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Un tripartito para España
Un tripartito para España

José Antonio Zarzalejos - 23/04/2011

Los socialistas confían en que el nuevo líder del PSOE –nadie mejor para ello que Rubalcaba— logre en las elecciones generales un suelo suficiente de 155-58 escaños sobre los 350 del Congreso (la mayoría absoluta es, por tanto, de 176) para, acto seguido, intentar un Gobierno de coalición con las dos grandes fuerzas nacionalistas, CiU y PNV, si ambas mantienen, al menos, la representación que obtuvieron en los comicios de 2008, es decir, 11 y 6 diputados, respectivamente. Esta coalición gubernamental, inédita en nuestro sistema democrático, sumaría mayoría relativa pero holgada y dejaría en la bancada opositora al PP. Algunas de las políticas de ese hipotético gobierno serían apoyadas por IU –que aumentaría sus efectivos— y Coalición Canaria. Y posiblemente, por otros grupos. De tal manera que al Partido Popular sólo le valdría superar los 175 escaños.

El desafío del candidato socialista no consistiría en ganar las elecciones –objetivo improbable— sino en evitar el desplome del PSOE, que consistiría en no perder más de 10-15 de los escaños de que dispone en esta legislatura, que son 169 frente a los 153 del PP. Si, como todo apunta, el candidato Rubalcaba –y no es descartable que también para entonces secretario general del PSOE— juega sus bazas con habilidad, se pasaría de las musas al teatro. Porque un Gobierno tripartito se gestionaría por el actual vicepresidente desde la necesidad que tienen los nacionalistas catalanes de entonar sus finanzas y de hacerlo mediante un Pacto Fiscal como el que propugna Artur Mas (no necesariamente un concierto económico), y la que atenaza a los nacionalistas vascos de regresar al Gobierno de Euskadi. Rubalcaba estaría en condiciones de asegurar al PNV que tras las autonómicas vascas de 2013, el PSE entregaría la presidencia del Gobierno Vasco al candidato peneuvista clausurando así la actual etapa constitucionalista. Esas son las contrapartidas.

Nada pueden desear más CiU y PNV. Los nacionalistas catalanes han concretado el llamado “derecho a decidir”, no en la independencia, sino en la plena suficiencia financiera que pasaría por dejar de transferir el 9% de su PIB a otras regiones españolas, concretando su solidaridad en la transferencia del 4% que es el tope, como recordaba recientemente Jordi Pujol, de los länders alemanes donadores de fondos a los otros más necesitados. Un pacto fiscal con Cataluña comportaría serias contradicciones con otras comunidades, pero soportables en las socialistas si el PSOE retiene el Gobierno.

Para el PNV, volver a Ajuria Enea constituiría el fin de una “anomalía”. Es el partido más votado, controla dos Diputaciones –perderá la de Álava el 22-M-, los municipios de Bilbao y Vitoria y la mayoría de los pueblos vizcaínos y guipuzcoanos de más entidad. Desde la doble atalaya de Vitoria y Madrid podría defender con más eficacia el cuestionado en la UE concierto económico y obtendría, de puertas adentro, la hegemonía en la familia nacionalista, una vez ETA y su entorno hayan mordido el polvo. Por lo demás, el PNV y el PSE disponen de amplia experiencia histórica en gobiernos conjuntos con los socialistas vascos, ejecutivos en los que fueron vicelendakaris desde Fernando Buesa a Ramón Jáuregui.

¿Objetivo nacionalista? Cambiar el modelo de Estado

Rubalcaba –en el caso probabilísimo de que sea el candidato— argüirá, como hizo la semana pasada en Barcelona, que el PP es “cínico” respecto de Cataluña porque impugnó ante el Constitucional el Estatuto y subrayará ante los nacionalistas vascos que con el PSOE la “salida” del “conflicto” de ETA (terminología peneuvista) siempre será más natural y fácil con los socialistas que con los populares. CiU y PNV están emitiendo desde hace tiempo en clave de advertencia acerca de la “peligrosidad” (“Dios nos libre” dijo Durán Lleida) de una mayoría absoluta de los conservadores y han interiorizado que la culminación de su histórica y larga colaboración con el PSOE consistiría en incorporarse al Gobierno de Madrid.

Pero es que, además, hay un argumento muy persuasivo para los nacionalistas: el control-neutralización de las oposiciones socialistas (PSC y PSE) en sus respectivas comunidades autónomas. Y, más aún, la posibilidad de realizar fuertes cambios en el modelo de Estado por vía de ley ordinaria y orgánica, lograr el control del Consejo General del Poder Judicial en su próxima renovación, del Tribunal Constitucional y de los órganos supervisores y reguladores, que el Gobierno ha negociado y negocia con CiU y PNV, marginando por completo al PP (Comisión Nacional de la Competencia, Comisión Nacional de la Energía, Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones) como se ha comprobado en el Consejo de Ministros del pasado miércoles, y, en definitiva, establecer un nuevo equilibrio en el conjunto de España.

El Partido Popular ha de contemplar esta hipótesis no sólo como perfectamente verosímil, sino como altamente probable si no obtiene una victoria que sumerja al PSOE en el entorno de los 140 escaños, lo que conllevaría casi con seguridad, su mayoría absoluta. Las claves electorales estarían en Andalucía –que aporta al grupo parlamentario socialista 36 diputados— y en Cataluña –que aporta al PSOE 25 escaños-, es decir, un total de 61 para un grupo de 169 en la actual legislatura.

Guste o no a determinados sectores de dentro y fuera del PP, la aproximación al PNV y a CiU (especialmente a los catalanes) ha de ser rápida y coherente, explotando los elementos de afinidad que se refieren al modelo social y al económico. El gran diferendo con ellos es el modelo territorial y la situación interna en sus respectivas comunidades. Pero el PP se ha hecho más fuerte en Euskadi y en Cataluña y con sus votos puede dar o quitar poder. Los populares deberán ser conscientes de este difícil cuadro de situación cuando negocien tras el 22-M en Cataluña y País Vasco, mirando al día después de las generales.

Porque han de tener la seguridad de que Rubalcaba –si acaso fuese el candidato—intentará “cueste lo que le cueste” un gobierno tripartito. Y lo hará porque lo característico del actual ministro del Interior, portavoz del Gobierno y su vicepresidente primero es el instinto de supervivencia. Y es ese instinto el que le dicta una estrategia tripartita que impulsará a tumba abierta. Porque, además de evitar un gobierno del PP, destruiría el liderazgo de Rajoy e introduciría al partido en una larga y penosa travesía del desierto.

https://ww.elconfidencial.com/notebook/2011/tripartito-espana-20110423-7267.html
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