Pedro Abad - Cordoba

En honor de Góngora
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A Góngora no le reconocieron sus méritos, al menos en vida; no encontró padrinos que lo apoyaran, como Córdoba 2016
josé calvo poyato
Día 09/07/2011 - 10.21h

Hace días señalé que, si Córdoba era la elegida para ser Capital Cultural de Europa en 2016, sería una manera hermosa de rendir homenaje a quien nació en esta ciudad hace 450 años. Me refería a don Luis de Góngora y Argote uno de los ingenios que dio lustre al denominado Siglo de Oro. Por desgracia, para nada nos sirvió Góngora, como tampoco muchas otras cosas. Gaulhofer y sus corifeos entregaron la capitalidad cultural a San Sebastián, con el beneplácito de los seis miembros del coro nombrados por el Gobierno de Zapatero. El mismo que en 2003 prometía la Capitalidad a Córdoba. Otra muestra de la ligereza de su palabra.

Tal vez sea por eso que algunos de los capitostes socialistas cordobeses señalen el árnica, la resignación y el olvido con el objetivo de que se imponga cuanto antes el silencio y asumamos la injusta designación, explicada sobre bases inexplicables. Son conscientes de que cuanto más colee el asunto, peor para sus intereses electorales ante las dos citas que se avecinan —elecciones generales y autonómicas— después de la jugarreta que nos han hecho sus correligionarios.

El próximo 11 de julio es el 450 aniversario del nacimiento de don Luis quien, como Córdoba en lo de la capitalidad, fue maltratado por sus contemporáneos. No pudo ver sus obras en letra impresa por mucho que rogó y suplicó a quienes tenían recursos para darla a la estampa. Sólo circularon manuscritas, de mano en mano, y algunas piezas menores como letrillas, canciones y villancicos aparecieron impresas en florilegios y antologías. No merecieron los honores de la letra impresa sus grandes creaciones como las Soledades o el Polifemo, hasta después de muerto. En vida, Quevedo y Lope lo trataron de marrano —grave insulto con que se señalaba a los judíos en la España de entonces— aludiendo a unos supuestos antecedentes familiares y el primero se divirtió de su prominente nariz. Cierto que tampoco nuestro paisano fue manco a la hora de dedicar lindezas a sus adversarios, cebándose, por ejemplo, en la cojera de don Francisco.

A Góngora no le reconocieron sus méritos, al menos en vida, porque no encontró padrinos que lo apoyaran sus aspiraciones; le ocurrió como a Córdoba con esto de la Capitalidad Cultural. El paso del tiempo, sin embargo, puso las cosas en su sitio y Góngora terminó elevado a los altares del parnaso literario. Su lenguaje pulido y culto, a veces oscuro, quedó como modelo de una corriente literaria donde el adjetivo gongorino se utiliza para referirse a una de las grandes vías por donde transcurrió de la literatura española del siglo de Oro: el culteranismo.

No sé lo que nos traerá el discurrir de los venideros tiempos, pero sospecho con preocupación, que también pondrá, como ocurrió con don Luis, las cosas en su sitio. Me lo barrunto porque ahora nadie quiere asumir las responsabilidades políticas de la injusta la designación y andan echándose la pelota unos a otros. Ninguno asume este marrón porque en eso se ha convertido la Capitalidad Cultural al entregarse a una ciudad con un alcalde de Bildu que reniega de pertenecer a España. ¡Menuda Capitalidad Cultural tenemos en 2016 si no se le pone remedio al desatino!

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