Posadas - Cordoba

Una morcilla, un voto

ARISTÓTELES MORENO VILLAFAINA
Viernes, 16-10-09
A cuánto está el kilo de moción de censura? Pues mire usted: depende de la charcutería y del señor charcutero. En Posadas, por ejemplo, un tal Aguilar puso precio a su voto en torno a los 2.500 euros mensuales, que es una tarifa muy apañadita en estos días aciagos. Pero los señores charcuteros (los concejales, quiero decir) sólo estaban dispuestos a pagar por la casquería no más de 2.000 euros, más una concejalía de Hacienda, otra de Desarrollo, otra de Participación Ciudadana, otra de Empleo y una última de Propaganda, cuya nomenclatura, fíjense, ya dice todo lo que tiene que decir.
Entonces, al tal Aguilar le vino una oferta manifiestamente mejorada, unos 2.400 euros al mes, que es una tarifa ya más actualizada, como se puede ver, y se fue con sus vísceras (con su voto, quiero decir) a la charcutería donde le pagaban un precio más razonable. Así está el mercado de las asaduras y de los higadillos, según se puede apreciar con toda naturalidad en el periódico de la mañana. Es lo entrañable de estos tiempos: que uno puede contemplar el comercio de los votos y las vísceras como el que contempla un documental del mundo animal a la hora de la sobremesa. ¿O quizás el espectáculo de los votos y las higadillas lo vi en un programa sobre el mundo salvaje?
Esta mañana, ya digo, escuché en el informativo de las 7.20 el negocio este de la compraventa, que bien vestidito de buenas intenciones, hasta se asemeja al ejercicio de la política. El tal Aguilar, al parecer, quería acabar con el desgobierno municipal, aún a fuer de exponer su trayectoria política y todo. El pueblo, por lo visto, es lo primero y tal y tal. Pero una vez que hubo vendido la casquería a precio razonable, unos 2.400 euros mensuales más un puñado de concejalías, ya no le escocía en exceso el desgobierno municipal, que tampoco es para tanto y todo tiene arreglo en la vida.
El tal Aguilar, aparte de un magnífico comercial, un tipo que hace valer sus méritos profesionales con todo oficio, ha saboreado su minuto de gloria por las televisiones y los tabloides de medio país. Qué romería de secretarios provinciales y de responsables de organización y de coordinadores generales y de fontaneros de todo pelaje cortejando a este vendedor de vísceras a las puertas del Ayuntamiento, para mayor gloria. Y el tipo haciéndose de querer, que es lo que hacen los buenos charcuteros cuando saben lo que cuesta un buen menudillo, una tripa, un mondongo, un voto.
Ante nosotros, por tanto, tenemos a un excelente concejal de Hacienda, que sabe cómo rentabilizar la pasta del contribuyente y olfatea una oportunidad de negocio a vista de pájaro. Yo no me fiaría de un delegado del ramo que no tuviera como mínimo un máster en vísceras y transfuguismo, que viene a ser lo mismo o casi lo mismo. Así el erario público estaría en manos de un profesional, que sabe de cuentas y de maniobras, y no de un advenedizo que no sabe dónde tiene la mano izquierda. O la derecha, respectivamente.
Si usted está pensando en abrir una charcutería no descarte meterse en el negocio de las mociones de censura, que trabajan con la misma materia pero a precios manifiestamente más ventajosos. Cuelgue dos morcillas y dos votos de la barra de acero transversal y verá que nadie advierte la diferencia. Ya conocen el aforismo: una morcilla, un voto.
amvillafaina@gmail.com

https://ordoba.abc.es/20091016/cordoba-cordoba/morcilla-voto-20091016.html