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03-07-11 10:26 #8287636
Por:pasabaporaqui30

¿Le hace falta al periodismo un 15-M?
INDIGNACIÓN POR LA PRECARIZACIÓN DE LA PROFESIÓN

¿Le hace falta al periodismo un 15-M?

Sociedad | Esteban Hernández 03/07/2011 (06:00h)

“Hay que parar a los tiburones financieros”. Es una frase repetida últimamente por trabajadores de El País, con la que sintetizan el sentido de la protesta que han venido realizando contra la dirección de la empresa. La redacción entiende que están asistiendo al fin de un modelo de gestión empresarial y periodístico causado por la llegada de actores financieros cuyas decisiones directivas son claramente perjudiciales para periodistas y lectores. Los derechos laborales adquiridos con Polanco, el sello formal y el prestigio del medio estarían siendo subvertidos por gestores que sólo tienen en mente mejorar las cuentas de un grupo que ha hecho inversiones erróneas. Sólo así puede explicarse, afirman, que estén intentando confeccionar una plantilla de dos velocidades, dividiendo la redacción entre una masa de redactores, jóvenes, mal pagados y fácilmente sustituibles y una élite cerrada con buenos sueldos y buenas condiciones.

Este planteamiento, no obstante, excede el conflicto de un medio informativo. No sólo buena parte de la profesión periodística está viviendo ese enfrentamiento entre una visión gestora que sólo repara en las cifras y una demanda profesional que pretende que se tenga en cuenta un espectro de valores mucho más amplio, sino que muchos de los análisis de lo que va mal en la sociedad señalan a esta visión como causa última de los problemas. Desde esta perspectiva, y como se ha subrayado repetidamente en el 15 M, la política, la gestión de los servicios públicos y el propio estado del bienestar se estarían viendo acosados por crecientes exigencias financieras que reconducen todo a criterios puramente económicos.

Hablamos de un modelo de gestión, asegura Luis Enrique Alonso, catedrático de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, ampliamente extendido y que está causando notables disfunciones, ya que ha hecho que pasemos “de un funcionamiento más burocrático, ligado a prácticas profesionales muy establecidas, a otro que pretende disolver los códigos imperantes y establecer nuevas consideraciones acerca de lo que es y no es asumible”. En lo que se refiere a las empresas, “se ha optado por volatilizar las garantías establecidas, lo que ha generado fórmulas muy inestables, que no sólo han llevado a la precarización, sino que también han deteriorado la consistencia de las firmas a través de una continuada pérdida de estatus”.

Así, al no buscar a profesionales de calidad contrastada, sino a personas que hagan la tarea de forma barata y rápida, las compañías están perdiendo un conocimiento y una experiencia que les eran muy útiles para dar relevancia a su marca. Sin embargo, “han optado por ignorar el estatus que les brindaba el prestigio profesional en beneficio de la eficacia financiera. Prisa vende CNN plus, una cadena que fue una apuesta por el prestigio, en función de la rentabilidad financiera, que es lo que de verdad parece dar legitimidad hoy a las decisiones”. Es desde esta perspectiva que la protesta de los trabajadores de El País parece simbólicamente pertinente: frente a esa concepción que busca la estandarización de la información a partir de costes reducidos, su respuesta fue hacer explícitas las consecuencias uniformadoras de esa gestión a través de una firma impersonal.

La protesta fue además significativa porque volvió visible cómo el problema de fondo es salarial, pero también de condiciones de trabajo que redundan en la calidad del mismo, un tipo de preocupación que se ha manifestado como una de las principales resistencias al cambio de los profesionales. La transformación en la manera de gestionar las empresas ha alcanzado a colectivos que, como los abogados, ingenieros o periodistas estaban acostumbrados a un entorno de protección corporativo, a hacer valer las reglas del oficio y a tener en consideración la calidad del trabajo realizado, apoyos con los que no van a contar en un nuevo mundo que los ha dejado claramente de lado.

Sin embargo, todas estas transformaciones están generando una resistencia mucho más verbal que real. Como señala Marisa Méndez, asesora de firmas de servicios profesionales y profesora de IE Law School, “los conflictos en estos sectores son escasos y toman formas muy pasivas, del tipo “Me doy cuenta de lo que está pasando, pero hago como que no, y lo dejo morir”. Quizá porque se piensa que las nuevas medidas no les van a perjudicar en el futuro, cuando asciendan, o porque no están muy convencidos de dar un paso adelante, o porque son muy individualistas…” Quizá sea este elemento uno de los más relevantes, afirma Méndez, ya que los profesionales, suelen tener personalidades muy marcadas, que vuelven más compleja la articulación colectiva de sus demandas.

