Casas de Guijarro - Cuenca

BARCELONA– ¿En qué coinciden Artur Mas y Mariano Rajoy? La respuesta es más fácil que la de la célebre adivinanza que el Sombrerero Loco plantea a Alicia en la «merienda de chiflados» de «Alicia en el País de las Maravillas»: «¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?». Mas, el hombre que ha convocado unas elecciones para sentar las bases de un proceso que quiere culminar con un referéndum de autodeterminación, y Rajoy, el presidente del Gobierno decidido a combatir a la insurgencia soberanista, coinciden en que las elecciones de hoy son las más importantes desde la entrada en vigor de la Constitución. Porque, por primera vez, la unidad política de España está en juego.

En términos partidistas, Mas convocó elecciones dos años antes de acabar la legislatura para lograr la mayoría absoluta. Y en clave estratégica, para dar legitimidad a su plan soberanista. Aunque el marco legal de Escocia y Cataluña se parecen como un cuervo a un escritorio, Mas quiere la fuerza del «premier» escocés, Alex Salmond, para convocar una consulta.


Mas insistió, durante el mitin final de CiU en un Sant Jordi lleno hasta la bandera –catalana, no española-, en que «ésta es la campaña de nuestras vidas». Una afirmación que comparte con el resto de candidatos. Pero la campaña «de nuestras vidas» ha sido extraña, condicionada con un borrador policial que siembra dudas sobre la honestidad del presidente de la Generalitat, y ha acabado con una tensión inusual.

Entre el cielo y el suelo hay algo
CiU se había fijado el objetivo de la mayoría absoluta, pero en este caso, como ha ido advirtiendo Alicia Sánchez-Camacho, «la campaña se le ha hecho demasiado larga». Desde que convocó las elecciones, tras la marcha del 11 de septiembre, ha ido rebajando sus expectativas. Sobre todo, en la recta final de una campaña con errores de estrategia, el más clamoroso, el cartel electoral en el que Mas aparece cual Charlton Heston en el papel de Moisés para convencer a los electores de que los guiará hacia la Tierra Prometida, la Cataluña independiente.

El recochineo que desató la imagen en las redes sociales, empujó al equipo de Mas a reemplazar, en la medida de lo posible, los carteles electorales en el ecuador de la campaña. Después de encuestas como las del rotativo británico, «The Guardian», que da a CiU una horquilla entre 57 y 59 escaños –los nacionalistas cuentan con 62 diputados y la mayoría absoluta está en 68–, Mas vende como éxito conseguir el triple de escaños que la segunda fuerza, un puesto que se disputan PSC, PP y ERC. La clave está en los indecisos, que antes de la campaña rozaba un insólito 30 por ciento. Los soberanistas dudan entre CiU y ERC, y el votante cabreado con los recortes –que los nacionalistas han escondido bajo la «estelada»–, entre el PSC e ICV. Pero cualquier resultado que no sea la mayoría absoluta es un fracaso, aunque CiU venda que haya un parlamento soberanista, porque ya lo hay ahora.