o bien el restaurante étnico de la esquina. La complacencia, el relativismo moral y los dogmas izquierdistas han contribuido a hacer de la inmigración un problema en todo el continente, del burka al niqab y el velo, de las piscinas separadas por sexos a la violencia de las banlieues, de la aplicación parcial de la sharia a las bandas de delincuentes, del metro de Londres a los trenes de Madrid. La inmigración es compleja por tratar con personas que merecen un trato acorde con los principios de humanidad y legalidad, pero cerrar los ojos a los problemas de la inmigración –y esa ha sido la política europea al respecto–, es una irresponsabilidad en un debate que necesita el rigor de la racionalidad y no la demagogia de la compasión mal emplazada. Si ahora surgen nuevos populismos en toda Europa, es por la inactividad de una clase política a la que se le pasó el tiempo de asegurar la cohesión social de unas poblaciones locales que han de abrazar el pluralismo lógico y saludable en las sociedades abiertas, pero en las que causan problemas la fragmentación y la escisión social que representa el multiculturalismo.
En España pasamos de la política de puertas abiertas de Zapatero al ensañamiento policial con los inmigrantes. Si nuestro país es de los casos de peor irresponsabilidad, el problema afecta a toda Europa por el fin de las fronteras interiores. Una Europa, por otra parte, en la que se ha fracasado al asimilar la inmigración, de los guetos a los abusos en las políticas de reagrupamiento familiar o de asilo político: al final, el exhibicionismo de moral buenista de la izquierda ha logrado irritar a las poblaciones locales al tiempo que lograba el desapego inmigrante, algo muy visible en la capacidad reactiva de buena parte de un islam europeo que, por virtud del multiculturalismo, tiende a exigir nichos de legalidad propia ajenos al imperio de la Ley. En un debate plagado de eufemismos, no se ha tenido en cuenta que los sin papeles de hoy son el conflicto social y cultural de mañana. Es lamentable, pero es así. Y más en tiempos de crisis económica y de paro masivo.
Nadie tiene una varita mágica para acabar con los problemas. Nadie quiere caer en viejos fantasmas de exclusión. Pero en España no ha funcionado la permisividad a ultranza y tampoco han de funcionar los inicuos porrazos y redadas. Sobre todo, lo que urge es acabar de una vez con la inmigración como tabú político y mediático. Un país moderno, plural y sin deudas coloniales como es España tiene las competencias que tiene todo Estado, por su mismo origen, en materia de fronteras. Y toda la capacidad para ejercer esas competencias en beneficio de sus ciudadanos y de quienes están ya aquí.

https://ww.intereconomia.com/noticias-gaceta/opinion/inmigracion-como-problema