Villaescusa de Haro - Cuenca

Leo: Los políticos honrados son una heróica excepción en un sistema enfermo.
Sigo leyendo: La diabólica combinación de los problemas históricos sin resolver, desde la agresividad creciente de los nacionalismos separatistas al descrédito de las instituciones –incluidas la Corona, la Justicia y las Administraciones Públicas–, pasando por la corrupción generalizada, no sólo de la política, y la ruina de la educación –por destacar sólo algunos– nos va conduciendo lentamente a la catarsis colectiva.
Así que está todo bastante mal, no se si llegaremos a algún sitio y cómo llegaremos, no me refiero a la forma de llegar, si no a la situación final.
Es dificil esperar soluciones de quienes en realidad son el problema y visto el panorama con amplitud de miras esto es un desierto: no se vislumbra nada ni nadie (no se ve un lider/asa) capaz de revertir la situación de ¿desamparo? en que se encuentra mucha gente.

Quizá la solución no esté en líderes políticos al estilo tradicional de partidos sino en la participación ciudadana indignada del robo de la clase política y de su ineficacia.
Viva la honradez. Es motivo de esperanza que la gente se indigne y no se haya acostumbrado a ver normal que se aproveche el que pueda. Hay que exigir responsabilidades a los que se quedan con el dinero públcio y no darles una amnistía fiscal par ahacer legal el robo.

La gente se indigna, nos indignamos, al comprobar el mal funcionamiento de las cosas, pero no es suficiente. Sugieres que la solución pudiera estar al margen de los líderes tradicionales, en la participación ciudadana. No sé si estás planteando un régimen asambleario, pero creo que eso no es la mejor solución: todos estariamos de acuerdo en que hay que cambiar las cosas, pero es mucho más dificil ponerse de acuerdo en como cambiarlas.
Opino que deberán existir los partidos políticos como medio para articular la participación ciudadana, aunque muy diferentes a lo que son ahora. Tal vez deban surgir nuevos partidos pues parece que los actuales son incapaces de cambiar el sistema que tanto les beneficia, y quizas con ello tal vez desaparecería el cainismo y el odio irreductible entre izquierda-derecha. Para ello son precisos líderes que hagan planteamientos realistas y factibles y sean capaces de aglutinar a la gente entorno a un proyecto.
Eso ahora mismo no se ve en el panorama, pero tarde o temprano deberán surgir nuevos líderes.
En Italia, en los años noventa, colapsaron y desaparecieron los partidos tradicionales por corrupción (se juzgaron a 3.000 políticos, terminando muchos de ellos en la cracel o en el exilio), y en esas aguas revueltas surgió un nuevo orden, y en ese orden un líder llamado Berlusconi. Espero que aquí surja algo mejor pero, si nos atenemos a aquello de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, la pregunta es:¿Qué nos merecemos?