Villaverde y Pasaconsol - Cuenca

Se está bien aquí, tumbado a la sombra de los chopos. El agua del río discurre tranquila, mansa, sin prisa por llegar al lejano mar. El tiempo se ha parado. A esta hora todo es silencio y paz. El cielo, muy azul, limpio, ve perturbada su monótona uniformidad por la luz abrasadora del sol.

La mañana ha sido larga, merezco un descanso. Llegué con las primeras luces del día, por lo que he conseguido anegar todos los tablares de habillas en poco tiempo. La burra no me ha fallado, haciendo subir cansinamente un canjilón tras otro rebosantes de agua fresca. A lo lejos veo a J. con su caña, la nasa de mimbre (seguramente llena de luinas) y un saco al hombro. La semana pasada pescó una nutria en Peñarrubia, quizá hoy lleve otra.

Dice mi madre que, cuando llegue al pueblo, vaya a casa de mis amigos a despedirme. Seguro que lloraré, a pesar de que soy el más fuerte de todos. Anoche dormí mal; me martilleaban sin cesar en la cabeza las palabras que mis abuelos, mis tíos y primos, el maestro, el cura y la gente más próxima a nosotros nos habían regalado cuando recorrimos sus casas para decirles adiós. Pero debemos irnos. Silenciosa, implacable, letal, el agua aprisionada se va acercando y muy pronto a mi río, a mis árboles, a mi noria, a mi infancia, se los habrá tragado un maldito pantano.

Cangilón es con g, perdón por la falta de ortografía.

No te preocupes por las faltas, siempre se escapa alguna.

El relato es (como todos los tuyos), impresionante. Muy bueno, si señor.
Gracias.

Pontecazo has vuelto. Gracias.´

Me encanta cómo escribes. Tus relatos son como responder con una sonrisa. Amables. Sencillos. Emotivos. Cercanos. Cargados de humanidad.

Tengo que decirte que los leo y los releo.

Otra vez.... GRACIAS

Muy bièn contado pontecazo.