El Congreso al rescate IGNACIO CAMACHO Martes , 09-02-10 ESTAMOS salvados. Las tribulaciones y pesadumbres que agostan el yermo ibérico tocan a su fin. Conmovidos por la aflicción de los ciudadanos ante el colapso socioeconómico y la incertidumbre laboral, preocupados con hondura y abatimiento por la falta de rumbo político de la patria, los diputados (y diputadas, por supuesto) del Congreso vuelven hoy de sus merecidas vacaciones de invierno con el brío renovado por un inconmensurable afán de servicio público. Desde la fecha de la Lotería de Navidad sólo han descansado 48 días, ni siquiera dos meses completos, y ya se dejaba sentir el vacío de su ausencia. Pero al fin están de regreso, al rescate de una nación melancólica. Algún día habrá que hacer un homenaje a la clase política, a su sufrimiento y entrega. Y de forma muy significada a los parlamentarios que son capaces de afrontar el estresante desgaste de un ritmo de dos o tres sesiones a la semana. Sin más descanso que un par de meses en Navidad y otros tantos en verano. Con unos salarios indignos de entre cuatro a seis mil euros mensuales y unas pensiones que necesitan nada menos que siete años para consolidar el máximo importe legal. Sometidos a la intensa responsabilidad de atender durante las votaciones a la mano del portavoz de grupo para ver si levanta uno, dos o tres dedos y decidir en pocos segundos si votar sí, no o abstenerse. Semejante estado de tensión provoca fenómenos naturales de agotamiento físico y emocional superiores a los de cualquier burnout directivo; de ahí que requiera de períodos laxos de descompresión entre jueves y lunes para mantener la frescura. Y todo ello bajo la ingratitud de una ciudadanía impaciente que desea ver aprobadas leyes y más leyes sin atenerse a la complejidad de su discusión y estudio, y que presiona con reivindicaciones continuas a los representantes de cada circunscripción. Por no hablar de un Gobierno cuya intensa iniciativa legislativa constituye una carga adicional insoportable para quien carezca del temple profesional que otorga la actividad política. Se trata de una responsabilidad acuciante por su carácter de apremio taxativo. ¿Cómo puede, por ejemplo, este Ejecutivo afrontar la recesión si no se aprueba pronto la Ley de Economía Sostenible? Y sin embargo, ahí están. De nuevo en el tajo, dispuestos a levantar el país, regenerar el optimismo y revitalizar la vida pública tras un bimestre de desoladora orfandad en que el pueblo clamaba por la pronta reanudación del período de sesiones. Sin el reconocimiento necesario a su entrega y a veces bajo el injusto y demagógico estigma de una galbana permanente. Por fortuna la mayoría, plenamente consciente de su compromiso histórico, resulta inmune a la carga de la crítica popular y afronta su tarea con desprendimiento y nobleza. El esfuerzo se recompensa por sí mismo, y al fin y al cabo los dos meses de verano están a la vuelta de la esquina.
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