Pero ese mismo factor, subraya Juan Carrión, director de BeUp y profesor de ESIC Business School, también les hace plantear más resistencias internas. “Hablamos de personas que creen que no tienen nada que cambiar porque lo que están haciendo les ha funcionado bien durante mucho tiempo. Es una actitud relacionada con la falta de humildad, con problemas culturales (especialmente en España, donde somos muy individualistas) y con la inercia. Piensan que porque hayan hecho las cosas de una determinada manera toda su vida no se puede hacer de otra forma, lo cual es un gran error.”

Por eso, señala Carrión, la cuestión latente en el conflicto de El País y en la profesión periodística en general, es la misma que suele darse en el resto de sectores empresariales, cuando se apuesta decididamente por el cambio, la de cómo implantar una nueva cultura. “Transformar un entorno laboral implica modificar los valores, las creencias y las formas de comportamiento de las personas, elementos muy poderosos dentro de cualquier organización. Y es una tarea difícil, ya que hay personas y colectivos que pueden hacer ese proceso mucho más complicado”. En este sentido, la vía más sencilla sería la de expulsar de la organización a aquellos que no se ajusten a la nueva cultura, pero eso no es lo habitual, señala Carrión, ya que la opción principal “suele ser la de buscar aliados que vendan internamente esa cultura organizativa y que la vayan asentando paulatinamente en el conjunto de la empresa”.

En definitiva, lo que estamos presenciando en El País y en muchas otras empresas periodísticas es el combate entre dos tipos de cultura en el que parece estar venciendo la que defiende criterios puramente económicos. Quizá porque, como señala Alonso, “una vez que dices que estás llevando a cabo recortes por motivos financieros, todo parece estar justificado. Dices “eso no lo podemos pagar” y de pronto tienes patente de corso para hacer lo que quieras. Nadie se pregunta cómo se construye esa racionalidad ni de dónde ha venido; dices que hay que hacer recortes y todo se vuelve legítimo”.

Según afirma una mayoría de periodistas cuando conversan en la máquina del café o en la barra del bar, esta pelea está teniendo consecuencias mayoritariamente negativas para la profesión. Una de ellas es la inestabilidad creciente. Como asegura el periodista José Martí Gómez, ex de, entre otros medios, la cadena Ser o La Vanguardia, “todos hemos sido mileuristas cuando empezábamos, pero antes había perspectivas de ascenso. En los diarios se mimaba la fidelidad y se formaban buenos equipos, dentro de las posibilidades de la época (Martí Gómez comenzó su trayectoria profesional en 1966). La gente se iba formando poco y poco y los cuadros intermedios, que eran muy buenos, exigían una profesionalidad que ahora no se da. Cuando la pieza no era de relleno, no era raro que el subdirector la leyese delante de ti, te hiciese algunas preguntas y te la mandara reescribir, si se daba el caso. Hoy todo eso no existe”.

Además, estas formas estandarizadas de gestión tienden a priorizar un orden interno rígido, tanto en lo que se refiere al cumplimiento de las órdenes de los directivos (“antes el redactor tenía más posibilidades, ya que podía cambiar de medio, ahora los mayores no pueden llevar la contraria porque les han echado y los chicos jóvenes tienen miedo de enfrentarse a la dirección porque saben que se pueden ir a la calle”, asegura Martí Gómez), como en el seguimiento estricto de la línea editorial. En buena medida, porque no saben diferenciar opinión de información, pero también porque, afirma Marisa Méndez, “aun cuando en la empresa haya diversas opiniones internas, se exige que la externa sea común”. Si un medio se ha posicionado en un espacio ideológico concreto, no admite que haya un columnista o un redactor que no siga esa línea editorial, ya que, afirman los gestores, no es eso lo que esperan sus lectores, sus oyentes o sus espectadores. Además, señala Martí Gómez, “en la era de los holdings, cuando la misma empresa tiene periódicos, radios, televisiones y editoriales, se cruzan intereses económicos muy fuertes que hacen que la presión ideológica de la empresa sobre la redacción, que siempre ha existido, sea más fuerte que en el pasado”.

Por último, la insistencia en los parámetros económicos parece estar dirigiéndonos hacia una consideración mucho más relevante de los anunciantes. Lo cual puede poner sobre la mesa notables dilemas éticos: ¿cómo se va a tratar, por ejemplo, la información sobre Botín y su posible fraude fiscal cuando el Santander es un importante cliente de la mayoría de empresas periodísticas? Pero, asegura Martí Gómez, se trata de una pregunta a la que el periodista se ha acostumbrado a dar respuesta, “ya que condicionantes de este estilo han estado presentes desde siempre en el periodismo”.

Así las cosas, el panorama para el periodismo no parece demasiado brillante. Quizá le haga falta un 15 M propio. Habrá que escuchar a los lectores…

https://ww.elconfidencial.com/sociedad/2011/falta-periodismo-20110703-80920.html
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